Las películas El
exorcismo de Emily Rose y Réquiem se inspiran en un caso real sucedido
en Baviera (la región más católica de Alemania) en
1976, cuando dos sacerdotes católicos fueron juzgados (y declarados
culpables) por la muerte de la joven estudiante Anneliese Michel, por la
que habían rezado exorcismos durante nueve meses. La
chica murió de hambre, y se consideró que los sacerdotes y sus
padres fueron negligentes al no llevarla al hospital para ser sedada y
alimentaba por suero. Se les condenó a 6 meses de cárcel, con
libertad condicional. El caso Klingenberg tuvo resonancia en toda
Europa y dio lugar a varios estudios científicos y teológicos, amén de
varias películas.
Anneliese Michel
nació en 1952 y fue educada por sus padres en la fe católica. Con 14
años empezó a tener ataques y sacudidas, y parálisis
momentáneas que le impedían controlar su cuerpo. No podía llamar ni a
sus padres o a sus tres hermanas. Un neurólogo le diagnosticó
epilepsia. El tratamiento médico apenas tenía efecto. En 1970,
con 16 años, empezó a tener visiones de caras demoníacas cuando
rezaba y luego a escuchar voces que le decían que "estaba condenada" y
que "ardería en el infierno". Anneliese ya había asumido un
comportamiento cada vez más irascible. Sentía aversión por los
objetos sagrados, como los crucifijos. Seguía viendo caras demoníacas,
an la gente que la rodeaba, y en los objetos circundantes. Su
conducta era cada vez más agresiva: insultaba, pateaba y mordía a
los otros miembros de la familia, además de dormir siempre en el suelo,
de alimientarse con moscas, arañas, y carbón, llegando a
beber su propia orina. En cierta ocasión arrancó la cabeza de un
pájaro muerto. Durante dos días permaneció bajo una mesa, ladrando como
un perro. Anneliese podía ser oída gritando durante horas
por toda la casa, al tiempo que rompía crucifijos, destruía imágenes
de Jesucristo y lanzaba rosarios contra las paredes. Ella también
cometía actos de automutilación, se arrancaba las ropas y
orinaba por la casa con frecuencia. Todo esto fue comentado a los
médicos, que no pudieron ayudarla.
La primera
confirmación no oficial de la posesión fue dada por una vieja mujer que
acompañaba a Anneliese en una peregrinación. Ella notó que
Anneliese evitaba pasar al lado de cierta imagen de Jesucristo y
rechazaba beber agua de una fuente bendita. La vieja mujer también
aludía a que Anneliese desprendía un espantoso mal olor.
En 1973 sus
padres empezaron a buscar un exorcista por diversas parroquias, pero se
les decía una y otra vez que era mejor seguir con el
tratamiento médico y que no había pruebas claras de que hubiese
posesión propiamente dicha, como hablar lenguas extranjeras
desconocidas, telepatía o levitación. Finalmente, el 1974, el padre
Ernst Alt se convenció de que un exorcismo era necesario, aunque no
consiguió permiso del obispo de Wurzburg hasta septiembre de 1975, quien
encargó al padre Arnold Renz que ayudase a Ernst
Alt.
De septiembre de
1975 a julio de 1976 los sacerdotes mantuvieron un par de sesiones
semanales de exorcismo con la muchacha (ya de 23 años).
Usaban el Ritual Romano (escrito en 1614, con pocas modificaciones
desde entonces; es el que se ha usado hasta que Juan Pablo II aprobó un
nuevo ritual en 1999; tanto uno como otro consiste
simplemente en rezar y gestos inofensivos como mojar con agua
bendita y trazar la señal de la cruz). A las sesiones asistían miembros
de la familia. Se rezaba por la muchacha que se agitaba y
demostraba una fuerza descomunal y golpeaba a todos a su alrededor y
rompía objetos religiosos. Varias personas eran necesarias para
sujetarla. En las cintas que se escucharon en el juicio (40
cintas grabadas) se oía la voz deformada de la muchacha con varias
personalidades que discutían entre ellas sobre qué demonio debía dejar
primero a la chica. Anneliese manifestó estar poseída por
al menos seis espíritus maléficos diferentes: Lucifer, Belial, Caín,
Judas Iscariote, Hitler y Fleischmann, un brujo del siglo XVI.
Durante un
tiempo, Anneliese pareció mejorar, pudo retomar los estudios e ir a
misa. Pero seguía con sus ataques de parálisis y quedándose
inconsciente. Entonces dejó de comer durante semanas, y cuando le
rezaban las oraciones del exorcismo se ponía a hacer genuflexiones
compulsivamente, hasta 600 al día, dañando sus
rodillas.
Los síntomas de
la posesa eran notables: la adopción temporal de posturas extrañas, con
su cuerpo totalmente rígido (distonia); el uso de la
primera persona del plural -nosotros- para describirse a sí misma;
sus pupilas permanecían muy dilatadas, a pesar de no haber estímulo
externo alguno para ello; amnesia total o parcial; la
aparición de distintas personalidades entre los demonios y espíritus
que la habitaban; la insensibilidad de su cuerpo a los golpes y
heridas; Anneliese percibía claramente como su cuerpo actuaba
independientemente de su propia voluntad (despersonalización); miedo
o rechazo de la sexualidad; incontables casos de arrobamientos y
éxtasis; parálisis temporal; emisión de insoportables
hedores; gritos descomunales; y la pérdida del autocontrol y la
invasión del cuerpo y la mente por demonios y espíritus. Hay que
destacar la permanencia de estos síntomas a pesar de los
tratamientos médicos y en ausencia de cualquier causa médica
conocida.
Durante el
período en el que estuvo sometida al exorcismo, Anneliese relató un
sueño que había tenido, en el cual se habría encontrado con la
Virgen María, y ella le habría propuesto dos
elecciones para su situación: por un lado ser liberada de inmediato del
yugo de los demonios, o bien continuar su martirio para así
hacer pública la posesión demoníaca de la que era víctima, de manera
que todos conociesen que existe un mundo espiritual habitado por
demonios, los cuales también actúan en el mundo material.
Anneliese habría escogido voluntariamente la segunda opción para dar
testimonio con su martirio. De esta forma, su ejemplo como posesa
serviría de aviso a toda la humanidad de que el demonio
existe y de que nos ronda a todos, y que trabajar por la propia
salvación debe ser una meta siempre presente.
Ella afirmaba
que muchas personas decían que Dios estaba muerto, que habían perdido la
fe, entonces ella, con su ejemplo, les mostraría que el
demonio actúa con fuerza entre los hombres.
"Sé que hicimos
lo correcto porque yo vi el signo de Cristo en sus manos. Ella portaba
los signos de la estigmatización, y eso fue una señal de
Dios para que fuera exorcizada. Ella murió para salvar a otras almas
perdidas, para pagar por sus pecados." Dijo Anna Michel, la madre de
Anneliese, en el año 2003.
Anneliese se
forzaba a a sí misma a ayunar para alejar la influencia demoníaca. Está
confirmado que la posesa conocía el momento de su muerte,
pues poco antes del deceso afirmó que había llegado el momento de su
liberación. El 30 de julio de 1976 pidió la absolución a los sacerdotes
y al día siguiente murió de hambre, como testificaron
los forenses. El padre Alt fue quien avisó a las autoridades.
Coincidió que en
1974 apareció en EEUU y en Alemania la película de William Friedkins El
Exorcista y psiquiatras de toda Europa aseguraban que
aumentaban en sus consultas casos de personas con ideas obsesivas.
En 1978, durante el juicio, los psiquiatras dijeron que los sacerdotes,
al hablarle de posesión, habían dado a Anneliese los
contenidos de su comportamiento psicótico (enfermedad mental en la
que se creen oír voces), que se había añadido a su vieja epilepsia y que
había sido impactada también por sus años de desarrollo
sexual.
Padres y sacerdotes fueron considerados culpables de negligencia, de no haberla hospitalizado, sedado y alimentado con suero, aunque quedó probado que los últimos años Annaliese se negó a ser hospitalizada. Se les condenó a 6 meses de cárcel por denegar auxilios médicos de manera imprudente a su hija. Una comisión de la Conferencia Episcopal Alemana declararía posteriormente que Anneliese no estaba poseída.
El exorcista oficial de la diócesis de Roma, uno de los más veteranos y experimentados del mundo, se refirió a este caso en su libro de 1990 (la primera edición italiana) Habla un exorcista, y aporta más datos que no se suelen mencionar en las actuales reseñas del caso que se han hecho con motivo de la película:
Los datos que entonces aparecieron en los periódicos y en otras publicaciones como el libro de Kasper y Lehmann Diaboli, Demoni, Possessione (Queriniana, 1983) hacían sospechar que los dos sacerdotes habían creído con demasiada facilidad que estaban ante un caso de posesión diabólica. [...] A continuación se publicó un libro en el que se estudiaban los hechos en profundidad: Anneliese Michel, de Kaspar Bullinger (Editorial Rughland, Alltotting, 1983). En dicho estudio, en resumen, se disculpaba completamente a los dos exorcistas, se demostraba que tanto la actuación del obispo que había autorizado los exorcismos como la de los sacerdotes había sido seria. Se precisaban las causas de la muerte de la muchacha, independientes del sacramental administrado. En todo caso el episodio contribuyó a desalentar a los sacerdotes de aceptar el cargo de exorcistas.
Padres y sacerdotes fueron considerados culpables de negligencia, de no haberla hospitalizado, sedado y alimentado con suero, aunque quedó probado que los últimos años Annaliese se negó a ser hospitalizada. Se les condenó a 6 meses de cárcel por denegar auxilios médicos de manera imprudente a su hija. Una comisión de la Conferencia Episcopal Alemana declararía posteriormente que Anneliese no estaba poseída.
El exorcista oficial de la diócesis de Roma, uno de los más veteranos y experimentados del mundo, se refirió a este caso en su libro de 1990 (la primera edición italiana) Habla un exorcista, y aporta más datos que no se suelen mencionar en las actuales reseñas del caso que se han hecho con motivo de la película:
Los datos que entonces aparecieron en los periódicos y en otras publicaciones como el libro de Kasper y Lehmann Diaboli, Demoni, Possessione (Queriniana, 1983) hacían sospechar que los dos sacerdotes habían creído con demasiada facilidad que estaban ante un caso de posesión diabólica. [...] A continuación se publicó un libro en el que se estudiaban los hechos en profundidad: Anneliese Michel, de Kaspar Bullinger (Editorial Rughland, Alltotting, 1983). En dicho estudio, en resumen, se disculpaba completamente a los dos exorcistas, se demostraba que tanto la actuación del obispo que había autorizado los exorcismos como la de los sacerdotes había sido seria. Se precisaban las causas de la muerte de la muchacha, independientes del sacramental administrado. En todo caso el episodio contribuyó a desalentar a los sacerdotes de aceptar el cargo de exorcistas.
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