Al cumplir 65 años, Lord Carrington se convencio de algo que venia
sospechando hace tiempo: el mundo era dominado por seres invisibles. La
gente, las cosas, la vida. Todo revelaba una vacuidad insospechada en
otros tiempos. Las paredes, el reloj del cuarto de te, la alfombra de la
biblioteca, la llama que crujia en la chimenea: les hacia falta algo.
Esencialmente, eran endebles cajas de
carton que jamas habian llevado contenido alguno. Dios, el alma, el
hombre, Inglaterra, no eran mas que patrañas inventadas por la sociedad.
La ultima decada del siglo IXX estaba a la vuelta de la esquina, con el
Racionalismo terminando de empaquetar al universo en un solo teorema.
La tabla de los elementos estaba completa, se habia comprobado que jamas
se podria volar en un aparato mas pesado que el aire, que el dinamo era
una forma curiosa de movimiento continuo, y la ciencia abandonaria la
investigacion para dedicarse exclusivamente a la enseñanza, a la
repeticion de una sola verdad a cada generacion, pues ya todo lo que
habia que descubrir habia sido descubierto. Eramos casualidades
biologicas en un rincon apartado de un universo inhospito, y en ningun
momento de su vida Lord Carrington habia estado en desacuerdo con eso,
pero los dados que decidian nuestra suerte eran lanzados por seres
malignos que se entretenian a nuestras expensas. Una mañana, al escuchar
el trino de un pajaro desde su cama, Lord Carrington supo que nota
daria el ave a continuacion, como la daria, y cuando terminaria y
levantaria el vuelo. Cuando su hija Camile fue a presentarle a su primer
nieto, basto con una mirada para que Lord Carrington adivinara como se
veria a los diez años, a los veinticinco, a su edad, y cuando muriera.
Todo estaba escrito de antemano. La sensacion que a veces nos embarga de
haber hecho antes algo que acabamos de hacer, lo comprobaba. La
historia era un libro que los seres invisibles leian y releian, quiza
antes de irse a dormir, a luz rielante de una vela, tal como hacia el
con otro libro. Que pasaria el dia que los seres se aburrieran y
cerraran el libro definitivamente?
Lord Carrington penso en hallar la forma de encontrar a los seres
invisibles y salvar a la humanidad. A lo poco lo olvido, porque aunque
descubriera algo que nadie habia descubierto en miles de años, de todas
formas no lo haria. La humanidad no valia la pena.
-Cierren el libro de una vez, canallas! -a veces decia en la soledad de su castillo- Acaben de una vez por todas con esta broma!
Al descubrir asi tan de repente esa verdad por la que la ciencia y la
religion habian luchado desde que el hombre era hombre, Lord Carrington
no hallo razon para seguir viviendo y decidio suicidarse. Pero cuando
estuvo a punto de ingerir la pildora y sumirse en lo que suponia el
sueño eterno, se dio cuenta que no moriria. Volveria a nacer, viviria
otra vez lo mismo exactamente como lo habia vivido quien sabe cuantas
veces, llegaria a esa edad y se volveria a suicidar. Si queria ser
libre, debia salirse del libro antes que los seres invisibles lo
releyeran. Adonde iria? A lo mejor a otra dimension.
Lord Carrington no hallo la manera de hacerlo. Ni siquiera supo por
donde empezar. Pero no lo olvido. En cierta ocasion, afeitandose en su
cuarto de aseo, noto que no era dueño de sus acciones. De principio a
fin, fue un titere consciente de los hilos que lo subyugaban. Entonces
se le ocurrio que los seres invisibles controlaban la realidad desde los
espejos. Por ahi se asomaban, como si miraran por una ventana, cuando
leian el libro. Como vigilaban al mundo antes que se inventaran los
espejos? En el reflejo del agua?
Ahora bien, si los espejos eran la conexion con los seres invisibles,
acaso acabando con los espejos se romperia el lazo y se escaparia de la
Rueda de las Cosas? A lo mejor. Entonces tendria que destruir todos los
espejos de Inglaterra y el mundo? Eso seria imposible. Pero,
posiblemente, los seres invisibles controlaban a cada persona a traves
de un espejo especifico, y cuando este espejo se rompia o caia en
desuso, otro era asignado. Si esto era cierto -y por que no?-, el espejo
con que Lord Carrington estaba conectado a los seres invisibles era el
de su cuarto de aseo. Si destruia ese y los demas que habia en su
castillo, y no volvia a salir de ahi hasta el momento de su muerte -para
no pasar frente a un espejo y rehacer la union, claro esta-, Lord
Carrington seria libre.
Sin pensarlo dos veces, se armo del atizador de la chimenea y
recorrio todos los aposentos, destrozando los espejos que se encontraba a
su paso. La cervidumbre, al no poder detenerlo, salio corriendo a la
desbandada. En el interin, la luz del sol dejo de atravesar los
ventanales y el paisaje desaparecio. Cuando Lord Carrington acababa con
todos los espejos de un aposento y lo abandonaba, el aposento
desaparecia y era la nada, no la oscuridad o una bruma impenetrable,
sino la nada absoluta, lo que quedaba en su lugar.
Por ultimo, llego al cuarto de aseo y al espejo. Mas alla de aquel
lugar todo habia sido borrado. Esto no lo habia previsto Lord
Carrington, pero de todas formas estaba satisfecho. Asi mataba dos
pajaros de un solo tiro. Blandio el atizador y se preparo a entrar a un
mundo nuevo, fresco, aun sin corromper por los libros de los seres
invisibles, o a lo mejor al mismisimo mundo de ellos, cuando una voz
proveniente del espejo quizo detenerlo:
-Que haces? Por que destruyes todo lo que he hecho?
-No lo se -respondio-. A lo mejor no era tan malo como yo creia. Solo
se que no quiero seguir siendo parte de ello -y blandio el atizador por
segunda vez.
-Detente! Si me destruyes, te destruiras tambien.
-Mentira. Me vere libre de ti y tus amos, y podre conocer el verdadero universo.
-Insensato! Para ti no hay mas universo.
-Al demonio con tus mentiras -y diciendo esto, le asesto un golpe
mortal al espejo, y tanto el como lo que quedaba de ese mundo se redujo a
añicos, pues el no era Lord Carrington. El era el reflejo que aparecia
cada vez que Lord Carrington se afeitaba frente al espejo, y aquella
vida que habia conocido habia sido un regalo del espejo. Dios, el alma,
el hombre, Inglaterra… Todo habia sido patrañas y el se habia
equivocado.
Del otro lado, en el otro mundo, Lord Carrington -el verdadero Lord
Carrington?- nunca supo explicar que fue lo que paso con los espejos de
su castillo. No los mando a reemplazar y tampoco volvio a leer un libro
en su vida. Clausuro la biblioteca y se dedico a perder el tiempo hasta
que la muerte tocara a su puerta. Nadie, ni siquiera el mismo, supo a
ciencia cierta que origino tal cambio en el. Solo sabemos que todo
ocurrio despues que cumplio 65 años.
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