lunes, 6 de febrero de 2012

Caídos

Los ángeles fueron creados todos al mismo tiempo,
nacieron siendo ángeles, no les tocó escalar ningún
peldaño, Dios estableció para ellos unas jerarquías,
formó su ejército y asignó misiones.
La vida en el cielo se tornó aburrida, el ambiente
era irrespirable, miles de ángeles haciendo trabajos
menores. El ocio se apoderó del empíreo, empezaron
a mirarse unos a otros, luego a sí mismos, el
descontento fue cada vez mayor y general. En
conformidad con lo eterno, estos seres nunca sentían
hambre, jamás pecaban, no sentían calor ni frío. El
tiempo y la realidad se convirtieron en una prisión, el
cielo se hizo un espacio invivible.
Permanecían en paz, no conocían la ira, santos
guardados en urnas eternas. No era un secreto para
los habitantes celestiales que, cada uno, alguna vez,
admiró a Lilith por su “no rotundo”, por su valor para
liberarse, por no aceptar el universo como un regalo.
Lejos de recibir un reinado, se nombró madre de lo
también creado por ella, aun la ira y la inconformidad
del Padre, aun el llanto y la tristeza.
En alguno de estos ángeles comenzó una rebelión,
quizás alentado por el ejemplo de la insumisa, se urdió
otro acto de libertad, de necesidad y dinamismo, ya
que nada se movía en ellos, excepto sus alas. Todo allí
era estática celestial.
Dice Lilith que el Gran Señor, Amo de los Siglos, Rey
de Reyes, se encerró a llorar largo tiempo después
de que ella siguió su camino. No era precisamente
por su “no” o su partida, sino por su grandioso ego
herido. De inmediato se creó una especie de vacío de
poder y una interrupción de obligaciones en el lugar.
Muchos ángeles quedaron sin misiones asignadas y
no vivían, esperaban. Otros cumplieron sus misiones
rápidamente y como ni siquiera se equivocaban, no
tuvieron la dicha de tener la ocupación de repetirlas
o de volver a equivocarse. Así pasaron el tiempo,
envueltos de eternidad y de infinito hasta la asfixia.
La paciencia tuvo fin en un ángel llamado Semjazá,
él le fue transmitiendo su inconformidad a algunos
de sus semejantes: ¿cómo seguir viviendo en ésta
trivial repetición mientras en el mundo los mortales
despiertan, sin excepción, a vivir-morir sin ser
capaces de redimirse del pecado original, se levantan
a renegar o a luchar, con mucho por hacer y salvados
de la aberración de la inmortalidad?
Semjazá eligió a sus mejores amigos, también
inconformes. Cuando se reunieron, ninguno se
mostró sorprendido de ver a tantos en las mismas
circunstancias. Se organizaron por decurias cuyos
jefes fueron Semiazaz, Arakiba, Rameel, Kokabiel,
Tamiel, Ramiel, Danel, Ezeqeel, Baraqijal, Ásael,
Armaros, Batarel, Ananel, Zaqiel, Samsappel, Satarel,
Turel, Jomjael, Sariel. Así pues, estos custodios
celestiales abandonaron el alto cielo, irrevocable
decisión sostenida en su valor, descendieron llegando
al monte Hermón. Eran tiempos agitados en la tierra
y los ángeles encajaron perfectamente como piezas
importantes del rompecabezas. Los ángeles nunca
fueron expulsados. Por voluntad y propio riesgo
decidieron escapar del cielo en un acto de insumisión
que humilló a Dios.
¿Qué hacer con 200 insumisos o mejor insurrectos?
El Creador ordenó al ángel cabeza de su gran ejército.
—“Miguel, córtales las alas”. Miguel envuelto en
el fuego del amor supremo por el Padre, dispuso a
su ejército para la batalla. Los ángeles empuñaron
sus espadas, montaron sus caballos infinitamente
blancos y sonaron trompetas de guerra. El cielo
oscureció. Rápidamente los 200 ángeles entendieron
la señal y tomaron sus látigos y espadas, volaron los
unos hacia los otros. Ámbitos del cielo y de la tierra
se estremecieron de pavor, los ángeles rebeldes
pronto fueron apeados de sus caballos alados. La
tierra tembló, en el cielo se desbarataron caminos
hechos de nubes, pasadizos invisibles. Todo lo que
caía provocaba sonidos pavorosamente celestiales.
Miguel y sus ángeles recogieron los caballos de los
ángeles rebeldes y contaron las alas cortadas hasta
que llegaron a 55 juegos de tres pares que pertenecían
a cada serafín, y 145 de dos pares que pertenecían a
cada querubín. Por orden estricta del Supremo, el
archiestratega Miguel dio por terminada la guerra
y dejó caer nuevamente en el monte a los ángeles
rebeldes, no tenía objeto mandarlos a otro lugar, en
el cielo no morirían, porque ese es el lugar de los
inmortales. Cada ángel herido, sin alas, perdió la
Energía Divina.
Los ángeles caídos dejaron de ser espíritus y se
materializaron, asumieron roles femeninos y
masculinos, y buscaron a hombres y a mujeres.
Estos hijos del cielo llegaron cuando los hijos de los
hombres se multiplicaban con las hijas de Lilith.
Encajaron perfectamente, todos y todas entre todos.
Reproducirse era la única forma de continuarse a sí
mismos, pues perdieron el don de la inmortalidad
en la caída. Tuvieron hijos que llegaron abiertos
al conocimiento, ávidos de sabiduría. Los ángeles
traían con ellos información que le fue negada a la
humanidad, su venganza fue develar los secretos, las
enseñanzas que el Gran Creador depositó en ellos,
aunque Aquél nunca les mostro todo lo que sabía y
jamás depositó sus poderes en las huestes celestiales,
se cuidó de repartir educación y poder en pequeñas
raciones, reservándose para Sí Mismo la totalidad del
poder y la sabiduría.
Entre los secretos difundidos por los ángeles están el
uso de la rueda, la creación del fuego, el conocimiento
de medicinas naturales y algunas claves para descifrar
los elementos que nos conforman. Instruyeron sobre
el orden e iniciaron al hombre en el trabajo de la tierra.
También explicaron que la libertad era innegociable,
por más que existiera un Todo Poderoso. Asbeel
dio consejos malignos a los hijos de Dios. Gadereel
adiestro en los golpes y armas que conllevan a la
muerte. Peneme ilustró en la escritura con papel y
tinta, una de las revelaciones que más irritó al Jefe
Único de los Cielos.
Lilith tenía sus preferencias y confiesa que entre las
miles de uniones coitales que había tenido de toda
índole, parió hijos de monstruos, de hombres, de
mujeres, de animales y demonios, pero nunca quiso
aceptar la penetración de un ángel espíritu. No fueron
pocas las propuestas y los guiños de algunos angelillos
que, aunque perfectos, conocían las bondades del
amor y, aunque no sentían deseo, podían crear
situaciones paralelas o desear que querían desear.
Pero los ángeles caídos, ya materializados, tenían el
atractivo brutal de sus andróginas figuras y Lilith los
aprovechó para traer una de sus mejores cosechas
de hijos, así, súcubos hermosos poblaron la tierra,
el conocimiento y la lujuria se regaron por doquier.
Espíritus de la tierra que tuvieron en ésta su morada.

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