martes, 28 de febrero de 2012

Testimonios de la llorona historicos 2

Cuentan que en el callejón de Dolores vivía una joven con su tía [...]. La
Llorona es de Yucatán [...]. En Morelia había una mujer que perdió a sus
hijos [...]. Una mujer del estado de Guerrero (Horcasitas, 1950: 43, 44, 47).

Él se levantó, se acercó a la puerta y vio a una mujer muy bonita, alta, con
un vestido blanco muy almidonado y su rebozo también blanco (Caballero,
1994: 195).

Como a las doce de la noche, en un río que hay cerca de la cascada, que se
aparece una mujer muy bella, de piel blanca, pelo negro, ojos azules (Caballero,
1994: 203).

Era una muchacha rubia, de cabellos de oro, y muy guapa (Caballero, 1994:
204).

Cuentan los del pueblo de Sultepequito que Juana Canana es una mujer
muy hermosa, muy bien formada, que su belleza la forman sus ojos, su
boca, su pelo rubio. En fin toda ella es hermosa (Caballero, 1994: 204).

Dicen que la Llorona anda gritando porque ella mató a sus hijos y los anda
buscando (Caballero, 1994: 185).

Sucedió en la época del virreinato [...]. En un pueblo se comentó en cierta
ocasión (Horcasitas, 1950: 45, y Caballero, 1994: 196).

Yo me acuerdo que mi mamá me decía: “Ahí viene la Llorona. ¡Ay, y Dios!”
Un día estábamos en una...en una piedra un hermano mío y yo, sentados en
una piedra... Dijo: “Ahí viene la Llorona”. Y quedamos oyendo un... una así,
una cosa como un llanto, ¿no? Pero era un canijo avión, que oímos nosotras...
que pasaba. ¡Ay, pero qué susto nos dimos! (risas) (Miller, 1973: 108).

Es una mujer que había perdido sus hijos. No me recuerdo que me hubiera
dicho en qué forma los perdió. Desde entonces perdió la razón y a las doce
de la noche salía solamente con una camisa blanca y el pelo largo y suelto
(Horcasitas, 1950: 50).

Sucedió en la época de la Nueva España. Una mujer a quien le robaron sus
hijos, se volvió loca [...]. Sucedió en la época del virreinato, en la ciudad de
México. Se trataba de un matrimonio, en el cual el esposo era un individuo
bastante malo, sanguinario. Mató a los hijos suyos, y la madre en desesperación
al poco tiempo después murió [...]. En la ciudad de México, en la
época de la Colonia, una señora se vio abandonada por su esposo y no
podía mantener a sus hijos. Para poder trabajar y ganarse su propia vida,
arrojó a sus hijos a un pozo (Horcasitas, 1950: 45).

Una muchacha muy bonita con su pelo largo y su cuerpo muy esbelto, llevaba
un vestido largo (Caballero, 1994: 190).

Pasaron las horas, y al sonar las doce de la noche, una mujer bella, de pelo
negro que le daba hasta la cadera, vestida de blanco hasta los pies (Caballero,
1994: 191).

Los que la han visto dicen que es una señora muy guapa con un pelo pero
muy largo que le llega hasta las corvas (Caballero, 1994: 200).

Cuando, de repente, sintió un escalofrío y empezó a sudar, entonces vio
que junto a él estaba la misma mujer, pero ahora ya no estaba bonita, era
sólo un esqueleto con los pelos parados, al que cubría un vestido desgarrado
(Caballero, 1994: 195).

Asustado, mi tío se alejó de allí rápidamente y no paró de correr hasta que
llegó a su casa (Caballero, 1994: 199).

Un hermano mío vio la Llorona. Iba pasando un río... y el caballo, luego
que la vio, se paraba de manos y no quería caminar. Porque le daba miedo.
Y... y luego la, la siguió mi hermano. Sacó la pistola y él dijo: “Hora la voy a
matar”. Y cuando pensó hacerlo se le cayó la pistola en el río.— (Entrevistador:
¿Cómo se llamaba su hermano?)— Esteban Espinosa. Él se murió ya.
Y... y luego, dice que cuando ya salió del río, el caballo bufaba y bufaba y
luego él no quería voltear, y volteó una vez así para atrás (imita el movi
miento), y se veía una mujer con el pelo largo y como, como una sábana
cubierta. Pero no le vio la cara. No más él, y hacía: “Aaayyy...” (Miller,
1973: 110).

Había en Coatepec de las Bateas un señor muy enamorado y en una ocasión
en que iba a caballo, como a las doce de la noche, por el camino se
encontró una mujer muy hermosa. Él, al verla, la invitó a subir a su caballo
para llevarla al pueblo. Ella aceptó y se subió. Al hacerlo, el caballo relinchaba
y daba de patadas. El jinete trataba de controlarlo y no podía, hasta
que al fin, después de muchos trabajos pudieron emprender la marcha.
Cuando el jinete volteó a ver a su compañera, observó que la mujer hermosa
era sólo una calavera. El hombre llevó tal susto que cayó del caballo y se
mató (Caballero, 1994: 192).

Él dijo: “Pues se desapareció porque estaba amaneciendo, pero a la noche
me voy a esconder para que no me vea y cuando salga la voy a matar”.
“Pero necesito a otro hombre”. Otro señor le respondió: “Voy contigo”. Y
así esperaron a que llegara la noche. A las doce de la noche salieron a la
calle y en el cruce de dos calles la esperaron. Cuando la vieron cerca quisieron
atraparla, pero ella se escapó, lanzando su lamento. Desde entonces ya
no hicieron por atraparla (Caballero, 1994: 201).

—¿Y cómo es la infeliz María? —Y pues, mira, dice, tiene la cara de caballo...
y... las pezuñas de caballo... y... el pescuezo largo, dice... (Miller,
1973:105).

Y... y cuando está la luna de la noche, dice, voltea... así de lado (indica el
movimiento), y se le ven los ojos brillantes y las orejas de caballo (Miller,
1973: 105).

Dicen que es muy mala con los hombres que encuentra, los golpea, los araña
y a veces los mata; que va como volando porque no pisa el suelo, que es
muy bonita con su cabello muy largo (Caballero, 1994: 186).

Los hombres muy enamorados la oyen y la siguen. Ella los pierde. A veces
los lleva hasta un precipicio. A veces sólo los duerme (Horcasitas, 1950: 65).

Pos que mi padrastro la miró, y se le... Él nos contó...que se le volteó así pa
’tras. Y duró como tres años con el pescuezo volteado. Hasta que no lo
curaron se puso su pescuezo bien (Miller: 1973, 104).

En el año de 1915 un agente de ventas venía de Puebla a la capital. Cuando
cayó la noche se encontraba en el Puente de Guadalupe (cerca del Peñón,
donde está ahora el aeropuerto). Ahí había un puente y a los lados, casas
viejas con grandes pórticos. Él tocó a la puerta de la casona y pidió hospedaje.
A medianoche oyó a una mujer llorando, pero ignoró el sonido y se
volvió a dormir. Pero como el sonido se hizo más fuerte, se levantó y salió
a la calle. Vio que cruzaba el puente una mujer vestida de novia llorando a
gritos: “¡Ay, mis hijos!”, seguida de un largo grupo de niños, también llorando.
El vendedor estaba aterrado por el encuentro con este grupo de apariciones,
pero de repente se dio cuenta de que aquella mujer era la Llorona
(Horcasitas, 1950: 64).

Nosotros éramos comerciantes y viajábamos de un lugar al otro (Horcasitas,
1950: 48).

Y llegó muy pálido; entonces mi abuelita le preguntó qué le había pasado y
cuando él se lo contó ella le respondió: “Eso te pasa por mujeriego” (Caballero,
1994: 193).

Las Cabañas, ahí es una ranchería todavía. Ahí se quedaron; entonces a
esos que pasaban por la noche e iban por ahí o algunos que se arriesgaban
con su caballo o lo que sea, ahí los echaba al agua (Gómez Pérez, 1994: 47).

Se les aparece más todavía cuando andan borrachos. Ellos la siguen y ella
los asusta con su grito de: “¡Ay, mis hijos, mis hijos!” (Horcasitas, 1950: 66).

Había un señor que tomaba mucho y llegaba muy tarde a su casa. Para
llegar había que cruzar un río. Todas las noches llegaba borracho a su casa,
entre la una y dos de la mañana (Caballero, 1994: 192).

En cierta ocasión se estrelló un carro grande, un autobús de pasajeros, y
todas las almas se las llevó la Llorona, y dicen que aunque buscaran a la
persona que guiaba el autobús, no lo encontraron. Lo guiaba la Llorona
(Caballero, 1994: 200).
Un señor que era ruletero5 andaba trabajando a las doce de la noche. Le
hizo la parada una hermosa dama y él se paró. Cuando se le acercó vio
que las piernas le brillaban muy bonito, ella era una mujer mucho muy
hermosa que le pidió que la llevara a Tlacotepec, y se fueron (Caballero,
1994:199).



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