domingo, 26 de febrero de 2012

El libro del esplendor 1

GÉNESIS

El principio
"En el principio" [Gen. I: I], cuando la voluntad del Rey comenzó a hacerse, él grabó señales en la
bóveda celeste [que lo rodeaba]. Desde el vacío más recóndito surgió una flama oscura, desde el
misterio de eyn sof, el Infinito, como una bruma formándose en lo informe, encerrada en el anillo de
esa esfera, ni bla nco ni negro, ni rojo ni verde, de ningún color en absoluto. Sólo después de que esta
flama comenzó a adoptar forma y dimensión, comenzó a producir colores radiantes. Desde el centro
más profundo de la Clama emergió un pozo del cual salieron colores que se esparcieron encima de todo
lo que estaba debajo, oculto en el misterioso escondite de eyn sof.
El pozo se abrió paso, pero no en el éter [de la esfera]. No pudo ser reconocido, hasta que un punto
escondido y supremo brilló desde el fondo del impacto del último paso. * Más allá de este punto fiada
puede saberse. Así pues, recibe el nombre de reshit, principio, la primera palabra [de las diez] por
medio de la cual el universo ha sido creado.
El universo: cáscara y semilla
Cuando el Rey Salomón "penetró en las profundidades del jardín de las nueces", como está escrito,
"descendí al jardín de las nueces" [Canto 6: II], tomó una cáscara de nuez y, al estudiarla, vio una
analogía entre sus capas y los espíritus que motivan los deseos sensuales de los humanos, como está
escrito, "y los placeres de los hijos de los hombres [son de] demonios machos y hembras" [Ecles. 2:8].
El Ser Supremo, bendito sea, consideró necesario poner en el mundo todas estas cosas para asegurar
la permanencia y la posesión, por así decido, de un cerebro rodeado de numerosas membranas. El
mundo entero, superior e inferior, está organizado de acuerdo con este principio, desde el centro
místico primigenio hasta la más exterior de todas las capas. Todas son una para la otra, cerebro dentro
de cerebro, espíritu en espíritu, cáscara dentro de cáscara.
El centro primigenio es la luz más interior, de una transparencia, sutileza y pureza más allá de
cualquier comprensión. Ese punto interior en expansión se convierte en un "palacio" con salas que
delimitan el centro y es tan radiante que su luz va más allá del poder del conocimiento.
La "vestidura" del "palacio", del punto interior incognocible, al tiempo que constituye un destello
incognocible en sí mismo, es, no obstante, de una sutileza y translucidez menores que el centro
primigenio. El "palacio" se esparce en una "vestidura" para sí mismo, la luz primordial. De ahí hacia
afuera se va extendiendo; existe en cada extensión que se sobrepone a otra extensión, y cada una
constituye una vestidura para la anteripr, como una membrana lo hace respecto del cerebro. Aunque es
membrana primero, cada extensión se hace cerebro en la extensión que la sigue.
De igual modo, el proceso continúa abajo y, una vez establecido, el hombre en el mundo combina
cerebro y membrana, espíritu y cuerpo, todo en pro del más perfecto ordenamiento del mundo. Cuando
la luna y el sol estuvieron en conjunción, ella era luminosa; pero cuando ella se separó del sol y
gobernó sus propias legiones, su estado y su luz se redujeron, y se hizo capa tras capa para investir al
cerebro, y todo fue por su bien.
La primera luz
"Y dijo Dios, Hágase la luz, y se hizo la luz" [Gen. I: 3] Esta es la luz primordial que hizo Dios. Es
la luz del ojo. Es la luz que Dios le mostró a Adán y, por medio de ella, él pudo ver el mundo de un
extremo al otro. Esta es la luz que Dios le mostró a David y él, al contemplarla, cantó en alabanza
diciendo, "Oh, cuán abundante es Tu bondad, la cual Tú has puesto al alcance de aquellos que Te
temen" [Salmos 31: 20]. Esta es la luz por medio de la cual Dios le reveló a Moisés la tierra de Israel,
desde Gilead hasta Dan.
Previendo el advenimiento de tres generaciones pecadoras, la generación de Enos, la generación del
Diluvio y la generación de la Torre de Babel, Dios los alejó del goce de la luz. Luego la devolvió a
Moisés durante la época en que su madre lo escondía, durante los tres meses después de su nacimiento.
Cuando Moisés fue presentado ante el faraón, Dios se la quitó y no se la devolvió hasta que, de pie en
el Monte Sinaí, se dispuso a recibir la Torah. Desde entonces Moisés la consideró suya hasta el fin de
sus días y, por tanto, los israelitas no podían acercársele hasta que se pusiera un velo en el rostro
[Exodo 34: 33].
"Hágase la luz, y se hizo la luz" [Gen. I:3]. Sea lo que sea aquello que designa la palabra vayehi [y
se hizo], esa cosa está en este mundo y en el mundo por venir.
El Rabino Isaac dijo: En la Creación, Dios irradió sobre el mundo de un extremo al otro con la luz,
pero ésta fue retirada para privar de su goce a los pecadores del mundo, y quedó a buen recaudo para
los justos, como está escrito, "La luz se siembra para los justos" [Salmos 97: 11]; entonces, los mundos
estarán en armonía y todos se unirán en uno solo; pero hasta que el mundo futuro se establezca, esta luz
permanecerá guardada. Esta luz emergió de la oscuridad y se abrió paso por intercesión del Más
Secreto; De igual modo, de la luz escondida, a través de algún camino secreto, se abrió paso la
oscuridad del inframundo al cual la luz es inherente. Esta oscuridad inferior recibe el nombre de
"noche" en el verso "Y a la oscuridad, El la llamó noche" [Gen. I:5].

La creación del hombre
El Rabino Simeón se levantó y habló: Al meditar, he percibido que cuando Dios estaba a punto de
crear al hombre, entonces comenzó a temblar arriba y abajo de todas las criaturas. Se desdoblaba
apenas el sexto día cuando al fin se tomó la divina decisión. Se encendió la llama de la fuente de todas
las luces y se abrió la reja del Este, desde donde fluye la luz. La luz concedida en el principio, la tomó
el Sur en gloria plena y el Sur tomó control sobre el Este. El Este tomó el control del Norte y el Norte
despertó y, abriéndose, llamó en voz alta al Oeste para que fuera hacia él. Luego el Oeste viajó hacia el
Norte y se quedó junto a él; después el Sur controlé al Oeste, y el Norte y el Sur rodearon el Jardín y
constituyeron su vallado. El Este se acercó al Oeste y el Oeste se regocijó y dijo: "Hagamos al hombre
a nuestra imagen y semejanza" [Gen. I: 26], para que abrace como nosotros los cuatro cuadrantes y el
alto y el bajo. Ahí se unieron el Este y el Oeste y crearon al hombre. Por tanto, los sabios han dicho que
el hombre surgió del sitio mismo del Templo.
Más aún, podemos ver que las palabras "Hagamos al hombre" logran esto: a los seres inferiores,
derivados de un lado del mundo superior, Dios les reveló el secreto de cómo formar el nombre divino
"Adán", en el cual se acompasan lo superior y lo inferior, en la fuerza de sus tres letras: alef, dalet y
mem. Una vez que las tres letras hubieron venido hasta el mundo inferior, fue percibido en su forma,
completo, el nombre de Adán para comprender en un nombre al varón y a la hembra. La hembra estaba
pegada al costado del hombre y Dios le envió al hombre un sueño profundo y él se recostó en el sitio
del Templo. Dios entonces le cortó a la hembra y la atavió como a una novia y la guió hasta él, como
está escrito: "Y tomó uno de sus costados y llenó el espacio con carne" [Gen: 2: 21]. En las Antiguas
Escrituras, he visto que se dice, que aquí la palabra "uno" significa "una mujer", es decir, la original
Lilith que se acostó con él y concibió de él. Pero hasta ese momento ella no fue ninguna ayuda para él y
está escrito: "Pero para Adán no se encontró una ayuda" [Gen. 2: 20]. Adán, entonces, fue el último,
pues estuvo bien que encontrara al mundo completo cuando hizo su aparición.
"No había aún en la tierra ningún arbusto del campo" [Gen. 2: 5].
El Rabino Simeón continuó diciendo: la alusión es de los magníficos árboles que crecieron más
tarde, pero que entonces eran arbustos. Adán y Eva, como hemos dicho, fueron creados uno junto al
otro. ¿Por qué no cara a cara? Por la sencilla razón de que el cielo y la tierra todavía no estaban en
completa armonía: "El Señor Dios no había hecho llover sobre la tierra" [Gen. 2: 5]. Cuando la unión
inferior se perfeccionó y Adán y Eva estuvieron cara a cara, entonces se perfeccionó la unión superior.
Esto podemos saberlo gracias al Tabernáculo: hemos aprendido que, junto a él, fue puesto otro
tabernáculo y que el superior no fue alzado hasta que el inferior fue erigido; y así sucedió en este caso.
Más aún, puesto que todo allá en las alturas no estaba todavía perfectamente ordenado, Adán y Eva no
fueron creados cara a cara. Esto se concibe debido al orden de los versos en las Escrituras; primero está
escrito: "El Señor Dios no había hecho llover sobre la tierra" y, a continuación, "no existía un hombre
que cultivara la tierra" [ibid], lo cual significa que el hombre era aún imperfecto, pues sólo cuando Eva
fue perfeccionada fue perfeccionado él a su vez. Una prueba más la constituye el que en la palabra
vayisgor [y él cerró], por primera vez en este pasaje aparezca la letra samekh, que significa "apoyo",
que equivale a decir que el varón y la hembra ahora se apoyaban uno en el otro. De manera semejante,
el mundo inferior y el superior se sostienen uno al otro. No fue hasta que el mundo inferior se
perfeccionó, que el otro a su vez fue perfeccionado. Cuando el mundo inferior tuvo que apoyar al
superior siendo volteado cara a cara con él, el mundo fue terminado, ya que anteriormente "el Señor
Dios no había hecho llover sobre la tierra" .
Entonces "una bruma cubrió la tierra" [Gen. 2: 6], para satisfacer la carencia "mojando toda la faz de
la tierra" [ibid.]; y la bruma que se levanta es el deseo de la mujer por el hombre. Aun así, otra
interpretación dice que sacamos la palabra "no" del primer verso para usarla en el segundo don
"bruma", y esto significa que Dios no mandó la lluvia porque una bruma no se había levantado, yá que
desde el mundo inferior debe provenir el impulso que ponga al mundo superior en movimiento. Así,
para formar la nube, el vapor asciende primero desde la tierra. Y de igual modo el humo de los
sacrificios asciende, creando armonía en las alturas y la unión de todo; así la esfera celestial llega a
estar completa. Es desde abajo que se inicia el movimiento y de ahí que todo se perfeccione. Si la
Comunidad de Israel no hubiera iniciado el impulso, el que habita en las alturas tampoco se habría
movido hacia ella; así el deseo de abajo es lo que causa que todo en las alturas se complete.

Varón y hembra
El Rabino Simeón se dirigió a Tiberiades y con él estaban el Rabino Yose, el Rabino Judah y el
Rabino Hiyya. En él camino, vieron al Rabino Phineas que venía a su encuentro. Todos desmontaron y
se sentaron al pie de la montaña, bajo un árbol. El Rabino Phineas habló: Mientras estamos aquí
sentados me gustaría oír algunas de esas maravillosas ideas que constituyen su discurso cotidiano.
Luego, el Rabino Simeón habló, y comenzó con el texto:
"Y durante sus jornadas desde el Sur, fue desde Beth-el hasta el lugar donde había estado su tienda
en un principio, entre Beth-el y Ai" [Gen. I:3: 3]. Dijo: Aquí podríamos haber esperado encontrado la
palabra "jornada"; pero en vez de esto, leímos "jornadas", que pretende significar que, durante la
jornada, con él estaba la Divina Presencia. Corresponde al hombre ser siempre "varón y hembra", para
que su fe permanezca estable y para que la Presencia nunca lo abandone. Y preguntarán ustedes:
¿Cómo podrá hacer eso el hombre que, lejos de su mujer, realiza una jornada y deja de ser "varón y
hembra"? Tal ser, antes de comenzar la jornada y mientras aún es "varón y hembra", deberápedir a
Dios que lleve hasta él la Presencia de su Maestro. Después de que haya rezado y dado gracias y una
vez que la Presencia descanse en él, entonces podrá irse, pues en virtud de su unión con la Presencia
ahora es varón y hembra en el campo, tal como era varón y hembra en la ciudad; está escrito: "El bien
[zedek, femenino de zaddik] deberá ir delante de él y le abrirá el paso" [Salmos 85: 14].
Nótese lo siguiente. Durante todo el tiempo de su viaje, el hombre debe tener mucho cuidado con
sus actos, con objeto de que la sagrada unión no se rompa y él se tome imperfecto, privado de la unión
con la hembra. Si se sentía la necesidad del bien cuando él y su esposa estaban juntos, ¿cuánto mayor
sería ésta cuando la pareja celestial estuviera con él? Y, más aún, ciertamente, si esta pareja celestial
actúa como su guardián constante durante el viaje hasta su regreso a casa, incluso es obligación del
varón, una vez de vuelta en el hogar, dar placer a su mujer, ya que gracias a ella, él obtuvo la unión
celestial.
Existen dos razones para esta obligación de cohabitar. Primero, este placer es religioso, da alegría
también a la Divina Presencia y es un instrumento de paz en el mundo, tal como está escrito: "Y tú
sabrás que tu tienda está en paz y visitarás tu habitación y no pecarás" [Job 5: 24].
(Preguntarán: ¿Es pecado que él no pueda penetrar a su esposa? Es pecado, pues en su impotencia,
él es indigno del honor de ser compañero celestial, que le fue dado gracias a su esposa.) Segundo, si su
esposa concibiera, la Divina Presencia confiere al niño un alma sagrada, pues este pacto es conocido
como el pacto del Ser Supremo, bendito sea.
Por tanto, el hombre debe ser tan celoso al gozar de este placer como al gozar del placer del
Sabbath, en cuyo tiempo se consuma la unión de los sabios con sus esposas. Así, "sabrás que tu tienda
está en paz", pues la Presencia te acompaña y habita en tu casa y, por esta razón, "visitarás tu
habitación y no pecarás", al llevar a cabo con alegría la obligación religiosa de tener relaciones
conyugales ante la Presencia.
Así es que los estudiosos de la Torah, lejos de sus esposas durante los seis días de la semana que le
dedican al estudio, se encuentran en este lapso unidos a un compañero celestial, y no dejan de ser
"varón y hembra". Y con el advenimiento del Sabbath, a ellos corresponde alegrar a sus mujeres en
honor de la unión celestial, y tratar de hacer la voluntad de su Maestro, como se ha establecido.
De igual modo, cuando la esposa de un hombre está en sus días de separación, en esos días, mientras
él la espera, el hombre tiene consigo al compañero celestial y continúa siendo "varón y hembra".
Cuando la esposa queda purificada, el hombre tiene la obligación de agradarla en la gozosa satisfacción
de una obligación religiosa. Las mismas razones que hemos dado, se aplican a este caso.
De acuerdo con la doctrina secreta, los místicos han de ofrecer toda su mente y propósito al Uno [el
Shekhinah]. Podría objetarse que, a la luz del argumento anterior, un hombre está en un estado de
mayor honor durante un viaje que cuando está en casa, pues el compañero celestial está con él. Esto no
es verdad. En casa, la esposa es el fundamento del hogar del hombre, ya que gracias a ella, la Presencia
no se aleja de ahí.
Así, el verso "e Isaac la llevó a la tienda de Sarah, su madre" [Gen. 24: 67], según la interpretación
de nuestros maestros, significa que la Divina Presencia vino a la casa de Isaac junto con Rebecca. De
acuerdo con la doctrina secreta, la Madre Suprema está junto con el varón sólo cuando la casa está lista,
y en ese momento el varón y la hembra están unidos. En un momento así, la Madre Suprema les manda
bendiciones.
De igual modo, la Madre Inferior se encuentra junto al varón sólo cuando la casa está lista y él y la
hembra se unen; entonces, las bendiciones de la Madre Inferior caen sobre ellos. Por lo tanto, dos
hembras, su Madre y su Esposa, deben agradar al hombre en su casa. Hay referencia a esto en el verso:
"En [ad] el deseo de los montes eternos" [Gen. 49: 26]. Este ad es el objeto deseado de los "montes
eternos", lo cual significa la hembra suprema que debe arreglarse para él y hacerla dichoso y bendecirlo
y también la hembra inferior, que deberá reunirse con él, unirse a él y recibir apoyo de él.
No de otra manera en el mundo inferior, el deseo de los "montes eternos" es para el hombre cuando
se casa y dos hembras, una del mundo superior y otra del inferior, habrán de darle dicha -la del mundo
superior haciendo llover sobre él todo tipo de bendiciones, y la del mundo inferior recibiendo apoyo de
él y uniéndose a él. Así sucede con el hombre en la casa. Pero cuando está de viaje, mientras la Madre
Suprema todavía se halla con él, la esposa del mundo inferior permanece atrás; y por tanto, a su
regreso, corresponde a él hacer aquello que establezca la armonía entre él y dos hembras, tal como lo
hemos explicado.

Fuego que consume
El Rabino Simeón dijo: en un lugar está escrito: "Pues el Señor tu Dios es un fuego que consume"
[Deut. 4: 24] ; y en otra- parte: "Pero ustedes los que están unidos al Señor su Dios, están vivos, todos y
cada uno de ustedes, este día" [Deut. 4: 4]. Los demás han discutido ya la aparente inconsistencia entre
estos textos, pero yo ofrezco aún otra interpretación.
Se ha afirmado que existe un tipo de fuego que es más fuerte que otro, y el uno consume y aniquila
al otro. Si continuamos este pensamiento, puede decirse que aquel que penetre el misterio de la unidad
sagrada de Dios, deberá considerar la Hama tal como se alza desde un carbón ardiente o una vela.
Siempre deberá existir alguna sustancia material de la cual la Harna se levanta. En la Hama en sí
pueden verse dos luces: la una blanca y brillante, la otra negra o azul. De las dos, la luz blanca es la
más alta y se alza con firmeza. Debajo de ella se encuentra la luz azul o negra, sobre la cual la otra
descansa como en una base. Las dos están unidas, la blanca reposa en el trono de la negra. La base
negra o azul está, de igual modo, en contacto con algo que, debajo de ella, la alimenta y la hace colgar
de la luz blanca. A veces esta luz azul o negra se vuelve roja, pero la luz de arriba permanece
constantemente blanca. Esta luz inferior, a ratos negra, a ratos azul, a ratos roja, sirve para ligar la luz
blanca con la sustancia material debajo de sí y gracias a la cual se mantiene encendida. Esta luz inferior
es, por naturaleza, un instrumento de destrucción y muerte que devora todo aquello que se le acerca.
Pero la luz blanca ni consume, ni demuele, ni cambia jamás.
Así pues, Moisés dijo: "Pues el Señor tu Dios es un fuego que consume" [Deut. 4: 24]. Consume, en
efecto, todo lo que se encuentra debajo suyo; por esta razón, él dijo "tu Dios" y no "nuestro Dios", ya
que Moisés permaneció de pie en la luz suprema que no consume y no demuele.
Hay que hacer aún mayor hincapié. Es solamente Israel quien hace que la luz azul se encienda y se
una con la luz blanca; Israel, quien se une a la luz azul de abajo. Y aunque sea propio de la naturaleza
de la luz azul o negra destruir todo aquello que toca, aun así, Israel, uniéndose a ella, no se destruye.
Así está escrito: "Pero ustedes los que están unidos al Señor su Dios, están vivos, todos y cada uno de
ustedes, este día". Su Dios, y no nuestro Dios; es decir, la llama azul o negra consume o aniquila todo
lo que se une a ella desde abajo, pero, así y todo, ustedes se unen y están vivos.
Apenas perceptible sobre la luz blanca y acompasándola, hay una luz más: ésta simboliza la esencia
suprema. También lo hace la llama que aspira y simboliza los supremos misterios de la sabiduría.
El Rabino Phineas se dirigió a él y lo besó, y dijo, Bendito sea Dios que me guió hasta aquí. Y
salieron con el Rabino Phineas y lo acompañaron durante tres millas. Cuando hubieron regresado, el
Rabino Simeón habló: La descripción que he dado puede tomarse como símbolo de la sagrada unidad
de Dios. En el nombre sagrado Y H V H*, la segunda letra, hé, es la luz azul o negra pegada a las letras
restantes, yod, hé, vav, que constituyen la luminosa luz blanca. Pero hay épocas en que la luz azul no es
hé sino dalet, que quiere decir pobreza; esto significa que cuando Israel no es capaz de, unirse a ella
desde abajo, por tanto, tampoco es capaz de arder y unirse a la luz blanca; la luz azul es dalet, pero
cuando Israel la hace unirse a la luz blanca, entonces es hé. Si varón y hembra no están juntos, hé se
borra y sólo queda dalet [pobreza]. Pero cuando la cadena es perfecta, el hé se une a la luz blanca e
Israel se une al hé y otorga sustancia para su luz, y aun así no es destruida.
En esto vemos el misterio del sacrificio. El humo que se alza, enciende la luz azul, que luego se une
a la luz blanca, y sucede que toda la vela está encendida totalmente, y brilla en una sola llama
unificada. Como es propio de la naturaleza de la luz azul demoler todo aquello que se pone en contacto
con ella desde abajo, por tanto, si el sacrificio es aceptable y la vela queda totalmente encendida,
entonces, como con Elyah, "el fuego del Señor desciende y consume la ofrenda quemada" [1 Reyes 18:
38] ; esto revela que la cadena ha sido perfeccionada pues la luz azul se une a la luz blanca, mientras
que al mismo tiempo consume la grasa y la carne de la ofrenda quemada abajo, y no puede consumir lo
que está abajo a menos que se alce y se una a la luz blanca. En un momento así, la paz reina en todos
los mundos, y todos juntos forman una unidad.
La luz azul, habiendo devorado toda luz debajo, logra que los sacerdotes, los Levitas y los seglares
se reúnan en su base con cantos y meditación y con oraciones, mientras encima de ellos la lámpara
arde, las luces se mezclan en una unidad, los mundos se iluminan, y arriba y abajo todo queda
bendecido. Por lo tanto, está escrito: "Ustedes los que están unidos al Señor su Dios, están vivos, todos
y cada uno de ustedes, este día". La palabra atem [ustedes]
está aquí precedida por la letra vav [y], que indica que mientras la grasa y la carne que se unen a la
flama son devorados por ella, ustedes los que se unen a ella están vivos todavía.

Abandono de la vida
Cuando un hombre está listo para abandonar la vida, Adán, el primer hombre, aparece frente a él y
le pregunta por qué se va del mundo y en qué condiciones. El hombre dice: Desdichado, por tu causa
he de morir.
Adán responde: Hijo mío, sólo un mandamiento no cumplí y se me castigó por ello; mira cuántos
son los mandamientos de tu Maestro, tanto de lo que se debe como de lo que no se debe hacer, que tú
has transgredido.
Dijo el Rabino Hiyya: Hasta este día, Adán existe y dos veces al día se pone de pie ante los
patriarcas y confiesa sus transgresiones y les muestra el lugar donde una vez habitó en gloria celestial.
El Rabino Yesa dijo: Adán aparece ante todos los hombres en el momento en que están a punto de
abandonar la' vida con objeto de declarar que el hombre está muriendo no por el pecado de Adán, sino
por sus propios pecados, tal como los sabios dijeron:' "No hay muerte sin pecado".

Las tres costas del espíritu
"Y Noé tuvo tres hijos" [Gen. 6: 10].
El Rabino Hiyya dijo al Rabino Judah: Acerca de este texto, les diré lo que he escuchado. Esto
puede compararse con un hombre que se dirigió a las entradas de una cueva, y dos o tres niños salieron
juntos de ahí, bastante distintos unos de otros en cuanto a carácter y comportamiento: uno era virtuoso,
otro mezquino, y el tercero común y corriente. De igual modo, existen tres costas del espíritu que se
mueven de acá para allá y se colocan en tres mundos distintos. N eshamah [el alma suprema]* sale al
frente y va por entre los caminos de la montaña y ahí se reúne con ruah [el espíritu]. Luego, desciende
al mundo inferior y ahí nefesh [alma vital]** se reúne con ruah y los tres se constituyen en una
unidad.***
El Rabino Judah dijo: Nefesh y ruah están unidos, mientras que neshamah tiene su morada en el
personaje de un hombre, este lugar permanece desconocido y sin descubrir. Si un hombre lucha por
alcanzar una vida pura, ahí el sagrado neshaham viene en su ayuda: así se hace puro y merece el
nombre de santo. Pero si no lucha por ser bueno y puro en la vida, entonces el sagrado neshamah no lo
anima, sino sólo los dos grados nefesh y ruah. Más aún, aquel que entra a la impureza es llevado mas
allá en ella y queda desprovisto de ayuda celestial. Así, cada uno es empujado hacia el camino que
toma.

El más alto grado de fe
El "alma" [nefesh] se halla en íntima relación con el cuerpo, nutriéndolo y sustentándolo; está abajo,
en el primer movimiento. Habiendo adquirido el valor merecido, se convierte en el trono para el
"espíritu" [ruah] para descansar, como está escrito, "hasta que el espíritu se derrame sobre nosotros
desde las alturas" [Isa. 32: 15]. Y cuando estos dos, alma y espíritu, se hayan puesto a tono, serán
dignos de recibir al "alma suprema" [neshamah], descansando a su vez sobre el trono del espíritu
[ruah]. El alma suprema se erige preeminente y no puede ser percibida. Hay trono sobre trono, y para
el más alto, un trono.
El estudio de estos grados del alma permite una comprensión de la sabiduría más alta; y es de esta
manera que la sabiduría sola otorga la posibilidad de unión de un número de misterios. Es nefesh, el
movimiento más bajo, al que se adhiere el cuerpo. Tal como sucede con la flama de una vela, la luz
oscura del fondo se adhiere al pabilo, sin el cual no puede ser. Cuando se ha encendido por completo,
se hace un trono para una luz no del todo discemible, una esencia inconocible que reposa sobre la luz
blanca, y así en todo llega a ser la luz perfecta.
Lo mismo ocurre con el hombre que llega a la perfección y recibe el nombre de "santo", como dice
el verso, "para los Santos que están en la tierra" [Salmos 16: 3].
Algo parecido sucede en el mundo superior. Así, cuando Abram entró a la tierra, Dios se le apareció
y Abram recibió el nefesh y ahí levantó un altar del mismo grado [de divinidad]. Luego "viajó hacia el
Sur" [Gen. 12:9] y recibió el ruah. Al fin llegó a la cima de la unión con Dios gracias al neshamah, y
ahí "construyó un altar para el Señor", lo cual significa el grado inefable que es el de neshamah. Luego,
viendo que debía ponerse a prueba y pasar por los distintos grados, viajó hacia Egipto. Ahí resistió la
seducción de las esencias demoniacas y, cuando se hubo probado a sí mismo, regresó a su morada. En
efecto, "salió de Egipto" [Gen. 13: 1], su fe fue fuerte y confirmada, y alcanzó el último grado de fe.
Desde entonces, Abram conoció la sabiduría más alta y se unió a Dios, y se convirtió en la mano
derecha del mundo.

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