Confessio
Fraternitatis Capítulo
I
Los rumores y revelaciones sobre nuestra hermandad o
confraternidad que ha llegado a muchos oídos y cuyo origen se encuentra en la
precedente publicación de la Fama, no deben ser tenidos ni considerados por
nadie como irreflexivos o inventados completamente; menos aún como un fruto que
brote de nuestro antojo.
Actualmente, el mundo está a punto de alcanzar su
estado de reposo antes de caminar con premura hacia un nuevo amanecer una vez
acabado su período y su ciclo. Jehová, nuestro Señor, es quien invierte el
curso de natura.
Él es quien revela actualmente a los que no prestan
atención a ello o que ni siquiera piensan en aquello cuya búsqueda costaba
antes gran trabajo y una labor infatigable. Él es quien lo ofrece graciosamente
a los que manifiestan el deseo de ello, a la vez que también obliga a los
refractarios. Desea que los hombres piadosos se vean aliviados de las fatigas
de esta vida humana y libres de las tempestades provocadas por la inconstancia
de la fortuna: que los malvados aumenten y acumulen su malignidad y los
castigos que ella merece.
¿Cómo podríamos nosotros ser sospechosos de herejía,
de manejos y de complots culpables contra la autoridad civil, cuando condenamos
los sacrilegios de los que es objeto Nuestro Señor Jesucristo y de los que son
culpables tanto Oriente como Occidente (entendamos Mahoma y el Papa) y cuando
presentamos y dedicamos nuestras oraciones, nuestros misterios y nuestros
tesoros, al jefe supremo del imperio romano?
Nos ha parecido sin embargo bueno y oportuno, por
respeto hacia los hombres de ciencia, completar nuestro resumen formulando en
términos mejores los pasajes demasiado insondables y oscuros de la Fama, y
también colmando las lagunas que determinadas intenciones justificaban. Con ello
esperamos ganar la estima de los hombres de ciencia y acrecentar la adhesión y
su consentimiento al proyecto que acariciamos.
Confessio
Fraternitatis Capítulo
II
Por lo que respecta la conversión y enmienda de la
filosofía hemos explicado suficientemente, tanto como hoy es necesario, que el
cuerpo entero de la dicha filosofía está enfermo por completo y es enteramente
deficiente. Más aún: ello no ofrece la menor duda a nuestros ojos pese a las
numerosas afirmaciones que le atribuyen una salud y una fuerza cuyo origen
ignoro. Vive sus últimos momentos. Se aproxima su partida.
Sin embargo, al igual que es habitual que, por
ejemplo, la naturaleza invente un remedio contra una enfermedad nueva e
insólita en la propia morada donde prendió, hete aquí que se revelan y surgen
de la tierra los antídotos contra la multitud de males y accesos que padece la
filosofía. Son los únicos buenos y que convienen de manera suficiente a nuestra
patria, los solos que pueden permitir recobrar la salud a la filosofía
confirmándole, por así decir, una apariencia y un brillo radicalmente nuevos a
los ojos de un mundo cuya renovación es inminente.
No poseemos otra filosofía sino la que es la regente y
la suma, el fundamento y la sustancia de todas las facultades, de todas las
ciencias, de todas las artes. Filosofía que, bajo la óptica de nuestro siglo,
se alimenta mucho en la teología y en la medicina, pero poco en la sabiduría
jurídica. En resumen: filosofía que elucida y disecciona al hombre hasta la
saciedad, sólo al hombre. Filosofía pues en la que encontrarán más maravillas y
misterios que los que nunca pudieron adquirir, elucidar, admitir como dogma,
todos los hombres de ciencia que respondan a nuestras exhortaciones y se
comprometan en nuestras cohortes.
Confessio
Fraternitatis Capítulo
III
Agregamos para desvelaros en pocas palabras nuestro
pensamiento, que el objeto de todos nuestros esfuerzos no debe ser únicamente
provocar la sorpresa ante la sugerencia y la exhortación que lanzamos. Es
preciso que cada cual sepa que, pese a la alta estima en la que tenemos arcanos
y secretos tan profundos, no nos parece contraria a la justicia su divulgación,
su comprensión y su publicidad amplia.
En efecto, es legítimo pensar y creer que una oferta
graciosa e inesperada como la nuestra suscitará reflexiones tan múltiples como
variadas entre los que aún (ya que el curso del mundo obliga a considerar el
porvenir como presente) no han gustado de la revelación de las maravillas del
sexto tiempo, y a los que toda clase de contratiempos propios de nuestra época,
impiden vivir y deambular en este mundo de otra manera que como ciegos, que
incluso a la plena luz del día, no disponen sino del tacto y la palpadura para
distinguirse y conocerse.
Confessio
Fraternitatis Capítulo
IV
Según el artículo primero, sostenemos que las
meditaciones, las encuestas y las investigaciones de nuestro bien amado padre
cristiano, debidas tanto a la revelación y a la iluminación divinas, como a los
oficios de los ángeles y de los espíritus, a la actividad de una inteligencia
perspicaz, y a una observación, una práctica y una experiencia de largo
alcance, sustituyen a todo lo que la inteligencia del hombre ha inventado,
producido, modificado, propagado y perpetuado desde los primeros días del mundo
hasta la época actual. Aunque desaparecieran todos los libros, y aun cuando el
juicio de Dios, el todopoderoso, decretase la ruina de todos los escritos y de
toda literatura, su excelencia, su esplendor, su grandeza, están en medida de
servir a la posteridad como nuevos fundamentos para edificar castillos nuevos o
nuevas fortalezas de verdad. Lo que no debería ofrecer muchas dificultades a
condición que se empezara por desmantelar y abandonar el viejo edificio, tan
disforme, para agrandar la explanada de entrada, perforar ventanas en los
apartamentos, transformar las puertas, las escaleras y demás, cosa que pensamos
hacer.
¿Por qué no preparar dicha tarea como ornato original
de estos tiempos futuros cuyo anuncio ha sido hecho? ¿Quién seria susceptible
de que no le conviniera una empresa parecida?
¿Por qué no encontrar una sinecura dulce al corazón,
una morada, en esta única verdad que los hombres buscan a través de tantos
laberintos y rodeos, si ha placido a Dios reservarnos la iluminación, la luz
del sexto candelabro? ¿No sería bueno no tener que inquietarse más por nada, ni
tener que temer al hambre, a la pobreza, a la enfermedad, ni a la edad?
¿No sería delicioso poder vivir cada hora como si
hubierais vivido la historia del mundo desde sus orígenes hasta nuestros días,
y como si estuvierais destinados a seguir viviendo hasta su fin?
¿No sería maravilla habitar en un lugar tal que los
pueblos que viven en las Indias, más allá del Ganges, no pudieran disimularos
sus riquezas, ni los peruanos privaros de sus consejos?
¿No sería cosa deliciosa poder leer en un libro que os
permita leer, comprender y retener el fruto nunca descubierto, todavía y para
siempre por descubrir, de todos los libros que han existido y que están por
venir y aparecer? ¿Qué fascinamiento no experimentaríais viendo que vuestro
canto atrae a vosotros no las rocas sino sólo perlas y piedras preciosas,
embelesa no a las bestias feroces sino a los espíritus, pone en movimiento y
hace vibrar no al infernal Plutón sino a los poderosos, a los príncipes de este
mundo?
¡Oh hombres! Bien diferente es el designio de Dios que
decidió aumentar y acrecentar el número de miembros de nuestra fraternidad.
Noticia que acogimos con una alegría parecida a la que
experimentamos cuando, en el pasado, fuimos recipiendarios de tesoros que no
habíamos ni merecido, ni esperado, ni exigido en absoluto. Parecida a la que
sentimos cuando pensamos ponernos a la obra con una constancia que no
quebrantarán ni siquiera la compasión y la conmiseración por nuestros propios
hijos, de los que están dotados ciertos miembros de nuestra fraternidad. Es que
sabemos que estos bienes inesperados no son legado de herencia alguna ni
debidos a ninguna primacía del que los adquiere.
Confessio
Fraternitatis Capítulo
V
No tenemos nada contra el que se queja de nuestra
discreción, de que ofrezcamos por doquier nuestros tesoros sin la menor
distinción, de que en este asunto no prefiramos en absoluto a la gente piadosa,
de ciencia, sabios, o incluso a las altas personas principescas, sobre el
hombre de la calle. Su causa no es vil ni mala. Sin embargo, pretendemos
rotundamente que nuestros arcanos y nuestros misterios no alcanzan nunca al
común de los hombres pese a que la Fama, editada en cinco lenguas, sea conocida
de todos. Sabemos bien, por una parte, que los espíritus vulgares, necios y
estúpidos, la desprecian, o bien no se preocupan lo más mínimo por ella; que no
es una solicitud humana la que nos ayuda a apreciar y reconocer la dignidad de
los postulantes a nuestra fraternidad, sino la regla de nuestras iluminaciones
y revelaciones. En consecuencia, aunque los gritos y el clamor de los indignos
sean mil veces repetidos, aunque se ofrezcan y se presenten mil veces a
vosotros, Dios ha querido que nuestros oídos no escuchen a ninguno, y, además,
su nube nos ha tomado bajo su sombra para que ninguno de nosotros, sus
servidores, pueda ser forzado ni obligado. Nadie, a menos que posea los ojos
del águila, puede vernos ni reconocernos.
Si la Fama ha debido ser redactada en todas las
lenguas conocidas es para no sustraer ni arrebatar dicha ciencia a los que
Dios, por ignorantes que sean, no ha excluido de la felicidad de una hermandad
que debe ser subdividida y compartimentada en grados diferentes. Los habitantes
de Damcar, en Arabia, tienen una policía completamente diferente a la de los
otros árabes porque están gobernados exclusivamente por espíritus sabios y
razonables a los que el rey ha conferido un poder legislativo particular. A
ejemplo suyo, estamos encargados de organizar el gobierno en Europa (poseemos
una descripción de él establecida por nuestro padre cristiano) una vez que se
realice y se cumpla lo que debe suceder anteriormente: cuando resuene
públicamente el timbre claro, alto y fuerte de nuestra trompeta; cuando las
predicciones, rumoreadas ya por migajas, sobre un porvenir que se presagia
mediante figuras y símbolos secretos, llenen la tierra entera, proclamadas
libre y públicamente. Ved como en los tiempos precedentes numerosos espíritus
henchidos de Dios han combatido secretamente con una gran prudencia, la tiranía
del Papa hasta que la mayor seriedad y un celo ardiente lo arrojaron de su sede
y de Alemania para pisotearlo en buena y debida forma. A nuestro tiempo está
reservada su ruina definitiva; nuestras garras lo despedazarán literalmente. La
voz y el rugido de un león anunciarán el fin de sus rebuznos de asno.
Acontecimientos cuya revelación y noticia ya han llegado convenientemente a los
oídos de varios hombres de ciencia alemanes cuyos escritos, parabienes y
felicitaciones, son un testimonio suficiente.
Confessio
Fraternitatis Capítulo
VI
Podríamos aquí mismo ponernos a considerar en su
conjunto el tiempo que ha pasado desde 1378, año de nacimiento de nuestro bien
amado padre Christian Rosenkreutz, hasta nuestros días. También nos agradaría
describir las transformaciones del mundo de las que ha sido testigo durante los
106 años de su existencia y las experiencias de las que nuestros hermanos y yo
mismo hemos sido herederos tras su bienaventurado pasaje. Pero la concisión que
nos hemos propuesto como objetivo no nos lo permite actualmente y remitimos a
más tarde una exposición adecuada. Basta actualmente a los que no desdeñan
nuestra memoria, que hayamos rozado la descripción de las vías que facilitan un
estrechamiento de los lazos de parentesco que nos unen a ellos.
Ciertamente aquél a quien ha sido dado contemplar y
aplicar en su enseñanza las grandes letras y caracteres que Dios, el Señor, ha
grabado sobre el edificio del cielo y de la tierra, y cuyo renovamiento
constante opera a medida que alternan los reinos, éste está ya muy próximo de
nosotros aunque no lo conozcamos. Y sabemos que no despreciará nuestro
llamamiento porque no temerá ser engañado pues hay una promesa de la que
públicamente hacemos profesión: no deben defraudarse las esperanzas de aquellos
que se presentan a nosotros aspirando a nuestra comunidad bajo el sello del
silencio.
Por el contrario, lo que decimos y testimoniamos
respecto a los malvados y a los hipócritas y a aquellos que no tienen otro
objetivo que la curiosidad, es esto: descubrirnos, entregarnos para perdernos,
más aún, forzarnos la mano sin y contra la voluntad de Dios, es imposible. Él
es quien servirá como cimiento para el castigo cuyo anuncio es la F ama. Sus
impías maquinaciones se volverán contra sus autores y nuestros tesoros
permanecerán por el contrario absolutamente inviolables hasta que el león
llegue para reivindicar, tomar y recibir los tesoros que servirán para la
consagración de su reino.
Confessio
Fraternitatis Capítulo
VII
¿Es preciso que hagamos ahora, aquí mismo, el anuncio
preciso de ello y que permitamos escucharlo a todos y a cada cual? Ciertamente
Dios ha decidido de manera expresa conceder y otorgar una última vez más al
mundo, cuyo fin sobrevendrá en breve, una verdad, una luz, una vida y una
magnificencia parecidas a la que perdió y despilfarró en el Paraíso Adán, el
primer hombre, arrastrando a sus descendientes a la miseria de la repudiación y
el exilio.
¿Será preciso que retrocedan y cesen todo el
servilismo y falsedad, toda la mentira y tiniebla que subrepticiamente se han
infiltrado en todas las artes, en todas las obras, en todos los imperios
humanos, para desarreglar la gran esfera de este mundo y concurrir a su
oscurecimiento casi total? Brota en efecto de ello una infinidad tal, una tal
multiplicidad de falsos juicios y de herejías, que casi han logrado poner
trabas al discernimiento y al juicio de los más sabios de los hombres: el
prestigio de los filósofos y de los hombres de ciencia contrabalancean la
verdad de la experiencia y de la experimentación, dificultando su apreciación y
retardando y extraviando su juicio. Cuando todo ello sea abolido y reemplazado
por la exactitud de una regla cierta, será a los hombres dedicados a esta tarea
a quienes convendrá testimoniar nuestra gratitud. Sin embargo, habrá que
asignar el conjunto de esta obra a la ventura de nuestro tiempo.
Al igual que nos agrada reconocer los méritos de una
legión de espíritus excelentes cuyos escritos son los promotores no mediocres
de la próxima reforma, no deseamos en absoluto atribuirnos el honor exclusivo
de una obra supuestamente remitida y confiada a nuestra sola iniciativa. Más
bien testimoniamos y profesamos públicamente en nombre de Cristo, nuestro
Señor, que gritarán las piedras antes de que vengan a faltar los ejecutores y
agentes de este designio presente de Dios.
Confessio
Fraternitatis Capítulo
VIII
Dios, el Señor, ha testimoniado ya ciertamente su
voluntad en los tiempos que preceden mediante diversos mensajes,
particularmente por varios astros nuevos que han aparecido en los cielos, en
las constelaciones de Arión y del Cisne. Signos vigorosos de acontecimientos
nuevos e importantes testimonian y publican, a los ojos de todos, que Dios
aporta a todas las invenciones humanas el apoyo de sus escrituras y sus caracteres
misteriosamente ocultos para que el libro de la naturaleza sea abierto a todo
hombre, y sin embargo no pueda ser leído ni comprendido sino por una minoría.
Los hombres poseen dos
órganos del oído, de la vista y del olfato, pero uno solo de la palabra. Es
vano esperar y exigir que las orejas hablen, que los ojos distingan la voz y
los sonidos. Paralelamente, podemos evocar siglos o épocas que han visto, otras
que han escuchado, otras que han olido y otras que han gustado. Le queda aún a
la lengua recibir el honor que le es debido. Por fin la lengua ha de hablar de
lo que ha sido visto, oído y olido. Ahora que el tiempo se acorta, cuando el
mundo ha digerido la embriaguez bebida en el cáliz del veneno y la somnolencia,
y marcha delante del nuevo sol naciente con el corazón abierto, la cabeza
destapada y los pies desnudos, en la alegría y la ligereza.
Confessio
Fraternitatis Capítulo
IX
Estos caracteres y letras
que Dios no ha cesado de incorporar a la Santa Biblia, los ha impreso
igualmente con toda nitidez en la maravillosa criatura que son cielos y tierra,
y en todos los animales. Así, al igual que un matemático y un astrólogo pueden
predecir mucho tiempo antes los eclipses que vendrán, nosotros podemos prever y
reconocer con precisión la naturaleza y la duración probable de los períodos de
oscurecimiento y de tinieblas que atraviesa la iglesia.
A estas letras hemos pedido
prestadas nuestras escrituras, que han servido de base para elaborar una nueva,
la cual nos permite expresar y explicar la naturaleza de todas las cosas
simultáneamente. Por ello, nuestro poco de sutileza en el conocimiento de otras
lenguas no debe sorprender a nadie. Sabemos sin embargo que no pueden resistir
la comparación con la lengua de nuestro primer padre Adán, ni tampoco con la de
Henoch, ya que todas ellas están sepultadas bajo la confusión babilónica.
Confessio
Fraternitatis Capítulo
X
Sin embargo no debemos dejar
de exhortar que lean aplicada y permanentemente la Biblia, pese a las trabas y
obstáculos que aún levantan ante nuestros proyectos algunas plumas del águila.
Que el que sepa satisfacerse con ello sepa que ha desembarazado ampliamente de
obstáculos el camino que le conduce a nuestra fraternidad.
Aunque nuestra regla se
resuma y se reduzca enteramente a que todas las letras de este mundo sin
excepción alguna sean retenidas y guardadas cuidadosamente en la memoria, los
que hacen del único libro, la Santa Biblia, la regla de su existencia, son prácticamente
nuestros semejantes y parientes. Semejantes nuestros y parientes son los que
hacen de la Santa Biblia resumen y quintaesencia del mundo entero, objetivo y
término de todos sus estudios; los que saben utilizarla no contentándose con
tenerla siempre en los labios sino aplicando y consagrando cuidadosamente a
ella su inteligencia, adecuada al conjunto de periodos y edades de este mundo.
Pues no entra en nuestras costumbres prostituir ni vulgarizar la Santa
Escritura según el uso habitual de las miríadas de intérpretes: ved cómo la
fuerzan a reproducir su propio parecer, o bien calumniarla utilizando la odiosa
comparación banal que sirve tanto a los teólogos como a los filósofos, a los
médicos y a los matemáticos.
Contra ellos, testimoniamos
y profesamos en público que desde los comienzos de este mundo no ha existido un
libro superior, mejor, tan maravilloso y salutífero como la Santa Biblia.
Bienaventurado su poseedor, más bienaventurado aún su lector asiduo, el colmo
de la felicidad para el que ha consumado su estudio. Quien sabe comprenderla no
puede estar más cerca de Dios ni ser más parecido a Él
Confessio
Fraternitatis Capítulo
XI
Acerca del juicio emitido por la Fama sobre los
impostores en cuestión de transmutaciones metálicas y de medicina suprema en
este mundo, esto es lo que queremos decir: no queremos en absoluto arruinar ni
disminuir este don divino de una excelencia semejante. Sin embargo, como no
siempre aporta enseñanzas y revelaciones suficientes sobre la transformación de
los metales, sobre la medicina y sobre una infinidad de otros misterios y
maravillas naturales, pensamos que es justo consagrar lo esencial de nuestros
esfuerzos a adquirir la comprensión y ciencia de la filosofía. Por ello debe
evitarse iniciar en la tintura metálica a excelentes espíritus que no tengan
una buena práctica anterior del conocimiento de la naturaleza.
¡Qué insaciable puede ser la avaricia de un hombre que
ha llegado a ser indiferente a la pobreza, a las contrariedades, a las
enfermedades, que incluso se ha elevado por encima de la humanidad entera hasta
el punto de dominar todo lo que tortura, angustia y martiriza a las demás
criaturas, y a quien la presencia de una mina inagotable de oro y de plata
empuja sin embargo a consagrarse a ocupaciones vanas como construir casas,
guerrear, o bien vanagloriarse ante este mundo!
Dios ha dispuesto de otra manera: eleva a los humildes
humillando y despreciando a los orgullosos. Confía a los santos ángeles el
cuidado de dialogar con los hombres serenos y moderados en palabras, arrojando
al desierto y la soledad a los charlatanes fútiles. Éste es el justo salario
con el que retribuye al seductor romano que desborda de blasfemias contra Dios
y contra el Cielo; el mismo que, pese a que en Alemania ha sido descubierta
toda su abominación y su execrable infierno, incluso se aferra en pleno día a
su mentira hasta el punto de colmar la medida de sus pecados y estar listo para
el castigo. Vendrá un tiempo en que la víbora cesará de silbar y en el que será
abolida la triple corona, tema del que trataremos más particularmente y en
detalle cuando se celebre nuestra asamblea.
Confessio
Fraternitatis Capítulo
XII
Al término de nuestra confesión, deseamos recordar
diligentemente que conviene proscribir la mayoría, si no todas, las obras de
los falsos alquimistas que, por gusto, pasan el tiempo en abusar inútilmente de
la santa y gloriosa Trinidad, en engañar al público con figuras rocambolescas y
propósitos oscuros y ocultos, esquilmando el dinero de los simples. Nuestro
tiempo conoce una proliferación de libros de esta clase. El enemigo del bien
del hombre los mezcla al buen grano con la esperanza de menguar el crédito de
la verdad. La verdad es neta, simple y desnuda; la mentira por el contrario es
fastuosa, imponente, majestuosa, rodeada con la rara aureola que prestan la
sabiduría divina y la sabiduría humana.
¡Hombres sutiles! Evitad y huid de estas obras;
volvéos hacia nosotros que no queremos en absoluto vuestro dinero y que, por el
contrario, os ofrecemos graciosamente nuestros grandes tesoros. Nosotros no
corremos tras vuestros bienes inventando tinturas de charlatán, deseamos
haceros participar de los nuestros. No os hablamos por adagios, queremos
iniciaros en una interpretación, en una explicación, en una ciencia de los
secretos que sea clara, simple, absolutamente comprensible. No buscamos vuestra
acogida, vuestra hospitalidad, os invitamos a nuestras casas que son más que
hoteles y palacios del rey. Sabed que no actuamos según nuestro capricho; quien
nos incita y nos exhorta a ello es el espíritu divino, y así lo ha dispuesto
nuestro padre bienamado en el testamento inviolable que nos ha dejado,
obligándonos a ello las condiciones y las intenciones del siglo.
Confessio
Fraternitatis Capítulo
XIII
¿Qué decís, buena gente? ¿Cómo os sentís ahora que
comprendéis y sabéis que proclamamos a Cristo en toda pureza e inocencia, que
condenamos al Papa, servimos a la verdadera filosofía, llevamos una existencia
de cristianos, destinamos, acogemos y rezamos en nuestra sociedad por muchos
hombres que también son testigos de la luz de Dios? ¿No pensáis iniciaros por
fin al lado nuestro para aspirar a mejoraros, para encontrar la quietud frente
a Dios y para acomodaros bien con el siglo, hábida cuenta no sólo de vuestros
dones interiores y de vuestra experiencia propia del Verbo de Dios, sino
también de una meditación activa sobre las imperfecciones de todas las artes y
sobre numerosas inconsciencias?
Hacedlo y tened por seguro el provecho: seréis
beneficiarios y herederos de todos los bienes que la naturaleza, en su
maravilla, derrama a los cuatro rincones del mundo. Rechazaréis sin dolor todo
lo que ensombrece la inteligencia del hombre y obstaculiza su actividad, y
borraréis de este mundo todos los excéntricos y todos los epiciclos.
Confessio
Fraternitatis Capítulo
XIV
En cuanto a los presuntuosos, a los que ciega el
bril1o del oro, o más bien que pese a su presente piedad corren el riesgo de
verse fácilmente corrompidos por la atribución imprevista de tantos bienes, y
de ser incitados a hundirse en la ociosidad y a lanzarse a una vida lujuriosa y
de excesos, les rogamos que no turben con su barahunda intempestiva nuestra
calma recogida y espiritual. Que se pregunten si la panacea puede ya existir y
que piensen que siempre será inaccesible, inabordable, para aquéllss a quienes
el designio divino tiene aquí mismo bajo su férula, afligiéndolos de males.
Paralelamente y en adelante, en tanto que seamos capaces de dar al mundo entero
riqueza y ciencia, de librarlo de innumerables calamidades, no deseamos en
absoluto manifestarnos ni darnos a conocer a nadie sin decreto divino particular.
Estamos alejados de ello hasta un punto tal, que incluso no importa quién de
nosotros es incapaz de participar y disfrutar de nuestros beneficios contra la
voluntad de Dios. Quien quisiera encontrarnos perdería su vida en pesquisas y
averiguaciones antes de lograrlo, antes de acceder y llegar a la felicidad
deseada de la fraternidad de la Rosa-Cruz.
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