Abrahel es un demonio masculino, cuyas características están
asociadas con aquellos espíritus nocturnos denominados súcubos. Su
nombre comenzó a adquirir cierta popularidad cuando el demonólogo
Nicolás Remy la describió en su Demonolatria (1581).
Siempre
toma la forma de una mujer alta y de delicadas formas, pero no puede
ocultar completamente su naturaleza demoníaca, ya que quien se le
acerque lo suficiente, notará que un hedor fétido y nauseabundo brota
de su piel.
La leyenda:
Según
algunos escritos, Abrahel conquistó a un pastor llamado Pierrot en
1581 en una aldea a orillas del Mosela. Abrahel se entregó al pastor a
cambio de la vida del hijo de éste, al que mató con una manzana
envenenada.
Al darse cuenta Pierrot de su
complicidad en el tema se desesperó. Abrahel se le apareció de nuevo
prometiendo la resurrección del muerto si era adorado como Dios. Así lo
hizo Pierrot y adoró a Abrahel con lo que su hijo volvió pero con una
semblanza lúgubre. Al año el demonio abandonó el cuerpo del niño que
cayo fulminado despidiento un gran hedor. Fue enterrado de forma
oculta.
También es considerada como:
Abrahel,
Reina de los Súcubos Demonia que se dedica a seducir a los pobres de
espíritu (principalmente a los campesinos y gente de poca instrucción),
tomando siempre la forma de una mujer bellísima que los cautiva y
dispone de ellos a su antojo, llevándolos a cometer verdaderas locuras.
Nicolás
Rémy, que la describe en su Demonolatría con una mezcla de prudente
respeto y de temor, aporta un dato que oscila entre la crítica y el
elogio, según cómo se lo interprete; al momento de su aparición, y con
sólo contemplarla, "todos los miembros del observador se vuelven
rígidos".
A nuestros lectores con problemas
prostáticos, recomendamos no convocar a esta súcubo para soslayar sus
padecimientos, ya que Abrahel suele agotar rápido la vitalidad que su
presencia otorga. Para aquellos que suelen despertarse con una
erección, lamentamos anunciarles que ya son víctimas nocturnas de
Abrahel, y nada podemos hacer para ayudarlos.
Abrahel
es uno de los súcubos más formidables de las leyendas medievales de
vampiros. Sus apariciones son tan variadas -y eróticamente letales- que
se ha ganado el justo epíteto de Reina de los súcubos.
Curiosamente,
Abrahel sólo se dedica a seducir a los "pobres de espíritu" lo
recalco, principalmente a campesinos y gente de poca instrucción. Para
ello adopta la silueta de una mujer hermosa e irresistible. Una vez
que Abrahel se apodera de la voluntad de sus amantes dispone de ellos a
su antojo, convirtiéndolos en juguetes de su capricho.
A
nuestros sufridos lectores con problemas prostáticos les recomendamos
no invocar a esta vampiresa para soslayar sus padecimientos, ya que
Abrahel suele agotar rápido la vitalidad que otorga con su arte. Para
aquellos que suelen despertarse con una erección, lamentamos
informarles que ya son víctimas de Abrahel, y nada podemos hacer para
ayudarlos.
Adze
Balbuceado por Aelfwine
Las Adze (se pronuncia: ads) son una raza de vampiros de Togo y Ghana, África.
Mircea
Eliade vocifera que Adze significa algo así como: similar a un hacha,
una herramienta bastante común en las tribus africanas. Las Adze son
vampiresas; pero diametralmente opuestas a sus hermanas europeas,
americanas y asiáticas.
Las Adze son espíritus. No tienen
antecedentes terrenales. Es decir, jamás fueron humanas. Eliade
sugiere que en Ghana se aparecen bajo la forma de un brillo tenue,
similar al destello errático de las velas que alumbran los modestos
funerales de aquella región. También suelen dejarse ver como
luciérnagas.
En Togo, en cambio, las Adze emergen bajo la
forma de un escarabajo negro que se desliza directamente en las bocas de
las hechiceras tribales.
Esta incorporación de las Adze
por parte de las hechiceras de la tribu toma lugar en medio de arcaicas
ceremonias y prolijos julepes. Las madres se ocultan en sus chozas con
sus niños, ya que las Adze sólo pueden alimentarse con la sangre del
niño más joven de la tribu.
Varios etnólogos describen el
paroxismo que invade las comarcas cuando se produce el ritual de las
Adze. Las viejas danzan frenéticamente alrededor del fuego, entonando
maldiciones, mientras los hombres se ocultan virilmente en la maleza.
Luego de varias horas de jarana, en las que no falta alguna rima
picante, las Adze comienzan a visitar una a una las casas de la aldea
hasta que dan con el infante adecuado. Una vez capturado, el niño es
llevado al centro del festival y devorado hasta los huesos.
Radcliffe-Brown
advierte que -en la leyenda- las Adze son dejan de ser inmortales en
el instante en el que se incorporan al cuerpo de las hechiceras, y se
pregunta, con razón, por qué las madres y padres de los niños
secuestrados no reaccionan debidamente contra este comportamiento
hamatófago. Eliade, más campechano, desliza que las hechiceras
reemplazan secretamente al niño por un cerdo, cuya carne fulmina a las
Adze, consumando de este modo un doble engaño.
Aisha: diosa de los vampiros
Aisha Qandisha, a veces llamada simplemente Ayesha, es la diosa de los vampiros de la región de Cártago.
Aisha,
junto con Lilith, la madre de los vampiros, es una de los súcubos más
aterradores y antiguos de la mitología. Su nombre significa: La que
adora ser mojada. Recios investigadores árabes sostinenen que el
epíteto proviene de un extraño tratamiento cosmético, al que Cleopatra
no fue indiferente, que consistía en embadurnarse el rostro con semen.
Otros
estudiosos, acaso menos propensos a elucubraciones lascivas, sostienen
que Ayesha es nada menos que Qadesha, aquella dama sexualmente libre del
templo de Caanan que servía a la diosa Astarté.
El
argumento tendencioso sobre el orígen demoníaco de Aisha sirvió a los
propósitos del Vaticano, especialmente durante las cruzadas, ya que
Aisha era, según dicen, la esposa preferida de Mahoma, una especie de
reencarnación de aquella deidad vampírica al servicio del enviado de
Alá.
Erradicado el fervor demoníaco en Europa, Aisha pasó
a engrosar el panteón de diosas africanas. Se la ubica en las costas
de Marruecos como una mujer bellísima, aunque con un defecto
insoslayable: posee patas de cordero.
Mitógrafos
entusiastas advierten sobre la danza de Aisha, que enloquece a los
viajeros, convirtiéndolos en candorosos esclavos sexuales. Una vez
agotados, Aisha bebe la sangre de sus amantes y deja los huesos a su
Djinn personal, Hammu Qaiyu, eternamente celoso de los amoríos de su
señora.
No obstante su descenso de los mitos a las
tradiciones populares, descenso debatible por cierto, Aisha conserva
algunos rasgos de su origen divino. Sólo se la puede matar con una daga
de hierro, que deberá asegurarla firmemente a la tierra. Esta
operación, vale aclararlo, no la elimina permanentemente, apenas
destruye su cuerpo, el cual se regenera con el cambio de las estaciones.
Para
enfrentarse a Aisha se deben tomar los siguientes recaudos: entrar en
un estado de trance, mediante el cual se podrán eludir las pulsiones
erectiles que provoca la diosa, y atacarla con el ojo derecho vendado,
ya que este es quien se confunde por la belleza de Aisha, impidiéndole
al héroe de turno advertir las soberbias patas de cordero de la diosa.
En
Babilonia se recomendaba enviar soldados previamente masturbados para
enfrentarse a la diosa, con la esperanza de que el agotamiento sexual
funcionase como antídoto para las insinuaciones letales de Aisha.
Protero, un ciudadano romano en Cártago, sostuvo que los babilonios
eran unos amanerados, y se lanzó al yermo sin tomar las recomendaciones
mencionadas. Se dice que Aisha perdonó su intrepidez, y que aún hoy
vaga en las arenas interminables balbuceando mitos que ya nadie
recuerda.
Alexa Wilding: el rostro de Lilith
Corría
el año 1865. El poeta inglés Dante Gabriel Rossetti, hastiado y
profundamente melancólico por la muerte de su esposa, Elizabeth Siddal,
encontró a Lilith en el rostro de una costurera.
Alexa
Wilding fue el nombre terrenal de la madre de los vampiros. Oscuros
analistas la ubican como una atriz frustrada, incapaz de entrentarse al
público, y finalmente relegada detrás de los oscuros telones y
bambalinas, cosiendo y remendando el vestuario, murmurando por lo bajo.
Rossetti,
se sabe, era un hombre de refinados arrebatos sensuales. Por aquellos
años, además de sus damas oficiales, mantenía a su musa, Fanny
Cornforth, a quien pintó hasta el cansancio. Sentía, quizá, que la
geografía de aquella mujer no le ofrecía nuevos asombros. En 1865
conoció a Alexa Wilding caminando por Arundel Club. Pronto supo que la
haría eterna.
La muchacha se mostró reacia a las
solicitudes pictóricas de Rossetti. Coordinaron varias citas que luego
fueron canceladas, hasta que por fin ella cedió ante la elocuencia del
poeta.
Sus facciones delicadas forjaron una pintura
monumental para ilustrar uno de sus mejores poemas: La doncella
bienaventurada (The blessed damozel).
El 1872, atacado por
una terrible depresión, matizada con láudano y opio, Dante Rossetti
utilizó a Alexa Wilding como vehículo para exorcizar sus pesadillas. De
esos encuentros nació el Ciclo Onírico, una serie de dibujos y bosquejos
verdaderamente inquietantes.
Pero Alexa Wilding no sólo
fue una inspiración, o un medio, para proyectar los demonios personales
de Dante Rossetti, también fue el rostro y la figura de la madre de los
vampiros.
En 1867 Dante Rossetti había cometido uno de sus
errores más notables. Pintó a Lady Lilith, una figura mítica que lo
obsesionaba, basándose en la geografía de Fanny Cornforth. Pero cuando
el rostro de Alexa Wilding fue haciéndose parte inseparable de sus
sueños, decidió que sería ella la encargada de portar la terrible
majestad de Lilith.
En 1868 Dante Rossetti volvió sobre su pintura, esta vez con Alexa Wilding sobre el lienzo.
Son
incontables las apariciones de esta dama en la obra de Rossetti. La
pintó hasta la obsesión y más allá, aunque nunca desarrolló la
intimidad que con tanta prodigalidad sostuvo con otras de sus modelos.
Esta distancia, quizá, logró plasmar aquella sensación de melancolía que
rodean sus obras, una noción de honda distancia, de abismos
temporales, el mismo que suele caer sobre el ojo indiscreto que hurga
en las sombras del pasado, buscando algún atisbo de la Verdad Última en
los viejos mitos.
Alouqua.
La maestra de Lilith.
Alouqua (Alouqa) es la madre de una temible raza de vampiros femeninos provenientes de las leyendas hebreas.
Esta vampiresa es una verdadera experta en el arte amatorio, operación que normalmente lleva hasta las últimas consecuencias.
Al
contrario que los Íncubos, Súcubos y vampiros sexuales en general,
Alouqua no se demora más de una noche en sus víctimas, ni prolonga
innecesariamente el rito sexual. Su capacidad amatoria es tan descomunal
que sus amantes no resisten más de una sesión antes de perder
definitivamente la cordura. De hecho, tal como señala Langton en La
Démonologie, un encuentro amoroso con Alouqua deriva siempre en la
locura y, posteriormente, el suicidio.
Esto se debe a una
lógica perfectamente defendible. Hacer el amor con esta vampiresa es el
punto máximo del placer sensual. Después de ello sólo restan dos
alternativas: el ascetismo carnal o la muerte. Muchos, apunta Langdon,
eligen el segundo camino por ser el más fácil.
En la
antigüedad la judería poseía talismanes que prevenían el asalto de
Alouqua, hechos de bronce, sedas y combinaciones cabalísticas, las
cuales nunca fueron afines a la sensualidad. Por otro lado, el gueto de
Praga (detallado magníficamente por Gustav Meyrink en El Golem -Der
Golem-) recibía visitas periódicas de Alouqua, quien se mostraba
piadosa con los moribundos, otorgándoles la potencia viril para una
última noche antes de partir.
Versiones antiquísimas
relacionan a Alouqua con Lilith, la madre de los vampiros. Según se
dice, fue ella quien asistió a Lilith en el destierro, enseñándole a
enloquecer a los hombres, aunque su poder jamás podría ser igualado ya
que Alouqua no proviene de los círculos del mundo, sino que fue forjada
antes de él, en algún remoto pensamiento de Yahvé que los sabios han
tomado la precaución de no mencionar.
Darya Nikolayevna Saltykova.
La Bathory rusa.
Darya Nikolayevna Saltykova, conocida cariñosamente como Saltychikha, fue la vampiresa más temible de Rusia.
De
origen noble, Darya masacró alrededor de cien sirvientes, en su
mayoría mujeres, convirtiéndola en la asesina serial por excelencia de
Rusia, y en una digna sucesora de Elizabeth Bathory, la condesa
sangrienta.
Darya se casó joven y enviudó a los
veintiseis años. Madre de dos hijos, pronto se puso al frente de la
fortuna familiar y contrató una hueste de serfs para asistirlos en
actividades tan prosaicas como vitales para la mentalidad feudal. No
pasó mucho tiempo para que en los suburbios de Moscú comenzaran a
circular rumores nefastos sobre las actividades de Saltychikha.
Los
sirvientes empezaron a desaparecer misteriosamente. Debido a sus
conexiones con la corte, Darya ni siquiera fue interpelada por la
justicia. Pero los rumores corrieron por los pasillos equivocados y
llegaron a oídos de Catalina II, mujer de carácter temperamental, quien
ordenó su arresto en 1792.
La impunidad pronto mutó en un
rígido proceso. Darya fue encarcelada durante seis años, hasta 1798,
período que la ley rusa consideró justo y oportuno para investigar las
acusaciones. El resultado de las pesquisas arrojó la siniestra cantidad
de ciento treinta y ocho muertos, de los cuales se pudo probar apenas
treinta y ocho casos.
Darya Nikolayevna Saltykova turturó
brutalmente a sus sirvientes. Sus métodos variaban del simple azote a
la escarificación y la ingesta de sangre directamente de las heridas de
sus víctimas, muchas de las cuales aún estaban vivas cuando Saltychikha
saciaba sus apetitos vampíricos.
La justicia rusa se vio
en el aprieto de encontrar un castigo acorde a sus aberraciones, con
el atenuante de pertenecer a la nobleza, detalle que siempre despierta
la misericordia de las cortes.
Saltychikha fue expuesta
desnuda en la plaza central de Moscú durante una hora, con la intención
de que fuese el pueblo quien hiciera justicia. Sobre su cabeza se
colocó un cartel que decía: Esta mujer ha torturado y asesinado. Una
multitud de indignados y comedidos la observaron durante esa hora sin
arrojarle ni una sola piedra, sin emitir ninguna clase de insulto o
maldición. Los ojos de Darya, anota un cronista, no eran de este mundo.
Saltychikha
fue recluida en el convento de Ivanowski, Moscú, donde residió en los
lóbregos sótanos hasta su muerte. Se dijo que no toleraba la luz del
día. Fue enterrada en el cementerio anjunto al monasterio de Donskoy,
sede de extrañas apariciones y comentarios escandalosos. Aún hoy, en
sus ruinas, los cuidadores aseguran ver una figura famélica, consumida,
arañando la dura tierra de la necrópolis, presumiblemente buscando algo
para comer.
Lamashtu: diosa babilónica de los vampiros.
Lamashtu
(conocida en Arcadia como Lamartu y Dimme en Sumeria) es la diosa
babilónica de los vampiros, cuyo nombre se convirtió en sinónimo de
horror en casi todos los pueblos mesopotámicos.
Lamashtu
es representada como una criatura hirsuta, con cabeza de león o pájaro,
dientes y orejas de burro, garras y uñas de bronce, entre otros
detalles espeluznantes. Las representaciones de Lamashtu son, sin lugar a
dudas, las más inquietantes de toda la mitología mesopotámica. Se la
describe montando un burro infernal, amamantando a un perro y a un
cerdo, mientras sostiene un par de serpientes bicéfalas.
Historia de Lamashtu:
Hace
4,000 años, en la antigua Babilonia, Lamashtu ascendió al panteón
vampírico. Hija de Anu, dios del cielo, Lamashtu eligió vestirse con
los atuendos más aberrantes de la naturaleza. Es la Secadora de Ríos,
La que Arrasa las Cosechas, el Negro Horror de la Noche. Cuando
Lamashtu necesita alimentarse golpea pleno corazón de los pueblos. Como
un viento frío recorre las aldeas en busca de mujeres embarazadas. Con
dedos invisibles les toca el vientre siete veces, destruyendo la vida
en su refugio más sagrado.
Aguarda entonces que los
llantos cesen, que los ritos funerarios se sucedan, que concluyan las
exequias, para luego alimentarse de los niños en sus tumbas.
Lamashtu
prefiere esta dieta abominable sobre todas sus variantes, no menos
escandalosas. Si se presenta la oportunidad robará bebés de sus lechos y
los envenenará con su leche ácida, envenenada, fruto infame de los
ríos del averno.
Lamashtu, la más temida.
Lamashtu
fue la vampiresa más temida de los días antiguos. A su lado, Lilith
resulta un remedo poco confiable de las torturas del inframundo. Asesina
de infantes, Lamashtu también se ceba con la carne de hombres y
mujeres, provocando pesadillas terribles y enfermedades implacables.
Las mujeres embarazadas solían llevar un amuleto del Pazuzu, el único
ser en el universo capaz de aplacar la sed de Lamashtu.
Lamashtu y Pazuzu:
La
única entidad capaz de suavizar a Lamashtu es Pazuzu, su esposo; quien
curiosamente también es un demonio, y no uno más, sino el Rey de los
Demonios del Viento, lo cual ubicaba a las temerosas madres en una
posición un tanto incómoda ya que para evitar la ira de Lamashtu debían
recurrir necesariamente a otro enviado del inframundo.
Nada
se dice sobre las tácticas de Pazuzu para contrarrestar a Lamashtu. De
hecho, tan intenso era el terror que provocaba esta diosa de los
vampiros que jamás se ha encontrado un sólo santuario, ningún templo o
evidencia edilicia del culto a Lamashtu. Existen, en cambio, unas pocas
plegarias que han traspasado las barreras del tiempo, y que, por
prudencia, preferimos omitir.
Etimología de Lamashtu.
Portadora
de un sinnúmero de epítetos, Lamashtu fue conocida como Lamashto,
Lamastu, Lamatu. Todas sus variantes babilónicas poseen las partículas:
La Mas Tu, cuyo significado podría ser: Las Siete Brujas.
Lamia: el mito de la vagina dentada
Balbuceado por Aelfwine
Dos
especialistas fundamentales de la demonología, Ulrico Molitor (de
Lamiis et pythonicis mulieribus,1489) y Jean de Wier (Lamiis líber,1577)
se han ocupado profundamente de este personaje fantástico.
Las
Lamias casi siempre son mencionadas en plural. Un prejuicio típico que
tiene su origen en la edad media, momento en el que se las asoció a la
brujería más escandalosa, y cuya imagen terminó siendo una suma de
todos los aspectos negativos de la femineidad.
Revolucionada
desde los orígenes del mito a causa de una venganza injusta (Hera,
celosa de sus amores con Zeus, mató a casi todos los hijos que ella
había concebido con el dios. La única que logró escapar a la venganza
fué Escila), Lamia y sus pares se cebaron desde entonces en la carne de
los niños ajenos y sus padres; vampirizando a los pequeños y
seduciendo a los adultos hasta eloquecerlos, en represalia por
aquellos hijos perdidos y por despecho hacia la deidad que la gozó en
el lecho, pero que no se dignó a defenderla de la violencia celeste.
Lamia
era conocida bajo el nombre de Anatha, y una de sus curiosas
habilidades consistía en poder quitarse los ojos a voluntad. Incluso
llegó a asistir a varios héroes mediante el préstamo de sus globos
oculares.
Bajo el nombre de Empusa adquirió, ya entre los
romanos, la característica central que ha llegado hasta nosotros:
enemiga por excelencia del género masculino, al que responzabiliza del
maltrato y la discriminación que padecen las mujeres.
Lamia
es conocida como "La devoradora de hombres", ya que se la acusa de
comérselos, literalmente, luego de cautivarlos con una belleza
irresistible. La moderna psicología -y no tan moderna- ha querido ver
en ésta extraña vampiresa al arquetipo del horror ancestral de los
varones ante la mujer y el misterio de lo femenino, y también la
explícita metáfora freudiana sobre la "vagina dentada".
La Quintrala.
La
Quintrala, seudónimo de Catalina de los Ríos y Lisperguer, fue una
aristócrata chilena del siglo XVII, versión latinoamericana de Elizabeth
Bathory, Madame LaLaurie y Darya Nikolayevna Saltykova, entre otras
vampiresas celebérrimas.
La Quintrala fue, y continúa
siendo, un ícono del desenfreno y el abuso de los poderosos, a tal
punto que para denominar a una mujer perversa en la zona de Chile y
Mendoza (Argentina) se utiliza el término Quintrala.
Catalina
de los Ríos y Lisperger se ganó el apodo de Quintrala gracias la ramas
de quintral -Tristerix corymbosus-, madera notablemente urticante con
la que azotaba a sus esclavos, en general, bajo excusas pueriles.
Hija
de poderosos terratenientes, La Catita, apodo cariñoso de la Quintrala,
nunca se destacó por su educación, de hecho, y a pesar de que fue
puesta bajo los más renombrados tutores de la región, permaneció
semianalfabeta durate toda su vida.
Se dice que poseía una
figura imponente, alta, de cabellera roja como el fuego -o los frutos
del quintral-, y profundos ojos verdes. Su fisionomía responde a una
fusión de sangres mapuche, española y alemana. El obispo Francisco
González de Saucedo la describe como dueña de un magnetismo sexual
arrebatador, definición que fue confirmada por otros observadores menos
castos.
La Quintrala fue iniciada tempranamente en la
brujería por su abuela Águeda Flores, de quien aprendió la confección
de filtros y venenos, uno de los cuales habría servido para asesinar a
su propio padre. Pero el verdadero desencadenante de las obsesiones
sangrientas de la Quintrala fue, como en muchos casos análogos, el amor;
en realidad, un amor no correspondido.
Catalina se
enamoró de Pedro Figueroa, un religioso de temperamente ascético, a
quien acosó de mil formas, sin lograr quebrarlo. En 1626, a los
veintidós años de edad, fue obligada a contraer matrimonio con Alonso
Campofrío de Carvajal, un militar bucólico y taciturno. Durante largo
tiempo se lo consideró ajeno a las operaciones macabras de la Quintrala,
pero en los últimos años surgieron estudios que lo definen,
básicamente, como un idiota enamorado, perfectamente conciente de las
perversiones de su esposa.
Catalina sufría de una especie
de fascinación por la sangre, una sed visceral e incontrolable que la
forzaba a efectuar toda clase de torturas, en general, poco refinadas,
pero ciertamente efectivas teniendo en cuenta que su propósito era, nada
menos, que desangrar a sus víctimas.
Los placeres
abominables de la Quintrala comenzaron dos años antes de su matrimonio.
En 1624 sedujo a un acaudalado señor feudal de Santiago, a quien
apuñaló repetidas veces, acusando luego a una sirvienta muda. Ese mismo
año apuñaló y torturó a un antiguo amante, Enrique Enriquez, quien se
habría resistido a regalarle una cruz de malta que portaba
orgullosamente. En 1625, cercenó la oreja de Martín de Ensenada, hombre
servil que no la acusó, e incitó al menos siete asesinatos entre
caballeros, empresa que disfrutaba particularmente, y que consistía en
enamorar a varios hombres jóvenes al mismo tiempo y luego obligarlos a
batirse a duelo.
El registro de los esclavos asesinados
por la Quintrala es bastante débil. Por regla general, mataba por
diversión; y sólo cuando la víctima se resistía ella prolongaba sus
torturas incluso después de la muerte, dejando los cadáveres sin
sepultar durante semanas, incluso meses. Lo que la separa de otras
vampiresas históricas es que Catalina no sólo se limitaba a matar
esclavos e indigentes, sus víctimas, en menor medida, por cierto,
también eran hombres de posición elevada e intachable reputación, como
el sacerdote Luis Vázquez, a quien escarificó durante horas luego de
que éste le reprochara su vida disipada.
Ese mismo año,
cansados del terror que flotaba en los campamentos, los esclavos de su
hacienda, llamada El Ingenio, huyeron masivamente a los montes. Fueron
traídos de vuelta por la fuerza pública, y pronto se organizó una
suerte de festival de sangre, durante el cual se asesinó y torturó a
decenas de disidentes.
Para 1660 los rumores y
acusaciones se hicieron imposibles de disimular. Se organizó una
investigación secreta y luego un juicio. La Quintrala presionó sobre
sus influencias y el juicio fue levantado, a pesar de los cuarenta
cadáveres encontrados en la hacienda y algo más de veinte testigos
dispuestos a dar cuenta de sus entretenimientos aberrantes.
Meses
antes de su muerte la Quintrala financió numerosos templos y obras
benéficas. En paralelo, acaso temiendo un infierno destemplado,
organizó un grupo de hombres y mujeres que, bajo suntuosos honorarios,
deberían rezar por su alma todas las noches durante veinte años luego
de ser enterrada.
La Quintrala murió a los 61 años de edad, debilitada pero todavía poseedora de una belleza impactante.
Madame LaLaurie.
La mujer vampiro de Nueva Orléans.
Marie
Delphine LaLaurie, también conocida como Madame LaLaurie- fue una de
las vampiresas más aterradoras del nuevo mundo, nefasta heredera de
Elizabeth Bathory y Darya Saltykova.
Desconozco si Ann
Rice, creadora de Entrevista con el vampiro (Interview with a vampire) y
ulteriores novelas de vampiros, citó a esta aterradora mujer vampiro de
Nueva Orleans; pero sin dudas debió hacerlo o, al menos, basarse en su
historia, para acentuar la atmósfera de horror que los vampiros poseen
en aquella región.
Madame LaLaurie nació en 1775 en medio
de una familia acaudalada. Durante toda su vida, incluso luego de ser
acusada de vampirismo, mantuvo una posición decisiva en los círculos
influyentes de Nueva Orleans.
Dejando de lado cuestiones
sobrenaturales, Madame LaLaurie torturó y asesinó a decenas de esclavos
negros. Sus apetitos sádicos fueron documentados por varios
folkloristas, especialmente por Jeanne DeLavigne, quien recogió los
restos de sus macabros festines en las historias y leyendas de la zona.
En
paralelo con sus actividades vampíricas, Madame LaLaurie fue una esposa
de carácter temible, tal como podrían atestiguar sus tres esposos,
todos muertos en circunstancias poco claras.
En 1884 un
incendio incontrolable comenzó a devorar la Mansión LaLaurie, hoy en
posesión del actor Nicolas Cage. Las autoridades intentaron en vano
convencer a la dueña de forzar la entrada a las casas de esclavos, de
modo que actuaron a sus espaldas. En los sótanos se encontraron
numerosas pruebas que justificaban las escabrosas leyendas de
vampirismo que rodeaban a su dueña.
Cadáveres de hombres y
mujeres, incluso niños, fueron encontrados encadenados a los muros,
con los ojos perforados, uñas arrancadas y con los cuerpos resecos por
la falta de sangre, drenada, se supuso, mediante incisiones que Madame
LaLaurie practicaba periódicamente para mantenerse fresca y hermosa.
LaLaurie poseía, además, una aberrante fascinación por las orugas y
larvas, placer que no sólo se limitaba a lo contemplativo. Una de sus
operaciones favoritas era hacer amputar brazos y piernas y colgar los
torsos sanguinolentos en los muros del sótano a modo de exposición. En
algunos casos, volvía a coser los miembros amputados en posiciones
grotescas.
Se cree que el número de víctimas de Madame LaLaurie supera las cien personas.
Cuando
los rumores de vampirismo fueron confirmados, Madame LaLaurie huyó a
París, donde residió hasta su muerte en 1842. Esta es la versión
oficial y documentada del final de Madame LaLaurie. Reportes menos
ingenuos aseguran que esta mujer vampiro jamás abandonó Nueva Orléans, y
que, de hecho, continuó practicando sus atroces ritos hasta el día de
su muerte.
Finalmente, hay quienes afirman, siguiendo el
mito de que los vampiros deben ser enterrados en su tierra natal, que en
el cementerio de Saint Louis, al sur de Nueva Orléans, se encuentra una
curiosa cripta con la siguiente inscripción en francés:
Madame LaLaurie, née Marie Delphine Macarty, décédée à Paris, le 7 Décembre, 1842, à l'âge de 6...
(Madame LaLaurie, nacida Marie Delphine Macarty, murió en París, el 7 de diciembre de 1842, a la edad de 6...)
Vampiros en la Biblia.
Aluga, una vampiresa bíblica.
La
Biblia está plagada de vampiros, aunque no de los vampiros del
romanticismo o del período victoriano, sino de ásperos vampiros
mitológicos, criaturas volátiles e inhumanas que entran y salen de los
infiernos con diferentes características, muchas de ellas, inauditas.
Aluga
es una antiquísima vampiresa sexual. Su primera aparición certera es en
Babilonia, donde se la conocía como Alu o Alukah'a. Allí atacaba a los
hombres durante el sueño drenando su energía mediante vigorosas
sesiones de sexo, de modo que podemos definirla como una Súcubo, es
decir, una mujer vampiro dedicada exclusivamente a los placeres
carnales.
Alu pronto fue absorbida por Alouqua, aquella
despampanante maestra de Lilith -sobre la cual ya hemos hablado-, y
luego por nuestra hematófaga del día: Aluga.
La palabra
hebrea Aluga es traducida normalmente como "sanguijuela", aunque no
apunta a esa simpática criatura chupasangre, sino a una entidad
completamente diferente. En su forma moderna, Aluka ha pasado a
engrosar la interminable casta de Ghouls y vampiros necrófagos del
folklore oriental, cuya existencia no remite otro interés que el de un
vástago evolutivo de una leyenda en particular.
Viajemos al pasado entonces, más precisamente a Babilonia.
Alu
o Alukah'a es una mujer vampiro de origen asirio, una súcubo madre de
dos hijas terribles: Deber (pestilencia) y Keeb (golpeadora), quienes
luego serán parte de aquel gigantesco corpus de mitos al que denominamos
Biblia. Bajo su mutación árabe, Aulak, esta vampiresa atormentó al
pobre Saul en lo que seguramente fue una de sus peores trasnochadas.
La
única manera de protegerse de Alukah, o Alu, era invocar el nombre del
Señor, nombre que no ha sobrevivido más que en parábolas o en el rumor
de las aguas. El Talmud babilónico, siempre atento a estos
inconvenientes, señala dos proverbios para combatir a la lujuriosa
Alukah. El salmo 91: Shir shel Pega’im (Salmo contra los demonios),
también llamado Shir shel Nega`im (Salmo contra las plagas):
¿Por
qué "plagas"? Porque está escrito, Ninguna plaga se acercará a tu
lugar de descanso. ¿Por qué "demonios"? Porque está escrito, Mil podrán
caer a tu costado izquierdo.
Oscuro proverbio
traducido a las apuradas y que, sin dudas, no obtendría el acuerdo de
Joshua ben Levi, aunque contamos con su benevolencia. El Talmud señala
que este probervio sólo aleja a Alukah, así como a otros súcubos
menores, y que sólo Dios es capaz de aniquilarla con su puño de hierro.
Huimos
de Babilonia y nos perdemos en las interminables arenas árabes. De allí
emerge una de las formas más terribles de Aluga: Aluqa, vampiresa de
irresistible figura y facciones perfectas, nobles, casi divinas. No
obstante, en el corazón de Aluqa habita una horrible serpiente
retorcida, que la obliga, o la justifica, a atacar a los buenos esposos
mientras duermen, drenándolos sexualmente en un festival carnal que no
encuentra eco en los diccionarios.
Se dice que las
víctimas de Aluqa terminan en el suicidio debido a la enorme culpa que
sucede al desenfreno sexual. Las proezas aberrantes que inevitablemente
realizan con esta mujer vampiro anula cualquier reencuentro con la
sociedad, y mucho menos con las tímidas mujeres de las arenas. Las
leyendas árabes apuntan que Aluqa no puede ser destruida, y que el
único medio para ahuyentarla consiste en colocar un clavo de hierro
bajo la almohada, arma insólita pero aparentemente efectiva.
Finalmente
llegamos a la Biblia tal y como la conocemos, residencia de Aluga,
abominable vampiresa sexual que tantas enojosas vigilias ha provocado en
más de un rabí. Fuentes mediterráneas aseguran que Aluga es la reina de
los vampiros del Sheol, es decir, del infierno; y que allí encabeza un
ejército de chupasangres inmortales armados con máscaras de bronce.
La
Biblia menciona a Aluga en Proverbios 30:15. Allí se la traduce como
Sanguijuela, palabra que refleja pálidamente los horrores que su figura
debía provocar en los oyentes de antaño:
La sanguijuela tiene dos hijas que dicen: !Dame! !Dame!
Tres cosas hay que nunca se sacian;
Aun la cuarta nunca dice: !Basta!
Las dos hijas de Aluga son, desde ya, aquellas hijas de la mitología babilónica, Deber y Keeb.
Para
este artículo, y otros que involucran a los vampiros de la Biblia,
hemos recurrido al profesor Lugano, hombre avezado en hebraismos y
filatelia, cuya oscuridad discursiva se lleva muy bien con la dubitativa
confección de este laberinto.
¿CUAL ES A TU
PARECER LA FORMA MAS DULCE DE MORIR? CUAL SEÑORA DE LA NOCHE IMVOCARIAS
SI FUERA TU ULTIMO DIA EN LA TIERRA Y SU SEXUALIDAD DESEARAS? ...TEN
CUIDADO CON LO QUE SE DESEA.
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