Egipto, el año de Hathor.
-Los dioses son crueles con la humanidad, es cierto, nos dieron vida y tierras pero no es justo que nos azoten con esa saña.
Blasphemed era un hombre fuerte y vigoroso, el líder de la revolución, y es que el y su ejercito querían derrocar a los dioses, había retado a Ra el dios sol y supremo, pero en el fondo tenia algo de miedo, su esposa e hijos podrían sufrir las consecuencias de sus actos y nada, absolutamente nada podría ser peor, ahora sentado en su butaca intentaba convencerse a si mismo de no dar un paso atrás, de no dejarse vencer antes de la batalla.
Los magos de todo Egipto estaban de su parte, eso los hacia mas fuertes, ellos sabían todo acerca de los dioses.
Se escucho un ruido proveniente del cielo, se levanto de un salto y salio de su choza, vio el azul añil del cielo convertirse en un remolino negrusco con un toque rojo aquel escenario atraía la atención de todos en la aldea y, seguramente de todo Egipto.
Una voz masculina cargada de crueldad, fría como las rocas acuchilló el aire
-Detengan su rebelión, no quiero cobrar vidas, ya saben que su causa es inútil, sus fuerzas son poco para nosotros.
La fiera de guerra se apodero de Blasphemed:
-No nos detendremos, de que te sirve conservar las vidas si estas son desdichadas, si cada día pesa más que el anterior, ¡Mi gente se desangra, muerta en vida y tú piensas que no es nada Ra!
- Blasphemed, si quieres guerra, guerra tendrás…
El remolino que se había formado en el cielo se abrió y un rayo cayo sobre la choza de Blasphemed, un terrible ser se mostró ante sus ojos, una especie de humana con facciones hermosas y a la vez terribles, sus ojos de un verde resplandeciente contrastaba a la perfección con su pálida piel y su negro cabello que caía con suaves ondas sobre sus hombros, hubiera sido hermosa de no ser porque tenía el rostro deformado de ira, tenia la boca abierta y mostraba unos colmillos enormes, irradiaba odio; la reconoció enseguida, era lo único que podía impedir su victoria: la terrible Sekhmet.
La aldea entera se había quedado en silencio, un grito lejano desato el terror y la muchedumbre corrió para salvarse, los ojos de Sekhmet brillaron con un tinte sanguinario, asesino…
Bastaron solo unos días para que Sekhmet devastara el ejército, los guerreros morían desangrados mientras la cruel vampira bebía su sangre, y entre mas bebía mas sed tenía…
Blasphemed había logrado sobrevivir y yacía moribundo en una cueva, temía ser encontrado por la vampira, aunque tanbien las posibilidades de salir de ahí integro eran nulas.
Cayó la noche y Blasphemed intento conciliar el sueño sin éxito, fue cuando vio a Sekhmet cerca, demasiado cerca de su escondite, trató de no moverse pero sabía que era inútil, ella olía su sangre. La vio, estaba tranquila, su arrolladora belleza se percibía aun más dado que el sus ojos no reflejaban ese brillo asesino y su boca se hallaba cerrada, sin mostrar sus mortíferos colmillos, ella sintió su mirada y volteó bruscamente hacia el lugar donde estaba Blasphemed sonriendo levemente, se arrodillo a su lado y lo miro
-Tu iniciaste la rebelión.- No era una pregunta sino una afirmación
- Si lo hice.- respondió Blasphemed débilmente
-Eres valiente, aprecio la valentía.
El hombre se sorprendió con aquella declaración-¿No me matarás?- preguntó
La vampira soltó una carcajada haciendo que sus colmillos se vieran claramente
–Nunca dije eso- le susurró al oído y arremetió contra el cuello del moribundo, el grito de dolor pero en cuestión de segundos ya con sintió nada y se dejo caer, lo último que sintió fue un líquido salado introduciéndose en su boca y vacío…
Sekhmet dejo caer el cuerpo ahora sin vida de Blasphemed vio su propia sangre saliendo de su muñeca mordida y un rastro de la misma en la boca de su víctima, era el último, había cumplido su misión, ya no quedaba nadie del ejercito de rebeldes, no por ahora, sonrío mentalmente al ver a Blasphemed, sería como ella estaba segura, sería lindo tener su compañía eterna una vez que el reviviera.
Sintió sed mucha sed, cerró los ojos para buscar sangre con el olfato no alcanzo a percibirla, pensó en transformarse, esos idiotas de los dioses le habían otorgado tantos poderes que era imposible detenerla, pensó, se transformo en un cuervo; voló, su vuelo no era como el de cualquier animal sino mas rápido y elegante.
Divisó en poco tiempo una laguna rojiza, descendió y olió la sangre, una sed insoportable se apoderó de ella, sus ojos despidieron ese brillo asesino que tanto la caracterizaba, todos sus sentidos se deleitaron ante ese olor. Un leve desasosiego se apoderó de su mente ¿Que hacia ahí esa sangre? ¿Quién la había dejado?, la respuesta vino a su mente: Tal vez era una trampa o una recompensa de los dioses, reflexionó, los humanos no pudieron haber echo eso no se atreverían a matar tanta gente para una trampa en la que probablemente no caería y los dioses no lo harían porque ella era su creación y mas poderosa que ellos y los venenos no la dañaban, no esa sangre no le haría daño, era una recompensa.
Bebió de ella intentando saciar su sed pero no lo logró cuando se dio cuenta ya no quedaba y su sed era inmensa, desesperada miro a su alrededor y oyó un ligero tintineo, los dioses la llamaban, debía ir.
Ya en la Heliópolis, morada de los dioses, la figura del dios sol Ra se presento ante ella, no le agrado ver al dios, nunca era grato verlo, tal vez el percibió eso puesto que su cabeza de halcón se giro hacia ella, el disco solar moviéndose hacia con esta, y hablo con su potente y fría voz.
- Nunca te agrade lo sé, aun así me obedeciste y mataste a Blasphemed, pero antes de eso destruiste un ejército y a la mitad del pueblo de Egipto, eso me tiene descontento, no actuaste como quería.
-Lo maté y eso debería bastarte Ra- dijo la vampira con odio
-No debiste matar tanta gente-afirmo el dios con una calma que a Sekhmet le pareció desesperante.
-Todo, absolutamente todo es culpa tuya y de esos idiotas que se hacen llamar dioses, ustedes me convirtieron en esto, ustedes hicieron que sintiera esta sed insaciable. Le grito descontrolada la vampira y se lanzo hacia el, pero una barrera de fuerza le impidió tocar al dios, soltó un grito de rabia que le causo risa a Ra
-Siempre tan impulsiva, incontrolable, por eso los dioses decidimos que tus servicios...
-¡Favores! Yo no sirvo a nadie soy libre y mas poderosa que tu y tus dioses- escupió Sekhmet.
Ra rió de nuevo y se corrigió-Tus favores Sekhmet, ya no son necesarios- La vampira se sorprendió de las palabras de Ra, “No” susurro mentalmente, pero rápidamente recobro su compostura
-No me puedes matar soy inmortal- afirmo con vehemencia.
-Claro que no puedo matarte, pero tus sanguinarios días acabaron-dijo Ra y al ver que la vampira no comprendía agregó- La sangre del lago la que bebiste contiene varias cosas que cambiarán tu modo de vida, no tardan en hacer efecto.
La vampira lo miro unos momentos y luego una lagrima de emoción corrió por su mejilla y una sonrisa autentica ilumino su rostro- ¿Me convertirás en humana?- pregunto con la ilusión reflejada en sus verdes ojos haciéndola ver tan humana que su belleza fue, por primera vez en mucho tiempo, completamente evidente y apreciada.
-No, cambiare tu mente- dijo Ra, su voz no sonó potente, mas bien se convirtió en un susurro, la poca muestra de humanidad que había aparecido en Sekhmet se desvaneció con la misma rapidez que había aparecido y una expresión extraña, mezcla de indignación, odio y tristeza apareció en su rostro deformándolo por completo y su lado de vampiro volvió a ella.
-¡No me puedes hacer eso!-grito como quien es torturado, se tomo la cabeza aterrada- no, no puedes-Afirmo y soltó un leve risa-Nadie puede hacer eso ni siquiera tu, ninguna magia me afecta y lo sabes ¡No puedes!-exclamo con un dejo de locura.
-No es magia.- dijo Ra y tras decir esas palabras desapareció.
Sekhmet sintió una gran felicidad inexplicable peor o mental sino en su corazón, su mente comenzó a volverse borrosa y ya no recordó nada, con su mente en blanco se dispuso a ser un sirviente más de Ra.
Tres días después Blasphemed sintió como su cuerpo reaccionaba lentamente, de repente abrió los ojos aspirando una bocanada de aire, sintió su cuerpo diferente, más fuerte, más ágil, sus sentidos más vivos y su piel mas fría; se miró las manos vio con horror que su piel era pálida, supo enseguida gracias a su ahora mas ágil mente, lo que sucedía, Sekhmet lo había transformado en vampiro, obviamente en uno no tan fuerte como ella, pero ¿Porque?, no encontraba explicación a la extraña actuación de la vampira.
Salió de la cueva con calma y sintió una sed inmensa, supo que no sería la primera vez que la sintiera, quería sangre, un olor llego hasta el, le pareció irresistible así que lo siguió vio un hombre bebiendo agua de un río, solo, quiso atacarlo y a la vez no, sus impulsos vencieron y ataco al hombre, bebió su sangre mientras sentía su sed apagarse poco a poco, se separo de el y lo vio muerto, se aterró al ver en lo que se había convertido.
El, Blasphemed, líder de rebelión, el, quien había retado a Ra, quien había defendido a su pueblo de los dioses, el, convertido en un vampiro, en un monstruo, se sintió asqueado de si mismo y se prometió a si mismo no aceptar por completo su naturaleza de vampiro
-Los dioses son crueles con la humanidad, es cierto, nos dieron vida y tierras pero no es justo que nos azoten con esa saña.
Blasphemed era un hombre fuerte y vigoroso, el líder de la revolución, y es que el y su ejercito querían derrocar a los dioses, había retado a Ra el dios sol y supremo, pero en el fondo tenia algo de miedo, su esposa e hijos podrían sufrir las consecuencias de sus actos y nada, absolutamente nada podría ser peor, ahora sentado en su butaca intentaba convencerse a si mismo de no dar un paso atrás, de no dejarse vencer antes de la batalla.
Los magos de todo Egipto estaban de su parte, eso los hacia mas fuertes, ellos sabían todo acerca de los dioses.
Se escucho un ruido proveniente del cielo, se levanto de un salto y salio de su choza, vio el azul añil del cielo convertirse en un remolino negrusco con un toque rojo aquel escenario atraía la atención de todos en la aldea y, seguramente de todo Egipto.
Una voz masculina cargada de crueldad, fría como las rocas acuchilló el aire
-Detengan su rebelión, no quiero cobrar vidas, ya saben que su causa es inútil, sus fuerzas son poco para nosotros.
La fiera de guerra se apodero de Blasphemed:
-No nos detendremos, de que te sirve conservar las vidas si estas son desdichadas, si cada día pesa más que el anterior, ¡Mi gente se desangra, muerta en vida y tú piensas que no es nada Ra!
- Blasphemed, si quieres guerra, guerra tendrás…
El remolino que se había formado en el cielo se abrió y un rayo cayo sobre la choza de Blasphemed, un terrible ser se mostró ante sus ojos, una especie de humana con facciones hermosas y a la vez terribles, sus ojos de un verde resplandeciente contrastaba a la perfección con su pálida piel y su negro cabello que caía con suaves ondas sobre sus hombros, hubiera sido hermosa de no ser porque tenía el rostro deformado de ira, tenia la boca abierta y mostraba unos colmillos enormes, irradiaba odio; la reconoció enseguida, era lo único que podía impedir su victoria: la terrible Sekhmet.
La aldea entera se había quedado en silencio, un grito lejano desato el terror y la muchedumbre corrió para salvarse, los ojos de Sekhmet brillaron con un tinte sanguinario, asesino…
Bastaron solo unos días para que Sekhmet devastara el ejército, los guerreros morían desangrados mientras la cruel vampira bebía su sangre, y entre mas bebía mas sed tenía…
Blasphemed había logrado sobrevivir y yacía moribundo en una cueva, temía ser encontrado por la vampira, aunque tanbien las posibilidades de salir de ahí integro eran nulas.
Cayó la noche y Blasphemed intento conciliar el sueño sin éxito, fue cuando vio a Sekhmet cerca, demasiado cerca de su escondite, trató de no moverse pero sabía que era inútil, ella olía su sangre. La vio, estaba tranquila, su arrolladora belleza se percibía aun más dado que el sus ojos no reflejaban ese brillo asesino y su boca se hallaba cerrada, sin mostrar sus mortíferos colmillos, ella sintió su mirada y volteó bruscamente hacia el lugar donde estaba Blasphemed sonriendo levemente, se arrodillo a su lado y lo miro
-Tu iniciaste la rebelión.- No era una pregunta sino una afirmación
- Si lo hice.- respondió Blasphemed débilmente
-Eres valiente, aprecio la valentía.
El hombre se sorprendió con aquella declaración-¿No me matarás?- preguntó
La vampira soltó una carcajada haciendo que sus colmillos se vieran claramente
–Nunca dije eso- le susurró al oído y arremetió contra el cuello del moribundo, el grito de dolor pero en cuestión de segundos ya con sintió nada y se dejo caer, lo último que sintió fue un líquido salado introduciéndose en su boca y vacío…
Sekhmet dejo caer el cuerpo ahora sin vida de Blasphemed vio su propia sangre saliendo de su muñeca mordida y un rastro de la misma en la boca de su víctima, era el último, había cumplido su misión, ya no quedaba nadie del ejercito de rebeldes, no por ahora, sonrío mentalmente al ver a Blasphemed, sería como ella estaba segura, sería lindo tener su compañía eterna una vez que el reviviera.
Sintió sed mucha sed, cerró los ojos para buscar sangre con el olfato no alcanzo a percibirla, pensó en transformarse, esos idiotas de los dioses le habían otorgado tantos poderes que era imposible detenerla, pensó, se transformo en un cuervo; voló, su vuelo no era como el de cualquier animal sino mas rápido y elegante.
Divisó en poco tiempo una laguna rojiza, descendió y olió la sangre, una sed insoportable se apoderó de ella, sus ojos despidieron ese brillo asesino que tanto la caracterizaba, todos sus sentidos se deleitaron ante ese olor. Un leve desasosiego se apoderó de su mente ¿Que hacia ahí esa sangre? ¿Quién la había dejado?, la respuesta vino a su mente: Tal vez era una trampa o una recompensa de los dioses, reflexionó, los humanos no pudieron haber echo eso no se atreverían a matar tanta gente para una trampa en la que probablemente no caería y los dioses no lo harían porque ella era su creación y mas poderosa que ellos y los venenos no la dañaban, no esa sangre no le haría daño, era una recompensa.
Bebió de ella intentando saciar su sed pero no lo logró cuando se dio cuenta ya no quedaba y su sed era inmensa, desesperada miro a su alrededor y oyó un ligero tintineo, los dioses la llamaban, debía ir.
Ya en la Heliópolis, morada de los dioses, la figura del dios sol Ra se presento ante ella, no le agrado ver al dios, nunca era grato verlo, tal vez el percibió eso puesto que su cabeza de halcón se giro hacia ella, el disco solar moviéndose hacia con esta, y hablo con su potente y fría voz.
- Nunca te agrade lo sé, aun así me obedeciste y mataste a Blasphemed, pero antes de eso destruiste un ejército y a la mitad del pueblo de Egipto, eso me tiene descontento, no actuaste como quería.
-Lo maté y eso debería bastarte Ra- dijo la vampira con odio
-No debiste matar tanta gente-afirmo el dios con una calma que a Sekhmet le pareció desesperante.
-Todo, absolutamente todo es culpa tuya y de esos idiotas que se hacen llamar dioses, ustedes me convirtieron en esto, ustedes hicieron que sintiera esta sed insaciable. Le grito descontrolada la vampira y se lanzo hacia el, pero una barrera de fuerza le impidió tocar al dios, soltó un grito de rabia que le causo risa a Ra
-Siempre tan impulsiva, incontrolable, por eso los dioses decidimos que tus servicios...
-¡Favores! Yo no sirvo a nadie soy libre y mas poderosa que tu y tus dioses- escupió Sekhmet.
Ra rió de nuevo y se corrigió-Tus favores Sekhmet, ya no son necesarios- La vampira se sorprendió de las palabras de Ra, “No” susurro mentalmente, pero rápidamente recobro su compostura
-No me puedes matar soy inmortal- afirmo con vehemencia.
-Claro que no puedo matarte, pero tus sanguinarios días acabaron-dijo Ra y al ver que la vampira no comprendía agregó- La sangre del lago la que bebiste contiene varias cosas que cambiarán tu modo de vida, no tardan en hacer efecto.
La vampira lo miro unos momentos y luego una lagrima de emoción corrió por su mejilla y una sonrisa autentica ilumino su rostro- ¿Me convertirás en humana?- pregunto con la ilusión reflejada en sus verdes ojos haciéndola ver tan humana que su belleza fue, por primera vez en mucho tiempo, completamente evidente y apreciada.
-No, cambiare tu mente- dijo Ra, su voz no sonó potente, mas bien se convirtió en un susurro, la poca muestra de humanidad que había aparecido en Sekhmet se desvaneció con la misma rapidez que había aparecido y una expresión extraña, mezcla de indignación, odio y tristeza apareció en su rostro deformándolo por completo y su lado de vampiro volvió a ella.
-¡No me puedes hacer eso!-grito como quien es torturado, se tomo la cabeza aterrada- no, no puedes-Afirmo y soltó un leve risa-Nadie puede hacer eso ni siquiera tu, ninguna magia me afecta y lo sabes ¡No puedes!-exclamo con un dejo de locura.
-No es magia.- dijo Ra y tras decir esas palabras desapareció.
Sekhmet sintió una gran felicidad inexplicable peor o mental sino en su corazón, su mente comenzó a volverse borrosa y ya no recordó nada, con su mente en blanco se dispuso a ser un sirviente más de Ra.
Tres días después Blasphemed sintió como su cuerpo reaccionaba lentamente, de repente abrió los ojos aspirando una bocanada de aire, sintió su cuerpo diferente, más fuerte, más ágil, sus sentidos más vivos y su piel mas fría; se miró las manos vio con horror que su piel era pálida, supo enseguida gracias a su ahora mas ágil mente, lo que sucedía, Sekhmet lo había transformado en vampiro, obviamente en uno no tan fuerte como ella, pero ¿Porque?, no encontraba explicación a la extraña actuación de la vampira.
Salió de la cueva con calma y sintió una sed inmensa, supo que no sería la primera vez que la sintiera, quería sangre, un olor llego hasta el, le pareció irresistible así que lo siguió vio un hombre bebiendo agua de un río, solo, quiso atacarlo y a la vez no, sus impulsos vencieron y ataco al hombre, bebió su sangre mientras sentía su sed apagarse poco a poco, se separo de el y lo vio muerto, se aterró al ver en lo que se había convertido.
El, Blasphemed, líder de rebelión, el, quien había retado a Ra, quien había defendido a su pueblo de los dioses, el, convertido en un vampiro, en un monstruo, se sintió asqueado de si mismo y se prometió a si mismo no aceptar por completo su naturaleza de vampiro
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