Erase una vez un vampiro que vivía en una cueva cercana a Pocopolis.
Los
habitantes del pueblo le temían mucho, porque por las noches,
especialmente las oscuras y tenebrosas, salía a buscar a sus víctimas y
cuando las encontraba, las atacaba y les chupaba la sangre. Los
habitantes del pueblo, estaban desesperados y asustados, no sabían qué
hacer.
Hasta que se les ocurrió una gran idea
¡clavarle una estaca en el corazón del malvado vampiro! Se organizaron y
comenzaron la gran tarea.
A la cueva, y de día se acercaban las
personas con más coraje; pero cada vez que uno se acercaba a clavarle la
estaca el vampiro se daba cuenta y lo mordía alrededor del cuello, y
les chupaba la sangre.
Así les paso a muchos habitantes de
Pocopolis. Pero un día, un pobre, flacucho, y triste campesino que se
había ofrecido muchas veces a entrar en la cueva, y no lo dejaban por su
aspecto. Fue decidido a entrar. Nadie lo podía creer, que el flacucho
se animara, y mientras el vampiro dormía.
Como el era muy delgado, no hizo ruido
con los pies, se acerco y le clavo la estaca. Salió saltando de alegría,
y desde ese día todos los habitantes vivieron felices.
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