Joseph Mengele nació en Günzburg (Baviera), el 16 de marzo de 1911. Provenía de una familia de industriales, estaba muy unido a su madre, que murió joven, y él nunca destacó por su capacidad para hacer amigos. Ya desde muy joven su ideología sería el nacionalsocialismo. Intentó por todos los medios entrar en cualquier organización nazi, pero no destacó en ninguna. Las SS le rechazaron en un primer momento, tuvo que esperar 3 años para intentarlo de nuevo. Estudió filosofía, antropología y medicina, en Munich, Bonn, Francfurt y Viena. Sus estudios se centraron en demostrar fisiológicamente la superioridad de la raza aria. En Munich se doctoró en antropología con la tesis ”Estudio morfológico de razas realizado en la pieza frontal del hueso submaxilar en cuatro grupos raciales” en 1935, y el doctorado en medicina lo consigió en Francfurt am Main en 1938 con la tesis “Estudios de la fisura labial-mandibular-palatina en ciertas tribus”.
Durante la Segunda Guerra Mundial fue destinado a la reserva del cuerpo de médicos. Nunca quiso ser médico para “curar”, sino para investigar, por lo que no estaría muy a gusto remendando soldados, que fueron sus primeras cobayas. En 1942 fue herido en una pierna en el frente de Rostov y declarado no apto para el combate, por lo que se le destinó al campo de concentración y exterminio de Auschwitz – Birkenau, como oficial médico. Aquí se ganó el apodo de “Ángel de la Muerte”, porque era el que decidía, una vez llegaban los vagones de prisioneros, quién iba directamente a las cámaras de gas y quién moría más lentamente en los barracones. En una fila, a la derecha, mandaba colocar a los ancianos, enfermos, mujeres embarazadas y niños pequeños, iban directos a la cámara de gas. En la otra, a la izquierda, colocaba a aquellos que pudiera realizar trabajos, forzados. Era bastante severo con las mujeres embarazadas, bien las que ya venían en ese estado o las que lo adquirían en el campo. Al principio mandaba a las madres a la cámara de gas y los bebes los usaban como combustible en los hornos. Después cambió de opinión y empezó a experimentar con ellas. Cuando una mujer daba a luz, le vendaba los pechos para que no pudiera amamantar a su bebé, y controlaba cuánto tiempo tardaba la pobre criatura en morirse de hambre.
Cuando se situaba en la rampa de llegada de los trenes, con su uniforme impoluto, jugaba a ser dios, sentía que el poder de decidir quién vivía y quién moría estaba en sus manos. Pero su mayor diversión era encontrar sujetos para sus experimentos. Sentía una especial predilección por los gemelos. En su estancia en la universidad, había asistido como ayudante al doctor Otmar Freiherr von Verschuer, nazi y experto en eugenesia. Buscaba la forma de producir más ejemplares de raza aria para el Reich, y los embarazos múltiples gemelares podían ser la respuesta para que cada mujer aria tuviera más hijos arios.
Los testigos le recuerdan gritando lleno de euforia “zwillingen”, gemelos, cuando encontraba a sus víctimas, no iban a ninguna de las dos filas, pasarían a ser sus conejillos de indias, se libraban de la muerte instantánea y de los trabajos forzados, pero les esperaba algo mucho peor, los experimentos chapuceros de un sádico con bata blanca. Se dice que llegó a experimentar con 1.500 pares de gemelos, de los que sobrevivieron apenas 200. O bien morían en durante los experimentos, o eran sacrificados para estudiarlos.
Su mayor fuente de estudio eran las autopsias de sus cobayas humanas, en las que podemos distinguir dos tipos: la necropsia, cuando el individuo estaba muerto, cosa que es lo normal y más después de sus experimentos, y las vivisecciones, es decir, realizar la autopsia en el individuo vivo, como se le trata igual que a un muerto, no utilizaba ningún tipo de anestesia. Tampoco utilizaba anestesia ni analgesia en las operaciones, sus víctimas morían o bien en la mesa de operaciones o posteriormente de gangrena o alguna otra infección. Todo esto lo documentaba, por supuesto, para saber dónde estaban los límites del dolor, cuánto tiempo aguanta una persona hasta morir, qué partes del organismo puedes ir amputando hasta que se produzca la muerte, y su propia diversión.
En sus experimentos con gemelos, inyectaba productos químicos en los ojos de uno de los hermanos para comprobar si era posible cambiar el color, y conseguir ese bonito color azul que no es sino la falta de pigmentación en un ojo sano. Inoculaba virus y bacterias y observaba como respondían los dos hermanos frente a la misma enfermedad, hacía transfusiones de sangre de un hermano a otro, incluso intentó fabricar siameses, cosiéndoles unidos, consiguiendo que murieran por gangrena. Los pocos que sobrevivían, eran sacrificados para su estudio.
En su propósito de conseguir avances en su teoría de la eugenesia aplicada a la supremacía de la raza aria, experimentaba con las mujeres embarazadas, las mataba para experimentar con sus placentas, inyectaba sustancias químicas en el útero para provocar la esterilidad, hacía transfusiones de sangre… Su meta era conseguir mujeres arias más fértiles y esterilizar a las demás razas.
También colaboró con otros médicos en sus investigaciones bélicas. Dado que en el frente ruso morían muchos soldados por hipotermia, usaba a sus sujetos de experimento, hombres sanos, para ver qué temperaturas podían soportar, cuándo alcanzaban el estado de congelación y como revertir ese estado. A otros los sometía a presiones superiores a las que tiene que soportar un aviador, para ver qué ocurría en el caso de que tuviera que saltar sin paracaídas de un avión. También quemaba vivos a los prisioneros, para documentar cuánto tardaban en morir
También se salvaban de las dos filas, pero iban a parar al laboratorio, los individuos con acondroplasia o enanismo. Mengele estaba tan encantado de demostrar que las demás razas eran deformes, que disfrutaba teniéndolos de mascotas. A algunos llegó a disecarlos y enviarlos como regalo a Hitler, que parece que no le hizo ningún caso. Sólo faltaba que los colocara en el jardín.
10 días antes de la entrada de las tropas rusas en Auschwitz, Mengele huyó, llevándose, según testigos, una maleta negra. Se supone que allí llevaba los informes de sus carnicerías, muestras de sangre y todo el material de sus archivos. Con un pasaporte falso pasó a Génova, y en 1947 huyó a Sudamérica, asentándose en Buenos Aires, Argentina. Allí no se molestó en cambiar de nombre, porque comprobó que nadie le buscaba. Gracias a la ayuda financiera de su familia, la empresa de fabricación de maquinaria agrícola Karl Mengele e hijos que seguía siendo muy importante, pudo vivir con todas las comodidades, alojado en casas de amigos simpatizantes. Incluso con el tiempo, llegó a crear su propia empresa, una industria farmacéutica veterinaria, en la que figura su nombre real en los estatutos de la sociedad, porque en los procesos de Nüremberg nunca fue mencionado. No fue hasta los años 60 cuando su nombre figuró entre los criminales de guerra buscados.
Se divorció por correo de su esposa Irene, y este acta de divorcio fue a parar a manos de Simon Wiesenthal, el cazador de nazis, y comenzó su busca. Mengele fue alertado y escapó de Argentina. Con pasaporte falso se asentó en Brasil,en 1960, acogido por una familia de origen alemán, también subvencionada por la compañía Mengele en Alemania, bajo el nombre de Pedro Gerhard. Luego se trasladó a una favela, donde vivió en una cabaña aislada, siempre con identidades falsas. El agente del Mossad Rafi Eitan seguía sus pasos, pero no lo localizó.
Mengele murió el 7 de febrero de 1979 ahogado. La familia que le acogía le llevó a la playa y allí se ahogó. Las hipótesis iban desde que sufrió un calambre, un paro cardíaco o que se ahogó sin más. La versión oficial es que se golpeó la cabeza con un madero mientras estaba en el agua. Lo curioso es que Mengele no sabía nadar. Le enterraron con el nombre de Wolfgang Gerhard. En 1983 fueron exhumados sus restos, y se le identificó por sus incisivos superiores, particularmente separados como se aprecia en las fotografías. En 1992 se confirmó la identificación con análisis de ADN.
De la década de los sesenta data una fotografía de un colegio, donde los niños lucen la bandera de Brasil y la esvástica, que fue a parar a manos del periodista Jorge Camarasa. Es la escuela de la aldea Cândido Godói. Esto unido al testimonio de ancianos que recordaban la visita, en los años 60, de un médico alemán que administraba fármacos a las mujeres embarazadas y las extraía muestras de sangre, soltó la liebre.
En un pequeño y aislado pueblo de Brasil, Cândido Godói, llamaba la atención la existencia numerosos gemelos, casi todos ellos rubios y de ojos azules. De las 80 familias que viven en un área de 4 Km2, hay 44 pares de gemelos, más del 100% de la media.
Para comprobar esta hipótesis, investigadores de la universidad de Porto Alegre realizaron una serie de pruebas, buscando proteínas especiales en las madres de gemelos, analizando la tierra, el agua, creando mapas estadísticos. Ninguna de ellas sustentaba la hipótesis.
Los lugareños habían atribuido esta propiedad al agua de los dos manantiales de la zona, ya que se producen nacimientos de gemelos incluso en los animales. En los análisis del agua no se encontró nada extraño.
El doctor Gary Steinman mantiene la teoría de que los embarazos múltiples están ligados a la acción de la hormona del crecimiento. Otro de los sujetos que llamaba la atención de Menguele eran los que sufrían enanismo, sujeto a una falta de hormona del crecimiento, por lo que se especuló que en su tenebroso laboratorio de Auschwitz, Mengele aislara la hormona del crecimiento y diera con la clave de los embarazos múltiples. Pero es mucho pedir a un individuo que aunque tuvo delante de sus narices la respuesta, no dio con ella, porque no era un científico, sino un carnicero. Es suponer demasiado sobre la inteligencia de este tipo.
La investigación genética concluyó que toda la población de Cândido Godói proviene de 8 familias alemanas que emigraron a Brasil en el siglo XIX. En un entorno aislado, los genes de esas 8 familias son los que siguen transmitiéndose entre los habitantes del pueblo, donde predomina el pelo rubio, los ojos azules, y los embarazos múltiples, que aunque parezca extraño, son más comunes de lo que se cree.
Las doctoras Lavinia Shuler y Úrsula Matte llegaron a esta conclusión después del análisis genético de la población, y tras visitar el cementerio de los primeros colonos alemanes. Por las fechas de nacimiento, también entre estas 8 primeras familias abundaban los gemelos.
Mengele quedó impune de sus crímenes, tal vez buscaría más ratoncitos de laboratorio para pasar el rato, pero no logró su objetivo de crear una super-raza, porque en el fondo no era más que un chapucero ególatra y sádico. Los testimonios de quién le conoció y siguió con vida así lo demuestran, como los del médico húngaro Dr. Miklos Nyiszli, un prisionero médico que fue forzado a asistir a Mengele. Publicó sus experiencias en 1946.
Entre los pocos gemelos supervivientes está Eva Mozes Kor, que relata:
“Cuando el tren se detuvo, escuchamos a muchos nazis dando
órdenes afuera. Envolviendo al campo había enormes muros con alambres de
púas. Todo allí era de un color tétrico. Uno debía obedecer
inmediatamente las órdenes o moría. Debía ser instantáneo, como un
flash. Ello decidiría entre la vida en el campo o la muerte en las
cámaras de gas. Mi madre nos sostenía a mí y a Miriam, mi hermana gemela
de las manos. Nosotras nos quedamos congeladas en ese lugar. Mi madre
no nos soltó. Mi padre y mis otros hermanos desaparecieron en la
multitud, y jamás los volvimos a ver… De pronto, apareció Mengele
gritando en alemán “¡zwillingen, zwillingen!”, es decir “¡gemelos,
gemelos!”. Se detuvo frente a nosotras y mirándonos a mi hermana y a mí,
preguntó si éramos gemelas. Mi madre no sabía qué decir; sólo atinó a
preguntar: “¿es eso bueno?” Allí, un oficial SS ordenó: “¡responda por
sí o no!”. Y mi pobre madre dijo “sí, son gemelas”. Mi madre fue enviada
en una dirección, y nosotras en la dirección opuesta. Cuando me di
vuelta, la vi por última vez, extendiendo sus brazos hacia nosotras…“
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