[Cuento folclórico ruso. Texto completo]
Alekandr Nikoalevich Afanasiev
Vivía en otros tiempos un comerciante con su mujer; un día ésta se murió,
dejándole una hija. Al poco tiempo el viudo se casó con otra mujer, que,
envidiosa de su hijastra, la maltrataba y buscaba el modo de librarse de ella.
Aprovechando la ocasión de que el padre tuvo que hacer un viaje, la madrastra
le dijo a la muchacha:
-Ve a ver a mi hermana y pídele que te dé una aguja y un poco de hilo para
que te cosas una camisa.
La hermana de la madrastra era una bruja, y como la muchacha era lista,
decidió ir primero a pedir consejo a otra tía suya, hermana de su padre.
-Buenos días, tiíta.
-Muy buenos, sobrina querida. ¿A qué vienes?
-Mi madrastra me ha dicho que vaya a pedir a su hermana una aguja e hilo,
para que me cosa una camisa.
-Acuérdate bien -le dijo entonces la tía- de que un álamo blanco querrá
arañarte la cara: tú átale las ramas con una cinta. Las puertas de una cancela
rechinarán y se cerrarán con estrépito para no dejarte pasar; tú úntale los
goznes con aceite. Los perros te querrán despedazar; tírales un poco de pan. Un
gato feroz estará encargado de arañarte y sacarte los ojos; dale un pedazo de
jamón.
La chica se despidió, cogió un poco de pan, aceite y jamón y una cinta, se
puso a andar en busca de la bruja y finalmente llegó.
Entró en la cabaña, en la cual estaba sentada la bruja Baba-Yaga sobre sus
piernas huesosas, ocupada en tejer.
-Buenos días, tía.
-¿A qué vienes, sobrina?
-Mi madre me ha mandado que venga a pedirte una aguja e hilo para coserme una
camisa.
-Está bien. En tanto que lo busco, siéntate y ponte a tejer.
Mientras la sobrina estaba tejiendo, la bruja salió de la habitación, llamó a
su criada y le dijo:
-Date prisa, calienta el baño y lava bien a mi sobrina, porque me la voy a
comer.
La pobre muchacha se quedó medio muerta de miedo, y cuando la bruja se
marchó, dijo a la criada:
-No quemes mucha leña, querida; mejor es que eches agua al fuego y lleves el
agua al baño con un colador.
Y diciéndole esto, le regaló un pañuelo.
Baba-Yaga, impaciente, se acercó a la ventana donde trabajaba la chica y le
preguntó a ésta:
-¿Estás tejiendo, sobrinita?
-Sí, tiíta, estoy trabajando.
La bruja se alejó de la cabaña, y la muchacha, aprovechando aquel momento, le
dio al gato un pedazo de jamón y le preguntó cómo podría escaparse de allí. El
gato le dijo:
-Sobre la mesa hay una toalla y un peine: cógelos y echa a correr lo más de
prisa que puedas, porque la bruja Baba-Yaga correrá tras de ti para cogerte; de
cuando en cuando échate al suelo y arrima a él tu oreja; cuando oigas que está
ya cerca, tira al suelo la toalla, que se transformará en un río muy ancho. Si
la bruja se tira al agua y lo pasa a nado, tú habrás ganado delantera. Cuando
oigas en el suelo que no está lejos de ti, tira el peine, que se transformará en
un espeso bosque, a través del cual la bruja no podrá pasar.
La muchacha cogió la toalla y el peine y se puso a correr. Los perros
quisieron despedazarla, pero les tiró un trozo de pan; las puertas de una
cancela rechinaron y se cerraron de golpe, pero la muchacha untó los goznes con
aceite, y las puertas se abrieron de par en par. Más allá, un álamo blanco quiso
arañarle la cara; entonces ató las ramas con una cinta y pudo pasar.
El gato se sentó al telar y quiso tejer; pero no hacía más que enredar los
hilos. La bruja, acercándose a la ventana, preguntó:
-¿Estás tejiendo, sobrinita? ¿Estás tejiendo, querida?
-Sí, tía, estoy tejiendo -respondió con voz ronca el gato.
Baba-Yaga entró en la cabaña, y viendo que la chica no estaba y que el gato
la había engañado, se puso a pegarle, diciéndole:
-¡Ah viejo goloso! ¿Por qué has dejado escapar a mi sobrina? ¡Tu obligación
era quitarle los ojos y arañarle la cara!
-Llevo mucho tiempo a tu servicio -dijo el gato- y todavía no me has dado ni
siquiera un huesecito, y ella me ha dado un pedazo de jamón.
Baba-Yaga se enfadó con los perros, con la cancela, con el álamo y con la
criada y se puso a pegar a todos.
Los perros le dijeron:
-Te hemos servido muchos años sin que tú nos hayas dado ni siquiera una
corteza dura de pan quemado, y ella nos ha regalado con pan fresco.
La cancela dijo:
-Te he servido mucho tiempo sin que a pesar de mis chirridos me hayas
engrasado con sebo, y ella me ha untado los goznes con aceite.
El álamo dijo:
-Te he servido mucho tiempo, sin que me hayas regalado ni siquiera un hilo, y
ella me ha engalanado con una cinta.
La criada exclamó:
-Te he servido mucho tiempo, sin que me hayas dado ni siquiera un trapo, y
ella me ha regalado un pañuelo.
Baba-Yaga se apresuró a sentarse en el mortero; arreándole con el mazo y
barriendo con la escoba sus huellas, salió en persecución de la muchacha. Ésta
arrimó su oído al suelo para escuchar y oyó acercarse a la bruja. Entonces tiró
al suelo la toalla, y al instante se formó un río muy ancho.
Baba-Yaga llegó a la orilla, y viendo el obstáculo que se le interponía en su
camino, rechinó los dientes de rabia, volvió a su cabaña, reunió a todos sus
bueyes y los llevó al río: los animales bebieron toda el agua y la bruja
continuó la persecución de la muchacha.
Ésta arrimó otra vez su oído al suelo y oyó que Baba-Yaga estaba ya muy
cerca: tiró al suelo el peine y se transformó en un bosque espesísimo y
frondoso.
La bruja se puso a roer los troncos de los árboles para abrirse paso; pero a
pesar de todos sus esfuerzos no lo consiguió, y tuvo que volverse furiosa a su
cabaña.
Entretanto, el comerciante volvió a casa y preguntó a su mujer.
-¿Dónde está mi hijita querida?
-Ha ido a ver a su tía -contestó la madrastra.
Al poco rato, con gran sorpresa de la madrastra, regresó la niña.
-¿Dónde has estado? -le preguntó el padre.
-¡Oh padre mío! Mi madre me ha mandado a casa de su hermana a pedirle una
aguja con hilo para coserme una camisa, y resulta que la tía es la mismísima
bruja Baba-Yaga, que quiso comerme.
-¿Cómo has podido escapar de ella, hijita?
Entonces la niña le contó todo lo sucedido.
Cuando el comerciante se enteró de la maldad de su mujer, la echó de su casa
y se quedó con su hija.
Los dos vivieron en paz muchos años felices.
Baba Yagá (en ruso Баба Яга) es un personaje recurrente en el folclore eslavo y la mitología eslava, especialmente rusa.
Baba Yagá es vieja, huesuda y arrugada, con la nariz azul y los
dientes de acero y posee una pierna normal y una de hueso por lo que a
menudo se le da el apelativo de "Baba Yagá Pata de Hueso". Estas dos
piernas representan al mundo de los vivos y el mundo de los muertos en
los cuales ella deambula. Baba Yagá es un ser perverso y cruel, pero no
totalmente malvado; come personas, generalmente niños. Sus dientes le
permiten romper huesos y desgarrar la carne con facilidad. A pesar de
que Baba Yagá consume diariamente grandes cantidades de carne, ella
siempre tiene ese aspecto delgado y huesudo. Baba Yagá vuela montada en
un almirez (a veces una olla) y rema el aire con una escoba plateada.
Baba Yagá no permite que ninguna persona "bendecida" permanezca dentro
de su propiedad, siempre y cuando Baba Yagá sepa que la persona tiene
una bendición.
Vive en una choza que se levanta sobre dos enormes patas de gallina que le sirven para desplazarse por toda Rusia.
La valla de su choza esta adornada con cráneos, en cuyo interior coloca
velas. La idea de una casa con patas de gallina podría derivar de las
cabañas de ciertos pueblos finoúgricos, que las construían de esta
manera para protegerse de los animales. Para entrar en la casa, Baba
Yagá dice el conjuro "Casita Casita, da la espalda al bosque y voltea
hacia mí". El interior de la choza siempre está llena de carne y de
vino. También es resguardada por los sirvientes invisibles de Baba Yagá,
los cuales aparecen como manos espectrales. Baba Yagá también tiene a
su servicio a los caballeros blanco, rojo y negro, los cuales controlan
el día, el atardecer y la noche.
Baba Yagá ha aparecido en diferentes historias del folclore ruso, y
algunas de ellas muestran diferentes facetas de ella. En algunas, ayuda a
la gente que le sirve. En otras se dice que guarda las "Aguas de la Vida y de la Muerte",
pues es "la Dama Blanca de la Muerte y del Renacimiento". En otras dice
que tiene dos hermanas llamadas como ella y con su mismo aspecto.
En Bulgaria, a los niños se les cuenta que si se portan mal, vendra
Baba Yaga(o Dyado Yag, Дядо Яг) para llevarselos con un saco y
comerselos. También se le asocia con magia negra.
También se cuenta que envejece un año cada vez que le hacen una
pregunta y que para rejuvenecer bebe un té hecho de las extrañas rosas
azules, por lo cual recompensa enormemente a las personas que le traen
alguna de estas rosas.
La figura de Baba Yagá probablemente deriva de "la Bruja", la tercer
miembro de la Diosa Tripartita (Virgen, Madre y Bruja), símbolo de las
tres edades de la mujer.
Baba Yagá es ampliamente usada por los autores de cuentos de hadas
del ruso moderno, y desde los años noventa del siglo XX, en la "Fantasia
rusa". En particular, Baba Yagá conoce a Andréi Belanin de sus libros
en su ciclo "La Agencia de detectives del Zar Goroj (Царь Горох)", etc.
La infancia y juventud de Baba Yagá por primera vez fueron descritas en
el cuento "La bahía" ("Lukomorie") de A. Aliverdíev.
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