martes, 20 de marzo de 2012

Simpatía por el Diablo







Cualquier intento de reorganizar la mente
implica una dualidad. Las religiones se fundan
en la falacia de que uno puede o debería
tener un elemento de la dualidad sin el otro.

Peter Carroll. Liber Null.
I

Horus y Set son gemelos que pelean como hermanos por toda la eternidad, Horus y Set convergen en el Rey: uno desde la derecha, desde el día, desde la luz blanca; otro desde la izquierda, desde la noche, desde la luz negra. Sin uno de los dos, el Rey no tendría derecho a ser la encarnación de todo Egipto. Las religiones —que trabajan activamente contra la vida— pretenden el desastre de la victoria de uno sobre el otro, que es lo mismo que pretender que la mitad del universo se precipite sobre la otra, cerebros funcionando con un solo hemisferio, días sin noches, luces sin sombras. Quieren las religiones sajar por la mitad la naturaleza humana y producir un hombre paralizado de medio cuerpo, inseguro y obediente, que renquee por sí mismo hasta el redil.

El acercamiento al Demonio, a Satán, a Lucifer, o como nos guste más llamarlo, es un ejercicio de integridad mental y personal. No es correr hacia el lado "criminal" de una opereta moral
judeocristiana. Porque el rechazo del "bien" (de un sistema moral) no lleva a instalarse en su "mal" —que sólo es su imagen en negativo, que sólo se define a partir de él— sino a moverse por uno mismo "más allá del Bien y del Mal". El acercamiento al Demonio es el cuestionamiento de Dios, no para reelegirlo esta vez "boca abajo", sino para ser uno mismo sin dioses (sin más dios que uno mismo).

Todo tipo de castigos, amenazas y miedos nos han sido inculcados en torno a la posibilidad de adentrarnos por ese sendero tan personal que se encuentra "más allá del Bien y del Mal". Todo lo "prohibido" crece allí. Y esos miedos siguen profundamente arraigados dentro de nosotros, aunque la moda de la modernidad nos haga creernos "librepensadores" e "independientes" (cuando en realidad sólo somos consumidores desconcertados). Por eso las películas sobre demonios y posesiones siguen dando miedo, aunque las de santos aburran. El castigo parece dejar una huella más profunda que la recompensa.

II

Satán da
suerte. Este un hecho incontestable que reconocen honestamente todos los que se le han acercado alguna vez sin miedos, despreocupadamente, como sencillos (que no humildes) amantes de la vida y la creatividad. Para quienes se le acercan como los egiptólogos en las pirámides —en cuclillas y buscando quedarse con un tesoro que ellos no son— sólo hay la obsesión y el daño mental (la omnipresencia de una jeta de cabra, por ejemplo). Muchos "satanistas" amateurs son devorados por Satán, y puede decirse sencillamente que no eran dignos de buscarle. Querían ser "malvados" como forma de ser algo, querían ser "importantes" infundiendo terror en sus vecinos, querían ser crueles contra todo lo que se les acercara (odiaban la vida, como les habían enseñado las religiones), querían obtener "poderes" sin crecer ellos mismos, tener "dominio sobre los demás" sin ser medianamente dueños de sí mismos. Entonces, como decía Crowley hablando sobre los "pactos diabólicos" que algunos buscan, sucede lo que tiene que suceder "cuando el ratón intenta hacerse amigo del gato"...

Basta con dar un pequeño paso hacia Satán para empezar a percibir sus guiños y sus afortunadas casualidades. Satán es solícito y generoso, y se adelanta hacia quien le busca. De aquí viene el dicho ocultista:
"Cuando piensas en el Demonio, él ya está a medio camino hacia ti". La "buena estrella" de Satán es la recompensa por asomarnos —aunque sólo sea un instante— a todo el gran vergel de lo que somos y mantenemos oculto y maldito en nosotros mismos. Es la fuerza que surge al sentirnos por algunos momentos extrañamente íntegros, extrañamente sin miedos. Esta fuerza hace plegarse la realidad a nuestro alrededor, nos hace portadores de una luz (Luci-fer) ante la que nadie se atreve a cruzarse.

III

Todo hay que decirlo. El "problema" de Satán es que es una referencia muy poderosa por su carga cultural durante toda la tradición
judeocristiana: la perenne encarnación del polo "oscuro", la "personificación del Mal". Y por lo tanto puede activar "sombras" muy poderosas de nuestra psique.

Al ser Satán una figura precisa, una "personalidad" clara, individual y singular, es evidentemente una forma de
objetivar, de visualizar, lo que no es en realidad más que nuestra propia (y oculta) Voluntad.

El problema de ponerse frente a frente con la imagen personificada de la propia Voluntad es que hay que tener la claridad mental y la preparación para no caer en la obsesión, en la trampa de uno mismo espoleándose sus propios terrores.
Kenneth Grant, hablando de otras operaciones mágicas (las tántricas), escribió algo que me parece que puede también aplicarse aquí:
"Es aquí donde el peligro acecha al practicante no iniciado, porque en esta fase se genera una imagen degradada de la Voluntad. Para evitar esto, la Voluntad debe estar tan firme como una llama en un lugar sin viento. El más leve temblor hace que la imagen vacile. Es por esto por lo que resulta esencial una práctica intensiva de la concentración mental. La mente y la voluntad deben unirse y funcionar en una dirección precisa. Cuando la imagen se distorsiona, engendra una criatura extraña y parasitaria que se alimenta de la energía vital de la persona que la ha llamado a existir. (...) Eliphas Levi describe bien esta situación: "Cuando uno crea fantasmas de sí mismo, coloca vampiros en el mundo, y debe alimentar a esos hijos de la pesadilla voluntaria con su propia sangre, su propia vida, su propia inteligencia y su propia cordura, sin llegar a satisfacerlos nunca" (Clave de los Misterios)." [Kenneth Grant. The Magical Revival (1972), pág.32.]

1 comentario:

  1. Hey esto está plagiado de http://bailespiritu.blogspot.com sin citar al autor!

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