10 Barnes Street
Providence, R. I.
Oct. 26, 1926
Jovencito:—
Estas salidas ocasionales están, te lo aseguro, bien ganadas; ya
que en este momento me encuentro luchando con la más enfebrecida
reencarnación de David Van Bush imaginable. Mi neo-Bush es nuestro
escurridizo amigo Houdini, quien estuvo aquí a principios de mes, y me
apremió enormemente a preparar un artículo anti-astrologico para que
fuese terminado antes de su marcha—en cinco días, por el que recibí la
nada despreciable remuneración de setenta y cinco dólares. Dice que
tiene una enorme cantidad de material para mi, y ha intentado que vaya a
visitarle a Detroit, corriendo el con los gastos, para hablar de
proyectos—pero he sostenido que funciono mejor a la vista de los
campanarios georgianos de mi ciudad. Justo ahora he leído en el
periódico que ha sufrido un ataque—que debió suceder justo después de la
última carta que me envió—así que supongo que habrá una pausa en las
negociaciones. Le enviaré unas líneas de apoyo para animarle. El pobre
Eddy, quien con mi ayuda ha hecho algunos trabajos de revisión para el
hábil mago, está bastante preocupado por esta inesperada intervención de
los dioses.
Hablando de recortes—aquí
están las líneas navideñas del año pasado, tal y como aparecerán en el
Periódico Familiar del Hermano Wright…a 25 centavos por línea, este
embrollo debería reportar $3,75—una suma que no despreciaré en modo
alguno. Felicidades por la aceptación de tu nuevo cuento—aunque siento
que Ghost Stories no lo imprimiese al doble de remuneración. El Pequeño
Farnie rechazó el Cthulhu del Abuelo arguyendo que era
demasiado lenta y oscura para sus vivarachos idiotas—creo que te enviaré
adjunta la nota y dejaré que juzgues por ti mismo. Si pudiese encontrar
una buena cantidad de trabajo de revisión, no volvería a escribir un
relato para estos mercachifles baratos. Arruina el estilo de uno el
tener un público de idiotas domesticados colgando sobre tu cabeza
mientras escribes. Algo más agradable que he estado haciendo últimamente
es clasificar mis recortes sobre Rhode Island y otros temas
arquitectónicos y de anticuario. Supongo que recordarás el tremendo
desorden al final de mi mesa en Clinton Street. Bueno, todo aquel
desorden, junto con lo acumulado desde entonces, está ahora pulcramente
dispuesto—en adecuados portafolios como o en un álbum. Ahora puedo
encontrar lo que quiero, y no tengo la pavorosa tarea de organizar
pendiendo sobre mi cabeza.
Sobre la copia de Ghost Stories— ¡estoy avergonzado ante mi
negligencia! He querido enviártela todos los días, pero nunca he
rematado la tarea. Al recibir tu carta, de todos modos, la he
despachado; así que debería llegarte en un día o dos. La encontrarás
bastante deprimente—incluso peor que Weird Tales. De hecho, para mí su merito principal es probar que un magacín puede ser incluso peor que el del Hermano Farnie.
…….No existe nada antagónico para la expresión del alma en una
habitación decentemente amueblada o en un albornoz limpio, y cualquiera
que diga tal cosa demuestra estar tan poco familiarizado con
habitaciones decentes o albornoces que estos parecen intrusivos y
extraordinarios a sus ojos. Una casa bien ordenada puede parecer algo
básico para alguien que nunca ha vivido en un lugar diferente, y es un
sinsentido sostener que pudiese ejercer una influencia perjudicial sobre
el pensamiento o el trabajo de alguien. Buen Dios, desde mi propia
experiencia es justo lo contrario—No podía formar un simple pensamiento
bien definido en aquella maldita porqueriza de la calle Clinton,
mientras que ahora que estoy en casa de nuevo, en el ambiente
perteneciente a un hombre civilizado, por lo menos lo puedo hacer tan
bien como antes de irme.
…..no puedo sentirme interesado por ello—ni siquiera me aburre lo suficiente para olvidarme de otros aburrimientos…..
En cuanto a Dreiser—Leí un par de sus creaciones casi por obligación
el año pasado cuando Kirk las tenía en su poder, y puedo estar de
acuerdo en que en cierto modo es un gran artista. Entiende las
corrientes de ciertos pesados, mediocres personajes; y ya que estos
personajes son muy frecuentes en la vida, uno podría decir que tiene una
eminente y trabajada perspectiva de la vida en si misma. Es un realista
genuino que puede imprimir cierto acento dramático (o como los críticos
dirían “épico”) a esa mezcolanza de sordidez que es la vida normal; y
como ese es el caso, sería inútil negarle el título de artista aunque su
utilización del lenguaje alcance el punto más bajo de la torpeza.
Al mismo tiempo, no puedo mostrar ningún interés genuino por sus
dolorosas fotografías. Sabemos que tales cosas ocurren—reconocemos el
toque del analista y del delineante—pero después de todo, pronto nos
preguntamos, ¿Y qué importa? El grado de interés real que puedo mostrar
por los arrastrados trastabilleos de una enfangada mente de clase baja
en la lucha inherente a la inhibición social, me parece definitivamente
limitado. Durante un rato pueden simbolizar la lucha del hombre al filo
del infinito, pero después de que la novedad de la analogía se haya
evaporado, uno pierde la paciencia con ese espectáculo de tremenda,
estúpida, bovina miseria. La limitada y restrictiva perspectiva del tipo
de personas que Dreiser conoce y comprende, aburre a una persona que
tenga contactos más extensos, para quien el universo tiene una
perspectiva más sutil, y para quien presenta un conjunto tremendamente
diferente e infinitamente más etéreo de problemas y soluciones. Esa
compasión plebeya y ese dolor universal pueden funcionar con los
adolescentes o con los eslavos—pero no pueden significar demasiado para
un Celta o un Teutón que ha mirado en los bosques encantados o ha
escuchado música extraña en las ruinas a la oscura luz de la luna….
Tu reminiscente y bucólico servidor
Abuelo
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