"Puede que el cielo esté cerrado, pero yo estoy siempre abierto".
lunes, 28 de mayo de 2012
El cine Snuff
Parece que la única forma de tener plena certeza de la existencia de una película snuff
es haciéndola. Con este enunciado empiezo por la conclusión de este
texto, porque no quise caer, ni hacer caer al lector, en la trampa de
abordar el tema con la morbosa expectativa de una posible confirmación
del fenómeno a partir de rumores o pruebas apócrifas.
Aún así, tampoco hay certeza de que no exista
este tipo de películas, y entre uno y otro extremo se tejen historias,
se presentan variantes del género y se descubren significativas
implicaciones de orden moral y mediático. Es por eso que, aún con la
duda de por medio, el tema sigue siendo intrigante y perturbador.
Para empezar, una definición básica de lo que es una película snuff, propuesta por el periodista catalán Jaume Balagueró: “película, en formato cine o video, en la que se perpetran actos de violencia y de muerte con el exclusivo objeto de ser grabados”.
Esta definición enuncia, no sólo lo que es la esencia del snuff, es
decir, el registro visual de violencia y asesinatos reales, sino también
la característica que lo hace un sub-género audiovisual como tal, que
lo convierte en una práctica (real o mítica) execrable y ubica a sus
autores en el singular rango de “sicópatas audiovisuales”. Esta
característica es que el deseo de registrarlo todo con una cámara
siempre antecede, o al menos está indisolublemente ligado, al acto
violento.
Algunos asesinos en serie han grabado en video sus crímenes, pero no
es snuff, pues con o sin la cámara mirando, igual hubieran cometido sus
crímenes. El caso más reciente que ilustra esto ocurrió en 1998, en
México, donde los hermanos Lázaro y Miguel Ángel Bouchán
violaron y asesinaron a varias jóvenes, filmando únicamente la
violación y maltrato de algunas de ellas con una cámara de 8 milímetros.
Lázaro fue absuelto porque no fue reconocido por las víctimas, pero
Miguel Ángel fue condenado a 316 años y, aunque concedió entrevistas,
nunca quiso hablar de las películas.
Rumores y cine comercial
El primer antecedente reconocible sobre el cine snuff es la acusación que se le añadió a la larga lista de crímenes de Charles Manson,
el líder de “La Familia”, el sicópata más celebre de los Estado Unidos
desde los años sesenta y quien debe buena parte de su popularidad al
sonado caso del asesinato de Sharon Tate, la esposa de Roman Polanski,
por parte de algunos de sus adeptos. A Manson se le acusó de haber
filmado cintas snuff y, aunque nunca nadie las vio, el rumor fue luego
aceptado como verdad comprobada. No es gratuito, entonces, que este
primer antecedente, como la gran mayoría de casos posteriores, haya
tenido su origen en un rumor que, por la naturaleza truculenta del tema,
fue tomando cada vez más fuerza. De ahí que el cine snuff se mueva
entre las fronteras de la leyenda urbana y los sub-géneros cinematográficos.
Gonzalo Abril, un profesor español de teoría de la
comunicación, quien tiene una especialización tan insólita como el snuff
mismo, la de rumorólogo, afirma que este tipo de cine originado como un
rumor perdura y crece convirtiéndose en leyenda urbana, pues usa “su
misma lógica con factores muy concretos: el sexo, la violencia, la
humillación y el abuso sobre los débiles, que suscitan el interés de la
gente y movilizan resortes básicos en el entramado social, formando
parte todo esto del tejido cultural de los medios de comunicación de
masas.”
En relación con este papel de los medios en la configuración del
snuff como mito, como leyenda urbana, ha sido decisivo ese cine
comercial que erróneamente se ha tomado como cine snuff y del cual se
pueden identificar dos vertientes: una que aborda el snuff como tema de
sus tramas, que si bien es la que más ha divulgado la definición y
características del género, el público asume inequívocamente como de
ficción. A ella pertenecen filmes como Videodrome (David Cronenberg, 1983), Tesis (Alejandro Amenábar, 1995) y 8mm
(Joel Schumacher, 1999). La otra vertiente está conformada por
películas que retoman la dinámica del snuff y pasan por reales (o al
menos crean la duda) ante el público. Estas películas son las que más
tienen que ver con el origen del mito y con la legitimación del snuff
como un fenómeno que existe verdaderamente.
Los tres principales ejemplos de esta última vertiente son Snuff (Michael y Roberta Findlay, 1974), Holocausto caníbal (Ruggero Deodato, 1979) y la serie Guinea pig
(1988). La película de los Findlay, según una frase promocional, fue
“Filmada en Sudamérica (Argentina) donde la vida es barata”.
Originalmente se tituló Slaughter y en ella una mujer es desmembrada y
asesinada. Se exhibió en Estado Unidos publicitándola como una verdadera
snuff movie y por eso obtuvo un gran éxito de taquilla. Holocausto
caníbal por su parte, fue rodada en la selva amazónica colombiana y
tiende más al cine gore y de horror. En ella el truco de las filmaciones
supuestamente encontradas tiempo después de los sangrientos sucesos,
resulta muy efectivo para convencer al público de que todo aquello
realmente ocurrió. Los desmembramientos y asesinatos son mucho más
explícitos y, aunque las muertes humanas se logran con efectos
especiales y maquillaje, las muertes animales sí son reales (¿snuff
animal?). Este filme también fue promocionado afirmando que los
expedicionarios fueron verdaderamente devorados vivos por caníbales,
aunque luego se les vio actuando en otros filmes gore italianos.
El caso de Guinea pig ha sido mucho más determinante en la formación
de la leyenda snuff. Se trata de una serie de siete cintas marginales
editadas para la televisión japonesa. El segundo episodio, titulado
Unbridged agony, y el tercero, con el mismo nombre de la serie, han
pasado como cine snuff. En 1991 el actor Charlie Sheen
llevó estas cintas al FBI convencido de que eran reales, pero allí,
después analizarlas, le dijeron que lo había engañado un buen trabajo de
efectos especiales.
Los dioses matan en video
Muy a pesar de que el cine snuff tenga mucho que ver con rumores y
ardides publicitarios, tampoco es descabellada la posibilidad de su
existencia en un mercado en el que se puede comprar órganos, niños o
–éste también es un insistente rumor- ir de cacería humana a Yugoslavia
(!). De historias como la del crítico chileno que dijo haber visto una
cinta donde unos hombres disfrazados de payasos golpeaban brutalmente a
un anciano, están llenas las publicaciones relacionadas con el tema y la
internet. Así mismo, la periodista mejicana Silvia Tort, con base en
información suministrada por INTERPOL, afirma que la
fiscalía de Colombia tiene conocimiento de videos snuff que, con una
duración entre 20 y 45 minutos, se inician con diferentes formas de
tortura y culminan con la muerte violenta de menores, mujeres e
indigentes, principalmente.
Igualmente, la policía italiana denunció hace poco una organización
criminal rusa que torturaba y violaba hasta la muerte a menores para
después difundir las imágenes en internet. Se supo de dicha organización
al descubrir a varios compradores italianos de las imágenes. Este dato
fue tomado del diario Estrella Digital y la agencia Efe,
pero igual nadie ha visto dichas imágenes y no se sabe hasta qué punto
es sólo desinformación que se originó en un “simple” caso de pedofilia,
que por estos tiempos están a la orden del día en internet y, sobre
todo, proveniente de los antiguos países socialistas.
En un artículo titulado The gods kill on video, publicado en un sitio web llamado snuff highway homepage, Bernardo Esquinca hace una completa reseña del libro Gods of dead,
editado en 1996 y escrito por Yaron Svoray, un ex-militar israelí que
recorrió el mundo investigando durante varios meses el cine snuff, para
desentrañar lo que sobre él había de mito o de verdad. Esquinca asegura
que, más que una investigación completamente verosímil, se trata de una
crónica de los viajes y personajes con se topó Svoray en su periplo por
las ciudades que visitó para hacer sus pesquisas, empezando por Bangok,
la capital mundial de la prostitución y donde creyó que por lógica
encontraría algo, hasta Nueva York, donde dice haber visto un video,
junto con otros nueve hombres de negocios, en que una mujer suramericana
es asesinada con un cuchillo mientras tiene sexo con dos hombres.
Entre Bangok y Nueva York, Svoray pasó por Belgrado, lugar en que
estaba seguro encontraría la violencia y maldad que la cercanía de la
guerra necesariamente propiciaba. Su contacto allí fue un productor de
cine porno llamado Stephan Tomasovitch, quien le
obsequió un video editado con violaciones, masacres, ejecuciones y todas
esas atrocidades que –también por rumores- se le atribuyen a los
soldados contra las mujeres de sus enemigos en la guerra entre servios y
croatas. El valioso video, según Yaron Svoray, le fue decomisado poco
después en un retén militar.
Un millón al que lo pruebe
Por cosas como el robo del supuesto video, Bernardo Esquinca dice
que, si bien es lo más completo y serio que se ha escrito sobre el
snuff, no cree en todo lo que dice Svoray en su libro, sobre todo porque
éste deja en claro que, aunque muchos afirman haber visto películas
snuff, ninguno de ellos tiene acceso a ellas o da cuenta de la manera de
conseguirlas. Por eso mismo, a pesar de que desde hace más de veinte
años la INTERPOL, Scotland Yard, la policía japonesa y, sobre todo, el
FBI han investigado la existencia del cine snuff, nunca se ha encontrado
nada o, al menos oficialmente, no hay reporte alguno sobre un caso.
Pero no sólo los organismos policiales han buscado pruebas sin ningún
resultado positivo, también muchos otros, especialmente publicaciones,
han intentado obtener y dar a conocer una de estas míticas y macabras
piezas. La lista de quienes han ofrecido dinero a cambio de una
verdadera película snuff es larga, y va desde los 250 mil dólares que
ofreciera, en 1980, el director de la revista Screw, Al Goldstein, hasta la considerable suma de un millón de dólares que también prometió hace algunos años Frank Henenlautter, un director norteamericano de cine “muy brutal”. Hasta ahora nadie se ha presentado ante alguno de ellos.
Ni por conductos legales ni ilegales, entonces, se ha podido dar con
una prueba real y física de la existencia de una cinta snuff. Y es que
un alto porcentaje de las supuestas películas vistas han sido imágenes
preparadas para lograr el efecto de realidad, y quienes ponen la mano en
el fuego asegurando haber visto una, nunca lo han podido comprobar. David Cronenberg
dijo alguna vez que “todo el mundo cree que existen, pero las snuff
movies son un invento de unas personas que querían ganar dinero, pero
luego, este invento fue utilizado con motivos políticos por grupos de
presión antipornográfica.” Algo parecido argumenta el autor de un sitio
gore en internet cuando afirmó que “el hecho de que exista el cine snuff
es uno de los lugares donde se alimentan los censores de gore.”
Título del filme: “Violación de Ana María”
Como aclaraba al inicio de este texto, existen muchas películas que
realmente han registrado actos de violencia y muerte pero que no
necesariamente son snuff. Muchas de estas películas son las que han
convencido a sus espectadores de que este tipo de cine existe, pero la
verdad es que no califican como tal y más bien forman parte de lo que se
podría considerar una lista de variaciones del cine snuff: las
películas hechas por cultos satánicos, que tienen una vocación más
herética que audiovisual; el llamado necrocine o videocine, que son
imágenes de muertes registradas por accidente o de manera testimonial
(las más conocidas son los ajusticiamientos y fusilamientos); o
películas de sadomasoquismo y pornografía, en las que la violencia no es impuesta sino acordada.
De estas variaciones, la más común de todas es aquella en que las
imágenes son registradas por un asesino, “sencillo” o en serie, que
realiza la grabación o filmación como complemento de su delito; es el
caso del pederasta canadiense asesino de jovencitas que únicamente
grababa las violaciones o de los ya citados hermanos Bouchán, a quienes
se les encontró una película rotulada con el título “Violación de Ana María”,
escrito con la misma indolencia y gesto rutinario como si el motivo
fuera “Mi primera comunión” o “Paseo a la playa”. Y es que esta
variación resulta completamente lógica en una época en que registrarlo
todo con una cámara, desde los actos más simples y cotidianos hasta los
grandes acontecimientos, es una práctica cada vez más arraigada en la
cultura y la vida social del hombre moderno. La diferencia está en que
cada quién apunta el lente de su cámara hacia lo que son sus intereses y
su cotidianidad. Aunque estas personas también parece que tienen sus
límites morales, pues resulta muy significativa la cantidad de estas
cintas que, después de registrar estupros y maltratos, fueron detenidas
antes de que también grabaran los asesinatos.
Pero cuando el deleite enfermizo por registrar
imágenes prevalece sobre la propensión a la violencia y al asesinato,
como lo impone el cine snuff por definición, el crimen adquiere una
dimensión más perversa y excéntrica, bien sea que se trate de una
realidad aún improbada o de una inquietante leyenda urbana. Con la
aparición del cine, y en general de todos los medios audiovisuales, se
abrieron para el hombre moderno nuevas e insólitas formas de mirar el
mundo, de experimentarlo y aprehenderlo, el snuff es tal vez la forma
más extrema. Y mientras esté latente la posibilidad de que existan
personas que realicen este tipo de películas, mucho más probable es que
las haya, y en mayor cantidad, aquellas que se deleitan con estas
imágenes. Porque, además, el concepto de comercio es el requisito
supremo para que el cine snuff sea tal, pues asesinos hay muchos, pero
menos son los que lo hacen por “pasión por la imagen” y más escasos todavía son aquellos que lo realizan para exhibirlo y ponerlo en circulación.
Desde
hace varios años se especula sobre la existencia de cintas que recogen
crímenes cometidos expresamente para ser grabados y distribuidos a ricos
compradores ávidos de
morbo y sangre. Pero ¿hay algo de cierto en todo ello? ¿Existen las películas snuff o son sólo una leyenda urbana más?
Cuando un ser humano desarrolla un comportamiento especialmente
cruel solemos referirnos a él como “un animal” o “una fiera”. Sin
embargo, ningún animal de presa goza con la
crueldad en sí misma. El gato que juega con el ratón antes de
matarlo se está comportando como lo haría con cualquier objeto en
movimiento que le proporcionara una oportunidad
para ejercitar sus habilidades para atrapar y dar zarpazos. Además,
cuando un animal ataca a otro de su misma especie suele contentarse con
demostrar que es más poderoso y que
puede defender a su familia y su territorio, y rara vez llega a
dañar seriamente a su adversario. Al animal derrotado se le permite
retirarse sin ser perseguido. Sin embargo, el ser
humano no se contenta con dejar escapar a su víctima. Es la única
especie viva sobre el planeta que se complace en prolongar la agonía y a
lo largo de la Historia ha mostrado un
extremado ingenio para idear torturas que causen el máximo dolor y
entrañen sólo un riesgo mínimo de acabar rápidamente con la vida de su
víctima.
VIOLENCIA HUMANA Gozar con el dolor de un es algo de nuestra especie. La sociedad no fue creada porque el fuera bueno por Naturaleza, sino para protegernos de nuestros
impulsos violentos. Homo homini lupus. Cuando desaparecen estos
mecanismos de control los hombres dan rienda suelta a sus instintos
naturales. Es lo que ocurre durante las
guerras. Los conflictos armados crean un estado de suspensión de los
derechos, dan carta de ciudadanía a la muerte, convierten en normal la
barbarie y desmoronan las frágiles
barreras morales que retienen al sádico que todos llevamos dentro.
El mejor ejemplo es el de Ruanda. En cien días, desde abril a julio de
1994, 800.000 tutsis fueron asesinados a
machetazos por sus vecinos hutus. También sirven como ejemplos las
humillaciones y las torturas infligidas por los marines estadounidenses a
los prisioneros iraquíes en la cárcel
de Abu Ghraib, las atrocidades cometidas por los serbios y los
croatas durante la Guerra de los Balcanes o las de los rusos en
Chechenia... No quiero aburrirles. Viviendo en sociedad,
la experiencia gratificadora que supone para algunos disfrutar del
dolor ajeno queda relegada al aspecto visual, al sadismo voyeur. Una
larga tradición que podemos encontrar ya en
el Imperio Romano, donde los ludi constituían parte integral de la
vida y la psicología. En los días tranquilos de la República eran
simples competiciones deportivas, pero con la
llegada del despótico Imperio los juegos se volvieron sangrientos,
despiadados y feroces hasta convertirse en sádicas orgías. De hecho, se
inventó cualquier forma imaginable de
torturar y matar a seres humanos con tal de divertir al pueblo
romano. Entre las risotadas de los espectadores, los prisioneros
indefensos eran desgarrados por animales salvajes,
crucificados, quemados vivos o descuartizados. A los toros, los
burros y los monos se los entrenaba para violar a las jóvenes. Los niños
eran suspendidos por las piernas desde lo alto
de palos para que las hienas tirasen de ellos hasta el suelo y los
circos se inundaban para que flotas de navíos pudieran luchar hasta la
muerte. Se echaban cocodrilos al agua para
que devoraran a quien cayera a ella. La persecución de los
cristianos probablemente respondió a la necesidad de conseguir carne
fresca para la arena cuando los prisioneros
comenzaron a escasear.
GRAND GUIGNOL En París, a finales del siglo XIX, el público abarrotaba el Grand
Guignol, donde se ofrecían sangrientas representaciones teatrales. Ese
mismo público agotaba las penny dreadfuls,
seriales baratos de escasa calidad literaria y temas terroríficos de
la época victoriana; disfrutaba en los freakshows o ferias de monstruos
y visitaba las cámaras de los horrores de los
museos de cera. Hoy en día las ejecuciones públicas siguen siendo
espectáculos excitantes a los que las madres llevan a sus hijos en
algunos países del llamado mundo “civilizado”.
Y la multitud se agolpa en torno al escenario de un accidente de
tráfico, asiste a veladas de boxeo y a peleas de gallos y de perros, es
fiel a los programas de vídeos caseros de
accidentes de coches o motos, cornadas e inundaciones, bloquea la
circulación si hay alguien sobre una cornisa que amenaza con arrojarse
desde ella y disfruta con películas como
las sagas de Saw y Hostel.
PLACERES VOYEURISTAS Con la aparición del cine y, en general, de todos los medios
audiovisuales se abrieron para el hombre moderno nuevas e insólitas
formas de mirar el mundo, de experimentarlo y de
aprehenderlo. Y también nuevas formas de satisfacer la curiosidad
morbosa, con la ventaja de que se permite reproducir una y otra vez el
placer del voyeur gracias a la conservación
de las imágenes sobre un soporte. Por ello, el cine ha caminado de
la mano con la violencia y la muerte desde sus comienzos. Ya en 1893
Thomas Alva Edison rodó Ejecución por
ahorcamiento y Electrocución de un elefante y demostró conocer los
gustos del público mucho mejor que los hermanos Lumière. Y en 1897
encontramos una Exécution capitale à
Berlin en la que un verdugo decapita a un condenado con un hacha. En
1899 nuestros antepasados disfrutaron de las escenas mortuorias de El
caso Dreyfus, reconstrucción del
suicidio del coronel Henry, filmada por Méliès. El mismo director
rodó en 1902 Cirugía de fin de siglo o una indigestión, en la que un
médico le corta a un paciente con un serrucho las
piernas y la cabeza para proseguir a lo largo del tronco con una
incisión y extraerle del estómago botellas, cuchillos y demás objetos.
Y, de hecho, el cine, valorado ya como séptimo
arte, se inauguró en 1908 con El asesinato del Duque de Guisa, de Le Bargy y Calmettes.
En Intolerancia (1916), Griffith reprodujo de forma absolutamente
explícita las decapitaciones que se llevaron a cabo durante la invasión
del palacio de Belshazzar y las matanzas de
El nacimiento de una nación (1915). En El acorazado Potemkin (1925),
Eisenstein rodó con una crueldad jamás vista a una muchedumbre huyendo
despavorida por una escalinata
de las balas zaristas. En 1963 la pantalla se llenó de sangre con
Blood Feast. Su director, Herschell Gordon Lewis, acuñó el término gore
(en inglés, “sangre coagulada” o “sangre
derramada”) para referirse a esta clase de películas, caracterizadas
por mostrar el mayor número posible de vísceras, desmembramientos,
decapitaciones y descuartizamientos, todo
ello aliñado con litros y litros de sangre. El género alcanzó su
máxima expresión con Braindead (1992), del hoy oscarizado por El Señor
de los Anillos Peter Jackson.
Se
considera snuff a las películas que contienen muertes reales, filmadas
por motivos económicos para ser parte de un video que será distribuido
en un circuito comercial, y no a las
muertes que pueden llegar a aparecer, por ejemplo, en las noticias.
El rumor de la existenicia de este tipo de films nació a principios
de los 70s, cuando el clan de Charles Manson robó un camión de la cadena
de televisión NBC, lleno de cámaras y de
film, con el supuesto propósito de registrar sus matanzas.
La primera película que se comercializó como si fuera realmente de
snuff fue una consecuencia de Slaughter(matanza), filmada en la
Argentina en 1971. Esta película, dirigida por
Michael y Roberta Findlay (importantes directores del circuito
under), era una réplica de los asesinatos perpretados por el clan
Manson, y no fue estrenada. En 1976, para recuperar
el dinero invertido, el productor Allan Shackleton decidió agregarle
algunas escenas de muertes (falsas), cambiarle el título, que pasó a
ser Snuff, y reestrenarla con un impactante
subtítulo: “Filmada en Sudamérica, donde la vida es barata”.
Cuando Snuff se estrenó en los cines de Nueva York, causó un enorme
revuelo: activistas de los derechos humanos, feministas, y el público en
general estaban asqueados por la
idea del film. Pero rápidamente la gente se dio cuenta de lo burdo
de los efectos especiales, que no dejaban lugar a la duda, y al alivio:
la película no era más que una actuación,
sumada a una excelente campaña de marketing.
Tras el escándalo, la policía investigó el film, y el productor
debió retractarse y agregar una leyenda: “nadie fue lastimado en la
filmación de esta película”.
Desde entonces muchas son las supuestas películas snuff que han ido
apareciendo, si bien prácticamente todas han sido desmentidas. El
secretismo y la ilegalidad que rodea este
mundo hace imposible determinar si es una realidad o una leyenda urbana.
Nuestro colaborar Natán Soláns experto en efectos especiales,
caracterizaciones y habituado a desarrollar efectos gore y sangrientos
asegura en este artículo, que amablemente nos
envio, haber presenciado para su desgracia una de esas películas. El
artículo como bien explica el mismo autor trata de alejarse de detalles
escabrosos y desagradables pero es un
interesantisimo documento para comprender lo sombrio de los ambientes donde se mueve el universo snuff.
"El Pornocrimen" (Artículo Original de Natán Soláns)
El anillo, la espoleta, la carga....era interesante aquello. Cuando
comencé mi curso de Comando para poder escribir con propiedad sobre
Guerra de Guerrillas, no pensé que me iba a
gustar tanto toda esa parafernalia: Las ametralladoras Ingram, las
trampas caza-bobos, el prohibido lanzallamas... todo era muy excitante,
como peligrosos juguetes en aquella
peligrosa realidad de la Argentina en los años 70´s. Y ahora
revisando el anillo, la espoleta y todo eso me enteraba del espantoso
poder de destrucción de una simple granada de
fragmentación; si uno arrojaba eso en una habitación acababa con la vida de todos sus habitantes....
Ya el nombre me atrajo apenas lo escuché: "Pornocrimen". Si hubiera
sabido los años de investigación, molestias y esfuerzo que me iba a
costar, habría olvidado inmediatamente
aquella nefasta palabra. Quizá no lo hubiera logrado. "El que busca
encuentra" es un lema familiar mío así pues que me lancé de lleno a la
investigación.
Parece ser que en los tempranos años 70's. entre el enorme fárrago
de material pornográfico que circulaba en New York apareció una película
en súper-8 donde una mujer era
muerta durante un acto sexual. Esta producción clandestina se empezó
a vender como pan caliente y pronto el FBI investigó el caso. La prensa
se hizo eco y el caso tomó un estado
público alarmante. Pero el globo se pinchó rápidamente. Apareció un
director bisoño, un adolescente (Cuyo nombre nunca se dio a
conocer.)quién, muy asustado confesó su
"crimen"; un burdo gadget, un cuchillo con la hoja retráctil
mediante un resorte oculto, un poco de salsa ketchup y una actriz
convincente, que ahora a su lado (Y evidentemente viva.)
sonreía azorada mientras los dos se disculpaban de su éxito.
El gracioso caso pronto fue olvidado, realmente no existía delito
alguno; hay mucha libertad artística en los temas de pornografía pues
esta suele aburrir rápidamente.
Pero algún oscuro Padrino del Hampa debe haber notado que aquí había
un filón de oro porque el primer "Pornocrimen" real no se demoró en su
estreno. El procedimiento de su
realización no era difícil; se hacía un casting para una película
porno, luego se hablaba con la seleccionada y se le explicaba que había
una intención de la Producción en ahorrar
dinero en impuestos. La película se deseaba hacer en algún lugar
remoto, una estancia por ejemplo. Se pedía discreción, no hablar con
nadie de esto y se manifestaba que ha
cambio de esta evasión fiscal se pagaría más a los actores. Para
asegurar lo dicho se entregaba inmediatamente una jugosa cantidad a la
actriz. Esta viajaba contenta al lugar de la
cita.
Luego estallaba lo inaudito.
La investigación de esto es muy difícil, todos son escollos, trabas,
palos en la rueda. Luego de 2 años yo tenía una gruesa carpeta de
datos. Sabía que existía un libro llamado "Snuff"
(Este libro bautizó al género.) escrito en 1979 por un autor anónimo
que hablaba de 502 producciones, la mayoría secuestrada por las
autoridades de turno. Se hablaba de que en
un video (El video dio mucho auge a esto.) donde un grupo de
adolescentes eran masacradas a machetazos en un palmar, un bosque de
palmeras, el lugar parecía ser una provincia
llamada Misiones, en Argentina. Había testimonios de parientes que
reconocían a chicas en esa situación. (Muchísimo peor que el
reconocimiento en una mesa de la Morgue
Municipal.)
Violaciones, torturas y asesinatos con un fin, hacer dinero.
Se hablaba de una gran producción "snuff" en la entonces Unión
Soviética. Se hablaba, se hablaba, se hablaba mucho....y se sabía muy
poco. Para colmo de males las editoriales, sin
ningún motivo aparente no querían ni oír hablar de esto en aquellos
años (Principio de los 80's.). Siempre sospeché de esta actitud, de los
temas "tabú".
Cuatro años después quise olvidar mi investigación, después de todo
le había prestado poca atención últimamente y, la verdad, no tenía
constancia de que existiera el "Snuff". Mis
amigos periodistas que me habían alentado y conseguido data,
declaraban, a veces, en reportajes televisivos, que el "Pornocrimen",
era una leyenda Urbana.
Pero habiéndolo olvidado un día lo encontré. A veces parece que el
mismo Dios nos abre los ojos. Esta vez, sin duda fue El Diablo.
Estaba yo a cargo de los disfraces, máscaras y trucos en un programa
de Catch (Lucha artística) en la ciudad de Sao Pablo en Brasil y un
luchador muy joven con el cual hablaba
mucho pues admiraba el Tango Argentino, un día me dice:
----"O Seor Natán, vocé conoce el "Circo Romano en Cajitas"?.
----"¿Qué cosa?...."
----"Si, en su país no hay estas vistas (Películas.)....donde se masacra a una mujer... ¿de verdad?
Frecuentemente películas o escenas de films gore y de serie B con buenos efectos especiales son confundidas con Videos Snuff.
Toda mi sangre cambió su PH de inmediato y como siempre que el entusiasmo me delata, me relajé y sonreí diciendo distraídamente:
----"No, ¿por qué?.... ¿vos tenés alguna?
----"No yo no, es medio peligroso...pero conozco un sitio donde se
pasan....un lugar secreto. Si usted se anima quisiera invitarlo...mire que
es un poco duro....
Esa misma noche dábamos 3 golpes y después uno solo en la labrada
puerta del lujoso palacete. Los asistentes eran unos 20, casi todas
parejas. Gente muy distinguida, bien
vestida por lo que se podía ver en aquella media luz. Los sillones,
forrados en gobelino dieciochesco estaban orientados hacia una gran
pantalla. Era una sala de proyección de
cañones de video (Sistema muy nuevo entonces.). Solo hubo breves
saludos lejanos, nos sentamos y comenzó la película de ese género que
había buscado tanto y que años
después hizo que el Gran Cine se ocupara de él en famosos filmes como "8mm" y "Tesis", entre otras.
La visión era perfecta, solo me llamó la atención que fuera una
película muda. Con una nitidez diáfana la escena mostraba un pequeño
cuarto pintado de negro y sobre el suelo,
también negro descansaba un colchón forrado en raso blanco perlado.
Los "actores" hicieron su aparición. Tres robustos cuarentones,
seguramente, musculosos, peludos y brutales. Todos con sendas capuchas
negras como las de los verdugos
medievales. Era el único atuendo que llevaban. Los tres se pararon
frente a la cámara con los brazos cruzados e inmediatamente apareció la
mujer.
No parecía tener más de 20 años, pelirroja, muy blanca y pecosa con
un cuerpo delgado donde las formas apenas afloraban. Sonriente y pícara
se entregó a los hombres y durante
unos diez minutos protagonizaron una clásica escena de sexo
explícito. Sin embargo mi estómago me decía que ya algo estaba mal. Con
la lentitud de la seguridad el hombre
levantó a la chica del cuello y le pegó un brutal puñetazo que
destruyó para siempre su bella dentadura. Las lágrimas se escaparon de
mis ojos. En un punto remoto de mi cerebro me
di cuenta que en aquel film habían profesionales no improvisados, pues las dos cámaras plantaban los planos correctamente.
En un primer plano se vio la mano abriendo la navaja de resorte.
Después vinieron los cortes en el ojo, el pezón......Veinte minutos debe
haber durado la tortura que no relataré aquí.
Al ser un hombre de los Efectos Especiales tengo el "Ojo Entrenado";
sé cuando algo es real, por eso lloraba y estaba a punto de volverme
loco ante aquella visión dantesca.
La víctima mutilada que hacía minutos había sido una niña fresca y
muy bella gritaba cosas a la cámara, quizá por eso fuera un film mudo.
Cuando por fin sobrevino la muerte el
cuerpo fue abierto en canal, como una res y, extrañamente lo que más
me horrorizó y habita en mis pesadillas desde entonces fue ver que el
colchón blanco perla se tiñera
totalmente de rojo carmesí.
La obscena película terminó con los tres asesinos envueltos en los
intestinos de la niña, penetrándose unos a otros en un acto gay. Fue
demasiado para mí; cuando se encendieron
las luces yo vomitaba sobre el suelo, llorando.
Detrás todo era risas discretas y críticas.
-----"Argentino flojo, ja, ja..."
Luego de recomponerme y lavarme agradecí la invitación y manifesté mi deseo de irme.
Al salir, con la puerta aún abierta, mi amigo el luchador me dijo, tratando de detenerme:
-----"Quédese, O Natán!!!.....que ahora viene lo mejor....escenas con meninos (Chiquitos, criaturas)".
El anillo, la espoleta, la carga.....Como es raro el cerebro, como
nos asaltan los pensamientos sin siquiera llamarlos...sonreí, miré a la
concurrencia en la habitación y desee, con todo
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