martes, 20 de marzo de 2012

El juego del cambio de paradigmas



Seamos veraces, hablemos de nuestra fantástica capacidad de mentir. Nos pasamos todo el tiempo engañándonos a nosotros mismos, lo que también se conoce en los ambientes mágicos cyberpunk como "cambiando de paradigmas". Pero normalmente lo hacemos por unas lamentables motivaciones de justificación, para huir de la responsabilidad de nuestros actos. Al cabo del día podemos haber sido ácratas (para reivindicar nuestro derecho universal a comportarnos como queramos) y reaccionarios (para criticar el comportamiento inesperado de los otros), campechanos "hijos del pueblo" (frente a los que nos resultan unos pretenciosos) y exquisitos aristócratas (frente a los que nos resultan unos patanes). Somos auténticos expertos —bien educados como estamos en la hipócrita moral cristiana— en mentirnos sobre nosotros mismos, ya ni reparamos en cuántas veces lo hacemos en sólo unas horas. Dado que la vida es vibrante, contradictoria, imprevisible, el mero hecho de pensarnos con coherencia ya conlleva necesariamente un buen montón de mentiras, estratégicamente situadas. Hace falta mucho descaro para decir "Siempre he pensado que...".

Los autoengaños del Yo están gobernados por su miedo principal: el miedo a la falta de "orden". Nuestra indomable capacidad de desear tous azimuts, que conocemos tan bien, nos da pánico. Son estratagemas bastante burdas que no sirven para hacer florecer la vida, trepar sobre uno mismo, jugar con nuevas posibilidades. Evidentemente no las ha convocado una Voluntad soberana.

Pero aprovechemos lo que hay: Ya que el miedo nos hizo maestros de una técnica, ¿por qué no usarla conscientemente para propósitos más interesantes? En vez de correr por la vida cambiando de paradigmas de forma desbocada, espoleados por la necesidad de salvar a toda costa la pequeña coherencia del Yo, huyendo de nosotros mismos... ¿Por qué no utilizar nuestras dotes de autoengaño para derribar precisamente las murallas del Yo? "Deconstruyamos nuestras identidades", que diría el posmoderno. Cada paradigma es un pequeño Yo, una pequeña autodescripción del Yo. Cambiando voluntariamente uno por otro, conscientemente y no en estampida, podremos sentir cuán frágiles y ridículas son esas certezas del Yo a las que muchas personas están dispuestas a sacrificar sus vidas. Cambiar voluntariamente de paradigma es jugar con las autoexplicaciones, perderles el respeto, y por lo tanto asomarse al caos y la incertidumbre creativa que lo componen todo, que nos componen.    


Nota: El cambio voluntario de paradigmas es una de las aportaciones más interesantes de la corriente de la Magia del Caos. Sin embargo el pionero en la utilización de esta técnica para la Magia es, una vez más, Aleister Crowley. En su Liber III vel Jugorum dejó escrito: "Mediante algún recurso, como el cambiarte el anillo de un dedo a otro, crea en ti mismo dos personalidades, cada una con pensamientos dentro de límites completamente diferentes, que sólo compartan el terreno de las necesidades vitales. Por ejemplo, supón que A es un hombre de fuertes pasiones, experto en la Sagrada Qabalah, vegetariano, y claramente "reaccionario" políticamente. Que B es un pensador ascético e impasible, dedicado a los negocios y a la vida familiar, carnívoro y claramente progresista en lo político. No dejes que un pensamiento típico de A surja cuando el anillo está en el dedo de B, y viceversa."

1 comentario:

  1. Hey esto está plagiado de http://bailespiritu.blogspot.com sin citar al autor!

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