lunes, 28 de mayo de 2012

Gevaudan

Durante tres años, comenzando en el año 1764, la región francesa llamada Le Gevaduan, fue aterrorizada por un monstruo lobo, o eso se cree.

Le Gevaduan es una región montañosa e irregular, demasiado rocosa para la agricultura y mucha de la gente que la habitaba, cuidaba sus rebaños de ovejas y ganado.
A mediados de Julio de 1764, una joven niña que estaba cuidando un rebaño de ovejas, no regreso a su casa y mas tarde, su cuerpo fue encontrado en los valles con su pecho desgarrado.
Este fue el primer asesinato de la bestia.
A este hombre lobo se le atribuyen la muerte de más de 130 campesinos, en su mayoría mujeres y niños, que fueron encontrados despedazados. En algunos casos las víctimas fueron encontradas decapitadas o partidas por la mitad, lo que demuestra la enorme violencia con la que fueron asesinadas.
Son menores los casos de animales domésticos muertos por la Bestia, pues parece que ésta prefería la carne de los pastores a la de sus ganados, ya que es de supones que la carne humana debe de saber mejor que la del ganado, digo yo ^^…
La mayor parte de los ataques se registraron en los alrededores de Aveyron.
El primero de ellos se produjo el 30 de junio de 1764, día en que asesinó a Jeane Boullet, de 14 años. En los tres meses siguientes, la Bestia atacó y mató salvajemente a 2 niñas, 2 niños y una mujer.
En invierno, con el animal acuciado por el hambre, las muertes ascendieron hasta el punto de que se producía una víctima o dos cada semana.
En ésa época, los bosques de Gévaudan acogían una población considerable de lobos, pero los testimonios de los pocos testigos y supervivientes rechazaron su autoría, pues ningún lobo era tan grande como la bestia. Describían al animal como una bestia gigantesca de pelo rojizo con un tamaño mucho mayor que el de un lobo, con rayas negras en los cuartos traseros y una cresta de pelos largos sobre el lomo. La cola era larga y musculosa, y las mandíbulas, bien desarrolladas y llenas de dientes enormes.

Mientras se esparcían las noticias, los padres mantenían dentro de sus casas a los niños, pero fueron pasando los días y la calma volvió.
Ya no se habían notificado más muertes y la ganadería no podía seguir desatendida para siempre, ya que era su único sustento.
Al fin, las antiguas formas de mandar a los niños a cuidar el ganado pronto volvieron a empezar.
A finales de agosto una mujer de la villa de Langogne (una villa de la zona), les dijo a sus vecinos el haber visto a una criatura maravillosa, la cual caminaba a dos piernas como un hombre, pero que estaba cubierto de pelo y tenía un hocico pequeño. Era tan grande como un asno y tenía pequeñas orejas y cola.
La mujer decía que la criatura había asustado a sus perros, pero que había sido espantado por el ganado, el cual ataco con sus cuernos a la bestia.
Este testigo no fue considerado como confiable, y la descripción era muy extraña e inexacta, así que los demás aldeanos se empezaron a reír y a burlar de ella.
Las risas pronto se detuvieron después de que la criatura fue vista nuevamente, pero esta vez el testigo fue un hombre conocido por ser muy fiable (no se tiene constancia de porque O.o) y que se llamaba Jean Pierre.
El estuvo lo suficientemente cerca para dispararle a la criatura, y asi lo hizo, mas por miedo que por valor.
El disparo era a una distancia muy corta, y es poco probable que fallara, pero la bestia no dio muestras de dolor. Esta huyó de nuevo.
Los asesinatos de niños pronto volvieron a empezar, la mayoría de ellos eran los que se les había permitido cuidar de los rebaños.
Los rastreadores y cazadores que acudieron al lugar, atraídos por las recompensas ofrecidas para quien capturase al monstruo, encontraron huellas de tamaño considerable y le calcularon un peso de unos 100 Kg.
Durante meses se mataron grandes cantidades de lobos en la zona, pero la bestia era increíblemente escurridiza. Llegó a mencionarse que las balas rebotaban sobre su lomo y los aterrorizados campesinos opinaban que era el mismo Demonio venido del infierno
Pronto llegó a considerarse un problema nacional, y el propio rey Luis XV envió un cuerpo de dragones de caballería para abatirla, sin resultados, al que posteriormente se unirían otros tres. Según el testimonio de uno de los capitanes de los dragones, logró ver cara a cara a la Bestia antes de que ésta consiguiese huir. Era tan grande como su propio caballo, pero pronto lo dejó atrás con facilidad, pues lo superaba ampliamente en velocidad y agilidad. Mientras huía, él y los hombres que le acompañaban descargaron varias decenas disparos contra ella que ni siquiera parecieron atravesar su piel.

Para entonces el año de 1764 había acabado y las víctimas ya eran 54.
El asunto de la Bestia de Gévaudan traspasó fronteras y llegó a considerarse un problema serio para el gobierno de Luis XV, entonces recién salido de la Guerra de los Siete Años. Las potencias extranjeras comentaban jocosas cómo el ejército francés podía pensar siquiera en la victoria si sus mejores tropas no eran capaces de capturar un "simple" lobo en mitad de su propio país. Pronto se retiraron de la zona a las autoridades locales por considerarlas inútiles, y se pescó a más de un cazador particular que ponía pistas falsas para despistar a los dragones y aspirar a cobrar la recompensa matando él mismo la Bestia. Se pusieron trampas y se rastreó el monte día y noche, pero la bestia siempre aparecía en otro lugar y continuaba su siniestra matanza.
El nerviosismo se apoderó de la población y estallaron disturbios. Se acusó públicamente a algunos vecinos de ser hombres lobo que se convertían por las noches en la bestia; otros se volvieron contra los gitanos, a los que acusaron de criar alguna bestia salvaje en su circo que había escapado al monte. Los sacerdotes predicaban contra el rey, responsable indirecto de la crisis, o decían que las víctimas eran jóvenes lascivas a las que Dios había enviado la Bestia como castigo. Incluso se llegó a poner en el punto de mira a un noble que había estado en África y criaba en los jardines de su palacio hienas, tigres, leones y perros de presa, acusándolo de cruzar los animales hasta dar con una bestia asesina e indestructible.

Fuesen las acusaciones ciertas o no, lo cierto es que en 1767, con más de 130 muertes en la región, un campesino armado reunió a un grupo de gente abatió en Gévaudan un lobo descomunal, más grande que cualquiera de los que se podían encontrar en Francia.
Poco después se mató una loba también de gran tamaño.
La leyenda cuenta que los responsables de las capturas emplearon balas de plata hechas tras fundir medallas de la Virgen María, algo que ha pasado posteriormente al imaginario colectivo como la única forma de matar un hombre-lobo...
Al menos uno de los ejemplares fue llevado a París, donde llegó en un estado de putrefacción muy avanzado, lo que impidió disecarlo. Su esqueleto fue expuesto en el Museo Real de la ciudad hasta su destrucción en un incendio. 


 

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