Llamada poéticamente La Diana de Galia, Noctícula es el gran exponente de las vampiresas de Francia durante la Edad Media, heredera de Bensozia, una vampiresa cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos.
Su culto como Diosa de los Vampiros alcanza su apogeo en el siglo XII, aunque jamás fue una entidad popular en los aquelarres, debido, quizá, a su insaciable necesidad de sangre humana.
Noctícula fue, según anota Weyer en el De Praestigiis Daemonum, consorte de Asmodeo y Belcebú, a quienes obligaba a solicitar sacrificios a sus devotos, ya que ella se mostraba amable y piadosa con los suyos.
El ciclo de alimentación de Nocticula se corresponde con las fases lunares. De todas las criaturas vampíricas mencionadas en la edad media ella es, sin dudas, la poseedora de la dieta más abominable. Weyer señala que se organizaban sacrificios aberrantes frente a ella: una escultura de piedra tosca, deforme y contrahecha, con las fauces abiertas en un aullido de hambre perpetua. Allí se depositaban las extremidades descuartizadas de sus ofrendas, que luego eran prolijamente regurgitadas por la diosa para que su pueblo pueda degustar las mismas viandas infernales.
Pero cuando el horror y el paroxismo alcanzaban un nivel insoportable, Noctícula (siempre siguiendo a Weyer) restauraba mágicamente los cuerpos seccionados y semidigeridos, devolviéndolos a las madres que, aterradas, eran obligadas a observar todo el ceremonial.
El culto a Noctícula fue relativamente popular al sur de Francia, y estaba integrado únicamente por mujeres. Esta diosa de los vampiros no aceptaba hombres entre sus devotos, de hecho, bastaba que su nombre sea pronunciado por labios masculinos para que éste no viese la luz de un nuevo día. Lógicamente, los hombres tomaban toda clase de precauciones para nombrarla frente a las mujeres, esposas e hijas incluidas. Nunca se sabía, ni se sabe, quien pueda ser depositaria de este extraño culto vampírico.
Sobre las ceremonias de Noctícula poco se sabe. Sólo que se realizaban al amparo de la noche y los árboles. Las mujeres llegaban a caballo al punto de reunión, y antes de ingresar debían firmar El libro de las sombras, una suerte de contrato por el que las iniciadas ya no se consideraban humanas, sino vampiresas.
En el siglo XVIII ciertos eruditos franciscanos afirmaron haber encontrado un Libro de las Sombras perteneciente a las ceremonias de Nocticula, aunque poco y nada ha trascendido de su contenido, sólo que señala los nombres de varias iniciadas y sacerdotizas, junto con algunos ritos y rituales que la prudencia exige ominir.
Su culto como Diosa de los Vampiros alcanza su apogeo en el siglo XII, aunque jamás fue una entidad popular en los aquelarres, debido, quizá, a su insaciable necesidad de sangre humana.
Noctícula fue, según anota Weyer en el De Praestigiis Daemonum, consorte de Asmodeo y Belcebú, a quienes obligaba a solicitar sacrificios a sus devotos, ya que ella se mostraba amable y piadosa con los suyos.
El ciclo de alimentación de Nocticula se corresponde con las fases lunares. De todas las criaturas vampíricas mencionadas en la edad media ella es, sin dudas, la poseedora de la dieta más abominable. Weyer señala que se organizaban sacrificios aberrantes frente a ella: una escultura de piedra tosca, deforme y contrahecha, con las fauces abiertas en un aullido de hambre perpetua. Allí se depositaban las extremidades descuartizadas de sus ofrendas, que luego eran prolijamente regurgitadas por la diosa para que su pueblo pueda degustar las mismas viandas infernales.
Pero cuando el horror y el paroxismo alcanzaban un nivel insoportable, Noctícula (siempre siguiendo a Weyer) restauraba mágicamente los cuerpos seccionados y semidigeridos, devolviéndolos a las madres que, aterradas, eran obligadas a observar todo el ceremonial.
El culto a Noctícula fue relativamente popular al sur de Francia, y estaba integrado únicamente por mujeres. Esta diosa de los vampiros no aceptaba hombres entre sus devotos, de hecho, bastaba que su nombre sea pronunciado por labios masculinos para que éste no viese la luz de un nuevo día. Lógicamente, los hombres tomaban toda clase de precauciones para nombrarla frente a las mujeres, esposas e hijas incluidas. Nunca se sabía, ni se sabe, quien pueda ser depositaria de este extraño culto vampírico.
Sobre las ceremonias de Noctícula poco se sabe. Sólo que se realizaban al amparo de la noche y los árboles. Las mujeres llegaban a caballo al punto de reunión, y antes de ingresar debían firmar El libro de las sombras, una suerte de contrato por el que las iniciadas ya no se consideraban humanas, sino vampiresas.
En el siglo XVIII ciertos eruditos franciscanos afirmaron haber encontrado un Libro de las Sombras perteneciente a las ceremonias de Nocticula, aunque poco y nada ha trascendido de su contenido, sólo que señala los nombres de varias iniciadas y sacerdotizas, junto con algunos ritos y rituales que la prudencia exige ominir.
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