Adolf
Hitler, el más grande asesino en masas de la historia, momentos antes
de pasar revista a las tropas nazis que invadirán Polonia. En el estrado
de las personalidades, Hitler saluda afusivamente al feliz y sonriente
primado de Iglesia Católica en Alemania, y le pide su bendición para que
la invasión sea un éxito
Adolf Hitler saluda al Arzobisco de Berlín en un acto de exaltación de los valores arios
El cardenal primado de Alemania, feliz y sonriente, pasa revista a los soldados del Escuadrón Muerte de las SS nazis
Mientras preparo una actualización de este post, actualización en la que incluiré la tremenda historia del Partido Ustasha (nazi)
y la Iglesia Católica durante la Segunda Guerra Mundial, vuelvo a pasar
a la primera página del blog este detallado relato de la vida, obra y 'milagros' de muchos de los papas de Roma.
Es, como veréis, una muestra ejemplar de lo maravillosos que pueden llegar a ser los representantes de dios en la Tierra. A algunos os sorprenderá: a mí no.
La
historia de la Iglesia Católica está llena de truculencias y actos de
una extrema gravedad, impropia de los que se autocalifican como
seguidores de Cristo, cuando en realidad sólo son los sucesores de un
sacerdocio pagano.
Muchos
de los papas fueron tan depravados en sus acciones que los que no
profesaban ninguna religión ni creencia, se avergonzaban de ellos.
Pecados como el adulterio, la sodomía, la violación, el asesinato y el
abuso extremo del alcohol, han sido cometidos por muchos papas a través
de la historia.
Curiosamente, ninguno de los papas del último siglo y medio, desde León XII hasta el actual, Benedicto XVI, repito, ninguno, jamás ha
manifestado el más mínimo reproche a esas sórdidas historias que están
grabadas en los libros con letras de escarnio y vergüenza.
Repito: ningún papa ha pedido un verdadero y sentido perdón por el pasado, ni tampoco han renegado de esas prácticas deleznables.
Soy consciente de que atribuirle esa clase de pecados (para los que crean en el pecado) a quienes se autoproclaman como los «Santos Padres», los «Vicarios de Cristo», el «obispo de obispos» o el «vicedios»,
será alarmante para algunos de los lectores de esta bitácora, pero para
los estudiosos de la historia del papado es una realidad: muchos
descendientes de Pedro han sido de todo, menos hombres santos.
Empecemos a relatar algunas de las hazañas de estos "anguelitos":
El
papa Sergio II, que reinó del 904 al 911, obtuvo la oficina papal por
medio del asesinato. Los anales de la Iglesia de Roma hablan sobre su
vida en pecado con Marozia, una conocida prostituta de esa época, quien
le engendró varios hijos ilegítimos. Este papa fue descrito por Baronio y
otros escritores eclesiásticos como un «monstruo» y por Gregorio como un «criminal aterrorizante». Dice un historiador: «Por
espacio de siete años este hombre ocupó la silla de san Pedro, mientras
que su concubina, imitando a Semíramis madre, reinaba en la corte con
tanta pompa y lujuria, que traía a la mente los peores días del viejo
Imperio». Refiriéndose a otra, dice: «Esta mujer -Teodora de
nombre-, junto con Marozia, la prostituta del Papa, llenaron la silla
papal con sus hijos bastardos y convirtieron su palacio en un laberinto
de ladrones».
Y así, comenzando con el reino del papa Sergio, vino el período (904-963), conocido como «el reinado papal de los fornicarios».
Teodora
hizo papa a Juan X (914-928). Este había sido enviado a Ravena como
arzobispo, pero para satisfacer sus deseos carnales, lo hizo volver a
Roma y lo hizo nombrar papa. Su reinado tuvo un fin súbito, cuando
Marozia lo asesinó.
Marozia
quería deshacerse de Juan X para, de esta manera, poder llevar a León
IV (928-929), al oficio papal. Su reinado fue muy breve, pues éste
también fue asesinado por Marozia cuando ella se enteró de que este
había entregado su cuerpo a una mujer más descarada que ella.
Poco
después llevó a su propio hijo ilegítimo (de Sergio III) al trono
papal. ¡El muchacho era todavía un adolescente! Tomó el nombre de Juan
XI. Pero durante un altercado con los enemigos de su madre fue azotado y
puesto en prisión, donde lo envenenaron y murió.
En
el año 955 el nieto de la prostituta -después de varios encuentros
sangrientos- pudo tomar posesión del trono pontificio bajo el nombre de
Juan XII. Llegó a ser tan corrompido que los cardenales se vieron
obligados a hacer cargos contra él. Este rehusó a presentarse para
contestar a las acusaciones y en vez de esto, ¡los amenazó con
excomulgarlos a todos! Aun así le hallaron culpable de varios crímenes y
pecados, incluyendo los siguientes: hizo prender fuego a varios
edificios, bebió un brindis dedicado al demonio, jugó a los dados e
invocó la ayuda de los demonios, obtuvo dinero por medios injustos y fue
enormemente inmoral. Tan viles fueron sus acciones, que incluso el
notable obispo católico romano de Cremorne, Luitprand, dijo de él: «Ninguna
mujer honesta se atrevía a salir en público con él, porque el papa Juan
no tenía respeto a mujeres solteras, casadas o viudas, puesto que él
faltaba al respeto aun a las tumbas de los santos apóstoles, Pedro y
Pablo». Levantó la ira del pueblo al convertir el Palacio Laterano en «una casa de prostitución pública» y fue descrito por el Liber Pontificalis con las siguientes palabras: «Pasó toda su vida en adulterio». Finalmente, su vida terminó mientras cometía adulterio: el furioso esposo de la mujer con las que copulaba, lo mató.
El
papa Bonifacio VII (984-985) mantuvo su posición a través de cuantiosas
distribuciones de dinero robado. El obispo de Orleans se refirió a él
(y también a Juan XII y León VIII), como «monstruos de culpabilidad, llenos de sangre y suciedad», y como «Anticristos sentados en el templo de Dios».
Además, Bonifacio fue un asesino. Hizo que el papa Juan XIV fuera
encarcelado y envenenado. Cuando el papa Juan murió, el pueblo romano
arrastró su cuerpo desnudo por las calles. La sangrienta masa de carne
humana que había sido un papa, fue dejada a los perros. A la mañana
siguiente, sin embargo, algunos sacerdotes lo enterraron secretamente.
Bonifacio asesinó al papa Benedicto VI estrangulándolo. El papa
Silvestre II lo llamó «un horrendo monstruo que sobrepasó a todo mortal en su maldad». Pero, evidentemente, el papa Silvestre no era mucho mejor, pues la Enciclopedia Católica dice que «... el pueblo le consideraba como un mago pactando con el diablo».
Enseguida
vino el papa Juan XV (985-996), quien dividió las finanzas de la
Iglesia entre sus familiares, lo que le trajo la reputación de ser «codicioso, de torpes ganancias y corrompido en todas sus acciones».
Benedicto VIII (1012-1024) «compró el oficio de papa por medio de chantaje».
El siguiente papa, Juan XIX (1024-1033), también compró el papado y
pasó por toda la escala de títulos eclesiásticos reconocidos en un solo
día. Después de esto, Benedicto IX (1033-1045) fue elegido papa, siendo
apenas un niño de 12 años, por medio de arreglos monetarios con las
poderosas familias que manejaban a Roma. Este papa-niño creció en la
maldad y «cometió homicidios y adulterios en pleno día; hizo robar a peregrinos en las catacumbas de los mártires». Fue un horrendo criminal a quien el pueblo desterró de Roma.
Finalmente,
la compra y venta del cargo papal se hizo tan común y la corrupción tan
pronunciada que los gobernantes seculares tuvieron que intervenir en el
nombramiento de los papas. Enrique III, emperador de Alemania, eligió a
Clemente II (1046- 1047), que era un clérigo alejado de la corte papal
porque «ningún sacerdote romano pudo ser hallado limpio de corrupción de simonía y de fornicación», declaró un historiador.
Muchos
de los papas fueron asesinos, pero sin duda alguna Inocencio III
(1194-1216) sobrepasó a todos sus predecesores en homicidios. Durante su
reinado, Inocencio (el cual era todo menos «inocente»), hizo asesinar a más de cien mil supuestos «herejes». El promovió la más infame y diabólica acción en la historia de la humanidad: la Santa Inquisición. Por espacio de más de 500 años, los papas usaron la Inquisición para poder mantener el poder. No
se tiene constancia del número de personas inocentes fueron asesinadas
al no estar de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia Católica Romana. De momento, ningún papa ha pedido perdón por la Santa Inquisición.
El papa Bonifacio VIII (1294-1303) -otro de la negra lista medieval- practicó la brujería. Llamó mentiroso e «hipócrita» a Cristo, profesó ser ateo, negó la vida futura y fue un homicida y un pervertido sexual. Oficialmente dijo lo siguiente: «El darse placer a uno mismo o con mujeres, es tan pecado como frotarse las manos».
Y -aunque parezca imposible- él fue quien escribió la bula Unam
Sanctum, en la cual declaró oficialmente que la Iglesia Católica es la
única y «verdadera» Iglesia, ¡fuera de la cual nadie puede salvarse! Fue este inmoral papa quien declaró oficialmente: «Nosotros
afirmamos y declaramos definitivamente que es necesario, para la
salvación, que todo ser humano sea sujeto al pontífice de Roma».
Fue durante el reinado de este papa, cuando Dante visitó Roma. Describió el Vaticano como el «alcantarillado de la corrupción», y puso a Bonifacio (junto con los papas Nicolás III y Clemente V) en «las profundidades del infierno».
Durante
el período de 1305 a 1377, el palacio papal estuvo situado en Avignon
(Francia). Durante esta época, Petrarca declaró que dicho
establecimiento papal era un lugar de «violación, adulterio y toda clase de fornicación».
Y debido a que los papas eran tan inmorales, no debemos sorprendernos
de que los sacerdotes no fueran mejor que ellos. Como consecuencia, en
muchas parroquias los feligreses insistían en que los sacerdotes
tuvieran concubinas «como protección para sus propias familias».
Durante
la larga celebración del Concilio de Constanza, llegaron a existir
hasta tres papas a la vez, y algunas veces cuatro, que se insultaban
todas las mañanas acusándose los unos a los otros de anticristos,
demonios, adúlteros, sodomitas, enemigos de Dios y del hombre. Uno de
estos «papas», Juan XXII (1410- 1415), compareció ante el Concilio para dar cuenta de su conducta. «Fue acusado por 37 testigos (obispos y sacerdotes, en su mayoría) de fornicación, adulterio, incesto, sodomía, hurto y homicidio»
Y se probó con una legión de testigos que había seducido y violado a
300 monjas. Su propia secretaria, Niem, dijo que en Bolonia mantenía un
harén donde no menos de doscientas muchachas habían sido víctimas de su
lujuria. Por todo ello el Concilio lo halló culpable de 54 crímenes de
la peor categoría; le depuso del papado, y, para no verse condenado a lo
que se merecía, el indigno papa optó por huir.
El registro oficial del Vaticano ofrece de este hombre esta información sobre su inmoral reinado: «Su
señoría, el papa Juan, cometió perversidad con la esposa de su hermano,
incesto con santas monjas, tuvo relaciones sexuales con vírgenes,
adulterio con casadas y toda clase de crímenes sexuales... entregado
completamente a dormir y a otros deseos carnales, totalmente adverso a
la vida y enseñanzas de Cristo... Fue llamado públicamente el Diablo
encarnado». Para aumentar su fortuna, el papa Juan puso impuestos a
todo, incluyendo la prostitución, el juego y la usura. Se le ha llamado
con frecuencia «el más depravado criminal que se haya sentado en el trono papal».
Del papa Pío II (1458-1464) se dice que fue el padre de muchos hijos ilegítimos. «Hablaba
en público sobre los métodos que usaba para seducir a las mujeres,
aconsejaba a los jóvenes y hasta ofrecía instruirlos en métodos de
autoindulgencia». Pío fue seguido de Pablo II (1464-1471), quien
mantenía una casa llena de concubinas. Su tiara papal estaba tan cuajada
de joyas, que sobrepasaba el valor de un palacio.
Vino
después el papa Sixto IV (1471-1484); éste tuvo dos hijos ilegítimos de
su manceba Teresa a los cuales hizo cardenales. Financió sus guerras
vendiendo posiciones eclesiásticas al mejor postor, y «usó el papado
para enriquecerse él y sus familiares. Hizo cardenales a ocho de sus
sobrinos, aunque algunos de ellos siendo aún niños. En cuanto al lujo y
extravagancias, rivalizó con los césares. El y sus familiares
sobrepasaron a las antiguas familias romanas tanto en riquezas como en
pompa».
El
papa Inocencio VIII (1484-1942) tuvo dieciséis hijos de varias mujeres.
No negó que fueran sus hijos ni que fueran engendrados en el Vaticano.
Como muchos otros papas, multiplicó los oficios clericales y los vendió
por vastas sumas de dinero. Incluso permitió corridas de toros en la
plaza de San Pedro.
Vino
más tarde Rodrigo Borgia, quien tomó el nombre de Alejandro VI (1492-
1503) Y ganó su elección al papado mediante chantajes con los
cardenales, práctica común en aquellos días. Antes de ser papa, cuando
aún era cardenal y arzobispo, vivió en pecado con una mujer llamada
Vanozza dei Catanei y después con la hija de ésta, Rosa, con la cual
tuvo cinco hijos. En el día de su coronación nombró a su hijo -joven de
temperamento y hábitos viles- como arzobispo de Valencia. Vivió en
incesto público con sus dos hermanas y con su propia hija y era el padre
y amante de su hija Lucrecia, de quien se dice tuvo un hijo. El 31 de
octubre de 1501 realizó una orgía sexual en el Vaticano, que no ha
tenido parangón alguno en los anales históricos de la humanidad.
En
cuanto al papa Pablo III (1534-1549), incluso la revista de signo
católico Life dijo que siendo cardenal había tenido 4 hijos y en el día
de su coronación celebró el bautismo de sus dos bisnietos; que eligió a
dos de sus sobrinos adolescentes como cardenales, realizó festivales con
cantantes, bailarinas, bufones y buscó ayuda de astrólogos.
El
papa León X (1513-1521) fue elegido para 27 oficios diferentes
clericales antes de tener 13 años de edad. Fue enseñado a considerar los
cargos eclesiásticos sólo como un medio de ganancia. Con su producto
compró el cargo y declaró que el quemar a herejes era una orden divina.
Fue
durante esos días que Martín Lutero, siendo aún sacerdote de la Iglesia
Romana, viajó a Roma. Al ver por primera vez la Ciudad de las Siete
Colinas, cayó al suelo diciendo: «Santa Roma, te saludo». No
había pasado mucho tiempo en dicha ciudad, cuando pudo darse cuenta de
que Roma era todo menos una ciudad santa. Pudo ver que la iniquidad
existía en todas las clases del clero. Los sacerdotes contaban chistes
indecentes y usaban palabras profanas, incluso en la misa. Lutero
describió a los papas de la época como peores en su conducta que los
emperadores paganos y explica que los banquetes de la corte papal eran
servidos por doce mujeres desnudas. «Nadie puede imaginarse los pecados tan infames y los actos que son cometidos en Roma -dijo-; tienen que ser vistos y escuchados para ser creídos». Tanto es así, que se acostumbra a decir: «Si hay un infierno, Roma está construida sobre él».
Un
día, durante la visita de Lutero a Roma, vio una estatua en una de las
vías públicas que conducen a San Pedro, que le llamó la atención, pues
era de una papisa, y junto con el cetro y la mitra papal, tenía un niño
en sus brazos. Era la estatua de la papisa Juana. «Estoy sorprendido -dijo Lutero- de cómo los papas permiten que la estatua permanezca allí». Cuarenta años más tarde, después de la muerte de Lutero, dicha estatua fue quitada por orden del papa Sixto V.
¿Quién
fue este papa femenino al que la estatua representaba? Se dice que
nació en la tierra del Rhin, en Ingleheim. Fue aclamada en Mainz por su
sabiduría y más tarde se disfrazó de hombre para entrar en el célebre
monasterio de Fulda (entre Frankfurt y Bebra). Se dice que también
estudió en Inglaterra y Atenas y después recibió la posición de
profesora de la Schola Grrecorum de Roma, antiguo colegio de diáconos.
Allí ganó tanta influencia como hombre, que fue elegida papa. Sin
embargo, después de un pontificado de dos años, un mes y cuatro días,
fue descubierta su condición de mujer: mientras formaba parte de una
procesión, dio a luz a un niño y murió. Fue en este sitio donde se
erigió la estatua del papa femenino.
En
tiempos recientes, la historia de la papisa Juana ha sido discutida.
Por razones obvias, Roma ha tratado de ocultarlo; sin embargo, antes de
la época de la Reforma, la cual expuso tanto pecado en la Iglesia
Romana, la historia era parte de las crónicas y conocida por obispos e
incluso por los mismos papas. El papa Anastasio, por ejemplo, la
menciona en su escrito "Historia de los pontífices romanos". De
hecho, todos los libros de historia de antes de la Reforma mencionan a
la papisa Juana en el texto o en el margen. Se discute que hasta el
siglo XV los papas tenían que pasar por un examen físico para que el
caso de la papisa -el papa femenino-- no se volviera a repetir.
Obviamente, la idea de un papa femenino rompe la doctrina católica de la
«sucesión apostólica» y, por lo tanto, es natural que la Iglesia Romana trate de ocultar esta historia.
Al
llegar al final de este tema habiendo mencionado la gran inmoralidad
que ha existido en la vida de algunos papas, no queremos dar la
impresión de que todos los papas han sido tan malvados como éstos.
Sin
duda, los que describí aquí fueron los peores, pero ha sido necesario
referirme a ellos para demostrar que la afirmación católica de que el
papado es una «sucesión apostólica» es totalmente falsa. Tal
declaración significaría que todos estos papas, incluyendo a los más
ignorantes y perversos, habrían de ser tomados en cuenta en la línea de
sucesión desde el apóstol Pedro y hasta habría que considerarlos
infalibles, algo a todas luces absurdo.
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