Si, tenemos miedo a la muerte, a esa gran desconocida, a perder el
conocimiento de lo que somos tras el último exhalo de existencia vital,
lo que sentimos ante la posibilidad de ser dominados, controlados,
suplantados por seres más poderosos... mientras nuestro cuerpo físico,
camina y se transforma ya en terror...un sentimiento que nos encoge el
corazón cuando descubrimos que entre los humanos rondan leyendas de
hechiceros y brujos capaces de llevar a la práctica
este robo de almas, este aniquilar de conciencia. Nos referimos a la
presencia tradicional de los devoradores de almas, como los llaman en
África o de los come-sombras o come-corazones tal como los reconocían
los egipcios.
A modo de vampiros psíquicos o caníbales carnales terminaron divididos y
conocidos entre los occidentales, tal vez de forma equivocada. Pero ya
estuvieron antes entre nosotros...poderosos, mágicamente dotados y
capaces de encerrar almas de hombres en objetos inanimados. Pero como
toda magia, el mal puede ser rechazado con la voluntad suficiente o tal
vez no y esta duda es la que nos instiga a saber más, buscando quizás
nuestra propia esperanza y defensa.
Cuando cae la noche, la selva se llena de los espíritus, empiezan los
cánticos febriles y los brujos hechizan la atmósfera para crear puentes
de unión entre ellos y nosotros.
Hombres que aprenden de la intuición y que caminan con su pasado en la
boca. La selva y la sábana ya tenían miles de espíritus catalogados
antes de que el espiritismo kardiano tradujera sus ideas sobre los
desencarnados al mundo occidental.
Es curioso ver como los nativos no mezclan creencia religiosa con
creencia supersticiosa, pese a que nosotros nos empeñemos en creerlo
así. Para la mayoría de ancestrales tribus (las desaparecidas y las
supervivientes) existen los dioses creadores...creen en una entidad
divina, por lo general única, que hizo el mundo pero que no actúa sobre
él. No interviene, asimismo en la existencia cotidiana de los seres
humanos.
Pero los espíritus comunes como nosotros, esos si pueden trastocar
nuestra realidad pues a ellos también les pertenece. El humano
occidental está equivocado en ocasiones a la hora de entender el mundo
de los fetiches, de los brujos, que aun es el que se impone en los
lugares recónditos como Senegal.
Los antiguos cultos no sólo temen a los difuntos o a sus cadáveres y
respetan sus túmulos funerarios. Esos antiguos que moran en el pasado
que les legaron sus ancestros no tienen miedo o fe al árbol, a la
piedra, al agua, pero si lo tienen al alma invisible que se encuentra en
cada objeto inanimado. Entender a estas ánimas y enlazarlas a la
convivencia del pueblo es tarea difícil y sólo apta para unos pocos
elegidos..."los señores del orden", que para nosotros quedan relegados a
hechiceros. Su misión es sutil y delicada. Intermedian entren el
universo de los espíritus y el de los hombres. Como el mal y el bien es
uno, cada espíritu debe de ser respetado y entendido para que su
contribución sea positiva y no se convierta en peligrosa. Podemos elegir
ofender o servir a los espíritus, en ambos casos estaremos indefensos
ante ellos. Los hechiceros quieren hacer algo distinto: enseñarnos a
"convivir" con ellos.
En los rituales cada uno de los actos devotos o mágicos de un hechicero
debe tener un lugar, un momento y una forma correcta. Los tantanes,
cánticos, danzas y demás deben ser empleadas de manera idónea, sino se
corre el riesgo de provocar el desequilibrio natural entre lo visible y
lo invisible.
El brujo africano
A pesar de dedicarse a la sociedad, a ser su fetiche, su consejero, el
mago o brujo adopta un papel antisocial, consagrándose a morar en ese
puente entre dos mundos. Ser brujo implica en la selva ser solitario y
así lo viene siendo desde que el hombre primitivo intuyó las fuerzas de
la naturaleza y su poder devastador o prodigioso.
El auténtico brujo nace siéndolo y sabiéndolo, pero un hecho anómalo, un
afán de venganza o poder puede provocar la creación de un brujo, éste
terminaría siendo peligroso y casi siempre temido.
Algunos africanos del Ubanghi-Chari, guardianes aún de las facultades de
"viajeros de rutas inmemoriables" (poesía oral negra y malgache),
avisan a los extraños que quieren profundizar en los conocimientos de
los brujos que se guarden de ellos, de su apariencia humana, porque su
espíritu tiene el poder del mundo de los espíritus. Cuando descansan
parecen indefensos, pero el realidad el brujo se libera de la carne.
Sale fuera de su cuerpo y disfrazado de cualquier objeto o animal ronda a
los mortales, vigilando sus almas.
En las creencias de la selva profunda se habla de un tipo de brujos muy
peculiar: los devoradores de almas. En solitario o bien rodeados de
malhechores trabajan haciendo el mal entre los pueblos y los habitantes
africanos. Viven al margen de la ley y su identidad la ocultan de la
sociedad y de los adivinos que luchan por descubrirlos. Son los
hechiceros y curanderos tradicionales, pero en su vertiente más antigua.
Mientras los magos se preocupan de obrar bien, de mantener el
equilibrio natural de las cosas y de cuidar su vida ritual. El brujo es
activo con sólo desearlo. No suele dejar rastros su brujería. No utiliza
encantos ni fetiches. No hay ritos. Su magia es más invisible,
espiritual y suelen tener acceso a las almas de los mortales..."ayudados
por diablos sutiles de la naturaleza".
Los hombres-pájaro o zanco del país de los guerzés creen en los
devoradores de almas y corazones. Son un curioso pueblo primitivo que
practica entre sus ritos el de subirse a unos enormes zancos y emplumar
su cuerpo en recuerdo a los primeros hombres-pájaro venidos del cielo.
Sus danzas sorprenden a los turistas por las veloces carreras y
complicados giros que realizan a modo de equilibristas elevados a tan
alta medida...desafiando a la gravedad. En esta tribu se llevan a cabo
ritos que nos recuerdan al vudú haitiano, ¿precursor?, donde se practica
el degüello de un ave (sacrificio ritual de sangre) para proteger a los
miembros del clan de los espíritus maléficos. Durante sus danzas los
hechiceros no sólo son capaces de provocar sugestiones entre los
presentes, sino que adquieren fuerza ultra humana siendo capaces de
levantar grandes cantidades de peso sobre sus zancos.
La leyenda y el sexto sentido mágico
Occidente no concibe la idea de la existencia de un sexto sentido, que
permite a los hombres realizar proezas físicas y mentales o adivinar,
por ejemplo, el futuro. Por supuesto, pese a estar teorizando no sé da
por posible tampoco la existencia de un quinto elemento en nuestra
naturaleza, uno sutil, pero más versátil que los conocidos (agua, fuego,
tierra y aire) y que sería el hilo de unión con lo imperceptible. Un
quinto elemento que no estaría aislado como los otros cuatro, sino que
sería el alma de los anteriores y presentaría características de los
mismos.
Sin embargo, estos pueblos, "primitivos aún" para nosotros, creen en ese
elemento fervientemente y se piensan poseedores de ese "sexto sentido",
el único capaz de percibir el verdadero estado de la naturaleza
espiritual.
Los brujos de Guinea dicen poseer el don de la ubicuidad. En Senegal,
los magos dicen poder convertirse en almas de animales o en demonios,
etc...Pero en realidad, la verdadera leyenda que nos hace temer a los
mortales viene de la mano de los míticos antropófagos de espíritu...
Antropófagos no es vicio, ni es sólo rito y ni tan siquiera creencia.
Los comedores de carne existieron ayer por necesidad y por tradición.
Ciertas tribus del África profunda se aficionaron a la caza de enemigos,
los cuales una vez ingeridos no sólo llenaban sus estómagos, sino que
creían enriquecer sus almas, pues ésta moraba en la carne y la
experiencia vital del devorado pasaba al devorador. Igual práctica
se localizó entre los nativos australes llamados "devoradores de
cerebros". Con algunas modificaciones realizaban una antropofagia ritual
similar a la búsqueda de ingerir almas y conocimiento. Estos
australianos no devoraban enemigos, sino a familiares fallecidos a los
que pretendían así inmortalizar en ellos mismos. Era un ritual de
respeto funerario.
De todas formas estas leyendas nos hablan de antropofagia vulgar y carnal...de fin benéfico. No resultan más cruenta que otras prácticas
como la de los nativos americanos o sudafricanos de abandonar a su
suerte a enfermos y ancianos para que sean devorados por las bestias y
alimañas, para que sus almas pase a ellos, a la naturaleza misma. Y
aunque nos resulte escandaloso...nuestros asesinos o genocidas
occidentales resultan más cruentos y al tiempo no presentan una
motivación espiritual. Claro está que con esto no pretendemos alabar
ninguna de las dos vertientes.
En países ancestrales tienen asimilado que la diferencia brujo-hechicero
radica también en el gusto de los primeros por la sangre y el servicio
al mal.
En el Níger cerca de Djoliba, la tradición sigue siendo cantada por sus
trovadores. Entre algunas de las cosas que se escuchan está la historia
de los hombres-sangre. Hace miles de años, un grupo de hombres caminaban
nómadas a través del desierto, habían olvidado el nombre de sus clanes y
no sabían pronunciar por cansancio el nombre de sus dioses. Las
reservas de agua dieron a su fin y seguían andando con la esperanza de
hallar alguna reserva de agua, pero todo lo que encontraron fueron
espejismos, fiebres y muerte. Habían decidido el suicido colectivo,
cuando apareció un gran pozo ante ellos, pero allí no encontraron agua,
sorprendentemente el pozo contenía litros de líquido rojo...¡sangre!.
Entre morir o saciar su sed, la decisión de muchos fue beber y
sobrevivieron pero...algo sucedió. Desde aquel día les surgió una
afición descontrolada por la ingestión de sangre. Después nacieron sus
hijos...los devoradores de almas, los brujos...Un clan desconocido y
siempre trashumante, condenado a ser el gran oculto del pueblo africano,
los malditos.
A modo de vampiros occidentales, pero con los conocimientos mágicos
africanos se convirtieron en poderosos seres-puente con el mundo de los
espíritus. Pero ellos sólo activan el mal de las almas, la parte oscura
de la creación.
Los brujos han sido más perseguidos que los asesinos. Matar puede ser no
considerado un crimen, pero un acto de brujería, lo es...siempre.
Violar prohibiciones, matar animales...una tradición que llegó incluso a
los nativos de la India, entre los cuales se cuenta también la leyenda
de los come-almas...que además no respetan siquiera la sagrada figura de
la vaca. Cuando un brujo quiere hacerse notar, pero sin identificar,
desangra vacas y los pueblos advierten de la presencia de su poder
maligno y le respetan.
Diferencia entre antropofagia y canibalismo de almas
La antropofagia no es un hecho aislado y centrado en África. Los brujos
del medievo europeo la practicaban. Los cristianos devoran el cuerpo y
la sangre de Cristo en el acto ritual de la comunión.
Tampoco son exclusivos de esta parte del mundo los relatos de
devoradores de almas. Los vampiros y los zombis nos hablan de un tronco
común del que debió surgir el rito y que éste es más antiguo que las más
ancestrales culturas conocidas.
Los viejos clanes Njib o los antiguos egipcios ya narran ese tipo de
historias. Los Njib hablan de los brujos alados para describir a los
hombres devoradores de almas que vinieron del cielo, igual que los
dioses egipcios.
¿Qué tribu o seres antiguos sentían tanta necesidad de sangre?, ¿qué les
suponía de beneficioso los sacrificios?...¿tal vez hablamos de ladrones
de mentes, de almas, de emociones?...
Entendemos la antropofagia desde distintas facetas. Una primera en la
que el canibalismo es carnal y físico. Una segunda en la que lo devorado
es la esencia vital del ser vivo. Los antiguos al ingerir la carne
pretendían alcanzar el segundo canibalismo, es decir, engullir el alma
de la víctima.
Los brujos auténticos, los verdaderos degustadores de espíritus mortales
habrían llegado a conseguir hacerse con las deseadas ánimas sin tener
que recurrir al manjar sangriento. La magia les habría enseñado a
separar la materia de la esencia de las cosas y con la misma hechicería
podrían trabajar en uno u otro sentido. Es por eso que unido al mito de
los devoradores de almas vemos sobresalir la presencia de dos fenómenos
estudiados en la actual paraciencia: bilocación y viaje astral. Por
consiguiente toma una gran importancia a lo que los antiguos llaman
"reino oscuro de los sueños". Una especie de dimensión- puente que abre
sus dos puertas o sentidos a la realidad invisible por un lado y a la
visible por otro. Es justamente en esa "tierra de nadie astral", donde
se hace, al parecer, terrible el poder de los brujos devoradores de
almas.
La bilocación es el don de nacimiento de los verdaderos brujos astrales,
capaces de estar en dos lugares o más a la vez. El original humano es
el menos terrible e igual de mortal que el resto de seres. Sus copias
son las peligrosas, pueden ser tan reales como la original, pero con
facultades tan extraordinarias como la de transformarse en cualquier
objeto u animal, incluyendo el veneno. En 1951 murió en Gabón un militar
presuntamente envenenado, la autopsia realizada por el doctor Helmet
Whasted, así lo verificaba. Una vez en el depósito, el guarda nocturno
vio como el cuerpo del óbito exudaba una extraña sustancia, como ésta
caía al suelo y como la misma iba uniéndose hasta transformar el cuerpo
de un nativo que se escapó atravesando la pared. Nadie creyó al
vigilante, pero una segunda autopsia reveló que la sustancia venenosa
que había matado al oficial ya no existía, ni rastro pese a que la
elevada concentración debía haber dejado rastro de plomo y otros
elementos químicos...¿era este un caso de devoradores de almas?...
Ocurre que no todo juega a favor de los todopoderosos hechiceros
roba-almas, ya que para conseguir su propósito deben primero conseguir
que la víctima esté en estado onírico o similar, para lo que emplean
técnicas de alteración de conciencia, sugestión e hipnosis...aunque
prefieren actuar entre los sueños naturales, pues el alma de la víctima
está menos alerta y por lo mismo es más asequible su espíritu débil.
Pero, ¿por qué devorar almas de otros?. Lejanos a querer saciar ningún
tipo de necesidad biológica como pudiéramos pensar los occidentales, ni
padeciendo ningún tipo de desviación psicológica, los devora- almas,
intentan adquirir el conocimiento y la energía de otros seres...seres
que aunque no lo sepan guardan un poder ancestral o son genéticamente
herederos de los espíritus.
Aunque también los brujos roban almas por venganza, odio y otras medidas
emotivas...su verdadera alimentación, la que necesitan está basada en
ingerir esa energía vital, que les añade poder y les acerca a los
espíritus.
Cuantas más almas con poder ingieren, los fetiches se aproximan al
conocimiento total y se hacen más poderosos dentro del mundo de los
espíritus a quiénes roban su magia. Es decir, se vuelven menos humanos y
más espíritus...semidioses. Asimismo siguen siéndolo cuando mueren,
entonces actúan en el mundo ordinario desde el otro lado.
Cierto es que cualquier hecho extraordinario a los "conquistadores" nos
resulta increíble, simplemente porque nuestro teórico racionalismo y
adiestramiento social se niega a reconocer como posible aquello que no
deja prueba o constancia física. Nuestros cultos cibernéticos olvidarnos
los días en que participábamos en ritos ancestrales y mágicos, nuestra
superstición se ha desvirtuado perdiendo los verdaderos sentidos...somos
supersticiosos, pero sin saber a qué tememos y por qué.
Los pueblos menos desarrollados, los arraigados en sus creencias
milenarias, aún recuerdan la cara de la superstición, a la que temen.
Un europeo no puede temer a un devorador de almas, porque las víctimas
aquí no son tan frecuentes como por ejemplo lo siguen siendo en África y
en el caso de serlo, ¿cómo reconocer una víctima de canibalismo
anímico?.
Está claro que la antropofagia clásica es visible. Un devorado muestra
sus signos en el cadáver (en sus despojos). Pero, ¿qué le falta a un ser
al cual le han robado el alma?.
Por supuesto, la vida, ya que el cuerpo sin la esencia motriz no existe y
ni siquiera se excluye en este sentido a los zombis. A estos
simplemente se les ha nublado la voluntad o la conciencia del ser que
eran...
Una víctima de canibalismo espiritual muere, pero salvo eso es muy
difícil encontrar otros rastros que expliquen la causa. Aunque volviendo
a las leyendas negras se pueden, en ocasiones, hallar signos de que
murieron devorados.
El principal es encontrado en la sangre. Algunas tribus africanas, casos
como en Liberia, solían cortar una vena al difunto...si en lugar de
sangre manaba agua o una sustancia lechosa, no había duda, un devorador
había sido el culpable.
El rito solía practicarse a las personas fallecidas durante sueños o mientras dormitaba.
Otro signo que relacionaban con el hurto de espíritu lo encontraban
físicamente en la lengua, cuya punta estaba masticada, cortada o
tragada, ya que los hechiceros prevenían así que un caso de despertar o
de hablar el sueño la víctima no pidiese ayuda durante el proceso de
devorar su alma.
¿Quiénes eran predominantemente los manjares más preciados por los
brujos devora-almas?. Hemos resaltado creencias que les motivaban a
cometer sus fechorías...creen que adquirían facultades y energías de
individuos con don o por venganza y envidia...lo que llevaba a que los
devoradores de almas, a veces, se comieran ésta entre ellos. Al
principio hablamos de estos caníbales como hombres solitarios, tal vez
fuera por este mismo motivo.
Pero sin duda, lo más llamativo al observar en la leyenda era la
elección de la edad de sus víctimas, generalmente niños a los que les
parecía despuntar "facultades especiales" o que habían sido destinados
desde su nacimiento como futuros magos-ascetas de su tribu. Al devorar
sus almas a edad temprana no sólo adquirían su poder y energía vital,
sino que evitaban tenerlos de enemigos cuando se hicieran mayores en el
mundo de la magia y los espíritus.
En los años 50, un investigador que buscó reiteradamente la existencia
de estos devoradores de espíritus, Pierre Fromentin, explicó en su libro
del mismo título un caso atroz pero ejemplificador de este tipo de
canibalismo, un caso en el que participó la misma gendarmería francesa
presente en África.
"Camara Moumo, un pescatero del poblado Soumaya. Cerca de la capital
guineana se presentó en la gendarmería de Coyah para denunciar a unos
brujos de su pueblo". La mujer de Camara Moumo, cuatro años atrás le
notificó que su hija estaba enferma, el padre fue a su habitación y vio
que sufría parálisis. El lunes, tres días después, falleció. Pero ese
día de la denuncia se había enterado que cuatro brujos habían devorado a
su hija y que otra niña, Malaga Bangoura había sufrido el mismo
destino. Revisó la sepultura de su hija, pero estaba intacta. Los brujos
sospechosos (Oneudé Bangoura y Konia Moussa) fueron sorprendidos esa
tarde de la denuncia por un joven llamado Sylla, justamente cuando se
disponían a matar al propio demandante.
La culpable era una hechicera, Sounkaro Soumah (su propia mujer) y once
brujos en total llevaban años devorando almas...y cuerpos..en Soumaya.
Los onces brujos habían ingerido incluso a sus hijos. Éstos fueron
arrestados y mientras eran vigilados algo inexplicable sucedió. El mismo
joven Sylla al volver al poblado los vio reunidos en el bosque
dipuestos de nuevo a "devorar" a Camara, pero al ser interrumpidos
nuevamente todo lo que vio el joven se esfumó...
Durante los interrogatorios, los brujos explicaban que se veían en
sueños y allí devoraban los "los cuerpos de sus víctimas", éstas morían
tras sufrir parálisis en la realidad. Efectivamente, los cuerpos de los
niños fueron desenterrados y estaban intactos.
¿Qué ocurría allí?, ¿todos estaban mintiendo?, ¿habían muerto las niñas
de forma natural? o ¿vivían una experiencia colectiva a los límites de
la ciencia, una especie de alucinación colectiva?.
Y de nuevo nos vemos frente a la creencia, ante los hombres como este
caso africano que creen en el ser viviente como el conjunto de tres
compartimentos estancos: envoltura material, el alimento motor o energía
invisible individual (mente) y el espíritu eterno que domina los dos
anteriores.
Lejos de allí, pero también en el continente africano, la leyenda de los
devoradores de hombres pierde su nombre para transformarse en los
comedores de sombras.
En las riberas del Nilo no sólo se erigen las grandes pirámides y otros
vestigios de un pasado glorioso, también perviven las supersticiones de
los orígenes. Transmitidas entre las gente que caminan aún hoy entre el
limo y el cáñamo egipcio. Olvidaron por qué y desde cuándo están allí,
ya no saben hacer funcionar los artilugios de los antiguos, pero
recuerdan los rostros de los viejos dioses y las leyendas de los
ancestrales miedos.
Los ancianos aún cuentan a los niños cómo los señores de la noche, al
servicio del dios de la oscuridad, el resucitado Osiris, vagan por el
inframundo devorando las almas y los cuerpos mortales de los difuntos.
El libro de los muertos habla del juicio a los difuntos, de una balanza
que sopesa los hechos y da la bienvenida al justo, mientras deja devorar
por el chacal el corazón del pecador.
Más Allá del rito antropófago del juicio final egipcio, una historia
menor también resalta en esta enigmática civilización...la que habla de
unos brujos roba-almas, come-corazones o come-sombras.
Servidores de la noche y poderosos en el mundo de los sueños, con el don
de la ubicuidad, siempre al servicio de Anubis, que hace su trabajo a
este lado de la realidad.
A ellos recurrían los sacerdotes para prácticas
necromantes, en las que se pretendía causar muerte a traidores e
impíos. Podían ser confundidos entre la gente por su aspecto, pero su
esencia provenía del propio Osiris. Algo así como una especie de policía
"voraz". Sin embargo, su existencia no ha sido rastreada en
jeroglíficos o papiros, así que pasa a ser parte de la leyenda o enigmas
aún sin descubrir que nos depara el viejo Egipto.
Pero no todos los devoradores de almas merodean en las selvas africanas,
al parecer su mito no sólo viajó a América con los esclavos, sino que
surgió quizás paralelamente en otros puntos del globo terráqueo.
Los auténticos sacerdotes druidas de nuestra añeja Europa no eran los
magos dulces y blancos que nosotros evocamos en la actualidad al
recordarlos. Existieron unos poderosos druidas en la Galia y en zonas
pirenaica que tenían entre una de sus habituales prácticas
la de absorber o aprisionarlas en objetos de la naturaleza, por lo cual
eran temidos incluso por los mismo demandantes de su alta magia.
Tras el conjuro debido, la hechicería druídica hacía sufrir dos destinos
a sus elegidos sin alma ya. En ambos la víctima de extirpamiento de
aliento solía sobrevivir, al menos durante un periodo de tiempo. En el
primero de los casos esta supervivencia era corta y exenta de conciencia
en lo que podría llamarse un aparente estado vegetativo o de coma,
conocido como "el letargo" y más tarde como muerte del sueño. En el
segundo de los casos el individuo podía estar en este trance durante el
resto de su vida y ésta podía durar años. El cuento de La Bella
Durmiente, aunque modificado a conveniencia del autor narra este
hechizo. El druida es sustituido por la bruja, pero la esencia de la
leyenda queda intacta. Una leyenda que nuevamente se repite en otro
cuento...Blancanieves. En la que también una "bruja" logra robar el alma
de Blancanieves mientras le hace caer en un letargo. Dos puntos sutiles
quedan desprendidos de estos presuntos cuentos infantiles. La
importancia de la sangre que se da en la bella adormecida, su sangre se
infecta tras el pinchazo de una hiladora o en la ingestión oral de un
veneno similar que vive Blancanieves tras morder una manzana.
Los druidas conocedores de la naturaleza eran grandes naturistas y
herboristas. A ellos se les atribuyen manejos de elixires increibles
extraidos de las plantas, entre ellas las de capacidades alucinógenas
como es el caso de la adormidera o el sauco.
Alguna de las cuales pudieron haber utilizado para la creación del
temido brebaje del sueño, que utilizaron personajes de leyenda como
Calisto para aparentar la muerte física.
Más hacia el norte, los vikingos, pueblo de valientes, también creaban
sus propias supersticiones. Y sentados al fuego de los banquetes se
relataban historias como la de los temibles ladrones de almas. Estos
personajes de mitologías germánicas eran respetados entre los diferentes
pueblos y aunque cada cual les daba unas características diferentes
todos parecían tener en común que los ladrones de almas eran puentes en
el mundo de los vivos y de los muertos. Cuando los difuntos se liberaban
de su esencia era necesario colocarles las monedas en los ojos para que
iniciado el viaje al más allá pudieran pagar su peaje al barquero
(tremendo parecido con la idea egipcia del más allá donde también
encontramos el barquero, idea recogida por romanos y griegos). Si no se
hacía el pago se quedaban los espíritus en este lado de la orilla vital y
dispuestos a sortear las pruebas de unos personajes nada agradables que
se quedaban con sus almas como prisioneras y siervas en una especie de
purgatorio.
Mención aparte merecen los soldados sin alma que aparecen en el medievo y
que suelen ser caballeros cuya cuerpo está vivo, pero al que le ha sido
robada el alma por un hechicero, hallándose al servicio del mismo. A
modo de zombi afro-caribeño.
Como resultado de lo dicho y visto podríamos intuir que no es lo mismo
hablar de devoradores de almas que hacerlo de antropófagos ritualistas,
aunque guarden muchos puntos en común.
Tal vez, hombres de todos los tiempos y civilizaciones hemos terminado
por querer pensar que existe eso que llamamos alma. La paraciencia
incluso la quiso pesar llegándose a la conclusión de que tras el último
aliento vital los hombres perdemos cerca de noventa gramos
corporales...¿será ese el peso de nuestra vida?. Un tanto acientífico
este pensamiento, pues de todos modos simplemente podríamos haber
perdido aire, el últimos exhalar de nuestros pulmones.
¿Pero que sería el alma?. ¿Un algo que sobresale entre las religiones
elevándose al gran misterio de la existencia de los seres vivos?. ¿Es
vulnerable físicamente, manipulable, mesurable?. ¿Por qué siempre nos da
miedo al pensar en ella de forma liberada, ajena a cualquier físico
conocido?. Podríamos pensar que no tiene voluntad independiente y que se
halla al alcance de cualquier fechoría externa de mentes diabólicas y
seres extraños...malvados. ¿No sería esto una contradicción?, al fin de
cuentas si hemos llegado a concebir el concepto de alma ha sido buscando
la idea de una parte inmortal que nos mora y sobrevive a la muerte
física. Tal vez lo que tenemos miedo es a no tener conciencia del yo
individual a olvidarnos de quiénes somos en la división por la que nos
transformaríamos en espíritu.
Un temor que nuestra moderna cultura no logra guardar y erradicar de sus listas de grandes miedos a lo desconocido.
Un pánico que a veces es la consecuencia de que personas que intentan realizar prácticas
paracientíficas, como los viajes astrales o proyecciones mentales, no
consigan con éxito su propósito. Por eso lo primero que debe trabajarse a
la hora de estas prácticas,
según los expertos en materias metafísicas, deben de ser estos miedos a
la separación de las distintas partes del ser que formamos. Una máxima
de las mismas es tener tranquilidad de que nadie podrá robar nuestro
cuerpo o suplantarlo si se logran desdoblamientos astrales, pues cada
cuerpo esta ligado a una y no más almas.
Algo parecido a lo que sucede en medicina cuando se llevan a cabo
transplantes de órganos entre diferentes personas y se da el problema
del rechazo.
Quizás por eso los antiguos devoradores de almas sabían que lo principal
era romper este enlace vital entre cuerpo-mente-espíritu. La
destrucción de la materia era una de las técnicas más empleadas como en
el caso de los caníbales ritualistas australes. Otra técnica sería
destruir la mente (conciencia del yo individual que somos), lo quedaría
un resultado zómbico. Los africanos, sin embargo, eran los más drásticos
pues su intención era robar el alma y devorar su energía vital, por eso
destruían el cuerpo, nublaban la mente y absorbían en si mismo el
espíritu-víctima.
Aunque nos parezca absurdo el recuerdo de este ancestral mito de
devoradores de almas, lo cierto es que no hemos sido capaces en
generaciones de desligarnos de su presencia. Le hemos borrado y cambiado
el nombre, pero sigue siempre presente en nuestra imaginación.
Películas de ciencia-ficción como la ya de culto "los ladrones de
ultra-cuerpos", nos modernizan la idea de estos roba-espíritus. Esta vez
la amenaza renovando su imagen nos cae del cielo y no llegan a devorar
almas sino a clonar su esencia, convirtiéndose en imitadores de seres.
La paraciencia también recoge el mito de los devoradores de almas,
hablándonos de la posesión, un ser extracorpóreo sustituye a otro o
termina cohabitando con él. En realidad hablamos de esos hechiceros
africanos con poderes en este caso "desde el otro lado" ya que la
operación de canibalismo anímico la realizarían teóricamente tras esa
frontera mortal.
Lo único cierto de estas leyendas truculentas es que terminan
haciéndonos pensar en que somos débiles criaturas a expensas de poderes
desconocido y superiores, y antes los cuales solo podemos presentarnos
cruzando los dedos para que sean benignos con nuestro destino. O ¿por
que no?, obligándonos a mirar hacia arriba, donde lo inexplicable, lo
increíble, lo imposible, terminan llevándonos por curiosos.
Arriba, más allá del entendimiento, justo a ese lugar ilocalizable en
nuestros humanos mapas geográficos dónde las grandes religiones como la
musulmana o la cristiana terminan encerrando a las almas de los difuntos
en espera del destino final. Almas que según cuentan los escritos
hebreos sagrados, son recogidas de cada ser que muere, por los picos de
pequeños gorriones y otras aves celestiales, para ser depositadas una a
una en la gran sala de los espíritus, dónde todos los que nacen han
estado ya en un principio.
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