“En el Vaticano, lo que no es sagrado es secreto”
Para
muchos su existencia es materia de innumerables novelas y teorías
conspirativas, para otros, no es más que un órgano que posee cualquier
Estado en el mundo. Sin embargo, el secretismo con que en muchos casos
es resguardado así como el extremo celo con que los documentos son
cuidados, hacen pensar a muchos que el archivo del Vaticano
oculta más que registros y papeles históricos, sino información tan
valiosa y trascendente que su conocimiento público podría incluso
cambiar la percepción de los fieles frente a su Iglesia.
¿Pero cuáles son los documentos más importantes de este archivo? ¿Cuáles son los que tanto investigadores, periodistas y escritores, mueren por conocer?
La muerte de Juan Pablo I
El 28 de septiembre de 1978, y tras 33 días ocupando el cago máximo de la Santa Sede, el Sumo Pontífice, Juan Pablo I, fue hallado muerto en su habitación del Vaticano. Según informaciones oficiales, el Papa Luciani habría fallecido debido a un infarto agudo de miocardio producto de una mala dosis de su medicamento, sin embargo, algunos investigadores sostienen que lejos de una muerte natural, el llamado Papa de la sonrisa, habría si objeto de un atentado gestado en los círculos más internos de la Iglesia y la mafia italiana.
Cabe destacar que el cuerpo del Papa pasó por un necropsia forense que concluyó que la muerte se había producido por la ingestión de una dosis fortísima de un vasodilatador recetado por teléfono por el doctor de cabecera, Da Ross, sin embargo, el médico rechazó prontamente tal información al aclarar que no le había recetado nada al Papa aquella noche, ni las anteriores, debido principalmente a que éste gozaba de buena salud.
Asimismo, la religiosa que encontró al Santo Padre en su lecho, Sor Vicenza, aseguró que Juan Pablo I, yacía en su cama extrañamente con el rostro calmado y en una posición de reposo, algo que no coincide con la violenta muerte que supuestamente hubiera tenido si tuviera un ataque cardíaco.
Los que apoyan esta teoría conspirativa sostienen que ni bien obtuvo el Papado, Juan Pablo I expresó su férrea voluntad realizar una reorganización general del Instituto para Obras de Religión (IOR) o Banco Vaticano, y la lucha directa en contra de la mafia y la masonería.
Los archivos referentes a la muerte del Santo Padre así como la investigación realizada en torno a ella, están guardados en estos archivos en donde ninguna persona, tan sólo el Papa de turno puede acceder.
Alí Agca y Juan Pablo II
¿Pero cuáles son los documentos más importantes de este archivo? ¿Cuáles son los que tanto investigadores, periodistas y escritores, mueren por conocer?
La muerte de Juan Pablo I
El 28 de septiembre de 1978, y tras 33 días ocupando el cago máximo de la Santa Sede, el Sumo Pontífice, Juan Pablo I, fue hallado muerto en su habitación del Vaticano. Según informaciones oficiales, el Papa Luciani habría fallecido debido a un infarto agudo de miocardio producto de una mala dosis de su medicamento, sin embargo, algunos investigadores sostienen que lejos de una muerte natural, el llamado Papa de la sonrisa, habría si objeto de un atentado gestado en los círculos más internos de la Iglesia y la mafia italiana.
Cabe destacar que el cuerpo del Papa pasó por un necropsia forense que concluyó que la muerte se había producido por la ingestión de una dosis fortísima de un vasodilatador recetado por teléfono por el doctor de cabecera, Da Ross, sin embargo, el médico rechazó prontamente tal información al aclarar que no le había recetado nada al Papa aquella noche, ni las anteriores, debido principalmente a que éste gozaba de buena salud.
Asimismo, la religiosa que encontró al Santo Padre en su lecho, Sor Vicenza, aseguró que Juan Pablo I, yacía en su cama extrañamente con el rostro calmado y en una posición de reposo, algo que no coincide con la violenta muerte que supuestamente hubiera tenido si tuviera un ataque cardíaco.
Los que apoyan esta teoría conspirativa sostienen que ni bien obtuvo el Papado, Juan Pablo I expresó su férrea voluntad realizar una reorganización general del Instituto para Obras de Religión (IOR) o Banco Vaticano, y la lucha directa en contra de la mafia y la masonería.
Los archivos referentes a la muerte del Santo Padre así como la investigación realizada en torno a ella, están guardados en estos archivos en donde ninguna persona, tan sólo el Papa de turno puede acceder.
Alí Agca y Juan Pablo II
Otro de los principales documentos estaría referido al sucesor de Juan Pablo I, el llamado Papa del Pueblo, Juan Pablo II.
Luego de sufrir el atentado del 13 de mayo de 1982 a manos del terrorista turco Alí Agca, Juan Pablo II, siete meses después, tuvo un encuentro de 18 minutos con su atacante.
El tema de la conversación entre ambos personajes es hasta el día de hoy un misterio, es más, el propio Papa luego de su entrevista declaró a los medios de prensa que aquel encuentro era “un secreto que no me pertenece y que debo respetar". Esto indicaba que Juan Pablo II le dio a la plática categoría de Confesión, es decir, a partir de ese momento era imposible que fuera revelado al público.
Sin embargo, y según fuentes oficiales, el Sumo Pontífice le habría relatado al entonces Cardenal y hombre de confianza, Luigi Poggi, los pormenores de dicha conversación. A su vez, Poggi habría redactado un informe en donde detallaba los puntos tocados en esa extraña reunión. El documento actualmente se encuentra en los archivos vaticanos y tiene la categoría de Secreto Pontificio, es decir, que nadie, salvo el Papa, puede leer, publicar, difundir o dar a conocer el citado archivo al público.
Sin embargo, muchos investigadores han especulado sobre los posibles temas que pudieron tratar, para algunos, el Papa habría tenido un gran interés por conocer los motivos que propiciaron a Alí Agca ha llevar tal acto, según estiman estos investigadores, la idea de que el atentado estaría vinculado con el Tercer Secreto de Fátima, era algo que provocó en el Papa tal interés.
Otros, señalaban que Juan Pablo II quería como es lógico, conocer la identidad de los autores intelectuales del crimen, esto se desprende porque en el libro “Memoria e Identidad” el Santo Padre asegura que Agca “no era más que un asesino a sueldo”, desechando así las teorías que sugerían que el turco habría actuado por iniciativa propia.
Justamente, los nombres y los países involucrados en este atentado internacional estaría en el informe escrito por Luigi Poggi.
No obstante, el Monseñor Stanislaw Dziwisz, secretario personal de Juan Pablo II en ese entonces, señaló que a Agca “sólo le interesaba el Tercer Secreto de Fátima” y las profecías vinculadas al Fin del Mundo, es más, le pidió a Juan Pablo II que le diga algo al respecto pero el padre se negó a comentarle algo señalando simplemente, que el secreto sería revelado a su debido tiempo.
Libros apócrifos y cartas polémicas
Por último, el archivo guarda documentos importantes para la historia como son los primeros evangelios prohibidos o los que hasta la fecha son considerados apócrifos y no son conocidos ni por investigadores ni estudiosos, así como diversas actas firmadas, cartas y documentos de la diplomacia vaticana, entre éstas las más importantes la petición de la anulación matrimonial del Rey Enrique XVIII de Inglaterra cuya negación provocó el rompimiento de las relaciones entre el Vaticano y Gran Bretaña, así como documentos del Papa Pío XII y sus presuntos lazos con el nazismo en la Segunda Guerra Mundial. Es más, el último investigador que tuvo el permiso para investigar los archivos fue el historiador John Cornwell, quien con la excusa de escribir un libro biográfico del citado padre publicó el libro titulado El Papa de Hitler, hecho que provocó polémica dentro de la Iglesia Católica, a partir de esa fecha, el Vaticano consideró que los documentos podrán ser solicitados luego de 70 años de ocurridos los hechos a investigar.
Datos a tomar en cuenta
Como dato extra se sabe que los archivos completan cerca de 50 kilómetros de estanterías, comprendidos por más de 50 mil volúmenes de los cuales miles aún se encuentran sin clasificar, es decir, que su contenido aún no ha sido revisado ni siquiera por los propios miembros del Vaticano incluidos el propio Pontífice.
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