Lilith, aún tendida sobre su costado
derecho, subió la mirada para captar la entrada de la cueva. La luz se
había extinguido nuevamente y la noche había caído.
Normalmente
el fastidio la hacía presa como la sensación principal en noches
solitarias como esa. Sin embargo, en esta ocasión su mente se encontraba
poseída, cosa rara, por una sola serie de pensamientos y todos
relacionados con ÉL.
Desde
que había decidido abandonarlo, expulsando de su piel el aroma que le
había dejado en el último encuentro y su nombre del recuerdo, Lilith
había estado bien. Dedicaba su día a aprovechar cada minuto y
compartirlo sin egoísmo, pues estaba cierta de que cada momento debe ser
único y por ello, vivirse en carne propia, al máximo.
Pensaba,
reflexionaba, buscaba soluciones, actuaba y se expresaba con libertad,
quería hacer rodar al mundo y así era cada centímetro de lo que la hacía
Lilith.
Tomaba
lo que se le antojaba y lo que no, simplemente lo ignoraba (no era
indispensable con seguridad) o lo desechaba sin importar nada más. "La
verdad duele" decía, "pero prefiero una dura verdad que mil mentiras
tersas".
La
verdad de Lilith era que, ahora que había abandonado el paraíso, debía
enfrentarse a seres malignos, creados distintos. Esos que están en esta
tierra, no con el objetivo de ofrecer ni dar
amor, sino para destruirlo. Esa manera de vivir no era disfrutable para
Lilith (la hedonista guerrera le llamaban) y luchaba. Hablaba,
explicaba, analizaba, justificaba, argumentaba y hasta gritaba, pero
nada de eso era suficiente, como nadar contracorriente, para llegar a
puerto seguro.
Luego
de Adán, algunos hombres intentaron domar a Lilith; algunos forzándola,
otros adorándola como una imagen hermosa pero sin vida. Lo cierto es
que ninguno logró avanzar gran trecho a su lado o evitar que se
aburriera, pero hoy, ese que también debía haber quedado en el pasado,
volvía a la mente de Lilith.
Ella
siempre había tomado lo que deseaba sólo por el hecho de poder y querer
hacerlo. Pero cuando necesitó consuelo aprendió que para recibirlo,
debía ser pedido, así como muchas cosas que no aparecen a simple vista y
que suelen estar dentro de las personas; muchas veces sin que ellas se den cuenta.
Estar
en malas relaciones con el Creador, tampoco resultaba un día en el
parque. Luego de solicitar consuelo y ser colmada de amor fraterno,
Lilith se sentía fortalecida, pero algo aún le hacía falta. Ese que no
abandonaba la mente de Lilith la distraía.
Un
buen día, ese varón en el pasado de Lilith recibió el grito de ayuda.
Respondió con la misma necesidad : "Lilith, dame consuelo" y con otra
tan conocida: "Abrázame y devora mi cuerpo, soy tuyo".
No era la primera vez que ella recibía esa expresa petición, sólo hoy sintió el deseo imperioso de cumplirla.
Recordaba
de él su cuerpo desnudo, el pecho amplio y firme donde solía recostar
segura la cabeza; las piernas largas y fuertes, sus brazos infinitos,
envolventes y esa boca que parecía un abismo, tan placentero, que
perderse en él no parecía mala idea aunque fuera por un breve instante.
Lilith
sonrió traviesa. Suavemente levantó de su lecho el cuerpo desnudo. Con
la agilidad de un látigo agitó su cabello moviendo grácil el cuello.
Enderzó la espalda y salió de la cueva, guiando sus pies descalzos hacia
la oscuridad.
Ella
sabe que la esencia dulce que emana de su cuerpo es capaz de llegar a
los confines del mundo, pero sólo le interesa que sea percibido en un
punto específico y aún así, lejano.
Avanza
elástica, como fiera en plena caza, y encuentra un claro. Se sienta
sobre una piedra, reclina su cuerpo suave sobre uno de sus antebrazos,
apoya el rostro en una mano y espera.
Él aparece, desnudo como ella, con esa mirada que penetra el alma pero toma suavemente al mismo tiempo, directo a sus ojos.
Como
si quisiera entrar en ella a través de sus pupilas y sin apartar la
mirada se detiene. En silencio la recorre completa de un extremo al otro
con los ojos; le acaricia y cada recuerdo se vuelve presente. La piel
blanca y lozana, los ojos brillantes y grandes, los senos firmes y
suaves, las piernas fuertes y torneadas, con esas líneas que lo vuelven
loco, la boca pequeña y carnosa, pero sobre todo lo demás ese aroma...
Lilith
abandona la roca y avanza lenta hacia él. Juega con su cabello y su
boca sugiere una sonrisa. Sus ojos no abandonan los de él en ningún
momento, ni siquiera cuando está tan cerca que sus alientos, cada vez
más acelerados, se mezclan.
Él
tiembla un poco mientras Lilith mete entre su cabello los dedos para
acariciarlo. Luego, ella le toma suavemente una mano para colocarla en
su cintura, sin apartar de él sus ojos.
ÉL
se acerca más y coloca sus labios rozando el cuello de esa primera
mujer y, antes de hacer contacto entre la humedad y la piel, le dice
quedo: "Te deseo".
Lilith
se inclina un poco y ofrece esa larga línea de su cuello a los labios
de él, al tiempo que toma su otra mano y la coloca sobre una de sus
nalgas para abrazarse a él con fuerza.
Electricidad.
Él siente cómo ella se va estremeciendo conforme sus manos van
recorriendo primero la suave y torneada espalda, luego los duros y
redondos glúteos, después los fuertes muslos pero aún, suaves y cálidos.
Le toma suave los hombros y los besa, a la vez que siente cada vez más
poderoso ese aroma que se va mezclando con su propia saliva.
Él
se separa apenas del cuerpo de ella, sólo lo suficiente para buscar su
boca, esa boca que le han dicho que es la condena eterna y que le
responde húmeda, entregada y embriagante. Ya nada importa; los labios se
tocan, se frotan, se mezclan y, antes de darse cuenta, Lilith sube una
pierna a la cadera de él, regalándole el mapa al paraíso verdadero,
mientras con las yemas de sus dedos largos y finos, recorre suave la
espalda de su compañero.
Él
percibe que su cuerpo cosquillea y ya no puede controlarlo. Se siente
el hombre más fuerte, el más poderoso. Su cabeza no funciona, sólo el
cuerpo que ahora se encuentra húmedo y en tensión.
Sin
apenas percatarse, toma por detrás la parte interna del otro muslo de
Lilith y la monta sobre su miembro mientras avanza hacia un árbol para
poder sostenerse mejor. Ella se deja llevar, pero de tal foma que es la
espalda de él la que se apoya en la corteza, al tiempo que sus labios
mordizquean y humedecen el cuello y pecho de su amante varón,
enardeciéndolo más.
Lilith
lanza un suspiro profundo cerca de su oído y él siente que pierde la
voluntad por completo; "Sé mía Lilith, dame tu cuerpo. Quiero que seas
mía , sólo mía" le dice quedo de nuevo.
Lilith
sube y baja rítmicamente mientras sus rodillas aprietan con firmeza las
caderas de él y, como animal salvaje0, araña un poco su espalda; el
placer se acerca.
Él
cierra los ojos; ella gime. Él le acaricia los senos y su lengua juega
con ellos, luego embiste. Lilith lo deja hacer mientras lo observa con
los ojos entrecerrados y opacos. Arquea hacia atrás la espalda y él
aprovecha para penetrarla con más fuerza. ¡Ahhhhhhhhh el paraíso! lo
demás no importa. Ambos bailan con sus cuerpos conectados de nuevo y
compartiendo el aliento, como antes.
La
primera mujer se alimenta de su fuego, lo atraviesa con la mirada y él
entrega su esencia en cada movimiento, mientras ambos parecieran
abandonar sus cuerpos al servicio del placer. ¡Pobres Adán y Eva, de
cuánto se pierden!
Ambos
se mueven con más ritmo, sincronizados ahora, iguales. Ella suspira y
él gime; ella gime y él suspira. El grito al unísono que desgarra el
alma....Y luego el silencio.
Se
cortan ambas respiraciones, las miradas se conectan congeladas. Llega
la nada y el mundo parece detener su rumbo. El tiempo queda estático y
con apenas un hilo de voz Él suplica: "Lilith, sé mía para siempre, sólo
mía para siempre".
Ella
se detiene. Su mirada se enfría y parece penetrarlo con ella. Apoya las
palmas de las manos en el pecho de su compañero y destrenza las
piernas. Sus pies se posan firmes otra vez en el suelo y
le vuelve la espalda. Mientras tanto, la cadencia de su contoneo y la
visión de su cuerpo desnudo alejándose provoca en el amante que un frío
vacío lo invada por dentro. Silencio.
El viento se hizo suspiro...Y tal vez, sólo tal vez, una promesa.
el libro completo?
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