Tras serle arrebatada una presa por la que sentía un particular afecto en
Hayesburg (Nueva York), Ramona decide ir al "rescate" junto con su
grupo de amigos. Pero el Toreador, pues así le oyó llamarse a sí mismo, acaba
con todos sus amigos y Ramona consigue escapar gracias a la aparición de su
sire, Tanner. Este decide convocar a todos los Gangrel de la zona. A el acuden
decenas de Gangrel, entre ellos Xaviar, el Justicar Gangrel, y los que estaban
protegiendo Buffalo del avance Sabbat.
Todos se reunieron y tras escuchar el testimonio de Ramona, según el cual este Toreador tenía el poder de alterar la carne y el hueso a su voluntad, deciden acabar con él convencidos de que se enfrentan a un antiguo Tzimisce.
Esto es lo que ocurrió tras la entrada del primer grupo de Gangrel, en la cueva en que se encontraba el "toreador":
"Los gritos que rasgaron el silencio fueron casi un alivio. Resonaron siniestramente en la entrada de la cueva, filtrándose después en los pinos hasta quedar libres en el aire nocturno. Pero no eran los gritos del Toreador.
Todos a su alrededor se pusieron rígidos al instante. Ramona no podía identificar los gritos.- El sonido estaba notablemente amortiguado al llegar a ella- pero comprendió que los gruñidos de los atacantes se habían interrumpido bruscamente. Convirtiéndose en gritos de sorpresa y dolor. [...]
Como los vampiros a su alrededor, Ramona se había puesto en pie, aunque ello significase quedar a la vista. La incertidumbre hizo presa en ellos. Podía sentir como se miraban unos a otros ¿debían cargar hacia la cueva? Seguramente Tanner no necesitaba ayuda, pero los ruidos del interior... [...]
Intentó sin éxito rechazar las conclusiones que surgían ante ella: si la lucha continuaba, el toreador seguía vivo, así que al menos parte de los gritos debían partir de los gangrels, de sus compañeros de clan. Pero los gemidos enmudecieron uno por uno. Volvió a reinar el silencio. [...]
Justo entonces salió una figura de la cueva, dando fin al optimismo de Ramona. Se agarró a uno de los pinos de la entrada, inclinándose contra el árbol durante varios segundos. Era Emil. No descansó mucho tiempo, al oír algo miró hacia la negrura de la cueva y huyó de allí. Intentaba correr pero algo le ocurría a su pierna izquierda, no soportaba su peso. EMil se tambaleó cayendo cerca de la entrada. Mientras intentaba ponerse en pie Ramona observó que tenía la cara ennegrecida y quemada, pero no había tiempo para distracciones: el Toreador salió de la cueva. Aún desde el prado parecía más grande de lo que Ramona recordaba, o quizá sólo el ojo fuera más grande. Parecía resplandecer a la luz de las estrellas, latía y se estremecía, pareciendo una cosa vía separada del cuerpo a su alrededor.[...]
En realidad parecía casi de risa que aquel vampiro pudiera suponer una amenaza, con su aspecto desaliñado, pero Jen no se reía. Ni Emil. El ojo se clavó en Emil, incluso a una distancia de varios metros el Toreador parecía cernirse sobre Emil. Observando a Emil una pregunta paralizadora hizo presa en Ramona ¿Dónde está Tanner? Había encabezado el grupo, pero por el momento sólo había salido Emil herido y quemado.[...]
Ramona vio la tensión en su postura comprendiendo que solo deseaba huir, pero que incluso aquello estaba fuera de su capacidad. El ojo impedía a la voluntad de Emil controlar sus músculos, como había hecho con Ramona. Con unos pocos pasos el toreador se puso junto a Emil agarrando al Gangrel por la cabeza. Unos segundos más tarde la cabeza de Emil había dejado de existir, fundiéndose hasta deshacerse entre los dedos de su enemigo.[...]
-Mirad -dijo Cara de Rata, señalando el prado-.
Dos grupos de más o menos media docena de gangrel estaban cargando contra el Toreador desde dos direcciones distintas. Ramona no pensó que tb debía colaborar hasta que oyó a Joshua gritando colina abajo. Había esperado que Tanner y los importantes antiguos del clan, se hiciesen cargo del problema. Pero no sabían donde se estaban metiendo y ahora ella se veía arrastrada a la lucha.[...]
Ante ella, el Toreador estaba de espaldas a la cueva, a su derecha estaba el grupo más cercano en los Gangrel con Acecha-en-los-bosques a la cabeza: no quedaba nada en él que pareciese humano. Más gangrel cargaban por el otro flanco con Edmonson a la cabeza. No veían la necesidad de guardar sigilo y avanzaban rápidamente a través de la alta hierba. Ninguna criatura podía hacer frente a tantos Gangrel, sin embargo, el miedo de Ramona no hizo sino aumentar. Las Noches Finales se acercan -recordó las palabras de Pluma Negra-.[...]
Ramona miró al Toreador y deseó no haberlo hecho. Mientras le miraba, el Toreador cogió el ojo protuberante y lo sacó de su cuenca. Un ensangrentado nervio colgó en el aire como una ensangrentada anguila, y comenzó a alargarse hasta enterrarse en el suelo. En aquel momento la tierra empezó a temblar. El Toreador parecía cada vez más grande, no más grande sino más alto, estaba elevándose en el aire bajo un pedestal de piedra que había brotado bajo sus pies, unos metros por encima del prado.
El Toreador volvió el ojo hacia el grupo de Gangrels más cercano. Al instante una lanza de piedra salió del suelo y el mismo impulso de Acecha-en-los-bosques le hizo caer sobre su punta. El gangrel se sacudió espasmódicamente mientras la sangre corrió a lo largo de la lanza de piedra.
Sus compañeros dejaron atrás el cadáver y dos de ellos sufrieron el mismo destino a los pocos pasos. Los otros tres gangrel que habían atacado con Acecha-en-los-bosques se detuvieron cuando una pared de roca brotó en su camino. La primera de ellos se lanzó contra el muro y empezó a trepar por él. Los otros no habían reaccionado cuando la tierra cedió bajo sus pies, al mismo tiempo el muro y la mujer que trepaba por él cayeron en el pozo recién formado.
Casi al unísono casi una docena de megalitos de piedra, irregulares con ángulos al azar, se alzaron del suelo al otro lado del Toreador. Edmondson y su grupo moviéndose con más cautela que sus infortunados compañeros de clan lograron sortear los pilares. Mutabo fue el más cuidadoso mientras se mantenía atento a las espinas de piedra que itnentaban atravesarle, y los megalitos que caían para aplastarle bajo su peso.[...]
El Toreador volvió su ojo hacia ellos. Su rostro no mostraba animosidad sino una expresión casi profesional. Ramona creyó ver tb locura en su ojo normal.[...]
Ramona pudo ver con su visión fantasmal como los mismos megalitos se volvían opacos, que en su interior se agitaba un fluido denso y anaranjado, la materia de la tierra misma.
Edmondson, Mutabo y los demás continuaron avanzando hacia el Toreador, observaban los megalitos con cautela pero sin darse cuenta del cambio. La primera explosión hizo que Ramona cayera al suelo. Su estremecedora fuerza hizo agitarse todo el prado. El fiero magma expulsado por el megalito voló por el aire. A los pocos segundos otro megalito entró en erupción, y un tercero y un cuarto. El material volcánico barrió a los gangrel que morían a su alrededor, sus cuerpos abrasados y mutilados volaban por los aires y caían para no levantarse más.
El propio grupo de Ramona cayó también en la erupción. Ramona se dejó caer de rodillas, estaba cansada y no pudo soportarlo mientras esperaba la roca fundida que pondría fin a su no-vida. Pero pudo ver como el Ojo del Toreador iba aniquilando uno a uno a todos los Gangrel. Pero el monstruo Toreador no lo veía todo, no había visto a Xaviar saltando desde la colina sobre la entrada de la cueva. Aquel cuerpo vestido de cuero fue como un meteoro de esperanza para Ramona. Su ardiente pelo rojo flotaba tras él como la ardiente cola de un cometa. Ramona tuvo una súbita premonición de victoria. Vio al Toreador cayendo bajo Xaviar, el grotesco ojo tirado al suelo de piedra y aplastado en una explosión de asqueroso pus y materia carnoso. Pero aquella visión se debía a la esperanza y no a la visión fantasma y la realidad no la siguió.
Xaviar llegó a golpear al toreador desde atrás, pero el otro se mantuvo firme, como si se hubiese convertido en una extensión de la roca bajo sus pies. Xaviar esperando que su objetivo cediese bajo él, cayó sobre la piedra.
Luego hubo una explosión, y Ramona cayó boca arriba. No sabía cuanto tiempo había pasado inconsciente pero miró al montículo de piedra sobre el que luchaban Xaviar y el Toreador, y cualquier vestigio de esperanza que pudiera haberle quedado se marchitó entonces en su interior.
Xaviar seguía aún de pie pero en un ángulo muy extraño... por una razón obvia. Estaba atravesado por púas de piedra brotadas de la superficie del montículo. Una salía por su rodilla derecha, otra le había trepado por los biceps, su brazo izquierdo se alzaba inútil en el aire, un pie apenas tocaba el montículo. El Gangrel no podía moverse mientras su adversario se acercaba a él. Ramona miró al prado y los pocos gangrels que quedaban fueron muriendo cayendo entre las explosiones y los charcos de lava que había por todas partes. El prado iba cubriéndose rápidamente en un lago de lava.
En el montículo el Toreador se mantuvo más allá del alcance de la mano de Xaviar, ya que las garras aún podían ser fatales. El toreador se acercó, y fue entonces cuando Ramona se dio cuenta de que el ojo había vuelto a su cuenca. Xaviar estaba lo bastante cerca pero no podía desafiar la voluntad del ojo. El toreador atrapó el brazo de Xaviar y empezó a hacer presión el miembro se torció, se torció y siguió torciéndose por la mitad del antebrazo, el toreador siguió ejerciendo fuerza y el brazo se dobló como un limpia pipas.
Xaviar hizo una mueca de dolor apretando los dientes hasta que brotó sangre de la boca, pero no gritó. El toreador rodeó el cuello de Xaviar con sus dedos, Ramona esperó que la carne de Xaviar se deshiciese, que su cabeza se inclinase en un ángulo imposible. Pero en lugar de eso, el toreador levantó a Xaviar, con tanta fuerza que el cuerpo del gangrel se escapó de las púas que lo aprisionaban. El chirrido del hueso al rascar la piedra envió escalofríos por la columna de Ramona. El Toreador sostuvo a Xaviar por el cuello. El líder gangrel había perdido las ganas de luchar, o quizá siguiera inmovilizado por el ojo, colgaba impotente de la mano del toreador.
Ramona esperó el golpe de gracia, pero de pronto el Toreador arrojó a Xaviar como si fuese una muñeca de trapo. El cuerpo del gangrel voló por encima de la lava, pero por fin Xaviar se estrelló en la Tierra no muy lejos de ella."
Tras ello, el Toreador la obligó a cargar con Xaviar y huir de allí.
Todos se reunieron y tras escuchar el testimonio de Ramona, según el cual este Toreador tenía el poder de alterar la carne y el hueso a su voluntad, deciden acabar con él convencidos de que se enfrentan a un antiguo Tzimisce.
Esto es lo que ocurrió tras la entrada del primer grupo de Gangrel, en la cueva en que se encontraba el "toreador":
"Los gritos que rasgaron el silencio fueron casi un alivio. Resonaron siniestramente en la entrada de la cueva, filtrándose después en los pinos hasta quedar libres en el aire nocturno. Pero no eran los gritos del Toreador.
Todos a su alrededor se pusieron rígidos al instante. Ramona no podía identificar los gritos.- El sonido estaba notablemente amortiguado al llegar a ella- pero comprendió que los gruñidos de los atacantes se habían interrumpido bruscamente. Convirtiéndose en gritos de sorpresa y dolor. [...]
Como los vampiros a su alrededor, Ramona se había puesto en pie, aunque ello significase quedar a la vista. La incertidumbre hizo presa en ellos. Podía sentir como se miraban unos a otros ¿debían cargar hacia la cueva? Seguramente Tanner no necesitaba ayuda, pero los ruidos del interior... [...]
Intentó sin éxito rechazar las conclusiones que surgían ante ella: si la lucha continuaba, el toreador seguía vivo, así que al menos parte de los gritos debían partir de los gangrels, de sus compañeros de clan. Pero los gemidos enmudecieron uno por uno. Volvió a reinar el silencio. [...]
Justo entonces salió una figura de la cueva, dando fin al optimismo de Ramona. Se agarró a uno de los pinos de la entrada, inclinándose contra el árbol durante varios segundos. Era Emil. No descansó mucho tiempo, al oír algo miró hacia la negrura de la cueva y huyó de allí. Intentaba correr pero algo le ocurría a su pierna izquierda, no soportaba su peso. EMil se tambaleó cayendo cerca de la entrada. Mientras intentaba ponerse en pie Ramona observó que tenía la cara ennegrecida y quemada, pero no había tiempo para distracciones: el Toreador salió de la cueva. Aún desde el prado parecía más grande de lo que Ramona recordaba, o quizá sólo el ojo fuera más grande. Parecía resplandecer a la luz de las estrellas, latía y se estremecía, pareciendo una cosa vía separada del cuerpo a su alrededor.[...]
En realidad parecía casi de risa que aquel vampiro pudiera suponer una amenaza, con su aspecto desaliñado, pero Jen no se reía. Ni Emil. El ojo se clavó en Emil, incluso a una distancia de varios metros el Toreador parecía cernirse sobre Emil. Observando a Emil una pregunta paralizadora hizo presa en Ramona ¿Dónde está Tanner? Había encabezado el grupo, pero por el momento sólo había salido Emil herido y quemado.[...]
Ramona vio la tensión en su postura comprendiendo que solo deseaba huir, pero que incluso aquello estaba fuera de su capacidad. El ojo impedía a la voluntad de Emil controlar sus músculos, como había hecho con Ramona. Con unos pocos pasos el toreador se puso junto a Emil agarrando al Gangrel por la cabeza. Unos segundos más tarde la cabeza de Emil había dejado de existir, fundiéndose hasta deshacerse entre los dedos de su enemigo.[...]
-Mirad -dijo Cara de Rata, señalando el prado-.
Dos grupos de más o menos media docena de gangrel estaban cargando contra el Toreador desde dos direcciones distintas. Ramona no pensó que tb debía colaborar hasta que oyó a Joshua gritando colina abajo. Había esperado que Tanner y los importantes antiguos del clan, se hiciesen cargo del problema. Pero no sabían donde se estaban metiendo y ahora ella se veía arrastrada a la lucha.[...]
Ante ella, el Toreador estaba de espaldas a la cueva, a su derecha estaba el grupo más cercano en los Gangrel con Acecha-en-los-bosques a la cabeza: no quedaba nada en él que pareciese humano. Más gangrel cargaban por el otro flanco con Edmonson a la cabeza. No veían la necesidad de guardar sigilo y avanzaban rápidamente a través de la alta hierba. Ninguna criatura podía hacer frente a tantos Gangrel, sin embargo, el miedo de Ramona no hizo sino aumentar. Las Noches Finales se acercan -recordó las palabras de Pluma Negra-.[...]
Ramona miró al Toreador y deseó no haberlo hecho. Mientras le miraba, el Toreador cogió el ojo protuberante y lo sacó de su cuenca. Un ensangrentado nervio colgó en el aire como una ensangrentada anguila, y comenzó a alargarse hasta enterrarse en el suelo. En aquel momento la tierra empezó a temblar. El Toreador parecía cada vez más grande, no más grande sino más alto, estaba elevándose en el aire bajo un pedestal de piedra que había brotado bajo sus pies, unos metros por encima del prado.
El Toreador volvió el ojo hacia el grupo de Gangrels más cercano. Al instante una lanza de piedra salió del suelo y el mismo impulso de Acecha-en-los-bosques le hizo caer sobre su punta. El gangrel se sacudió espasmódicamente mientras la sangre corrió a lo largo de la lanza de piedra.
Sus compañeros dejaron atrás el cadáver y dos de ellos sufrieron el mismo destino a los pocos pasos. Los otros tres gangrel que habían atacado con Acecha-en-los-bosques se detuvieron cuando una pared de roca brotó en su camino. La primera de ellos se lanzó contra el muro y empezó a trepar por él. Los otros no habían reaccionado cuando la tierra cedió bajo sus pies, al mismo tiempo el muro y la mujer que trepaba por él cayeron en el pozo recién formado.
Casi al unísono casi una docena de megalitos de piedra, irregulares con ángulos al azar, se alzaron del suelo al otro lado del Toreador. Edmondson y su grupo moviéndose con más cautela que sus infortunados compañeros de clan lograron sortear los pilares. Mutabo fue el más cuidadoso mientras se mantenía atento a las espinas de piedra que itnentaban atravesarle, y los megalitos que caían para aplastarle bajo su peso.[...]
El Toreador volvió su ojo hacia ellos. Su rostro no mostraba animosidad sino una expresión casi profesional. Ramona creyó ver tb locura en su ojo normal.[...]
Ramona pudo ver con su visión fantasmal como los mismos megalitos se volvían opacos, que en su interior se agitaba un fluido denso y anaranjado, la materia de la tierra misma.
Edmondson, Mutabo y los demás continuaron avanzando hacia el Toreador, observaban los megalitos con cautela pero sin darse cuenta del cambio. La primera explosión hizo que Ramona cayera al suelo. Su estremecedora fuerza hizo agitarse todo el prado. El fiero magma expulsado por el megalito voló por el aire. A los pocos segundos otro megalito entró en erupción, y un tercero y un cuarto. El material volcánico barrió a los gangrel que morían a su alrededor, sus cuerpos abrasados y mutilados volaban por los aires y caían para no levantarse más.
El propio grupo de Ramona cayó también en la erupción. Ramona se dejó caer de rodillas, estaba cansada y no pudo soportarlo mientras esperaba la roca fundida que pondría fin a su no-vida. Pero pudo ver como el Ojo del Toreador iba aniquilando uno a uno a todos los Gangrel. Pero el monstruo Toreador no lo veía todo, no había visto a Xaviar saltando desde la colina sobre la entrada de la cueva. Aquel cuerpo vestido de cuero fue como un meteoro de esperanza para Ramona. Su ardiente pelo rojo flotaba tras él como la ardiente cola de un cometa. Ramona tuvo una súbita premonición de victoria. Vio al Toreador cayendo bajo Xaviar, el grotesco ojo tirado al suelo de piedra y aplastado en una explosión de asqueroso pus y materia carnoso. Pero aquella visión se debía a la esperanza y no a la visión fantasma y la realidad no la siguió.
Xaviar llegó a golpear al toreador desde atrás, pero el otro se mantuvo firme, como si se hubiese convertido en una extensión de la roca bajo sus pies. Xaviar esperando que su objetivo cediese bajo él, cayó sobre la piedra.
Luego hubo una explosión, y Ramona cayó boca arriba. No sabía cuanto tiempo había pasado inconsciente pero miró al montículo de piedra sobre el que luchaban Xaviar y el Toreador, y cualquier vestigio de esperanza que pudiera haberle quedado se marchitó entonces en su interior.
Xaviar seguía aún de pie pero en un ángulo muy extraño... por una razón obvia. Estaba atravesado por púas de piedra brotadas de la superficie del montículo. Una salía por su rodilla derecha, otra le había trepado por los biceps, su brazo izquierdo se alzaba inútil en el aire, un pie apenas tocaba el montículo. El Gangrel no podía moverse mientras su adversario se acercaba a él. Ramona miró al prado y los pocos gangrels que quedaban fueron muriendo cayendo entre las explosiones y los charcos de lava que había por todas partes. El prado iba cubriéndose rápidamente en un lago de lava.
En el montículo el Toreador se mantuvo más allá del alcance de la mano de Xaviar, ya que las garras aún podían ser fatales. El toreador se acercó, y fue entonces cuando Ramona se dio cuenta de que el ojo había vuelto a su cuenca. Xaviar estaba lo bastante cerca pero no podía desafiar la voluntad del ojo. El toreador atrapó el brazo de Xaviar y empezó a hacer presión el miembro se torció, se torció y siguió torciéndose por la mitad del antebrazo, el toreador siguió ejerciendo fuerza y el brazo se dobló como un limpia pipas.
Xaviar hizo una mueca de dolor apretando los dientes hasta que brotó sangre de la boca, pero no gritó. El toreador rodeó el cuello de Xaviar con sus dedos, Ramona esperó que la carne de Xaviar se deshiciese, que su cabeza se inclinase en un ángulo imposible. Pero en lugar de eso, el toreador levantó a Xaviar, con tanta fuerza que el cuerpo del gangrel se escapó de las púas que lo aprisionaban. El chirrido del hueso al rascar la piedra envió escalofríos por la columna de Ramona. El Toreador sostuvo a Xaviar por el cuello. El líder gangrel había perdido las ganas de luchar, o quizá siguiera inmovilizado por el ojo, colgaba impotente de la mano del toreador.
Ramona esperó el golpe de gracia, pero de pronto el Toreador arrojó a Xaviar como si fuese una muñeca de trapo. El cuerpo del gangrel voló por encima de la lava, pero por fin Xaviar se estrelló en la Tierra no muy lejos de ella."
Tras ello, el Toreador la obligó a cargar con Xaviar y huir de allí.
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