Experiencias
PersonalesCarta
VI
Existen en la naturaleza
misterios innumerables que desea el hombre descubrir. La creencia de que
existen ciertas sociedades en posesión de secretos determinados que podrían, si
quisiesen, comunicar a otras personas que no han llegado al grado de desarrollo
espiritual de los que las constituyen es una creencia errónea. El hombre que
cree que el verdadero saber puede ser obtenido por medio de favores, en lugar
de por desarrollo espiritual, cesa de esforzarse en lograr su propia evolución
y se une a sociedades secretas o a iglesias, esperando con ello obtener algo
que no se merece; pero siempre el final es para él un desencanto.
En el verano de 1787,
estando yo sentado en uno de los bancos de los jardines cercanos al castillo de
Burg en Munich, y pensando profundamente acerca de lo anterior, vi a un
extranjero de aspecto digno e imponente, bien vestido, sin la menor clase de
pretensiones, paseándose por una de las calles del jardín. Algo había en él que
atrajo mi atención; quizás fue la tranquilidad suprema de su alma que se
reflejaba en sus ojos. Su cabello era gris, pero su mirada era tan bondadosa
que, cuando pasó por delante de mí, instintivamente llevé la mano al sombrero,
saludándome él también de un modo muy amable. Me sentí impulsado a seguirle y a
hablarle, pero no teniendo la menor excusa para hacerlo, me contuve, y el
extranjero desapareció.
Al día siguiente, y poco más
o menos a la misma hora, volví al mismo sitio, esperando encontrar de nuevo al
extranjero. Estaba allí, sentado en un banco y leyendo un libro; no me atreví a
interrumpirle. Paseé durante un rato por el jardín, y cuando volví el
extranjero ya no estaba. Sin embargo, había dejado encima del banco un libro
pequeño, que me apresuré a coger, esperando poder tener la oportunidad de
devolvérselo, y con ello una ocasión para conocerle. Miré el libro, pero no
pude leerlo, pues estaba escrito en caracteres caldeos. Sólo una breve
sentencia, que figuraba en la página del título, estaba escrita en latín, la
cual pude leer, y decía: "Aquel que se levanta temprano en busca de la
sabiduría, no tendrá que ir muy lejos para encontrarla, porque la encontrará
sentada frente a su puerta". Los caracteres en que estaba impreso el libro
eran muy hermosos, de un rojo muy brillante, y la encuadernación del libro era
de un azul magnífico.
El papel era finísimo,
blanco, y parecía emitir todos los colores del arco iris, a manera del nácar.
Un olor exquisito penetraba cada una de las hojas de aquel libro, y tenía
también un cierre de oro.
Durante tres días
consecutivos fui a aquel lugar a las doce, con la esperanza de encontrar allí
al extranjero, pero fue en vano. Por fin hice la descripción del personaje a
uno de los guardas, y logré saber que se le veía con frecuencia a las cuatro de
la mañana paseando por la orilla del Isar, cerca de una pequeña cascada, en un
sitio llamado Prater. Fui allí al día siguiente, y quedé sorprendido al verle
leer otro libro pequeño parecido al que yo había encontrado. Me acerqué a él y
ofrecí devolverle el libro, explicándole cómo había llegado a mis manos, pero
me rogó que lo aceptase en su nombre, y que lo considerase como un regalo de un
amigo desconocido. Le dije que no podía leer su contenido, excepto el primer
verso de la página primera, a lo cual contestó que todo cuanto decía el libro
se refería a lo que aquella sentencia expresaba. Entonces le pedí que me
explicase el contenido del libro.
Paseamos un rato por la
orilla, y el extranjero me dijo muchas cosas importantes acerca de las leyes de
la naturaleza. Había viajado mucho y poseía un verdadero tesoro de
experiencias.
Cuando el sol comenzó a salir, dijo: "Voy a hacerle ver
a usted algo curioso". Sacó entonces del bolsillo un frasco pequeño y
vertió en el agua unas pocas gotas del líquido que contenía e inmediatamente
las aguas del río comenzaron a brillar con todos los colores del arco iris, hasta una distancia de más de treinta
pies de la orilla. Algunos trabajadores de las inmediaciones se acercaron y se
admiraron del fenómeno. Uno de ellos estaba enfermo de reumatismo. El
extranjero le dio algún dinero y ciertos consejos, y le dijo que si los seguía,
en tres días estaría bueno. El obrero le dio las gracias; pero el extranjero le
contestó: "No me des a mí las gracias, dalas al poder omnipotente del
bien".
Entramos en la ciudad, y el
extranjero me dejó, citándome para el día siguiente, pero sin decirme ni su
nombre ni el lugar de su residencia. Le encontré de nuevo al día siguiente, y
supe por él cosas de un género tal que sobrepasaron por completo todo cuanto
podía figurarme. Hablamos acerca de los misterios de la naturaleza, y siempre
que él hablaba de la magnitud y grandeza de la creación, parecía estar
penetrado de un fuego sobrenatural.
Me sentía algo confuso y
deprimido ante su sabiduría superior, y me maravillaba el pensar cómo podía
haber adquirido sus conocimientos. El extranjero leyendo mis pensamientos, dijo
-Veo que no acaba de
decidirse usted respecto a la especie de ser humano en la que clasificarme;
pero yo le aseguro a usted que no pertenezco a ninguna sociedad secreta, aunque
los secretos de todas las sociedades semejantes son bien conocidos por mí.
Ahora tengo varias cosas que hacer; pero mañana le daré más explicaciones.
-¿Tiene V. negocios?
-exclamé yo- ¿Desempeña V. algún cargo público?
-Querido amigo -contestó el
extranjero-, el que es bueno siempre encuentra en qué ocuparse, y el hacer el
bien es el más alto empleo que puede desempeñar el hombre y al cual puede
aspirar.
Con esto me dejó, y no le vi
más durante cuatro días; pero al quinto me llamó por mi nombre, a las cuatro de
la mañana, por la ventana de mi cuarto, y me invitó a dar un paseo con él. Me
levanté, me vestí, y salimos. Me dijo entonces algunas cosas acerca de su vida
pasada, y entre ellas, que cuando tenía veinticinco años había trabado
conocimiento con un extranjero que le había enseñado muchas cosas y regalado un
manuscrito que contenía enseñanzas notables. Me enseñó este manuscrito, y lo
leímos juntos. Lo siguiente constituyen algunos extractos del mismo.
Nuevas Ruinas descubiertas del Templo de Salomón:
"Así como la imagen de un objeto puede ser vista en el agua, del mismo
modo los corazones de los hombres pueden ser vistos por el sabio; Dios te
bendice, hijo mío, y te permite
publicar lo que yo digo, para que con ello las gentes puedan recibir
beneficios".
Filiam Vitis (Hijo de la Vid): "Uno de los Hermanos me
ha enseñado el sendero hacia los misterios de la naturaleza; pero las ilusiones
que flotan a los lados del camino han llamado mi atención durante largo tiempo,
y durante el mismo he permanecido detenido; pero por fin me convencí de la
inutilidad de semejantes ilusiones, y he abierto mi corazón de nuevo a los
cálidos rayos dispensadores de vida del amor divino, del gran sol espiritual.
Entonces es cuando he reconocido la verdad de que la posesión de la sabiduría
divina sobrepasa la posesión de todo lo demás; y que aquello a lo cual los
hombres llaman saber, es nada, y que nada es el hombre a menos que se convierta
en un instrumento de la sabiduría divina. La divina sabiduría es desconocida
para el sabio del mundo; pero algunas personas existen que la conocen. Océanos
existen en el país en el cual viven los sabios y aquel que constituye la
residencia de los hijos del error, y hasta que los hombres hayan acostumbrado
sus ojos a la radiación de la luz divina no será descubierta la región en la
que aquellos viven. En su país es donde el templo de la sabiduría existe, en el
cual hay una inscripción que dice ‘Este templo es sagrado, por la contemplación
de las divinas manifestaciones de Dios en la naturaleza’. Sin verdad no existe
sabiduría, ni verdad sin bondad. La
bondad se encuentra raras veces en
el mundo, y por lo tanto, así las verdades como la llamada sabiduría del mundo
no son con frecuencia más que locuras.
"Estamos nosotros
libres de preocupaciones, y con los brazos abiertos recibimos a cada uno de los que a nosotros vienen y que
llevan en sí mismas el sello de la divinidad. A nadie preguntamos si es
cristiano, pagano o judío; todo cuanto exigimos de un hombre es que se mantenga fiel a su humanidad. El amor es el lazo de unión entre
nosotros, y nuestro trabajo es en pro del bien de la humanidad. Por nuestras
obras nos conocemos unos a otros, y aquel que goza de la más elevada sabiduría
es el que obtiene el grado más elevado. Ningún hombre puede recibir más de lo
que merece. El amor divino y la ciencia, a cada uno se dan en proporción a su
capacidad para amar y saber. La fraternidad de los sabios es unión para la
eternidad en lo absoluto, y la luz del sol de la verdad eterna ilumina su
templo. La luz del sol calienta el cristal en el cual penetra; si se le separa
de la luz, se enfría. Del mismo modo, la mente del hombre penetrada por el amor
divino obtiene sabiduría; pero si se aparta de la verdad, la sabiduría se
desvanece. Las sociedades secretas y sectarias han perdido la verdad, y la
sabiduría ha desaparecido de entre las mismas. No aman ellas al hombre más que
en proporción a como pertenece a su partido y sirve para sus intereses
sectarios; ellas emplean símbolos y formas cuya significación no comprenden. De
hijos de la luz se han convertido en hijos de las tinieblas, el templo de
Salomón que sus antepasados estaban construyendo, está ahora destruido y no
existe en él piedra sobre piedra; la mayor confusión reina ahora en sus
doctrinas. Las columnas del templo han caído, y el lugar que ocupaba el
santuario lo ocupan serpientes venenosas. Si deseas saber si lo que yo digo es
o no la verdad, empuña la antorcha de la razón y entra en las tinieblas;
contempla las acciones de las sociedades sectarias cometidas durante el pasado
y el presente, y sólo verás egoísmo, superstición, crueldad y asesinato.
"El número de seres
humanos que viven sumidos en las tinieblas es de millones, pero el número de
los sabios es muy corto. Viven ellos en diferentes partes del mundo, a gran
distancia unos de otros, y sin embargo se hallan inseparablemente unidos en el
espíritu. Hablan ellos diferentes lenguas, y sin embargo, cada uno de ellos
entiende a los otros, porque la lengua del sabio es espiritual. Son ellos
quienes se oponen a las tinieblas, y ninguno que esté mal dispuesto puede aproximarse
a su luz, pues sus tinieblas mismas lo destruirán. Para los hombres son ellos
desconocidos, y sin embargo, día llegará en que la obra que ha necesitado
algunos siglos para ser llevada a cabo por los malvados, será en un momento
destruida por ellos como por un impulso del dedo de Dios.
"No busques la luz en
las tinieblas, ni en los corazones de los malvados la sabiduría; si te acercas
a la verdadera luz la conocerás, porque iluminará tu alma."
Estas notas son algunos
extractos del manuscrito. Contenía muchas noticias acerca de los Hermanos de la
Cruz y de la Rosa de Oro. No me está permitido decir todo cuanto aprendí en el
mismo; pero en resumen, del manuscrito se desprende que los verdaderos
rosacruces son una sociedad espiritual por completo, y que nada tienen que ver
absolutamente con cualquiera de las sociedades secretas conocidas en el mundo.
La verdad es que no se les puede considerar como una sociedad en el sentido
aceptado de la palabra, puesto que no constituyen una corporación organizada, ni
tienen leyes, ni reglas, ni ceremonias, ni cargos, ni reuniones, ni ninguna de
las muchas formas que configuran la vida de las sociedades secretas. Es un
cierto grado de sabiduría, cuya obtención es lo que hace de un hombre un
rosacruz, y el que llega a aquella sabiduría, es un iniciado ya. Él es entonces
un rosacruz, porque comprende prácticamente el misterio de la rosa y de la
cruz. Este misterio se refiere a la ley de la evolución de la Vida, y su
conocimiento práctico no puede ser comprendido sólo por medios teóricos,
especulativos o intelectuales. Inútil es el meditar acerca de cuestiones
místicas que se hallan más allá de
nuestro horizonte mental; inútil es el intentar penetrar en los misterios
espirituales antes de que nos hayamos espiritualizado. El conocimiento
práctico, supone práctica, y sólo puede ser adquirido por medio de la práctica.
Para obtener poder espiritual es necesario practicar las virtudes espirituales
de Fe, Esperanza y Caridad; la única manera de llegar a ser sabio es cumplir
durante la vida con los deberes de uno mismo. El amar a Dios en toda la
humanidad, cumpliendo con el deber, constituye la sabiduría humana suprema, y
de ésta únicamente puede brotar la Sabiduría Divina. A medida que en los
hombres el amor y la inteligencia aumentan, la fuerza del poder espiritual que
a sus corazones eleva en energía aumenta también, y sus horizontes mentales se
ensanchan. Lenta y casi imperceptiblemente ábrense los sentidos internos, y los
hombres van adquiriendo mayor capacidad receptiva, y cada paso hacia lo alto
concede a la visión más ancho campo.
Dignas de lástima son
aquellas sectas y sociedades que intentan obtener el conocimiento de las
verdades espirituales por medio de la especulación filosófica sin la práctica
de la verdad. Inútiles son las ceremonias si sólo se celebran exteriormente,
sin comprender su significado oculto. Una ceremonia externa no tiene
significación alguna, a menos que sea la expresión de un proceso interno que
está teniendo lugar en el alma; de no ser así, la ceremonia es tan sólo una
ilusión y una vergüenza. Si el procedimiento interno se verifica, el
significado del símbolo externo será comprendido fácilmente. El hecho de que la
significación de los símbolos no sea comprendida, y que se haya convertido en
origen de disputas y diferencia de opiniones entre las distintas sectas
demuestra la pérdida del poder interno y que todas aquellas sectas únicamente
poseen la forma muerta exterior.
La base en que la religión
de sectas y sociedades secretas se funda es el amor y la admiración egoísta del
yo. Si bien algunas personas generosas y antiegoístas pueden encontrarse entre
las sectas y las sociedades secretas, sin embargo, el verdadero sectario sólo
espera obtener beneficios para sí mismo. Para sí mismo y por su propia salvación
es sólo por lo que ruega y reza, y si lleva a cabo alguna buena acción es con
el objeto de obtener algún premio.
Por lo tanto, vemos al
cristianismo dividido en algunos centenares de sociedades, sectas y religiones
diferentes, muchas de las cuales se odian y procuran perjudicarse unas a otras,
mirándose mutuamente con desprecio. Y vemos al clero de todos los países
tratando de obtener poder político y de promover sus intereses egoístas o el
interés egoísta de su Iglesia. Han perdido de vista al Dios Universal de la
Humanidad, y han colocado al dios del yo en su lugar. Pretenden ellos estar en
posesión de poderes divinos que no tienen, y sea cual fuere el poder que
poseen, lo emplean para obtener beneficios materiales para su Iglesia.
Así vemos que el divino principio de verdad es
prostituido todos los días y a todas horas en las iglesias, que son tan sólo mercados para los que las ocupan.
El templo del alma hállase todavía ocupado por mercaderes, y de él permanece
todavía excluido el espíritu de Cristo.
Cristo, la Luz Universal del
Logos Manifestado, la Vida y la Verdad, está en todas partes y no puede ser
encerrado ni en una Iglesia ni en una Sociedad Secreta. Su Iglesia es el
Universo, y sus altares el corazón de cada ser humano en el cual su luz es admitida.
El seguidor verdadero de Cristo no conoce yo
alguno, y no sabe lo que es un deseo egoísta. No se preocupa por el bienestar
de más iglesias que por el de aquella que es lo suficientemente ancha para
contener a la humanidad entera, sin tener en cuenta ni diferencias ni
opiniones. Se preocupa muy poco de su salvación personal, y mucho menos espera
obtenerla a costa de otra persona. Sintiéndose él mismo sumido en el amor
inmortal, sabe que él es ya inmortal en aquel principio; sabiendo que su ego individual tiene sus raíces en la
conciencia eterna de Dios, bien poco se preocupa de aquel yo personal que no es más que una ilusión hija del contacto del
espíritu eterno con la materia. El verdadero seguidor de la Luz no posee más
voluntad, pensamiento o deseo que aquello que el Espíritu Universal quiere,
piensa o desea por medio de él. Poner el yo
de uno en situación receptiva para la luz divina, ejecutar lo que su voluntad
indica, y convertirse así en un instrumento por medio del cual pueda Dios
manifestar su divino poder sobre la tierra es el único medio de obtener la
ciencia espiritual y de convertirse en un Hermano
de la Cruz y de la Rosa de Oro.
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