Ignacio remaba sin apuro cortando el agua mansa con su viejo
Bote, la luna llena miraba su reflejo ondular en el río que emanaba
Una tenue bruma que se desplazaba hasta cubrir el techo del monte
Ribereño como si fuese un cielo de nubes bajas.
Al oír unos pájaros gritar alarmados en la espesura del monte pero
Cerca de la costa, no le dio importancia, seguro era algún arisco
Gato montés o una comadreja cazando en la noche, pensó fugazmente
Mientras seguía remando. Ignacio era un veterano del río, surcaba sus
Aguas diariamente en busca de peces y otros animales que vendía en
El pueblo para mantener a su familia .
La sensación de que algo lo estaba siguiendo comenzó a crecer en su
Mente, oyó ramas crujir y sacudirse como si alguien corriera por el
Monte, cuando dejaba de remar para oír mejor el ruido se detenía pero
Los pájaros que despertaban asustados delataban una presencia furtiva
Oculta en el apretujado follaje. Arribo al puerto que el mismo había
Construido y amarro el bote, antes de cargar sobre su espalda la bolsa
Con pescados que ya había limpiado y salado, cargo con dos cartuchos
La escopeta que siempre lo acompañaba. Tomó el sendero que
Zigzagueaba entre la maraña de ramas espinosas y diminutas hojas
Que indiferentes a la claridad de la luna protegían en su interior a
La mas oscura e inquietante noche. Primero se oyó como una respiración
Casi imperceptible, luego fue aumentando hasta convertirse en la clara
Exhalación de furia de una bestia que se acercaba. Lo que mas miedo
Causo a Ignacio fue el no poder distinguir de donde provenía aquel
Espantoso gruñido, trato de no correr, su experiencia y su aguzado
Instinto le decían que si corría la bestia lo iba a perseguir.
Un aullido estremecedor confirmó los miedos que en ese momento
Agobiaban al asustado pescador, lo perseguía un hombre lobo.
Disparo al aire, el estruendo fue tal que izo eco en el río y frenó
Al hombre lobo que permaneció oculto entre los árboles hasta que
Ignacio salió a campo abierto, cuando miró hacia atrás el terrorífico
Monstruo estaba en el final del sendero, antes de que la escopeta
Volviera a tronar se sumergió en la oscuridad del monte que
Lo amparó nuevamente, como a otros misterios que se deslizan
Entre sus sombras esperando pacientemente a nuestros pasos
Cruzar por algún camino o sendero apartado.
Bote, la luna llena miraba su reflejo ondular en el río que emanaba
Una tenue bruma que se desplazaba hasta cubrir el techo del monte
Ribereño como si fuese un cielo de nubes bajas.
Al oír unos pájaros gritar alarmados en la espesura del monte pero
Cerca de la costa, no le dio importancia, seguro era algún arisco
Gato montés o una comadreja cazando en la noche, pensó fugazmente
Mientras seguía remando. Ignacio era un veterano del río, surcaba sus
Aguas diariamente en busca de peces y otros animales que vendía en
El pueblo para mantener a su familia .
La sensación de que algo lo estaba siguiendo comenzó a crecer en su
Mente, oyó ramas crujir y sacudirse como si alguien corriera por el
Monte, cuando dejaba de remar para oír mejor el ruido se detenía pero
Los pájaros que despertaban asustados delataban una presencia furtiva
Oculta en el apretujado follaje. Arribo al puerto que el mismo había
Construido y amarro el bote, antes de cargar sobre su espalda la bolsa
Con pescados que ya había limpiado y salado, cargo con dos cartuchos
La escopeta que siempre lo acompañaba. Tomó el sendero que
Zigzagueaba entre la maraña de ramas espinosas y diminutas hojas
Que indiferentes a la claridad de la luna protegían en su interior a
La mas oscura e inquietante noche. Primero se oyó como una respiración
Casi imperceptible, luego fue aumentando hasta convertirse en la clara
Exhalación de furia de una bestia que se acercaba. Lo que mas miedo
Causo a Ignacio fue el no poder distinguir de donde provenía aquel
Espantoso gruñido, trato de no correr, su experiencia y su aguzado
Instinto le decían que si corría la bestia lo iba a perseguir.
Un aullido estremecedor confirmó los miedos que en ese momento
Agobiaban al asustado pescador, lo perseguía un hombre lobo.
Disparo al aire, el estruendo fue tal que izo eco en el río y frenó
Al hombre lobo que permaneció oculto entre los árboles hasta que
Ignacio salió a campo abierto, cuando miró hacia atrás el terrorífico
Monstruo estaba en el final del sendero, antes de que la escopeta
Volviera a tronar se sumergió en la oscuridad del monte que
Lo amparó nuevamente, como a otros misterios que se deslizan
Entre sus sombras esperando pacientemente a nuestros pasos
Cruzar por algún camino o sendero apartado.
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