Al contrario de lo que sucedió con los vampiros, los Hombres Lobo, o Licántropos, han sido llevados a juicio
en numerosas ocasiones, especialmente en Europa del Este, región donde
los aulladores han tenido una fuerte presencia desde tiempos
inmemoriales.
Sólo en Estonia existen registros de más de cien juicios a Hombres Lobo
en un período de cuarenta años (1610-1650). La tasa de aciertos en las
cortes estonias son francamente demoledoras. El resultado de esos
cuarenta juicios fueron exáctamente cuarenta ejecuciones.
En
Rumania, en el año 1562, se condenó a la hoguera a dieciocho mujeres y
trece hombres acusados que causar daños a las cosechas bajo la forma de licántropos. Veinte de ellos confesaron bajo tortura su doble naturaleza lobuna, y señalaron el lugar preciso donde ocultaban las pieles de lobos bajo las cuales, señalaron, se convertían efectivamente en licántropos.
Un anciano de ochenta años de Jürgensburg, Livonia, confesó en 1692 ser un hombre lobo desde los trece años. Para asombro de los jueces, declaró que todos los hombres lobo
de Europa se encontraban anualmente en un cónclave intinerante, y que
juntos descendían al infierno para recoger órdenes del mismísimo Satán.
Curiosamente, aquella corte admitió la confesión, y el anciano lobo fue
encarcelado con todo el rigor del caso.
Los juicios a licántropos
finalizaron a en las postrimerías del siglo XVII. El último caso
documentado de este período es el que acusa a una jauría de Vastemoisa,
cuyos integrantes asesinaron a dentelladas a varias jóvenes con
sobrepeso, aludiendo a inauditos beneficios gastronómicos de la grasa
humana. A principios del siglo XIX, sin embargo, aparece un último caso
que estremeció a Estonia. El acusado fue un tal Libbe Hutz, quien
persiguió y masacró a un grupo de ladrones transformándose en hombre lobo. El único criminal que escapó a la carnicería corroboró que sus camaradas habían sido devorados por un lobo con acento estonio.
Pero el caso más conocido de un proceso judicial contra un hombre lobo involucra al célebre Hans the Werewolf. En 1651, Hans, de dieciocho años, fue llevado a la corte bajo la acusación de licantropía. El joven confesó que desde hacía dos años recorría los bosques convertido en lobo, y que un hombre vestido de negro lo había iniciado en los secretos de la transformación en hombre lobo y en todas las reglas que rigen sobre las actividades ilegítimas de los licántropos.
A continuación narró que el perro ovejero de un tal Heimdl lo atacó
para defender la granja de su dueño, dejándole una marca sobre el muslo
derecho. Acto seguido, la corte hizo comparecer al perro, que al parecer
reconoció a Hans y se lanzó sobre él en pleno proceso, hecho que evacuó
las dudas de los jueces.
Más cerca en el tiempo (y el
espacio) existió un proceso judicial ultrasecreto en el bar Massimo de
Av. Caseros. Allí, un grupo de parroquianos enjuició a Ricardo
Mascarola, licántropo del barrio
e inestable levantador de quiniela, quien durante las noches de luna
llena deambulaba por las calles mordisqueando repentinamente los hombros
de las muchachas más hermosas. La corte improvisada condenó a Mascarola
a una golpiza brutal, ejecutada con toda solemnidad en el baño de aquel
establecimiento. Desde ese momento, no volvió a haber reportes de
mordiscos furtivos en el barrio, y Mascarola, de hecho, se vió
imposibilitado de comer sólidos por el resto de su lobuna vida.
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