lunes, 28 de mayo de 2012

Historia de los seres invisibles detras del espejo

Al cumplir 65 años, Lord Carrington se convencio de algo que venia sospechando hace tiempo: el mundo era dominado por seres invisibles. La gente, las cosas, la vida. Todo revelaba una vacuidad insospechada en otros tiempos. Las paredes, el reloj del cuarto de te, la alfombra de la biblioteca, la llama que crujia en la chimenea: les hacia falta algo.
Esencialmente, eran endebles cajas de carton que jamas habian llevado contenido alguno. Dios, el alma, el hombre, Inglaterra, no eran mas que patrañas inventadas por la sociedad. La ultima decada del siglo IXX estaba a la vuelta de la esquina, con el Racionalismo terminando de empaquetar al universo en un solo teorema. La tabla de los elementos estaba completa, se habia comprobado que jamas se podria volar en un aparato mas pesado que el aire, que el dinamo era una forma curiosa de movimiento continuo, y la ciencia abandonaria la investigacion para dedicarse exclusivamente a la enseñanza, a la repeticion de una sola verdad a cada generacion, pues ya todo lo que habia que descubrir habia sido descubierto. Eramos casualidades biologicas en un rincon apartado de un universo inhospito, y en ningun momento de su vida Lord Carrington habia estado en desacuerdo con eso, pero los dados que decidian nuestra suerte eran lanzados por seres malignos que se entretenian a nuestras expensas. Una mañana, al escuchar el trino de un pajaro desde su cama, Lord Carrington supo que nota daria el ave a continuacion, como la daria, y cuando terminaria y levantaria el vuelo. Cuando su hija Camile fue a presentarle a su primer nieto, basto con una mirada para que Lord Carrington adivinara como se veria a los diez años, a los veinticinco, a su edad, y cuando muriera. Todo estaba escrito de antemano. La sensacion que a veces nos embarga de haber hecho antes algo que acabamos de hacer, lo comprobaba. La historia era un libro que los seres invisibles leian y releian, quiza antes de irse a dormir, a luz rielante de una vela, tal como hacia el con otro libro. Que pasaria el dia que los seres se aburrieran y cerraran el libro definitivamente?
Lord Carrington penso en hallar la forma de encontrar a los seres invisibles y salvar a la humanidad. A lo poco lo olvido, porque aunque descubriera algo que nadie habia descubierto en miles de años, de todas formas no lo haria. La humanidad no valia la pena.


-Cierren el libro de una vez, canallas! -a veces decia en la soledad de su castillo- Acaben de una vez por todas con esta broma!
Al descubrir asi tan de repente esa verdad por la que la ciencia y la religion habian luchado desde que el hombre era hombre, Lord Carrington no hallo razon para seguir viviendo y decidio suicidarse. Pero cuando estuvo a punto de ingerir la pildora y sumirse en lo que suponia el sueño eterno, se dio cuenta que no moriria. Volveria a nacer, viviria otra vez lo mismo exactamente como lo habia vivido quien sabe cuantas veces, llegaria a esa edad y se volveria a suicidar. Si queria ser libre, debia salirse del libro antes que los seres invisibles lo releyeran. Adonde iria? A lo mejor a otra dimension.
Lord Carrington no hallo la manera de hacerlo. Ni siquiera supo por donde empezar. Pero no lo olvido. En cierta ocasion, afeitandose en su cuarto de aseo, noto que no era dueño de sus acciones. De principio a fin, fue un titere consciente de los hilos que lo subyugaban. Entonces se le ocurrio que los seres invisibles controlaban la realidad desde los espejos. Por ahi se asomaban, como si miraran por una ventana, cuando leian el libro. Como vigilaban al mundo antes que se inventaran los espejos? En el reflejo del agua?
Ahora bien, si los espejos eran la conexion con los seres invisibles, acaso acabando con los espejos se romperia el lazo y se escaparia de la Rueda de las Cosas? A lo mejor. Entonces tendria que destruir todos los espejos de Inglaterra y el mundo? Eso seria imposible. Pero, posiblemente, los seres invisibles controlaban a cada persona a traves de un espejo especifico, y cuando este espejo se rompia o caia en desuso, otro era asignado. Si esto era cierto -y por que no?-, el espejo con que Lord Carrington estaba conectado a los seres invisibles era el de su cuarto de aseo. Si destruia ese y los demas que habia en su castillo, y no volvia a salir de ahi hasta el momento de su muerte -para no pasar frente a un espejo y rehacer la union, claro esta-, Lord Carrington seria libre.
Sin pensarlo dos veces, se armo del atizador de la chimenea y recorrio todos los aposentos, destrozando los espejos que se encontraba a su paso. La cervidumbre, al no poder detenerlo, salio corriendo a la desbandada. En el interin, la luz del sol dejo de atravesar los ventanales y el paisaje desaparecio. Cuando Lord Carrington acababa con todos los espejos de un aposento y lo abandonaba, el aposento desaparecia y era la nada, no la oscuridad o una bruma impenetrable, sino la nada absoluta, lo que quedaba en su lugar.
Por ultimo, llego al cuarto de aseo y al espejo. Mas alla de aquel lugar todo habia sido borrado. Esto no lo habia previsto Lord Carrington, pero de todas formas estaba satisfecho. Asi mataba dos pajaros de un solo tiro. Blandio el atizador y se preparo a entrar a un mundo nuevo, fresco, aun sin corromper por los libros de los seres invisibles, o a lo mejor al mismisimo mundo de ellos, cuando una voz proveniente del espejo quizo detenerlo:
-Que haces? Por que destruyes todo lo que he hecho?
-No lo se -respondio-. A lo mejor no era tan malo como yo creia. Solo se que no quiero seguir siendo parte de ello -y blandio el atizador por segunda vez.


-Detente! Si me destruyes, te destruiras tambien.
-Mentira. Me vere libre de ti y tus amos, y podre conocer el verdadero universo.
-Insensato! Para ti no hay mas universo.
-Al demonio con tus mentiras -y diciendo esto, le asesto un golpe mortal al espejo, y tanto el como lo que quedaba de ese mundo se redujo a añicos, pues el no era Lord Carrington. El era el reflejo que aparecia cada vez que Lord Carrington se afeitaba frente al espejo, y aquella vida que habia conocido habia sido un regalo del espejo. Dios, el alma, el hombre, Inglaterra… Todo habia sido patrañas y el se habia equivocado.
Del otro lado, en el otro mundo, Lord Carrington -el verdadero Lord Carrington?- nunca supo explicar que fue lo que paso con los espejos de su castillo. No los mando a reemplazar y tampoco volvio a leer un libro en su vida. Clausuro la biblioteca y se dedico a perder el tiempo hasta que la muerte tocara a su puerta. Nadie, ni siquiera el mismo, supo a ciencia cierta que origino tal cambio en el. Solo sabemos que todo ocurrio despues que cumplio 65 años. 



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