Vampiros del Norte Europeo.
Siempre que se habla de vampiros
uno se predispone a ser transportado al ignoto este de Europa, a sentir
la humedad de los sombríos bosques, las frías noches de los Balcanes.
Sin embargo, el vampiro es inherente a toda la mentalidad indoeuropea, su leyenda
florece en toda Europa; con diferentes colores y matices, es cierto;
pero generando el mismo horror y la misma atracción. El problema radica
en que para la mayoría de la gente, los mitos
del norte europeo son sinónimo de "hadas"; nada más lejos de la
realidad. Veremos que las tierras del norte esconden secretos de sangre,
seres ávidos y crueles recorren los caminos al amparo de la noche;
espíritus ominosos deambulan por parajes desolados, con la tristeza como
compañera, y la melancolía como bastón. Demos un paso, entremos en la
noche, y veamos qué secretos nos revela la oscuridad.
Draugr.
El Vampiro Nórdico.
El Vampiro Nórdico.
El Draugr es un vampiro que adquiere forma física en los sepulcros de los vikings, y generalmente, se trataban de guerreros muertos, famosos por su infamia en las batallas.
Los nórdicos quemaban sólo a los soldados virtuosos, con la esperanza de que sus espíritus asciendan junto con el humo hacia el dorado Valhal, pero los guerreros y civiles, cuyo sadismo estaba probado, eran enterrados. Estas almas condenadas a veces reanimaban el cadáver en el que una vez habían habitado, recorriendo la noche sin aventurarse demasiado lejos de sus tumbas.
Son vampiros verdaderamente sanguinarios: se alimentan de sangre (cuando pueden conseguirla) o de la carne putrefacta de los cadáveres. Sólo pueden ser aniquilados por un héroe, es decir; por un hombre cuyo valor y coraje estén fuera de toda duda, ya que las armas no les provocan daño alguno (Esto queda claro en la Saga de Gripssonar). Una vez vencido, el vampiro era decapitado.
Para prevenir el levantamiento de este vampiro existen varias técnicas: atar los dedos de los pies del cadáver de quien se sospecha que podría ser un vampiro, dejar una tijera abierta sobre el pecho del difunto o esconder algunas ramas pequeñas entre sus ropas.
Hay quién afirma que la palabra draugr está emparentada con dragón. Basándonos en las similitudes entre estos dos seres, la teoría no parece descabellada: ambos viven en reductos oscuros, aman los tesoros y sólo pueden ser vencidos por héroes. Lo curioso es que la palabra dragón, en el latín vulgar hablado al este de los Cárpatos, "dragón" se pronunciaba Dracul.
Otro bello texto dónde se puede ver el terror que causaban estos vampiros es en la Saga de Grettir.
Bluatsauger, el Vampiro alemán.
Se trata del vampiro clásico de Alemania. Su nombre puede traducirse al inglés como Bloodsucker, "chupasangre".
De aspecto pálido y siniestro, este vampiro se alimenta sólo de sangre, tanto humana cómo animal. Generalmente se trata de difuntos sin bautizar o adeptos a la magia negra. Se sabe que gritar el nombre del Señor los ahuyenta inexorablemente.
Casi siempre las intervenciones de este vampiro en las leyendas populares son precedidas por algún brote de enfermedad. Generalmente se acusaba de ser un Bluatsauger al primero en morir durante una plaga.
Uno de los medios para impedir que el sospechoso de ser un vampiro se levante de la tumba, era colocarle un racimo de uvas debajo del mentón; aunque a veces sólo bastaba con ponerle una moneda o una piedra en la boca.
Todos estos métodos, curiosamente, no impiden la transformación de un cadáver en vampiro, sino que anulan su capacidad de moverse, y por lo tanto, de salir de su sepulcro. Es decir, para matar a un vampiro siempre hay que confrontarlo, no es posible eliminarlo antes de su metamorfosis, precisamente porque antes de alzarse como vampiro, es simplemente un cadáver.
Todos sabemos lo complicado que resulta matar algo que carece de vida; y este detalle no pasó desapercibido para aquellos pueblos que creen en vampiros. Allí radica el motivo por el que abundan métodos y medicinas tradicionales cuyo único fin es limitar a la tumba la existencia del vampiro.
De hecho, y salvo algunas pocas variantes, las formas de matar a un vampiro fuera de su sepulcro son siempre las mismas: las estacas, el fuego, el vinagre, y no mucho más.
El Vampiro de Bavaria.
Nachtzehrer.
Nachtzehrer.
Estos vampiros
están asociados a las enfermedades y plagas. Su comportamiento es muy
simple, casi podríamos decir que se trata de un autómata: su único móvil
es alimentarse; instinto que lo lleva a cometer verdaderas
aberraciones.
Desde que este vampiro
es enterrado, sólo pasan unas horas hasta que adquiere control sobre
las facultades nocturnas, que no son muchas por cierto. En su naturaleza
habita un apetito voraz, nada puede distraerlo de su búsqueda quimérica
de saciar el vacío que corroe su estómago. De hecho, lo primero que
ingiere tras despertar en su tumba, es su mortaja.
Cómo vampiro
tiene una existencia breve, ya que su eterno estado famélico lo lleva a
cometer verdaderos desmanes en el ganado, situación que los campesinos
se resisten a tolerar. Pronto es emboscado, y puede ser aniquilado con
armas normales.
Puede detectarse a este vampiro de Bavaria mediante ciertas marcas que algunos niños muestran en sus cabezas. Luego se le añaden a las leyendas
algunas características un tanto absurdas: como su capacidad para
transformarse en cerdo, la falta del ojo derecho, etc. Está asociado a
las enfermedades epidémicas, y es sabido que tiene la poco saludable
tendencia a masticar y comer sus propias extremidades.
El Vampiro del Beowulf.
Grendel.
Grendel.
Quizás sea el más conocido de los vampiros del norte. Se individualizó a partir de la epopeya inglesa Beowulf, en dónde se dice que es un Troll, pero en las tradiciones danesas, Grendel es un ser que nada tiene que ver con los Trolls, salvo en su afición por la carne humana.
El poeta anónimo que lo inmortalizó en el Beowulf, nos dice que pertenece a la raza de Caín, sin dudas para darle al escrito un carácter más católico, aunque todos los especialistas coinciden en que la trama es sin duda muy antigua, y por lo tanto, profundamente pagana.
Es un vampiro de dimensiones sobrehumanas y de carácter púramente sobrenatural; es decir, nadie puede convertirse en un Grendel. Odian el sonido de las campanas, las armas no los dañan; y cuando atacan lo hacen sin piedad; pueden llegar a diezmar poblaciones enteras.
En algunas crónicas medievales se habla de los ataques sufridos por algunos monasterios suecos, en dónde se llegó a atribuirles a estos seres más de 200 muertos en una noche. No se conforman sólo con beber sangre, sino que aman la carne humana, incluso la de los difuntos.
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