Sobre
fines de la Segunda Guerra Mundial, y como sabemos ya claramente, los nazis
estuvieron (¿sólo estuvieron?) a punto de desarrollar aeronaves con el aspecto
y comportamiento de “platillos volantes”. Pero ése no fue su único “proyecto
negro”, abortado (¿abortado?) por la derrota militar.
En la
abandonada mina de Wenceslas, en el “Sudetenland”, “Die Grockle”, “La Campana”
era el desarrollo de un aparato que quizás continuó luego siendo experimentado
en USA pero sobre el cual se discute su verdadera función: generador de
antigravedad, apertura de “agujeros de gusano”, puerta en el tiempo o propulsor
cósmico a velocidad lumínica. Este es un boceto de la historia.
En el año
2001, salió a la venta un libro muy especial. Su título era “En busca de la
gravedad cero” y su autor, un británico devenido investigador histórico, Nick
Cook, supo presentar en él una interesante y muy bien documentada historia
sobre “proyectos negros” nazis, tecnología extraña aún para los cánones de este
incipiente siglo XXI, rumores y calificada información científica.
Entre
otros ítems, se proponía una explicación alternativa sobre lo “foo fighters”,
esas misteriosas “bolas de luz” de comportamiento inteligente que los pilotos
aliados observaron atónitos en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial.
Junto a un investigador polaco llamado Igor Witkowski, que ya había escrito
varios libros sobre entretelones de la tecnología alemana de ese período,
enfocaron su atención sobre una región montañosa próxima a la frontera checa,
en el “Sudetenland”, o Baja Silesia.
Allí,
aparentemente, tropas especiales alemanas bajo la égida de un “Spezial
Kommando” constituido por científicos altamente especializados y la “créeme” de
los oficiales de las SS, trabajaban furiosamente, casi sobre el final de la
guerra, en el desarrollo de un dispositivo antigravitatorio.
Los
estudios de la dupla apuntaron a reunir evidencia circunstancial que el resultado
de tales experimentos se condecía significativamente con efectos el tipo “foo
fighter”, en tanto excedían las limitaciones de la física normal, la alta cota
de vuelo de las apariciones, los bruscos cambios de dirección con instantáneas
desaceleraciones y aceleraciones, características que ni entonces ni en el
presente pueden imitar los recursos aeronáuticos y espaciales conocidos.
El punto
de partida de sus investigaciones fue un oscuro libro escrito por un ex oficial
de las SS, de apellido Sporrenberg, titulado “La Wunderwaffe” (1), en edición
del autor. En él se cita que la última noticia de este dispositivo era que
había sido oculto en una mina abandonada cerca de la pequeña aldea polaca de
Ludwigsdorf, hoy en día llamada Ludwikowice.
De hecho,
consta en los registros históricos de los tribunales polacos que el oficial
Karl Sporrenberg fue encontrado culpable de varios crímenes que él había
cometido mientras estaba a cargo de las tropas especiales ya mencionadas. Éste
proporcionó en su libro información detallada sobre el grupo de científicos y
su destino (cuando sesenta y dos de ellos fueron ejecutados mientras el
Ejército Rojo se cernía sobre Ludwikowice) y su suposición que el dispositivo
quizás había sido enviado a último momento hacia Noruega.
En tanto,
Cook y Witkowski visitaron la región, que en tiempos previos a la Guerra había
pertenecido al Reich, donde muchas de las minas de carbón situadas en la región
montañosa fueron utilizadas como instalaciones de producción para la Wehrmacht,
imposibles de ser vistas por los aviones de reconocimiento.
Allí,
ciertamente, se produjeron algunas piezas claves de las V – 2, en lo que se
conoce como “Colina del Bunker”, en las afueras de la estrecha y alargada aldea
que discurre a ambos lados del horrible camino solamente hasta la misma. Aquí
comienza lo interesante: desde ella, nace otro, totalmente distinto, de 2,5
metros de ancho hecho de sólido concreto ascendiendo lentamente las colinas
serpenteantes.
El
visitante se encuentra primero con la típica compuerta de un polvorín, con
otras del lado opuesto del montículo que alguna vez lo cubriera. Cincuenta
metros después, un depósito. Aquí y allá, ventiletes de respiración de alguna
gigantesca construcción subterránea, hoy sellados. Luego, nada por otros seiscientos
metros, aparecen entonces algunas ruinas de lo que parece ser una fábrica y
entonces sí, en medio de un enorme playón de concreto, lo que Witkowski llamó
“el anillo de pruebas”. Donde se experimentaba con La Campana. Treinta metros
de diámetro, siete de altura, diez columnas de un metro con centímetros de
grosor.
La
historia
Debo a
nuestro lector Jorge Guaraglia, de Uruguay llamar mi atención sobre estos
hechos históricos que desconocía. Jorge, de todas formas, es cualquier cosa
menos un simple conocedor de la cuestión por lecturas superficiales: Cito
algunas referencias de su primer informe:
“... Hace
unos años conocí a un inglés medio chiflado que me habló por primera vez de un
experimento denominado "The Bell" o "La Campana", en
español, lo que este amigo me contó (te pido disculpas pero me ha pedido
reserva de su nombre) fue algo tipo Indiana Jones donde decía que los nazis
habían trabajado en algún aparato que generaba campos tipo lo que describe
Berlitz en su libro junto a Moore "El Experimento Filadelfia".
Estamos hablando de cosas raras, tambores de mercurio rotativos (¿no te suena a
vimanas?) extraños campos energéticos y cosas así...”
“...
Cuando este amigo me habló del tema no le creí nada, (incluso fui a Bs.
As. a entrevistarme con él). El hombre parecía tener miedo, me dijo que sabía
algo respecto al tema que (sic) ..."los servicios de inteligencia
americanos lo habían amenazado si divulgaba lo que sabía...”. etc., etc.
Como
verás, me dije para mí... uno más de los chiflados. Mientras tanto hace algunos
años estoy intentando certificar lo que Burnside (con el cual somos amigos por
mail) dice en su libro "El escape de Hitler" acerca de que en 1945
habría aterrizado un avión en algún lugar del litoral uruguayo y se habrían bajado
materiales y luego habría sido echado al río Uruguay.
Para
resumir un poco el relato, hace como 2 años un escritor polaco Igor Witkowsky
me preguntó acerca de lo que yo sabía del tema, y que no entendía cómo alguien
por estos lados podría saber algo de un tema que él recién estaba publicando en
un libro, (mi mail se lo había dado Abel Basti desde Bariloche) como no soy de
esconder la leche sino de intentar colaborar mas allá de que sean otros los que
publiquen (lo único que me interesa es saber la verdad) le conté a Igor todo lo
que sabía que era bastante poco.
Para mi
sorpresa, a la vuelta de algunos meses tuvo el hermoso gesto de enviarme un
ejemplar autografiado donde PARA MI TOTAL ASOMBRO se mencionaban lugares,
nombres, fechas, se volvía a mencionar el famoso avión que habría arribado a
Uruguay, se mostraban documentos desclasificados y en definitiva un material
valiosísimo y con una información que creo sumamente seria donde demostraba
todo lo que mi "chiflado" amigo inglés me había dicho años
antes. Esto es a grosso modo lo que sé. ¿Existió The Bell?, todo
parecería indicar que sí. ¿Fue traída a nuestras tierras durante la fuga nazi?
¿Por qué no? Al menos sus planos o un prototipo ...”.
Aclaremos
algunos puntos incidentales pero importantes. Nick Cook no es un cualquiera: es
un periodista galardonado, que trabaja como especialista en temas
aeroespaciales, en la revista británica Jane’s Defense Weekly, que es la máxima
autoridad mundial en temas militares y de tecnología militar.
Hace diez
años que Cook trabaja allí. Igor Witkowski goza de mucha credibilidad y respeto
en su Polonia natal, tanto por sus conocimientos sobre tecnología alemana de la
Segunda Guerra Mundial como por su honorabilidad como persona. El mentor de
toda la búsqueda de Cook, es un científico británico, un Físico, al que él
llama el Dr. Daniel Marckus (por obvias razones guarda su anonimato).
Este
individuo le orienta, le plantea interrogantes, le pide que le averigüe cosas
ya que él mismo no tiene tiempo de averiguarlas y de viajar de un lado a otro.
Luego con los datos que Cook le provee, Marckus a su vez interpreta los mismos
y le ilustra sobre su importancia, funcionamiento de cosas, etc.
Cook va a
estar en permanente contacto con Marckus. Cook detalla que Witkowski había
hecho un extenso estudio sobre las actividades de desarrollos tecnológicos de
los alemanes en tiempo de guerra, y más adelante habla del general de los SS
Jacob Sporrenberg, que fue subcomandante de Cuerpo VI de los Waffen-SS en 1944.
Witkowski
le relata a Cook lo que Sporrenberg declaró a cortes rusas y polacas, acerca de
experimentos con una Campana. En tanto, Cook se va a entrevistar con gente de
la NASA, y va a viajar a Europa en búsqueda de los primeros experimentos que
habrían realizado los alemanes en enormes subterráneos, ubicados cerca de la
frontera checa, donde los proyectos estuvieron a cargo del General Hans
Kammler, un individuo que había logrado la confianza de los superiores y
adjudicación de dinero y mano de obra de los campos de concentración, para
llevar a cabo experimentos científicos de avanzada, fuera de la corriente
general de la ciencia de entonces.
En
resumidas cuentas, el proyecto había sido desarrollado bajo dos nombres en
código: “Laternentrager” y “Chronos” y siempre implicó “Die Glocke”, el objeto
con forma de campana que brillaba cuando se le sometía a prueba. La Campana en
sí misma estaba hecha de un metal duro y pesado y estaba llena de una sustancia
similar al mercurio, de color violeta.
Este
líquido metálico era almacenado en altos y finos frascos térmicos de un metro
de alto encajados en plomo de tres centímetros de espesor. El experimento
siempre tuvo lugar bajo una gruesa cubierta de cerámica y envuelto en dos
cilindros que giraban rápidamente en direcciones opuestas. La sustancia similar
al mercurio tenía el nombre en código “Xerum 525”. Otras sustancias incluidos
los peróxidos de torio y berilio, recibían el nombre en código de “Leichmetall”
(metal liviano).
La cámara
en la cual se llevaban a cabo los experimentos estaba situada en una galería
cavada profundamente bajo tierra. Tenía un piso de aproximadamente treinta
metros cuadrados y sus paredes estaban cubiertas con baldosas de cerámica con
una sobrecapa de grueso revestimiento de goma. Después de aproximadamente diez
ensayos, la sala se desmanteló y sus partes componentes fueron destruidas. Sólo
la Campana misma se conservó. Los revestimientos de goma eran remplazados cada
dos o tres experimentos y eran echados a un horno especial.
Cada
ensayo duraba aproximadamente un minuto. Durante este período, mientras La
Campana emitía su pálido brillo azul, el personal permanecía a unos ciento
cincuenta a doscientos metros de la misma. Todo equipo eléctrico que estuviera
dentro de ese radio habitualmente haría cortocircuito o se estropearía.
Después, la sala era empapada hasta por cuarenta y cinco minutos con un líquido
que parecía ser salmuera. Los hombres que llevaban a cabo esta tarea eran
prisioneros del campo de concentración de Gross-Rosen.
Según
comenta el especialista Milton W. Hourcade en el foro durante las pruebas, los
científicos colocaban varios tipos de plantas, animales y tejidos de animales
en la esfera de influencia de la Campana. En el período inicial de ensayos de
noviembre a diciembre de 1944, casi todas las muestras fueron destruidas.
Una
sustancia cristalina se formaba dentro de los tejidos, destruyéndolos desde
dentro; líquidos, incluyendo sangre, se hacían gelatina y se separaban en
fracciones claramente destiladas. Las plantas expuestas a la Campana incluían
musgos, helechos, hongos y moho; los tejidos animales incluían yema de huevo,
sangre, carne y leche; los animales iban desde insectos y caracoles a lagartos,
sapos, ratones y ratas.
Con las
plantas, se observaba que la clorofila se descomponía o desaparecía, volviendo
a las plantas blancas cuatro o cinco horas después del experimento. Dentro de
las ocho a catorce horas, ocurría un rápido decaimiento, pero difería de la
descomposición normal en que no estaba acompañada de olor. Al final de este
período, las plantas habitualmente se descomponían en una sustancia que tenía
la consistencia de grasa para ejes.
En una
segunda serie de experimentos que comenzaron en enero de 1945, el daño a los
sujetos de prueba se redujo en aproximadamente un 12 a un 15 por ciento luego
de ciertas modificaciones al equipo. Esto se redujo a un dos o tres por ciento
luego de un segundo conjunto de ajustes.
La gente
expuesta al programa se quejaba de enfermedades, a pesar de su ropa protectora.
Las mismas iban desde problemas para dormir, pérdida de memoria y equilibrio,
espasmos musculares y un permanente y desagradable sabor metálico en la boca.
El primer equipo se dijo que fue disuelto como resultado de la muerte de cinco
de los siete científicos que participaban.
En su
libro, Cook transcribe casi textualmente una conversación que mantuvo con
Marckus: “Yo sé lo que ellos estaban tratando de hacer... Yo sé de qué se
trataba realmente. Estaban tratando de generar un campo de torsión.”
—¿Qué es
un campo de torsión?
—“Laternentrager”
significa “sostenedor de linterna”. Pero es el segundo nombre en código el que
aporta el indicio revelador. Chronos. Sabes lo que eso significa, ¿no?.
—Sí, Dan.
Sé lo que significa. ¿Qué es un campo de torsión? ¿Qué es lo que hace?
—Si se
genera un campo de torsión de suficiente magnitud la teoría dice que puedes
curvar las cuatro dimensiones del espacio en torno al generador. Cuanto más
torsión generas, más espacio perturbas. Cuando curvas el espacio, también
curvas el tiempo... Ahora, ¿entiendes lo que ellos estaban tratando de hacer?
¡Estaban tratando de construir una máquina del tiempo!
“'La
Campana' debe haber emitido radiaciones como el infierno” —sigue diciendo
Marckus— “generando energía electromagnética en todas las frecuencias, desde
ondas de radio a luz; no en vano enterraron tanto la maldita cosa.”. El hecho
de que los alemanes hayan llenado los cilindros rotatorios con una mezcla de
diferentes metales también es significativo, cree él.
Si se pueden obtener las proporciones exactamente adecuadas se tiene una posibilidad aún mejor de interactuar con un campo de gravedad cero. Pero sería un proceso de mucho acierto y error, avalada por un comentario de Sporrenberg. Cada prueba había sido muy corta, durando un promedio de aproximadamente un minuto.
Si se pueden obtener las proporciones exactamente adecuadas se tiene una posibilidad aún mejor de interactuar con un campo de gravedad cero. Pero sería un proceso de mucho acierto y error, avalada por un comentario de Sporrenberg. Cada prueba había sido muy corta, durando un promedio de aproximadamente un minuto.
Se
parecía mucho a como si los científicos hubieran estado tratando de
“sintonizar” la Campana como se hace con una radio. “Si se logra exactamente se
tiene una muy interesante pieza de instrumento”, dice Marckus; “si se erra todo
lo que se tiene es un costoso desecho”.
Manipúlese
la inercia de un objeto y se ha extraído su resistencia a la aceleración.
Póngaselo en el espacio y continuará acelerando todo el tiempo hasta la
velocidad de la luz, y quizás más allá de ella. Manipúlese el campo de gravedad
local alrededor de un objeto y se puede obtener que levite”. Para cuando se
escriben esos comentarios, ambos caminos de “propulsión avanzada” estaban
siendo explorados dentro de la iniciativa de Innovaciones en Física de la
Propulsión, de la NASA.
Pero aquí
viene la verdadera parte difícil. El vórtice de energía que se supone este
aparato debía generar, no es un fenómeno tridimensional o aun
cuatri-dimensional. No puede serlo. Para que un campo de torsión sea capaz de
interactuar con la gravedad y el electromagnetismo tiene que estar revestido de
atributos que fueran más allá de las tres dimensiones de izquierda, derecha,
arriba y abajo, adelante y atrás, y del campo de tiempo cuatridimensional que
ellas habitan; algo que los teóricos por conveniencia le llamaron la quinta
dimensión, el hiperespacio.
¿Dónde está?
¿Dónde está?
Cook está
seguro de que la Campana fue localizada por los estadounidenses y llevada a su
país, donde se continuó experimentando en tiempos posteriores a la espera del
momento de implementarla. La obvia pregunta de “Si es así, ¿por qué aún no
hemos visto las aplicaciones de la misma?”, tiene dos respuestas, una obvia y
la otra no tanto.
La
primera, que la economía mundial está edificada sobre la explotación
petroquímica: recién en estos años en que avizoramos su próxima desaparición
comienza a ser funcional el desarrollo de tecnologías alternativas, primero,
claro, con aplicaciones militares. La otra respuesta es que sí está siendo
usada, pero nos lo han ocultado y, según estos investigadores, es en el
bombardero B-2 “Stealth” donde se emplea como coadyuvante del sistema de
propulsión una pequeña generación de antigravedad.
Máximo
secreto militar, por supuesto. Los analistas que sospechan esto se fundamentan
en un detalle: visto en planta, el B-2 no tiene dos extremos de alas, tiene
siete, pues su “borde de fuga” es aserrado. Una tecnología meramente
anti-radar, por el contrario, necesitaría lo primero —un borde de fuga
sencillo— para minimizar la exposición a los sistemas de detección. Un “borde
de fuga” aserrado, en cambio sí es funcional para una cosa: incrementar los
puntos de descarga de la masiva electricidad estática que necesariamente se
condensaría en forma de campo alrededor de un aparato antigravitatorio.
Pero
Witkowski, como comenta Guaraglia, no descarta que fuera posible que la
Campana, sus planos, un prototipo hayan sido traídos a Sudamérica. Desliza que
su fuente pertenece al ámbito de la inteligencia militar, y esta precisión
tendría más de sesenta años. Sabido es que el gobierno de Juan Perón brindó una
“ruta de escape” a jerarcas y científicos alemanes y, de hecho, la tecnología
argentina se ubicó octava en el mundo en sólo tres años luego de 1945.
El
desarrollo del caza jet Pulqui II es un ejemplo paradigmático, y sería interesante
ahondar en los experimentos atómicos de Richter en la isla Huemul, frente a
Bariloche, más allá de la “versión oficial” de la historia que afirma que
Richter era un lunático o un estafador y Perón un simple crédulo ambicioso (del
fallecido ex presidente pueden decirse muchas cosas, incluso de su ambición,
pero nadie que conozca un poco de su historia sostendría que era un simple
crédulo).
Ah, por
cierto. Existe el rumor de que en las cercanías del río Gualeguaychú habría
aterrizado, luego de la Segunda Guerra Mundial, un avión con personal nazi, y
que habrían ocultado en algún punto equipo de naturaleza desconocida. En lo
personal, miro el mapa y observó que no está lejos de la población entrerriana
de Rosario del Tala donde, como recordarán, informamos en “Al Filo de la
Realidad” Nº 163 que existirían los remanentes de un centro secreto de
experimentos digitado por europeos desde antes de la guerra.
Y
sí: existe la anomalía, como pueden ver en la Revista de la Asociación
Geológica Argentina, http://www.scielo.org.ar/scielo: “Se ha elegido como caso
testigo el área situada hacia el sur de la localidad de Gualeguaychú, en el
extremo sudoriental de la provincia de Entre Ríos. Ésta fue seleccionada pues
se tenía conocimiento del cese de operaciones y existía interés de autoridades
locales en verificar la ausencia de anomalías indicadoras de potenciales
residuos peligrosos para el ambiente. La interpretación de la respuesta
magnética obtenida sugiere que los objetos enterrados con alta susceptibilidad magnética,
no serían de grandes proporciones...”.
La
honestidad profesional nos obliga a citar que las conclusiones del mencionado
estudio son que los objetos parecen “tambores de menos de un metro de diámetro”
y, de paso, contradecirse a sí misma cuando más adelante sugiere que “se trata
de objetos ferrosos de menos de dos kilogramos de peso”, todo atribuible,
posiblemente, a un relleno sanitario.
Conocedores
por sufrimiento propio de la burocracia argentina, nos preguntamos —porque
conocemos— si se habrán hecho estudios de semejante nivel científico en
cualquiera de los centenares de tóxicos y apestosos rellenos sanitarios de todo
el país (útiles también para sepultar grandes negociados corruptos y decenas de
cuerpos de desaparecidos), muchos (como los del Gran Buenos Aires o Gran
Rosario) infinitamente más grandes que los de la pequeña ciudad de
Gualeguaychú. La respuesta es esperable: no. De manera que volvemos a
preguntarnos por qué tanto interés de las autoridades en este particular caso,
y sospechamos que detrás de esta “preocupación sanitaria” puede esconderse otra
cosa.
Será
cuestión de seguir investigando. Tan simple como eso.
Referencias:
[1] La traducción más aproximada al castellano sería “División de Armas
Milagrosas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario