El suceso de Tunguska aún intriga a los científicos .
Todavía no se sabe si el objeto que impactó en Siberia el 30 de junio
de 1908 fue un asteroide, un pequeño cometa o un fragmento de un cometa.
Aquel día, hacia las 7.15 horas, habitantes de la región vieron una
bola de fuego, procedente del sureste, que cruzaba el cielo a gran
velocidad. Poco después, una gran explosión arrasaba 2.200 kilómetros
cuadrados de bosque, el equivalente a Guipúzcoa, en las cercanías del
río Podkamenaya Tunguska. La energía liberada fue entre 10 y 15
megatones, unas mil veces la de la bomba de Hiroshima.
La explosión de Tunguska es el mayor impacto de un
objeto extraterrestre en época histórica. Tumbó unos 80 millones de
árboles, las ondas sísmicas fueron registradas por observatorios de todo
el mundo y, durante los dos días siguientes, las noches fueron tan
brillantes que en Londres podía leerse el periódico en la calle a
medianoche.
El primer investigador en llegar a la zona fue el
mineralogista Leonid A. Kulik, a finales de los años 20, y no encontró
ningún cráter, pero sí el epicentro de la explosión, gracias la
distribución radial de los árboles. A raíz de que el escritor Alexandr
Kazantsev identificó en dos cuentos de ciencia ficción en 1949 el suceso
con un accidente de una nave alienígena, algunos ufólogos abrazaron esa
disparatada idea.
Ahora, un grupo de científicos liderado por Luca Gasperini, del
Instituto de Ciencia Marina italiano, defiende que el lago Cheko
-ovalado y de unos 450 metros de largo- ocupa la herida abierta por el
choque a baja velocidad de una roca de 10 metros de diámetro. «El
proyectil que formó el lago Cheko pudo haber sido un fragmento del
objeto que explotó en la atmósfera a entre 5 y 10 kilómetros de altura»,
dicen. A su favor, añaden que no hay pruebas -testimonios ni mapas- de
la existencia del lago anteriores a 1928.El geólogo británico Gareth Collins declaraba ayer a la BBC que las pruebas presentadas por Gasperini y sus colaboradores no son concluyentes y se preguntaba cómo podía haber hoy en día alrededor del lago árboles cuya apariencia apunta a que tienen más de cien años. Collins añadía que los fragmentos desprendidos del objeto habrían sido, en cualquier caso, demasiado pequeños y lentos como para abrir un cráter del tamaño del lago.
Siempre me ha intrigado este asunto por su falta indicios y su gigantesca devastación.
Si observáis alguna luz en el cielo, tapaos vuestras cabezas, porque si sucedió una vez,
puede suceder de nuevo.
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