Guilleumette Babin, acusada y condenada por
brujería, confiesa durante su proceso cómo se convirtió en la favorita
del Señor de la Noche.La Curiosa Confesión de Guilleumette Babin. Al
recibir la llamada de mi Señor y Dueño, la piel me comenzó a arder;
aunque se volvió más blanca que la leche. Él me había hablado anunciando
que me esperaba, y me dirigió éstas palabras:
Mendiga ayer, hoy reinarás. Juguete de los hombres, serás la amada de Satán.
Nadie como tú conocerá el placer y gemirás con espanto al amar,recibiendo en vuestra alma el poder de destruir.
Inmediatamente,
arranqué todas mis ropas hasta quedar totalmente desnuda. Tomé el
bálsamo que mi Señor me había otorgado y unté mi cuerpo con él. Después
cerré mis ojos, y me dispuse a esperar la caricia de un rayo de luna.
A
los pocos minutos, cuando la luz cayó sobre mí, mi cuerpo se elevó y
partió velozmente por la ventana. Llegué a las nubes en un instante y
seguí cabalgando, viendo cómo otras hermanas acudían al Sabat, procedentes de todos los rincones de la región.
Ellas
gritaban saludándome, porque en mi frente reconocían la señal de ser la
favorita de Satán. Y yo respondía con carcajadas, agradeciendo la dulce
envidia que sentían, enorgulleciéndome de saber que la fiesta era en mi
honor.
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Mi
cuerpo descendió en un claro del bosque, dónde ya se habían reunido
siete veces siete brujas y trece magos. Satán no estaba aún presente, y
su altar estaba cubierto sólo por la piel de un macho cabrío negro. Me
reuní con todos, agradeciendo con sonrisas la cortesía con que me
acogían, por ser la Elegida de nuestro Señor y Amo.
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Pocos
minutos después llegaron todas las Hermanas. El gran Mago se adelantó
entonces hacia el centro del altar y me hizo señas de que me adelantase.
Tenía en las manos un gallo negro, con cresta roja, que se agitaba pero
sin mover las alas.
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Me
tendí sobre el frío altar y el Mago alzó el gallo sobre mi cuerpo.
Luego, mientras él entonaba las letanías satánicas, que todos coreaban
con devoción, degolló al gallo y dejó que la sangre cayese por mis
pechos, derramándose sobre mi vientre y mis caderas.
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Entonces
se oyó un tronar muy profundo y todos guardaron respetuoso silencio. El
Gran Mago anunció:_ ¡El Señor acude a la cita! ¡El invencible viene a
nosotros!Un coro de voces acompañó las palabras del Mago. Todos los que
allí estaban avanzaron brincando hacia el altar, para pasar sus manos
por mi cuerpo y mojarlas en la sangre en que estaba bañada. Después
comenzaron a besarse entre ellos. El Gran Mago se inclinó sobre mí y
murmuró:_ Ha llegado para ti el gran momento. Ésta es vuestra hora.
¿Estáis dispuesta a ser poseída por vuestro Dueño?
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Apenas
hube respondido que sí cuando a mis ojos se apareció el propio Satán.
Sus ojos brillaban como tizones del infierno, y el vello que lo cubría
era negro como la noche. Su aliento era ardiente y abrasó mi boca cuando
me besó. Luego mis labios se cerraron y de mi garganta brotó un grito
terrible. Mi Señor me estaba poseyendo.Sentía cómo las escamas de su
sexo eran suaves y a la vez lacerantes. Pero no gritaba de dolor, sino
por el supremo placer que sentía. Mi cuerpo se hundió en la dicha.
Primero fue un estremecimiento de frío. Luego el calor me inundó. Ya era
la esclava de Satán.
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Mi
Amo había tomado violenta posesión de mí. Ya le pertenecía por
completo. Me había penetrado bruscamente, produciendo el dolor de mil
desgarramientos internos, pero a la vez me llenaba colmando todo vacío,
no dejando lugar más que para su presencia. Aullaba, se retorcía,
lanzaba alaridos; y yo le hacía eco. Todos mis deseos se sumergían en
aquel éxtasis de satisfacción y placer.
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Cuando
él me dejó, la calma volvió a mí poco a poco. Estaba extenuada y me
sentía herida , pero a la vez orgullosa de haber sido gozada por El
Señor del Abismo.
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El
rugir de las olas que me habían sepultado dejó paso a un rumor, que aún
sonaba lejano, pero que iba haciéndose más intenso a medida que me
recobraba.
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El
Gran Mago vino hacia mí y me tomó de las manos, ayudándome a ponerme de
pie; y me dijo:_Contempla ahora a los que son ya vuestros ciervos.
Saben que eres Su esposa, y te reconocerán como su Reina.
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Miré
a mi alrededor y vi que todos, brujos y brujas, estaban abrazados,
enlazados, revolcándose por el suelo. Se unían en las formas más
insólitas y prohibidas. Unas brujas copulaban entre ellas, siendo al
mismo tiempo sodomizadas por los brujos. Dos de éstos se unían como
perros, besados a un tiempo por las Hermanas más viejas y desdentadas,
que aullaban para que alguien las poseyese.
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El
Mago lanzó un rugido que dominó a toda la fiesta, todos los ruidos y
gemidos se apagaron , las gargantas quedaron mudas, nadie osó moverse,
cuando él habló:_ Satán, nuestro Padre, acaba de darnos una Reina.
¡Venid y adoradle!Recitando las letanías se pusieron en fila y vinieron a
mí, uno tras otro. Los brujos primero, las Hermanas después. Todos se
arrodillaron para colocar las palmas de sus manos en mi cintura y besar
luego el Altar donde se había consumado la infernal cópula.Docenas de
ávidas lenguas me rindieron el homenaje que me debían cómo a su Reina. Y
yo, sintiéndome la Elegida, experimenté la gran sensación de aquel
privilegio que vuestras torturas y hogueras jamás podrán quitarme. Era
la Reina del Sabat.
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Después,
brujos y brujas se alejaron y partieron hacia las nubes, abandonando el
claro del bosque. El Gran Mago me rindió una última pleitesía y me
acompañó por los aires. Cabalgamos sobre la Noche hasta regresar a mi
casa. Llegué cuando las luces del amanecer comenzaban a insinuarse en el
cielo, apenas entré por la ventana, caí al suelo, desvanecida.
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