Viejos trabajos puestos al
día, nuevos arqueólogos, geólogos, astrónomos y antropólogos están
revitalizando la veracidad de una de las grandes leyendas de todas las
culturas humanas. El Diluvio Universal. Los cataclismos habidos en
nuestro planeta se habrían debido a bruscos acontecimientos ocurridos en
nuestro sistema solar.
El investigador H. S
Bellamy reunió quinientos. Quinientos relatos de prácticamente todas las
culturas humanas que hablan de un gran diluvio. La posibilidad de que
las omnipresentes leyendas fueran ciertas se alimenta, hoy, de datos
geológicos y arqueológicos, comenzando por los numerosísimos sedimentos
marinos depositados en altas montañas. Ello alimentaría el argumento de
que, un día, que las aguas ocuparon un diferente lugar en otro tiempo.
Sin duda, una nueva visión de la historia de nuestro planeta está
naciendo.
La
cultura de Tiahuanaco, asociada al lago Tititcaca, en Bolivia, es una de
las grandes incógnitas de nuestro mundo; ni se sabe por qué desapareció
ni cómo se construyeron gigantescos edificios tales alturas, pero en lo
que muchos están de acuerdo
es en que se trata de las más antiguas ruinas de una civilización. En
su libro “Construidas antes del diluvio: el problema de las ruinas de
Tiahuanaco, Bellamy documenta la existencia de sedimentos marinos en una
extensión de 700 kilómetros en aquella área, lo que probaría que el
Océano Pacífico alcanzaba, en un tiempo remoto asociado a esa cultura,
la altura de esas montañas. Esta
línea comienza cerca del lago Umayo, en el
Perú, a unos cien metros de altura por encima del lago Titicaca,
y pasa al sur de este lago, a treinta metros por encima del
agua, hasta concluir, en declive descendente hacia el sur, más
allá del lago Coipusa, doscientos cincuenta metros más abajo
que en su extremidad septentrional.
El declive en esos
sedimentos se constata con una trayectoria curva y no recta, lo que ha
llevado a Bellamy a proponer que ésa es la prueba de que fueron las
aguas las que bajaron y no las montañas las que se elevaron, como hasta
ahora se pensaba. De ser así, Tiahuanaco habría constituido un puerto de
mar a finales del Terciario, lo que explicaría, al mismo tiempo, porqué
el lago Titicaca es salado: sería el último vestigio del Océano
Pacífico. Este investigador, amparándose en las leyendas de los
indígenas, afirma que todavía existen restos de los muelles del puerto
de Tihuanaco dentro del lago. El oceanógrafo Cousteau las buscó
infructuosamente en los años ochenta, pero el investigador boliviano
Hugo Boero Rojo las halló en las cercanías del puerto boliviano de
Puerto Acosta, a 20 metros de profundidad, filmando un documental.
Las leyendas asociadas a
esta enigmática cultura hablan de que la debacle que la precipitó fue
originada por un satélite que orbitaba alrededor de la Tierra, diferente
a la luna actual y regía un calendario de 290 días. Su mayor proximidad
a nuestro planeta provocaba numerosos eclipses lunares y catástrofes.
Son muchos los que piensan que nuestra “luna” es un satélite reciente
fruto de alguna colisión en el espacio.
Los
enormes interrogantes existentes acerca de la construcción de ciudades
en aquel área, y de cómo sus habitantes fueron capaces de llevar tan
enormes bloques de piedra hasta lugares tan elevados y cultivar a esas
alturas, podrían comenzar a tener
una explicación de ser cierta esta hipótesis, discutida por Albert
Einstein con Charles Hapgood. Este heterodoxo investigador mantuvo
diáologo epistolar con el sabio alemán durante 1953, que fue publicado
en el libro “El movimiento de la corteza terrestre”, por la editorial
Pantheon, en 1958. “Frecuentemente recibo cartas de gente que me quiere
consultar sobre sus ideas no publicadas. La mayor parte son
presuntuosas y carentes de credibilidad científica. La primera
comunicación que recibí, sin embargo, del señor Hapgood me impactó. Su
idea era original, de una gran simplicidad y, si se acaba probando, de
una gran importancia para conocer la hisoria de la tierra”.
Einstein
también mantuvo correspondencia con Immanuel Velikovski, otro
“recuperado”, quien escribió dos controvertidas obras en los años
cincuenta tituladas “Mundos en colisión” y “La Tierra en el cataclismo”,
en las que defendía las evidencias de que cuerpos estelares tuvieron
que ver con los cambios vividos en el planeta. A diferencia de Hapgood,
las ideas de Velikovski fueron tachadas de “imposibles” y “sin sentido”
por el propio Einstein, aunque el ruso afirma que en los últimos meses
de su vida volvió a contemplar esa posibilidad. Sin embargo,
recientemente la ciencia “oficial” ha dado la razón a Velikovski cuando
fueron hallados los restos de un meteorito en Yucatán (Méjico) y
propusieron que fuera el causante de la desaparición de los dinosaurios,
hace 65 millones de años. El análisis del cráter de Koefels, en el
Tirol, también apoya este argumento, por medio de las pruebas del
carbono, de que un cuerpo estelar se descompuso al chocar con nuestra
atmósfera provocando catástrofes.
Las
hipótesis de que las debacles y catástrofes acaecidas en nuestro planeta
hayan sido provocadas por el impacto de cuerpos estelares cobran fuerza
a medida que los datos geológicos, los arqueológicos y los
antropológicos se interrelacionan para generar nuevas teorías sobre el
clima y su evolución. Entre otras cosas, estas teorías podrían explicar
la desaparición de grandes animales, “mastodontes” como el mamut, hace
entre 9.000 y 12.000 años. Una desaparición de la que la ciencia oficial
sigue responsabilizado al hombre… cuando en aquella época apenas tenía
lanzas y flechas. Como se puede deducir al contemplar los indígenas
americanos o africanos antes de la llegada del hombre blanco,
difícilmente una población humana podía haber aniquilado una especie
como los mamuts de más de una tonelada o castores de más de media
tonelada. Todas estas especies murieron al final de la era de hielo,
dejando en el aire la pregunta de las preguntas: por qué.
Velikovski
rebate la teoría de que la edad de hielo finalizara hace un millón de
años, como hasta ahora, y sostiene que ocurrió hace tan sólo 12.000 (al
menos, “una” era glacial). El ruso fundamenta su teoría en los fabulosos
yacimientos de animales extinguidos cuyos huesos fueron encontrados en
descomunales fosas a las que habrían llegado, aparentemente, movidos por
una fuerza violenta. Fosas como la de Agate Spring Quarry en Nebraska,
comprenden 164.000 huesos de 800 animales diferentes. Los más numerosos
son de un pequeño rinocerante, otro caballo enano y un cerdo gigante. En
Alemania, en un hoyo situado en Neuköln, se encontraron restos
fosilizados de mamuts, bueyes almizcleros, bisontes, hienas, renos y dos
especies diferentes de elefantes. Todos sus huesos, al igual que en el
yacimiento de Nebraska, estaban revueltos, como si una corriente los
hubiera juntadao, y su fecha de datación es de hace 12.000 años, el
final de la glaciación según las “modernas” teorías. Velikovski, como
Hapgood, alude a las pruebas de la región de Tiahuanacu, con la
imposibilidad para el traslado de semejantes piedras y la construcción
de terrazas, para avalar la teoría de que no fueron las montañas las que
se elevaron sino que fue el mar el que bajó.
En
pocas palabras, las tesis que, con matices, sostienen Hapgood, Bellamy y
Velikovski, entre otros, es que la edad del hielo no terminó hace un
millón de años sino hace 12.000. Y que la acción de algún cuerpo estelar
como el mítico doceavo planeta o, para otros, Marte, habría sido el
detonante del cambio en los polos magnéticos de la tierra, lo que
originó en diferentes épocas planetarias, catástrofes como el diluvio
universal y la destrucción de los propios dinosaurios. De acuerdo al
investigador italiano Flavio Barbiero, la Antártida actual habría sido
la Atlántida antes de ser desplazada dos mil millas al sur, hasta su
actual emplazamiento. Algunos geólogos también apoyan estas tesis, que
están cobrando mucha fuerza en algunas universidades del mundo, como las
de Bérgamo y Milán. Es el caso de Alexander Tolman, de la Universidad
de Vienta. A su modo de ver, hace 12.000 años hubo un descenso en la
capa de ozono que nos protege de las nocivas radiaciones del sol, en el
que tuvo bastante que ver el choque de un meteorito. Matt Brinkman, por
su parte, en “La datación de la eda de hielo” recuerda que hace 9.000
años perecieron muchos animales, como el mamut y grande felinos.
Toda
esta corriente que abarca a eruditos de diferentes campos del saber
echaría por tierra la creencia, hasta ahora aceptada por la comunidad
científica, de unos cambios graduales en el planeta y la supuesta
importancia de la acción del hombre en la eliminación de ciertos
animales. Para estos heterodoxos, los bruscos cambios en la biosfera
habrían venido originados por modificaciones en el sistema solar. De
esta manera, además, la astrología volvería a jugar un papel en el
desarrollo de la ciencia.
El gran cataclismo
Todas estas teorías han
provocado que diferentes investigadores hayan vuelto a proponer la
existencia de un gran cataclismo universal, hace entre 9.000 y 12.000,
que habría acabado con grandes civilizaciones en la tierra y habría
quedado en la memoria colectiva de numerosos pueblos como “el diluvio
universal”. Las ciencias empíricas y las tradiciones espirituales se
pondrían de acuerdo gracias a H. S. Bellamy, quien recopiló 500 leyendas
de prácticamente todas las culturas del mundo que apoyan esta teoría y
las similitudes. Como se ve en el cuadro, las coincidencias son
apabullantes.
Según la Biblia y la Torá
judía, los únicos superviviente del diluvio fueron Noé, su familia y un
número de parejas de animales, navegando en un arca de 300 codos de
largo, 50 de ancho y 30 de alto, hecha de madera de gomero calafateada
con pez. El diluvio duró días y 40 noches, en los que “las aguas lo
cubrieron todo y las fuentes del gran abismo se abrieron”. Noé mandó una
paloma y un cuervo y sólo salió del arca desde el monte Ararat cuando
la paloma no volvió de su tercer vuelo.
Las
tablillas mesopotámicas son una fuente de numerosa información acerca
del diluvio. Según las inscripciones sumerias, los supervivientes fueron
la familia de Khisustros (o Khasistrata), amigos, animales domésticos y
pájaros, ayudados de una nave de 5 estadios de largo y 5 de ancho. “Un
terrible chorro de agua se elevó hasta el cielo, el océano rebasó la
orilla y los ríos, sus riberas”. Las montañas Gordyene de Armenia fueron
el refugio de los supervivientes, que volvieron a Sippara a desenterrar
recuerdos de su destruida civilización.
Según
las inscripciones asirias y babilónicas, el héroe superviviente se llamó
Ubaratutu o Khasisatra, acompañado de su familia, su ganado, criados y
animales salvajes, ayudado de una nave de 600 codos de largo, y 60 de
alto y ancho. La tragedia duró seis días y seis noches, en los que
hubieron “maremotos y chorros de agua…” Los cadáveres de los ahogados
flotaban como algas mientras los supervivientes permanecían en el monte
Nízar. La paloma que, a diferencia del cuervo, no volvió, también fue la
emisaria.de lsa buenas noticias, a resultas de lo cual, Khasisatra y su
familia se convirtieron en dioses.
Una
variante de la anterior, se encuentra en las inscripciones babilónicas
de Asurbanipal. En ella se lee que “una nave con la semilla de la vida a
bordo” sobrevivió a un diluvio que duró seis días y seis noches. “Al
séptimo día, Ut.-Napishstim” –que así se llamaba el Noé babilónico-,
“miró afuera y vio que todo estaba callado. La humanidad había vuelto al
barro”. El barco encalló en el monte Nízar. Pasado un tiempo,
Ut.-Napishstim mandó una paloma, un cuervo y una golondrina. El cuervo
se quedó comiendo los cadáveres y los demás pájaros no volvieron.
Después de desembarcar y dialogar con los Dioses, se les concedió la
inmortalidad.
La
tradición griega y los comentarios antiguos hablan de que, pasada la
edad de oro, Zeus vió que los humanos se habían vuelto muy engreídos y
decidió que ya era suficiente. Gracias a la intercesión de Prometeo
pudieron sobrevivir a la catástrofe Decalion, su mujer Pirra, sus hijos y
animales terrestres, incluyendo cerdos, caballos, leones y serpientes.
Su cobijo fue un gran cofre en el que navegaron durante 9 días y 9
noches “con el agua saliendo de la Tierra y el mar rebosando”. Según los
relatos, el cobjio fue el Monte Parnaso o el Olimpo, al abrirse una
grieta en Bambyce, por la que se produjo el desagüe. Decalion y Pirra
lanzaron piedras que se convirtieron en hombres o mujeres dependiendo de
quien las lanzaba.
La
versión coránica es muy parecida a la bíblica. Habla de Noé y su familia
y de una inundación que cubrió la tierra, a la cual sobrevivieron en el
arca. La catástrofe se describe en los siguientes términos: “la
superficie de la tierra hirvió…El arca se movió entre las olas como
montañas”. La cosa terminó cuando Alá mandó a la tierra tragarse las
aguas y al Cielo detener las lluvias. Finalmente, el arca se posó en el
monte Djudi.
Los
Puranas de la India hablan de un barco dirigido por el pez divino que
salvó a Satyarawata; la inundación duró 7 días (en los que las tres
fuentes quedaron sumergidas), hasta que el pez llevó al barco a tierra.
Otra
versión de la India habla de que había un hombre llamado Manu que salvó a
un pez chiquito de los dientes de uno grande y le dijo: “si me cuidas
hasta que sea grande, un día te salvaré de las cosas terribles que están
por llegar”. Manu le preguntó qué pasaría y éste le contestö: “se
acerca un gran diluvio que lo arrasará todo sobre la tierra”. A medida
que el pez iba creciendo, Manu lo iba cambiando a una pecera más grande
hasta que se convirtió en un “gasha”, el pez más grande sobre la faz de
la tierra. Cuando la lluvia comenzó, Manu ató una cuerda del barco al
pez y éste le guió por entre las aguas mientras la lluvia desaparecía,
llevándole a una montaña, donde encalló.
En
Australia existe una leyenda llamada “El diluvio del tiempo del sueño”,
en la que se vieron implicados Noé,. los aborígenes y algunos animales, a
bordo de un arca gumana, llamada woramba, que terminó encallando en
Djilinbadu, la montaña, donde todavía puede ser encontrada. Para ellos,
la leyenda de que el arca está en el medio oriente es una mentira
fabricada por los blancos para mantenerles sojuzgados. Esta leyenda es,
sin duda, una mixtura fruto del contacto con los misioneros y, para
algunos, no hay leyenda alguna que sostenga esta tradición sobre este
tema.
Una
leyenda persa habla de que los supervivientes fueron Yilma, mil
parejas, animales y pájaros. En lugar de la consabida arca, se cobijaron
en un refugio o fortaleza subterránea hecha de barro, de una “carrera
de caballo de largo”, provista de alimentos, frutas, plantas y animales,
pero sin gente mala, ni personas de dientes desiguales ni leprosos.
Ello fueron los supervivientes de esa ola de terremotos, inundaciones y
fuegos que destruyeron el mundo.
En el
suroeste de Tanzania se cuenta que una vez los ríos se desbordaron. Dios
avisó a dos personas, conminándoles a tomar muchas semillas y animales
en un barco. Así fue cómo el agua cubrió las montañas hasta que un día
el diluvio paró. Entonces, el hombre dejó una paloma libre, que volvió. Después, dejó un halcón volar y no volvió. Sólo entonces fue cuando decicieron salir del barco.
En la
tradición china de los cuentos del Hihking, la familia supeviviente se
llamaba Fuhi, que sobrevivió en un bote de un monumental diluvio que
envolvió los árboles y las montañas. Por eso Fuhi es considerado el
padre de todos los seres humanos. El, en compañía, de su mujer, tres
hijos y tres hijas se encargaron de repoblar la tierra entera. Por
cierto, una de las montañas sagradas de una cultura hermana de la
anterior, la nipona, se llama “Fuji”.
Entres
los caldeos, el nombre del supeviviente es Xisuthrus. Fue el dios
Cronos quien le advirtió de lo que venía y le conminó a construir un
barco, de cinco estadios por dos, en el que albergó a su familia, sus
amigos y dos ejemplares de cada especie animal. El método para averiguar
si podía salir es el mismo: dejar escapar pájaros sucesivamente hasta
que uno no regresó, prueba de que había encontrado tierra. Entonces hizo
los sacrificios correspondientes a los dioses, entendiendo que el
peligro había pasado.
América precolombina
Entre
los toltecas centroamericanos existe una tradición que habla de que la
primera era duró 1760 años, después de la cual, hubo una gran inundación
que duró 52 años, a la que sólo sólo sobrevivió una familia, Coxcos y
su mujer, Xochil Quetzal, en una gran canoa hecha de madera de ciprés. “Las montañas se hundieron bajo el agua. Toda la humanidad se ahogó o se convirtio en peces. “Como
en otros relatos que hemos visto, Coxcos envió aves, en este caso
buitres, que encontraron cadáveres y no volvieron. Después mando un
colibrí, que volvió con una rama, después de lo cual, encontraron tierra
en la montaña torcida de Colhuacán.
Entre
los aztecas, existe la leyenda de Tapi, un hombre muy piadoso, a quien
el creador le dijo que construyera un barco con el que sobreviviría, y
en el que debía meter a su mujer y a una pareja de cada uno de sus
animales. Todo el mundo pensaba que estaba loco, hasta que el diluvio se
desencadenó. El no abandonó el barco hasta que… sóltó unas palomas que
no regresaron.
En las
tradiciones mayas, recopiladas en libros sagrados como el Popol Vuh y
el Chilam Balam, se habla de una gran inundación acompañada de fuego y
terremotos, de la cual sobrevivió muy poca gente, escondida en cuevas. “Se
oyó un gran ruido en el cielo y cayo una pesada lluvia
noche y dia. Los hombres trataron de trepar a las casas,
pero las casas quedaron sumergidas. El cielo se cayó… la
tierra seca se hundio, y en un momento termino la gran
aniquilacion…”
Entre
los ojiwbe, que han vivido en Minnesota desde el 1.400 antes de Cristo
aproximadamente, también existe una tradición muy similar a la relatada
en la Biblia. “Hubo un tiempo en que los humanos discutían entre ellos e
incluso en el seno de sus familias. Discutían tanto que Manitú, el
creador, decidió realizar una purificación por medio del agua. El agua
llegó, anegó toda la tierra y pilló a la mayoría desprevenida. Tan sólo
unas pocas parejas vivientes lograron sobrevivir”. Waynaboozhoo es el
nombre del héroe, que sobrevivió acompañado de unas parejas de animales
en una barquilla.
Los
indios de Delaware, también en Estados Unidos, tienen una tradición en
la que se habla de que en la era prístina la gente vivía en paz y la
tierra estaba sumergida. Tan sólo unas pocas personas encontraron
refugio en la concha de una grandísima tortuga, tan vieja que tenía
moho. Un pájaro fue soltado para hallar tierra pero sólo encontró mar.
Más tarde, otro más volvió con un poco de tierra en su boca, a resultas
de lo cual guió a la tortuga hasta ese pedazo de tierra. Entre los
hurones, se habla de una inundación que duró varios meses, de la que
sólo sobrevivió el padre de las tribus indias, con su mujer, su familia y
sus animales. La leyenda habla de que los animales no hacían más que
quejarse durante el viaje, por lo cual, al terminar el diluvio, se les
quitó la facultad de hablar. Los sioux de Dakota también tienen otra
leyenda similar, en la que sobreviven en unas canoas muy grandes una
familia y parejas de animales de cada especie, después de una inundación
de varios meses, al término de la cual, encontraron tierra firme al
oeste. Parecida a la de los indios mandal, con la diferencia de que el
superviviente ¡fue un blanco!
En el
periodo de tiempo conocido en los Andes como el de la Pachachamama, el
hombre se convirtió en un demonio. Estaba tan atareado haciendo cosas
malas que se le olvidó hacer las buenas, tan sólo aquellos que vivían en
lo alto de los Andes conservaban la pureza. Dos hermanos que vivían en
las montañas vieron a sus animales comportarse de manera extraña y les
preguntaron lo que sucedía, a lo que contestaron que las estrellas les
habían avisado de que se avecinaba un diluvio que destruiría la tierra
entera. Entonces tomaron a sus familias y buscaron refugio en una cueva
en las altas montañas. La lluvia duró cuatro meses y las aguas subieron
pero no alcanzaron la altura de los pìcos. Así fue como las aguas
terminaron y la montaña recuperó su altura, pero desde entonces las
llamas prefieren vivir en las alturas.
Entre
los indios chibcha de Sudamérica, el superviviente fue Bochica y su
mujer, refugiándose en la montaña más alta. Al terminar el diluvio,
Bochica abrió un agujero en la tierra en Tequendama, por el que
desaparecieron las aguas.
Cuadro 1: El cambio magnético de los polos y la Atlántida
Las
modernas teorías sobre electromagnetismo y una mejor comprensión del
funcionamiento del Planeta, entendido como un ente vivo, están haciendo
que se replanteen numerosas cuestiones acerca de nuestro planeta. Entre
todas ellas, destaca la interrelación entre lo que ocurre en el universo
y en la Tierra, es decir, lo que históricamente se ha conocido como
astrología con la biosfera.
La
posibilidad de que los polos magnéticos hayan cambiado a lo largo de la
vida de nuestro planeta explicaría las inexplicadas glaciaciones. Y ello
sería debido a la acción de cuerpos estelares, cuyo impacto habría
generado, además, terremotos, vulcanismo y cambios en la temperatura,
modificando, como dice las leyes de la termodinámica, la estabilidad del
sistema.
El
actual estudio de los glaciares a través de datos químicos, isótopos,
geométriosa y físicos está posibilitando la datación de los diferentes
hielos que existen en el planeta. Concretamente, las mediciones son
capaces de datar desde hace 400.000 años. Según estos novísimos datos,
fruto de nuevos instrumentos de medición, actualmente nos hallaríamos en
una era “interglacial”, llamada Oloceno.
Gracias
a ello, se ha delimitado, según Flavio Barbiero, del centro para el
estudio de la Prehistoria de Capodiponte, que durante el Pleistoceno el
polo norte se encontraba entre Groenlandia y Canadá, mientras que una
parte de la Antártida (la que da al Atlántico), era verde y pudo
albergar una civilización (la Atlántida) y la otra, que da a Australia
sería la que ocupaba el polo magnético. Según este autor, el impacto de
un meteorito a finales del Pleistoceno hundió la Atlántida por un
tiempo, con todos sus restos, y heló el resto, metidos ya en una nueva
glaciación. Los humanos supervivientes fueron los que comenzaron el
periodo conocido como Neolítico en America, Africa y Asia, lo que
explicaría las numerosas coincidencias entre diferentes culturas de todo
el planeta. La inexistencia de ruinas en un lapso de cuatro milenios se
explica, según Barbiero, porque el nivel de las aguas ha ido subiendo
desde entonces, sumergiendo las huellas de estas civilizaciones, cuyas
pruebas están en Cádiz o en las costas de Japón.
Cuadro 2: La importancia de los números 54 y 108 en el antiguo Israel
Según
el investigador Donald Patten, de Seattle, la secuencia de los números
54 y 108 relacionada con las catástrofes es continua en la historia del
pueblo judío, relatada en el Antiguo Testamento, el Talmud y los
trabajos del historiador Flavio Josefo. Cuatro veces en la literatura
hebrea, dos en el Antiguo Testamento y dos en la literatura talmúdica y
sus comentarios coinciden con estas fechas: la catástrofe de Sodoma y
Gomorra, la de los tiempos de Isaías-Hesíodo, la que provocó el Éxodo y
la de Gideon ocurrieron en la madrugada de Pascua. Para Donald Patten,
todos estos hechos coincidieron con ciclos, y no aleatoriamente, así que
sería mejor decir que “ocurrieron” debido a esos ciclos. Coinciden con
dos fechas especiales tanto para los romanos como para los calendarios
anteriores: se los llamaba los días del “miedo”. El “tubulustrium”,
estaba asociado a los “idus” de Marzo, el 20 o 21 de este mes,
relacionado con el planeta destructor, Marte y que marcaba el equinoccio
y la festividad de la Pascua. El “armilustrium”se situaba alrededor del
24 de Ocubre. Ambos se avecinaban en periodos de 108 años.
Según
las investigaciones de Patten, en cada quinto ciclo de estos 108 años,
la catástrofe ocurría tanto en marzo como en octubre. En los eventos de
octubre, Júpiter estaba en Cáncer, simultáneamente a Saturno en
Capricornio, en una oposición de 180 grados. En los de marzo, la
situación era la opuesta: Júpiter en Capricornio y Cáncer en
Capricornio. El diluvio universal fue una de esas catástrofes, que para
Patten se sitúa en el 2.584 antes de Cristo.
También los cambios en el Sáhara datan de las mismas fechas
Supervivencia de fauna del pleistoceno, hace sólo 3.500 años, datado en Méjico
Cuadro 3: ¿Cómo era el Arca de Noé?
De
acuerdo a los textos hebreos, el arca de Noé fue cubierta de juncos o
cañas y recubierto por magma o lava que contenía piedra pómez, sal y .
Eso resultaba en un tipo de aislante que era muy fuerte y ligero. Para
muchos, los restos encontrados 17 millas al sur del Monte Ararat, en la
base de Al Judi son los restos del arca de Noé. Este pedazo parece que
tiene las costillas o cordoncillos dentro de él. Como esos juncos un día
estuvieron vivos, se podría utilizar el método del Carbono 14 para
fecharlos.
El
doctor Thor Heyerdahl construyó dos bote similares a éste en 1969-1970.
Con el primero navegaron alrededor de 3.000 millas, y con el segundo,
superaron esa cifra. En el lago Titicaca, en Bolivia, se utilizan este
tipo de embarcaciones, hechas de juncos.
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