lunes, 27 de febrero de 2012

Cartas Rosacruces 6


Experiencias PersonalesCarta VI
Existen en la naturaleza misterios innumerables que desea el hombre descubrir. La creencia de que existen ciertas sociedades en posesión de secretos determinados que podrían, si quisiesen, comunicar a otras personas que no han llegado al grado de desarrollo espiritual de los que las constituyen es una creencia errónea. El hombre que cree que el verdadero saber puede ser obtenido por medio de favores, en lugar de por desarrollo espiritual, cesa de esforzarse en lograr su propia evolución y se une a sociedades secretas o a iglesias, esperando con ello obtener algo que no se merece; pero siempre el final es para él un desencanto.
En el verano de 1787, estando yo sentado en uno de los bancos de los jardines cercanos al castillo de Burg en Munich, y pensando profundamente acerca de lo anterior, vi a un extranjero de aspecto digno e imponente, bien vestido, sin la menor clase de pretensiones, paseándose por una de las calles del jardín. Algo había en él que atrajo mi atención; quizás fue la tranquilidad suprema de su alma que se reflejaba en sus ojos. Su cabello era gris, pero su mirada era tan bondadosa que, cuando pasó por delante de mí, instintivamente llevé la mano al sombrero, saludándome él también de un modo muy amable. Me sentí impulsado a seguirle y a hablarle, pero no teniendo la menor excusa para hacerlo, me contuve, y el extranjero desapareció.
Al día siguiente, y poco más o menos a la misma hora, volví al mismo sitio, esperando encontrar de nuevo al extranjero. Estaba allí, sentado en un banco y leyendo un libro; no me atreví a interrumpirle. Paseé durante un rato por el jardín, y cuando volví el extranjero ya no estaba. Sin embargo, había dejado encima del banco un libro pequeño, que me apresuré a coger, esperando poder tener la oportunidad de devolvérselo, y con ello una ocasión para conocerle. Miré el libro, pero no pude leerlo, pues estaba escrito en caracteres caldeos. Sólo una breve sentencia, que figuraba en la página del título, estaba escrita en latín, la cual pude leer, y decía: "Aquel que se levanta temprano en busca de la sabiduría, no tendrá que ir muy lejos para encontrarla, porque la encontrará sentada frente a su puerta". Los caracteres en que estaba impreso el libro eran muy hermosos, de un rojo muy brillante, y la encuadernación del libro era de un azul magnífico.
El papel era finísimo, blanco, y parecía emitir todos los colores del arco iris, a manera del nácar. Un olor exquisito penetraba cada una de las hojas de aquel libro, y tenía también un cierre de oro.
Durante tres días consecutivos fui a aquel lugar a las doce, con la esperanza de encontrar allí al extranjero, pero fue en vano. Por fin hice la descripción del personaje a uno de los guardas, y logré saber que se le veía con frecuencia a las cuatro de la mañana paseando por la orilla del Isar, cerca de una pequeña cascada, en un sitio llamado Prater. Fui allí al día siguiente, y quedé sorprendido al verle leer otro libro pequeño parecido al que yo había encontrado. Me acerqué a él y ofrecí devolverle el libro, explicándole cómo había llegado a mis manos, pero me rogó que lo aceptase en su nombre, y que lo considerase como un regalo de un amigo desconocido. Le dije que no podía leer su contenido, excepto el primer verso de la página primera, a lo cual contestó que todo cuanto decía el libro se refería a lo que aquella sentencia expresaba. Entonces le pedí que me explicase el contenido del libro.
Paseamos un rato por la orilla, y el extranjero me dijo muchas cosas importantes acerca de las leyes de la naturaleza. Había viajado mucho y poseía un verdadero tesoro de experiencias.
Cuando el sol comenzó a salir, dijo: "Voy a hacerle ver a usted algo curioso". Sacó entonces del bolsillo un frasco pequeño y vertió en el agua unas pocas gotas del líquido que contenía e inmediatamente las aguas del río comenzaron a brillar con todos los colores del arco iris, hasta una distancia de más de treinta pies de la orilla. Algunos trabajadores de las inmediaciones se acercaron y se admiraron del fenómeno. Uno de ellos estaba enfermo de reumatismo. El extranjero le dio algún dinero y ciertos consejos, y le dijo que si los seguía, en tres días estaría bueno. El obrero le dio las gracias; pero el extranjero le contestó: "No me des a mí las gracias, dalas al poder omnipotente del bien".
Entramos en la ciudad, y el extranjero me dejó, citándome para el día siguiente, pero sin decirme ni su nombre ni el lugar de su residencia. Le encontré de nuevo al día siguiente, y supe por él cosas de un género tal que sobrepasaron por completo todo cuanto podía figurarme. Hablamos acerca de los misterios de la naturaleza, y siempre que él hablaba de la magnitud y grandeza de la creación, parecía estar penetrado de un fuego sobrenatural.
Me sentía algo confuso y deprimido ante su sabiduría superior, y me maravillaba el pensar cómo podía haber adquirido sus conocimientos. El extranjero leyendo mis pensamientos, dijo
-Veo que no acaba de decidirse usted respecto a la especie de ser humano en la que clasificarme; pero yo le aseguro a usted que no pertenezco a ninguna sociedad secreta, aunque los secretos de todas las sociedades semejantes son bien conocidos por mí. Ahora tengo varias cosas que hacer; pero mañana le daré más explicaciones.
-¿Tiene V. negocios? -exclamé yo- ¿Desempeña V. algún cargo público?
-Querido amigo -contestó el extranjero-, el que es bueno siempre encuentra en qué ocuparse, y el hacer el bien es el más alto empleo que puede desempeñar el hombre y al cual puede aspirar.
Con esto me dejó, y no le vi más durante cuatro días; pero al quinto me llamó por mi nombre, a las cuatro de la mañana, por la ventana de mi cuarto, y me invitó a dar un paseo con él. Me levanté, me vestí, y salimos. Me dijo entonces algunas cosas acerca de su vida pasada, y entre ellas, que cuando tenía veinticinco años había trabado conocimiento con un extranjero que le había enseñado muchas cosas y regalado un manuscrito que contenía enseñanzas notables. Me enseñó este manuscrito, y lo leímos juntos. Lo siguiente constituyen algunos extractos del mismo.
Nuevas Ruinas descubiertas del Templo de Salomón: "Así como la imagen de un objeto puede ser vista en el agua, del mismo modo los corazones de los hombres pueden ser vistos por el sabio; Dios te bendice, hijo mío, y te permite publicar lo que yo digo, para que con ello las gentes puedan recibir beneficios".
Filiam Vitis (Hijo de la Vid): "Uno de los Hermanos me ha enseñado el sendero hacia los misterios de la naturaleza; pero las ilusiones que flotan a los lados del camino han llamado mi atención durante largo tiempo, y durante el mismo he permanecido detenido; pero por fin me convencí de la inutilidad de semejantes ilusiones, y he abierto mi corazón de nuevo a los cálidos rayos dispensadores de vida del amor divino, del gran sol espiritual. Entonces es cuando he reconocido la verdad de que la posesión de la sabiduría divina sobrepasa la posesión de todo lo demás; y que aquello a lo cual los hombres llaman saber, es nada, y que nada es el hombre a menos que se convierta en un instrumento de la sabiduría divina. La divina sabiduría es desconocida para el sabio del mundo; pero algunas personas existen que la conocen. Océanos existen en el país en el cual viven los sabios y aquel que constituye la residencia de los hijos del error, y hasta que los hombres hayan acostumbrado sus ojos a la radiación de la luz divina no será descubierta la región en la que aquellos viven. En su país es donde el templo de la sabiduría existe, en el cual hay una inscripción que dice ‘Este templo es sagrado, por la contemplación de las divinas manifestaciones de Dios en la naturaleza’. Sin verdad no existe sabiduría, ni verdad sin bondad. La bondad se encuentra raras veces en el mundo, y por lo tanto, así las verdades como la llamada sabiduría del mundo no son con frecuencia más que locuras.
"Estamos nosotros libres de preocupaciones, y con los brazos abiertos recibimos a cada uno de los que a nosotros vienen y que llevan en sí mismas el sello de la divinidad. A nadie preguntamos si es cristiano, pagano o judío; todo cuanto exigimos de un hombre es que se mantenga fiel a su humanidad. El amor es el lazo de unión entre nosotros, y nuestro trabajo es en pro del bien de la humanidad. Por nuestras obras nos conocemos unos a otros, y aquel que goza de la más elevada sabiduría es el que obtiene el grado más elevado. Ningún hombre puede recibir más de lo que merece. El amor divino y la ciencia, a cada uno se dan en proporción a su capacidad para amar y saber. La fraternidad de los sabios es unión para la eternidad en lo absoluto, y la luz del sol de la verdad eterna ilumina su templo. La luz del sol calienta el cristal en el cual penetra; si se le separa de la luz, se enfría. Del mismo modo, la mente del hombre penetrada por el amor divino obtiene sabiduría; pero si se aparta de la verdad, la sabiduría se desvanece. Las sociedades secretas y sectarias han perdido la verdad, y la sabiduría ha desaparecido de entre las mismas. No aman ellas al hombre más que en proporción a como pertenece a su partido y sirve para sus intereses sectarios; ellas emplean símbolos y formas cuya significación no comprenden. De hijos de la luz se han convertido en hijos de las tinieblas, el templo de Salomón que sus antepasados estaban construyendo, está ahora destruido y no existe en él piedra sobre piedra; la mayor confusión reina ahora en sus doctrinas. Las columnas del templo han caído, y el lugar que ocupaba el santuario lo ocupan serpientes venenosas. Si deseas saber si lo que yo digo es o no la verdad, empuña la antorcha de la razón y entra en las tinieblas; contempla las acciones de las sociedades sectarias cometidas durante el pasado y el presente, y sólo verás egoísmo, superstición, crueldad y asesinato.
"El número de seres humanos que viven sumidos en las tinieblas es de millones, pero el número de los sabios es muy corto. Viven ellos en diferentes partes del mundo, a gran distancia unos de otros, y sin embargo se hallan inseparablemente unidos en el espíritu. Hablan ellos diferentes lenguas, y sin embargo, cada uno de ellos entiende a los otros, porque la lengua del sabio es espiritual. Son ellos quienes se oponen a las tinieblas, y ninguno que esté mal dispuesto puede aproximarse a su luz, pues sus tinieblas mismas lo destruirán. Para los hombres son ellos desconocidos, y sin embargo, día llegará en que la obra que ha necesitado algunos siglos para ser llevada a cabo por los malvados, será en un momento destruida por ellos como por un impulso del dedo de Dios.
"No busques la luz en las tinieblas, ni en los corazones de los malvados la sabiduría; si te acercas a la verdadera luz la conocerás, porque iluminará tu alma."
Estas notas son algunos extractos del manuscrito. Contenía muchas noticias acerca de los Hermanos de la Cruz y de la Rosa de Oro. No me está permitido decir todo cuanto aprendí en el mismo; pero en resumen, del manuscrito se desprende que los verdaderos rosacruces son una sociedad espiritual por completo, y que nada tienen que ver absolutamente con cualquiera de las sociedades secretas conocidas en el mundo. La verdad es que no se les puede considerar como una sociedad en el sentido aceptado de la palabra, puesto que no constituyen una corporación organizada, ni tienen leyes, ni reglas, ni ceremonias, ni cargos, ni reuniones, ni ninguna de las muchas formas que configuran la vida de las sociedades secretas. Es un cierto grado de sabiduría, cuya obtención es lo que hace de un hombre un rosacruz, y el que llega a aquella sabiduría, es un iniciado ya. Él es entonces un rosacruz, porque comprende prácticamente el misterio de la rosa y de la cruz. Este misterio se refiere a la ley de la evolución de la Vida, y su conocimiento práctico no puede ser comprendido sólo por medios teóricos, especulativos o intelectuales. Inútil es el meditar acerca de cuestiones místicas que se hallan más allá de nuestro horizonte mental; inútil es el intentar penetrar en los misterios espirituales antes de que nos hayamos espiritualizado. El conocimiento práctico, supone práctica, y sólo puede ser adquirido por medio de la práctica. Para obtener poder espiritual es necesario practicar las virtudes espirituales de Fe, Esperanza y Caridad; la única manera de llegar a ser sabio es cumplir durante la vida con los deberes de uno mismo. El amar a Dios en toda la humanidad, cumpliendo con el deber, constituye la sabiduría humana suprema, y de ésta únicamente puede brotar la Sabiduría Divina. A medida que en los hombres el amor y la inteligencia aumentan, la fuerza del poder espiritual que a sus corazones eleva en energía aumenta también, y sus horizontes mentales se ensanchan. Lenta y casi imperceptiblemente ábrense los sentidos internos, y los hombres van adquiriendo mayor capacidad receptiva, y cada paso hacia lo alto concede a la visión más ancho campo.
Dignas de lástima son aquellas sectas y sociedades que intentan obtener el conocimiento de las verdades espirituales por medio de la especulación filosófica sin la práctica de la verdad. Inútiles son las ceremonias si sólo se celebran exteriormente, sin comprender su significado oculto. Una ceremonia externa no tiene significación alguna, a menos que sea la expresión de un proceso interno que está teniendo lugar en el alma; de no ser así, la ceremonia es tan sólo una ilusión y una vergüenza. Si el procedimiento interno se verifica, el significado del símbolo externo será comprendido fácilmente. El hecho de que la significación de los símbolos no sea comprendida, y que se haya convertido en origen de disputas y diferencia de opiniones entre las distintas sectas demuestra la pérdida del poder interno y que todas aquellas sectas únicamente poseen la forma muerta exterior.
La base en que la religión de sectas y sociedades secretas se funda es el amor y la admiración egoísta del yo. Si bien algunas personas generosas y antiegoístas pueden encontrarse entre las sectas y las sociedades secretas, sin embargo, el verdadero sectario sólo espera obtener beneficios para sí mismo. Para sí mismo y por su propia salvación es sólo por lo que ruega y reza, y si lleva a cabo alguna buena acción es con el objeto de obtener algún premio.
Por lo tanto, vemos al cristianismo dividido en algunos centenares de sociedades, sectas y religiones diferentes, muchas de las cuales se odian y procuran perjudicarse unas a otras, mirándose mutuamente con desprecio. Y vemos al clero de todos los países tratando de obtener poder político y de promover sus intereses egoístas o el interés egoísta de su Iglesia. Han perdido de vista al Dios Universal de la Humanidad, y han colocado al dios del yo en su lugar. Pretenden ellos estar en posesión de poderes divinos que no tienen, y sea cual fuere el poder que poseen, lo emplean para obtener beneficios materiales para su Iglesia.
Así vemos que el divino principio de verdad es prostituido todos los días y a todas horas en las iglesias, que son tan sólo mercados para los que las ocupan. El templo del alma hállase todavía ocupado por mercaderes, y de él permanece todavía excluido el espíritu de Cristo.
Cristo, la Luz Universal del Logos Manifestado, la Vida y la Verdad, está en todas partes y no puede ser encerrado ni en una Iglesia ni en una Sociedad Secreta. Su Iglesia es el Universo, y sus altares el corazón de cada ser humano en el cual su luz es admitida. El seguidor verdadero de Cristo no conoce yo alguno, y no sabe lo que es un deseo egoísta. No se preocupa por el bienestar de más iglesias que por el de aquella que es lo suficientemente ancha para contener a la humanidad entera, sin tener en cuenta ni diferencias ni opiniones. Se preocupa muy poco de su salvación personal, y mucho menos espera obtenerla a costa de otra persona. Sintiéndose él mismo sumido en el amor inmortal, sabe que él es ya inmortal en aquel principio; sabiendo que su ego individual tiene sus raíces en la conciencia eterna de Dios, bien poco se preocupa de aquel yo personal que no es más que una ilusión hija del contacto del espíritu eterno con la materia. El verdadero seguidor de la Luz no posee más voluntad, pensamiento o deseo que aquello que el Espíritu Universal quiere, piensa o desea por medio de él. Poner el yo de uno en situación receptiva para la luz divina, ejecutar lo que su voluntad indica, y convertirse así en un instrumento por medio del cual pueda Dios manifestar su divino poder sobre la tierra es el único medio de obtener la ciencia espiritual y de convertirse en un Hermano de la Cruz y de la Rosa de Oro.

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