“En México, el satanismo no es una
religión autóctona. Es una religión importada de Estados Unidos y
Europa que cobra popularidad más recientemente con la globalización".
Tal es una de las conclusiones del estudio La clasificación del
satanismo en México, elaborado por el Centro de Investigación del
Instituto Cristiano de México (ICM).
Actualizada en septiembre
pasado, la investigación señala que en los últimos 12 años ha habido un
"resurgimiento" del satanismo en algunos países europeos, en Estados
Unidos y México.
Precisa: "En México se ha
detectado mayor incremento en los estados de Nuevo León, Tamaulipas y
Chihuahua. Así mismo, en el sureste mexicano y en zonas de la costa
donde se sincretiza con otras creencias de sustrato ocultista. Las
grandes ciudades, como el Distrito Federal, Guadalajara y Monterrey,
han visto un incremento de todas las clasificaciones de satanismo,
aunque, en general, su práctica continúa siendo marginal, relativamente
hablando".
Así lo define:
"El satanismo está clasificado como una religión centrada en el culto y devoción a Satanás o Lucifer. El satanismo es un sistema de creencias que se expresa en símbolos, rituales, liturgias, y se sustenta en tradiciones, doctrinas y libros considerados sacros por sus adeptos. En este sistema de creencias, el personaje central al que se le rinde culto es Satanás."
Y aclara que esta religión
tiene raíces judeocristianas, al igual que la católica: "La deidad, en
este caso, se toma de la tradición judeocristiana clásica que
representa a Satanás como una figura que encarna el Mal Absoluto en
oposición a Dios, representación del Bien Absoluto".
Según el estudio, en México
hay cuatro tipos de satanismo: de iniciación informal,
comercial-religioso, satanismo no tradicional y, por último, el
tradicional, más elaborado y en el que ya se practican las llamadas
misas negras.
Sobre el primero, refiere:
"Este tipo de satanismo tiene vigencia desde la revolución contracultural de los años sesenta y es el más popular entre jóvenes y adolescentes. Generalmente, son iniciados de manera informal a través de literatura, amistades o influencias culturales musicales que propagan una filosofía satanista light con fines comerciales y de entretenimiento."...Se trata, la mayoría de las veces, de una etapa de exploración, mediada frecuentemente por imitación y presión grupal. Las prácticas más comunes a este nivel incluyen el pintar paredes de templos con simbología satánica (pentagrama invertido, el número 666 y cruces invertidas, por ejemplo). También abarca el profanar tumbas en cementerios y, en algunos casos, realizar sacrificios de animales - gatos y perros son comunes - con el fin de obtener el favor de Satanás o para iniciarse en la práctica del satanismo. La recitación de textos y rezos católicos al revés es también común."
Aunque este primer nivel "no
es muy elaborado", dice, constituye "un peldaño" para que los jóvenes
mexicanos se muevan más allá del "discurso contracultural" y de los
"pequeños actos vandálicos".
Con la ley o con el crimen
Respecto del satanismo
"comercial-religioso" en México, el estudio plantea: "Las prácticas en
este nivel tienen un énfasis más litúrgico y centrado en el estudio de
textos y en la asistencia a un edificio o local, definido como templo o
iglesia satánica (...) En México, el satanismo comercial-religioso es
marginalmente popular en círculos de artistas y entre algunos
personajes de la política, o en personas con poder adquisitivo en
búsqueda de poderes sobrenaturales para atraer dinero, éxito sexual, o
causar maldiciones a rivales".
Estos grupos "procuran no
violar las leyes penales y civiles", pues esto podría afectar "sus
intereses" y su "imagen pública". De ahí que sus prácticas satánicas
sean muy discretas y con cierto tinte snob. Por lo general, hacen una
trasplantación en México de la "cultura hedonista" estadunidense. Fue
precisamente en Estados Unidos, en la ciudad de San Francisco, donde se
erigió la primera Iglesia de Satanás, fundada por Anton Szandor La
Vey en 1966 y protegida por las leyes de ese país.
Es un satanismo más
institucionalizado y fuertemente influido por la mercadotecnia, pues
"para ganar popularidad y legitimidad social se comercializa y anuncia
como un producto o franquicia. Sus logotipos y materiales se encuentran
bajo copyright y se vende el derecho de membresía en 200 dólares,
asegurando absoluta confidencialidad".
En cuanto al satanismo no tradicional, "las personas o grupos que se
encuentran en esta categoría fundan su ideología alrededor de la
interpretación particular del satanismo de algún líder solitario". Lo
practican "grupos pequeños y aislados", por lo que escapan fácilmente a
los "controles institucionales", a la "detección de la comunidad" y de
los "sistemas de seguridad pública", ya que en sus rituales llegan al
extremo de "cometer crímenes al inmolar a menores o a adultos". De ahí
que "este es el nivel de satanismo con mayor incidencia delictiva".
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Además, la dinámica de estos
grupos "es poco predecible, por el rígido control que ejerce el líder
principal o sumo sacerdote", así como por el "sistema de complicidades
mutuas que tienden a desarrollar sus miembros".
Advierte el estudio del ICM que estos grupos "pueden llegar a convertirse simultáneamente en pequeñas organizaciones criminales. Se han detectado en México grupos compactos de policías judiciales inmiscuidos en este tipo de satanismo".
Advierte el estudio del ICM que estos grupos "pueden llegar a convertirse simultáneamente en pequeñas organizaciones criminales. Se han detectado en México grupos compactos de policías judiciales inmiscuidos en este tipo de satanismo".
En la familia
El "tradicional" es el cuarto
tipo de satanismo detectado en México, y una de sus principales
características es que se transmite generacionalmente a través del
núcleo familiar:
"En este tipo de satanismo, la religión se propaga dentro del núcleo familiar, transmitiéndose de una generación a otra, a través de los años. Tiene influencias filosóficas clásicas luciferinas de autores como Albert Pike, Aleister Crowley y, más recientemente, Anton La Vey."
"Por lo general, se trata de una religión limitada al círculo familiar extendido. Las generaciones siguientes de satanistas son iniciadas desde la infancia o juventud temprana a través de la simbología y de prácticas como el beber sangre de animales, invocaciones con el iniciado acostado en medio de un pentagrama invertido pintado en el piso, y hacer juramentos.""Por lo general, las familias que practican esta variante de satanismo generacional-tradicional tienen un altar ceremonial con símbolos alusivos. En algunos casos extremos, la iniciación puede incluir abusos sexuales o la ingesta de excreciones corporales, como orina y heces fecales. Las llamadas misas negras son llevadas a cabo en temporadas especiales."
En la clasificación del
satanismo en México se explica que los sacrificios humanos son comunes
debido a que "entre mayor sufrimiento tenga la víctima, se libera más
energía, de la cual el satanista se apropia para transformarla en
poderes sobrenaturales. Al mismo tiempo, la crueldad es la antítesis de
la compasión y, por ende, entre más sufrimiento se ocasiona, se
complace más a la deidad del culto, en este caso Satanás, quien
recompensará a sus seguidores".
Muchas veces, advierte la investigación, se confunden los crímenes satánicos con los ejecutados por bandas delictivas:
Jorge Erdely, director académico del
Centro de Investigación del ICM y quien coordinó el estudio, agrega que
"en otros países ya existen cuerpos policiacos especiales para
investigar exclusivamente los crímenes satánicos. En México, ni siquiera
la Secretaría de Gobernación tiene idea de la magnitud del problema,
mucho menos está en condiciones de tener un control".
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La policía judicial mexicana,
dice, ignora los tipos de homicidios, de mutilaciones y de abusos
sexuales de los grupos satánicos. Y expresa convencido:
"Un gran número de abusos sexuales en este país está ligado a los ritos satánicos. En Estados Unidos, el delito se tipifica como abuso ritual. El gobierno mexicano debe considerar a estos grupos como delictivos."
Desde hace años, el avance de
los grupos satánicos tiene en alerta a la Conferencia del Episcopado
Mexicano. En 1997, el entonces secretario general de este máximo
organismo de la cúpula eclesiástica, Ramón Godínez Flores, advertía:
"Estos grupos proliferan sobre todo en la frontera norte. En sus misas negras sacrifican a seres humanos y cometen otros graves actos inmorales. También llegan a utilizar hostias y alguna cruz sagrada" (Proceso 1064).
Por su parte, la investigadora
Pilar Salamullana, en su libro Sectas satánicas, documentó las
operaciones en México de dos sectas satánicas: los Hijos del Fuego y
Santería Cristiana.
Los integrantes de la primera
-que opera también en Estados Unidos y Francia- se distinguen porque
adoran a Lucifer mediante la invocación a los difuntos, las prácticas
sexuales y los tatuajes del número 666 en el pecho.
A la segunda secta, cuyos
líderes fueron Adolfo de Jesús Constanzo y Sara Villarreal -conocida
como La Doncella de Satán -, se le descubrieron dos capillas en el
rancho Santa Elena, en Matamoros, Tamaulipas, y ocho centros en la
Ciudad de México. En éstos se encontraron huellas de sus rituales:
altares, velas, carne humana cortada en rodajas, vasijas con cerebros
humanos, cabezas de cabra y plumas de gallina.
Los adeptos de ambas sectas,
se dice, son narcotraficantes mexicanos y estadunidenses que, además,
practican el canibalismo, la magia negra y el vudú.
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