miércoles, 29 de febrero de 2012

Los perros y su sentido oculto

Aunque la muerte nos separe

Todos hemos escuchado en más de una ocasión esas historias que hablan de perros que parecen tener una sensibilidad y una devoción especial hacia sus dueños, un sentimiento de fidelidad que les lleva a permanecer, en algunos casos, junto a la puerta de un hospital por la que su amo desapareció una vez hace ya muchos años. O sobre una tumba, cuidando y velando el descanso eterno de su dueño hasta el último día de su vida.

Otras historias nos cuentan el increíble sentido de la orientación de los canes, que son capaces de volver a su hogar desde distancias que a veces se cuentan por miles de kilómetros, en viajes épicos que les costarán recorrer incluso algunos años. También se ha hablado mucho del supuesto sexto de precognición que parecen tener los perros, ese sentido que les posibilita adelantarse o intuir la inminente llegada de sus dueños, una tormenta e incluso un movimiento sísmico.
A continuación os mostramos algunas de estas peculiares historias y una pequeña muestra sobre los estudios que se han realizado en los últimos tiempos sobre este sexto sentido que hemos mencionado.

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Bobby

Edimburgo

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Bobby era el terrier de un policía de la ciudad de Edimburgo llamado John Gray. Ambos estaban siempre juntos y ya era famosa en la zona la cantidad de trucos que Bobby sabía realizar. Desafortunadamente, un 15 de Febrero de 1858, Gray muere de una tuberculosis repentina. Durante el funeral Bobby permanecería siempre presente, y seguiría al cortejo hasta el cementerio de Greyfriars Kirkyard. Lugar donde descansarían los restos de John y donde además, en un acto de fidelidad extrema, Bobby pasaría el resto de los 14 años que le quedaban de vida montando guardia sobre la tumba de su fallecido amo. En un principio todos pensaban que Bobby permanecería solamente unos días sobre la tumba y que luego el hambre o el aburrimiento lo alejarían. No obstante, comenzarían a pasar los años e incluso los crudos inviernos de Escocia y Bobby permanecería fiel en su guardia. Solo se retiraba de vez en cuando para beber y conseguir comida, o cuando la nieve le impedía permanecer en el lugar. Con los años Bobby se fue transformando en una leyenda local y personas que admiraban su fidelidad comenzaron a alimentarlo y a suministrarle un refugio en el invierno. A tal punto creció esta fama que en 1867 el mismo Lord Provost de Edimburgo, Sir William Chambers, intervendría personalmente para salvar a Bobby de la perrera y además, para evitar futuros accidentes de este tipo, declararía al fiel can como propiedad del Consejo de la Ciudad. Bobby moriría sobre la tumba de su amo en 1872, y al no poder ser enterrado en el cementerio la gente del lugar se reuniría para construirle una fuente con una estatua en su honor no muy lejos del cementerio. Estatua que,  curiosamente, fue construida mirando hacia la tumba de John Gray.

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Collie

Cementerio de La Piedad, Rosario, Argentina:

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Collie llegó a La Piedad hace unos cinco años, el mismo día en que sepultaron a su amo. Esa noche se quedó junto a la tumba y al día siguiente, cuando los familiares vinieron por él, no hubo forma de llevarlo. Hubo unos días de pausa y regresaron, en este caso con una soga.
“Vino el hijo de la persona    fallecida, intentó atraparlo con una soga pero el perro escapó hasta el fondo y no hubo manera de sacarlo de acá”, recuerda Lombardo, que lleva 30 años trabajando en el lugar y se ocupa personalmente de alimentar a Collie todas las mañanas, al igual que al resto de los perritos callejeros que eligieron el cementerio como residencia.
Según el hombre, ese es el único momento del    día en que Collie da muestras de afecto. Una vez concluido el desayuno, el perro se pierde durante horas, deambula o se recuesta en los alrededores de la que fuera la tumba de su amo.
“Dicen que al dueño lo cremaron y que eso lo    desorientó, sigue viniendo a este sector donde comenzó todo”, dice Eduardo Visconti, citando una versión que circuló entre el personal de La Piedad. “Ahora duerme la siesta en el lugar cercano a la tumba y el resto del tiempo se queda cerca de las oficinas de entrada”, comenta.
Antes que Domingo, a Collie    lo cuidó Miguel Landriel, capataz del lugar ahora jubilado, quien le pasó la posta. “Yo quería hacerme amigo, pero se iba corriendo, no me dejaba ni acercar”, recuerda y cuenta que hasta su esposa está involucrada en la historia. “Anoche preparó arroz con menudos de pollo que me regalaron y les traje a todos los perritos”.

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Lobito y Ovejero

Cementerio de La Piedad, Rosario, Argentina:

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Elena es empleada de La Piedad y trae a su memoria otra historia de nobleza. “Hubo un perro negro y lanudo, que llamaron Lobito, que estuvo como ocho años al pie del nicho de su amo, en el primer piso, no se movió más de ahí, mi hermana le daba de comer y como ladraba y muchos se quejaron, terminó llevándolo a su casa hasta que murió de viejo”, señala.
“¿No le contaron del ovejero?”,    Capital. “Fue una historia similar a la de Collie. pregunta Visconti a La Falleció el dueño, el ovejero se instaló en una perpetua del solar 7 A y nunca más se fue, habrá estado unos cuatro años, al principio tenía una actitud activa pero después murió ahí mismo de tristeza”.
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Clara

Cementerio de Safed en Israel

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El periódico israelí Maariv contaba en 2007 una historia particular. Una perra se negaba a abandonar la tumba de su dueño en el cementerio de Safed, al norte de Israel.
La perra que fue apodada Clara, por los empleados del cementerio, fue echada varias veces del lugar pero siempre regresaba a la tumba de su  dueño Vladimir Yaronov que falleció en noviembre de 2007 a los 77 años.
La historia de la perra provocó que varios oyentes en un programa de radio donasen comida para ella por un año.
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Cementerio Nerja, Málaga.
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En marzo de 2009 un perro apareció en el cementerio de Nerja (Málaga) buscando a su dueño, un hombre de origen extranjero que falleció hace poco tiempo y que fue enterrado en el camposanto. El animal se instaló junto a la tumba del anciano con el que compartió los últimos años.
El canino se ha aprendido los horarios del cementerio y, aunque a veces salía, siempre volvía antes de que  cerraran para estar junto a su dueño.
Los vecinos  se  acostumbraron a su presencia y le llevaban agua y comida; con lo que al animal ganó peso con los días.
Lo que ninguno de los vecinos consiguió, a pesar de que varios lo intentaron, fue adoptarlo. El perro siempre volvía junto a la tumba de su amo.
Video:
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Fido

Borgo San Lorenzo, Italia

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En un pueblito italiano a finales de la década de  1930 había un joven de nombre Luigi quien adoptó y crió un perrito mestizo bautizado “Fido”. Cada mañana Fido acompañaba a su amo a la estación de ferrocarril situada a unos 2 Km. del hogar.
El joven trabajaba en carpintería en una pequeña ciudad de la zona y para desplazase tenía que tomar el tren todas las mañanas, regresando a su pueblito a las 5.30  todas las tardes. Allí estaba Fido esperando a Luigi ,día tras día.
Después de expresar con brincos y ladridos la alegría del encuentro con su amo, Fido daba unas carreritas y saltaba en el monte todo contento, hasta llegar a casa. Esa rutina diaria fue interrumpida bruscamente cuando Luigi fue reclutado en el ejército y enviado al frente ruso en 1943. La interrupción fue para Luigi pero no para Fido quien ya no iba en las mañanas  pero si se presentaba puntualmente todas las tardes en la estación del tren ,esperando el regreso de su querido amo.
Fido oía de lejos apenas perceptible, el ruido de la locomotora. Todo tenso y esperanzado veía al tren pararse en la estación. Entonces iba de vagón en  vagón, moviendo su colita y husmeando las escaleritas y los pasajeros que bajaban para identificar alguna huella de su amo. El tren se marchaba y la gente también. Después de esperar un ratito mas, Fido, triste y abatido con la cabeza baja y la cola entre las piernas ,regresaba solitario a su casa donde los padres de Luigi aún albergaban una chispa de esperanza de volver a ver vivo a su hijo amado . . .  Luigi nunca volvió. Fue una víctima mas de la Segunda Guerra Mundial que mató decenas de miles de seres, algunos pecadores y criminales pero la gran mayoría, inocentes.
Los meses y años pasaban. A principios de los 50, Fido tenía dificultades para desplazarse; no pudo escapar a los achaques de la vejez; tenía artritis. Sin embargo, Fido no perdía esperanzas. A pesar de los dolores para movilizarse y las fuerzas que mermaban cada vez mas, él seguía con su rutina convencido del regreso de su amo. El trecho de camino que hacía antes con ligereza en 15 minutos, tardaba ahora 2 horas, llegando a casa completamente agotado. Fué una tarde de invierno con fuerte viento y nevada. Fido dio sus últimos pasos sobre el blanco camino, se tambaleó y su noble corazón dejo de latir . . .
Al día siguiente encontraron su pobre cuerpecito congelado y cubierto de nieve. Todo el pueblo conocía a Fido, todos lo lloraron, todos lo vieron hacer sus caminatas infructuosas y sabían lo que Fido buscaba desesperadamente.  No fue dificil convencer a esa gente modesta y buena, de colaborar con la erección de una estatua dedicada a la memoria de Fido, situada hoy en día al lado de la misma estación de ferrocarril que Fido visitaba a diario, día tras día por el resto de su vida. El epitafio: “Un ejemplo para todos los humanos de lo que es la máxima expresión del AMOR Y FIDELIDAD “.
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Hachiko

Tokio

Estatua de Hachiko en la estación de Shibuya
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Otro amigo fiel fue Hachiko, un perro de raza Akita inu nacido en 1923 en la ciudad japonesa de Odate. Sin embargo, menos de un año más tarde su dueño, un profesor de agricultura llamado Hidesamuro Ueno, lo llevaría hasta Tokio. Allí Hachiko se acostumbraría a su vida cosmopolita yendo todas las noches hasta la estación de trenes Shibuya para recibir a su dueño cuando éste llegaba del trabajo. Por desgracia Ueno fallece en 1925 y nunca es llevado nuevamente a su casa, por lo que Hachiko queda abandonado en las calles. No obstante, durante 11 años volvería fielmente todas las noches a la estación de trenes, exactamente a la hora en la que arribaba el tren que solía tomar Ueno. Una vez frenado el tren Hachiko buscaba a su amo cuidadosamente entre la multitud y luego se retiraba.
Al cabo de unos años un antiguo alumno de Ueno, que se encontraba realizando un censo de akitas, se enteraría de la historia, y publicaría varias notas con la historia del perro fiel. Una de estas notas aparecería en el más importante periódico de Tokio. Gracias a esto Hachiko ganaría fama a nivel nacional y varias historias y poemas se escribirían alrededor de él. Sin embargo, más importante aún, Hachiko salvaría a su raza ya que solo quedaban 30 akitas puros en todo el Japón, y a partir de ese momento la demanda hizo que se preservaran cuidadosamente. Hoy en día la población de Akitas supera los miles. Hachiko es además recordado con una estatua en la estación de Shibuya.
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Canelo

Cádiz

Canelo” era el perro de un hombre que vivía en Cádiz a finales de los 80.Seguía a su dueño a todas partes y en todo momento. Este hombre anónimo vivía solo, por lo que el buen perro era su más leal amigo y único compañero.
Cada mañana se los podía ver caminando juntos por las calles de la ciudad cuando el buen hombre sacaba a pasear a su amigo. Una vez a la semana uno de esos paseos eran hacía el Hospital Puerta de Mar, ya que debido a complicaciones renales el hombre se sometía a tratamientos de diálisis.
Obviamente, como en un hospital no pueden entrar animales, él siempre dejaba a Canelo esperándolo en la puerta del mismo. El hombre salía de su diálisis, y juntos se dirigían a casa. Esa era una rutina que habían cumplido durante mucho tiempo.
Cierto día el hombre sufrió una complicación en medio de su tratamiento, los médicos no pudieron superarla y éste falleció en el hospital. Mientras tanto “Canelo” como siempre, seguía esperando la salida de su dueño tumbado junto a la puerta del centro de salud. Pero su dueño nunca salió.
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El perro permaneció allí sentado, esperando durante 12 años. Ni el hambre ni la sed lo apartaron de la puerta. Día tras día, con frío, lluvia, viento o calor seguía acostado en la puerta del hospital esperando a su amigo para ir a casa.
Los vecinos de la zona se percataron de la situación y sintieron la necesidad de cuidar al animal. Se turnaban para llevarle agua y comida, incluso lograron la devolución e indulto de Canelo una ocasión en que la perrera municipal se lo llevó para sacrificarlo.
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Doce años,  algo increíble,  se fue el tiempo que el noble animal pasó esperando fuera del hospital la salida de su amo. Nunca se aburrió ni se fue en busca de alimento, tampoco buscó una nueva familia. Sabía que su único amigo había entrado por esa puerta, y que él debería esperarlo para volver juntos a casa.
La espera se prolongó hasta el 9 de diciembre del 2002, en que Canelo murió atropellado en las afueras del hospital.
La historia de Canelo fue muy conocida en toda la ciudad de Cádiz. El pueblo gaditano, en reconocimiento al cariño, dedicación y lealtad de Canelo puso su nombre a una calle y una placa en su honor.
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Gaucho.

Durazno, Uruguay.

En la década de 1960 y primeros años de la siguiente transitó por las calles de Durazno el perrito “El Gaucho”, transformándose en verdadera leyenda viviente para los vecinos de esa ciudad uruguaya, como para los visitantes que tomaban conocimiento de su historia, ya que por su nobleza fue muy conocido y querido por el pueblo de esta ciudad.
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Su dueño lo llamó “Gaucho”, ambos vivían en la localidad de Villa del Carmen, y fueron muy unidos. Un día el amo se enferma y debe ser trasladado a Durazno para ser internado en el Hospital Dr. Emilio Penza de una enfermedad grave.
Fue entonces que el Gaucho quedó solo y se largó a caminar por el camino que recorrió su dueño. Cruzó humedales y arroyos, recorrió mas de 50 kilómetros de distancia hasta que llegó al lugar donde se encontraba su dueño internado, allí se quedó acompañándolo sin alejarse del lugar, porque él era su amigo de la vida. Los vecinos y personal del hospital lograron conocerlo por su inseparable presencia y su gesto de nobleza.   Cuando el amo fallece, en la sala se escucha al Gaucho llorar con remordimiento al igual que días atrás cuando su dueño se quejaba de algún dolor que sufriera.
Aquel perro de pelo casi oscuro y de ojos tristes lo acompañó durante su velatorio y hasta el lugar donde recibiría sepultura.
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Durante más de 30 días el Gaucho custodió aquella sepultura para luego salir en las mañanas a recoger algún alimento que el pueblo le brindara. Recorría las calles, para volver de tarde otra vez junto a la tumba de su dueño allí en el Cementerio.
De esta manera vivió mucho tiempo, haciéndose querer por la gente y los niños.
Cuando el animal fallece la gente de la zona tiene un gran pesar al conocer la historia de fidelidad del can.
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El pueblo de Durazno le ha rendido su merecido homenaje labrando un monumento en bronce para que jamás sea olvidado, el que se encuentra al frente del cementerio local, donde descansa su querido dueño.

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Yanu

Madrid

Un perro ha vuelto a su casa en buen estado después de tres meses desaparecido, tras fugarse de la perrera de Leganés, a donde llegó tras perderse de sus dueños ocho días antes en la zona de Puerta de Toledo, en Madrid.
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Yanu, junto a su dueña.
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Yanu, el perro, tiene nueve años y color negro y se perdió a mediados del pasado mes de marzo y, a pesar de que sus dueños, Rafa y Perin, colocaron multitud de carteles no lograron encontrarle.
Unos días después de su desaparición, alguien encontró al perro extraviado y lo llevó a la perrera de Leganés, de donde se escapó el 26 de marzo. Desde entonces, sus dueños no han dejado de buscarle.
La sorpresa llegó el pasado viernes, cuando su dueño encontró a Yuno, lleno de espigas y con pequeñas heridas, al bajar las escaleras de su casa. Según explica la asociación protectora El Refugio, nadie sabe donde ha estado Yuno estos tres meses ni cómo ha sabido regresar a casa.
Desde la perrera municipal de Leganés, de donde se escapó, hasta la casa de los dueños en la Puerta de Toledo, en el centro de Madrid, hay más de 15 kilómetros, la M-30, y numerosas carreteras. “No nos lo podíamos creer tres meses después, cuando lo vimos en el portal nos echamos a llorar de alegría, ahora queremos disfrutar de el todo lo que no hemos podido durante estos meses” decía Perin, la dueña, acariciando a Yanu.
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¿Tienen los perros el poder de la precognición?

En 1995 la fundación Lifebridge financió los estudios de Rupert Sheldrake, doctor en Ciencias naturales y Bioquímica por Cambridge y Filosofía por Harvard, que demostrarían que algunos animales domésticos poseen poderes similares a la telepatía.
Sheldrake investigó diversos tipos de animales pero centró sus estudios en casos de perros. Reunió hasta 585 informes en los cuales los perros parecían mantener algún tipo de comunicación con sus dueños. Uno de los episodios en los que se manifestaba con más claridad este caso era en que parecían capaces de anticipar la llegada de sus dueños a casa con tiempo suficiente como para descartar que el olfato canino – muy desarrollado, como es bien sabido – interviniera de alguna forma. Además, Sheldrake concluyó que la rutina no era el elemento determinante en muchos de esos episodios. También llegó a la conclusión de que al menos en un cincuenta y uno por ciento de los testimonios solicitados no existiría ninguna explicación.
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Una de sus investigaciones la realizó en Londres. Utilizó como elemento de muestra un perro llamado Jaytee que, según su dueña, tenía capacidades premonitorias. En las investigaciones también colaboró un importante periódico británico, el Sunday Telegraph, cuyos redactores participaron de lleno en el experimento haciendo las veces, además, de garantes de la veracidad de todo.
El estudio se llevó a cabo a lo largo de prácticamente un año, durante el cual se dejó al perro en cien ocasiones en una casa que no era la suya pero que había visitado en alguna ocasión. Junto a Jaytee acudía su dueña, pero acto seguido ésta se marchaba.
En un ochenta y cinco por ciento de las ocasiones, el animal se acercó a la ventana en actitud de espera cuando su dueña iniciaba el regreso a la vivienda, a veces a decenas de kilómetros.
En aquellas reacciones no importaba la distancia. Y es que la conducta anticipatoria se producía siempre que la dueña tomaba la decisión de regresar. No eran olores, ni ruidos, ni nada parecido lo que determinaba el cambio de actitud del perro. Según Sheldrake, lo que captaba era la intención del dueño de regresar, puesto que manifestaba su actitud en el mismo momento en que el “amo” decidía que era el momento de ir a por Jaytee.
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Jaytee junto a su dueña
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En una segunda parte de la investigación se realizó el mismo experimento, pero dejando al perro solo en casa, en donde las cámaras de vídeo registraban la actitud del animal. Descubrieron lo que, efectivamente, ya se había puesto en evidencia: que las conductas anticipatorias no respondían a causas conocidas. Era imposible que el animal oliera a su dueña a decenas de kilómetros, ni que oyera nada. Es más, se detectó que el perro se asomaba a la ventana y mostraba nerviosismo incluso antes de que la dueña iniciara el trayecto de regreso. Se determinó que el animal reaccionaba no ya al gesto físico de iniciar el retorno, sino al pensamiento de la dueña. Por supuesto, esta determinación podría ser incorrecta o una mala interpretación de “fallos” en esa conducta, personalmente veo un tanto incorrecto el decir que el perro se anticipaba incluso a los propios pensamientos de su dueña. En fin… continuemos.
Todos los experimentos se efectuaron siguiendo fielmente criterios científicos establecidos mediante protocolos. También participaron escépticos en los ensayos, que no tuvieron más remedio que encogerse de hombros.
Posteriormente, Sheldrake efectuó nuevos estudios en los que participó la propia cadena BBC, que registró los mismos con cámaras de televisión. Se trataba de averiguar cómo los animales lograban orientarse en lugares que desconocían. No se pudo demostrar que fuera mediante capacidades de percepción. Intervenía algún factor que los expertos desconocían…
Como conclusión, Rupert Sheldrake dedujo que el sexto sentido de los animales se debe a una suerte de campos morfogénicos que unen a los seres vivos y a los cuales ellos acceden, algo así como una especia de autopistas de información no verbal que nos unen a todos y que parecen ser el secreto para justificar este comportamiento de los animales. Aunque discutida, la suya sigue siendo la investigación más completa jamás efectuada hasta la fecha sobre este tipo de casos, y la teoría que ha propuesto, aunque todavía en una fase muy precoz, es de las pocas que ofrecen un paradigma válido para explicar los fenómenos.

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