Doctor I. M. HOWARD
para H. P. LOVECRAFT,
29 de junio de 1936
Sr. H. P. Lovecraft
66 College Street
Providence, R.I.
Mi Querido Sr. Lovecraft:
Es poco probable que usted pueda haber oído por alguna otra fuente
sobre la muerte de Robert E. Howard, mi hijo. Si no, le diré que después
de tres semanas de observar vigilantemente en la cabecera de su madre,
durante la mañana del 11 de junio de 1936, a las ocho, él salió de la
casa, entró en su coche que estaba estacionado delante del garaje, cerró
las ventanas y se dio un tiro en la cabeza. La cocinera lo vio salir y entrar
en su coche desde la ventana de la parte trasera de la casa. Ella pensó
que se preparaba para ir a la ciudad como por lo general hacía. Cuando
oyó el sonido sordo del arma y lo vio caer sobre el volante, corrió y
llamó al médico que estaba tomando una taza del café conmigo en el
comedor mientras hablábamos. Nos precipitamos al coche y lo encontramos.
Pensamos al principio que había sido un tiro mortal, pero la bala había
pasado sin tocar el cerebro. El tiro fue justo encima de la sien. La
bala salió por el lado contrario, encima y detrás del oído izquierdo.
Alcanzó a vivir ocho horas y nunca recobró la conciencia.
Venía vigilando a Howard como si anticipara esto, y yo lo sabía, pero
no pensé que él se mataría antes de que su madre falleciera. Su madre
estaba en coma y lo había estado por muchas horas cuando todo esto
ocurrió. Había dos enfermeras entrenadas en la casa y doctores allí todo
el tiempo. Él no le preguntó a un doctor, tampoco a mí, pero preguntó a
una enfermera si pensaba que su madre alguna vez recobraría el
conocimiento lo suficiente como para reconocerlo, y la enfermera le dijo
que ella temía que no. Yo no sabía esto. Si lo hubiese sabido, podría
haberlo prevenido, porque ahora me doy cuenta de que él estaba totalmente decidido a no ver a su madre morir.
En marzo del año pasado, cuando su madre estaba muy mal en el
Hospital de Kings Daughters en Temple, Texas, el Doctor McCelvey expresó
el temor de que ella no se recuperaría; él comenzó a hablar conmigo
sobre sus asuntos, e inmediatamente entendí lo que esto quería decir.
Comencé a conversar con él, tratando de disuadirlo de seguir ese camino,
cuando su madre comenzó a mejorar. Inmediatamente él se puso muy alegre
y no hablamos más del tema. En febrero de este año, su madre estaba muy
mal y no tenía más que unos días de expectativa de vida. En aquel
tiempo ella estaba en el Hospital Shannon en San Angelo, Texas. San
Angelo está algo así como a cien millas de aquí. Él conducía de ida y
vuelta diariamente de San Angelo a la casa. Una tarde me dijo que
encontraría sus papeles ordenados, aunque no eran muchos, cuidadosamente
guardados en un sobre grande sobre su escritorio. Otra vez le rogué que
no lo hiciera, pero él positivamente no tenía intenciones de seguir
viviendo después de que su madre se hubiera ido.
En los meses venideros, su madre mostró alguna mejoría. Él pensó que
esta mejoría sería permanente y que iría en aumento. Yo sabía muy bien
que no, pero me abstuve de comentárselo. Dos semanas antes de morir,
ella comenzó a empeorar rápidamente. Vi la terrible preocupación que se
apoderó de él. Lo seguía, observándolo de cerca, pero no imaginé que
haría algo hasta que su madre se fuera.
En eso me equivoqué, porque él claramente no tenía ninguna intención
de ver morir a su madre. La noche antes de su muerte (N.del T, de
Robert), tomó una actitud casi alegre, parecía incluso más interesado en
mí, como si intentara tomar las riendas de la situación y cuidarme. Se
me acercó en la noche, puso su brazo alrededor mío y dijo: “¡Ánimo,
estás a la altura de esto, lo superarás!” Me distrajo de la idea de su
muerte, pero yo sabía muy bien qué esperar después. Murió sin volver a
recuperar la consciencia a las 4 de la tarde, el 11 de Junio de 1936. Su
madre le sobrevivió, en coma, por 31 horas, sin recobrar jamás el
conocimiento.
Los enterré en el cementerio Greenleaf, en Brownwood, Texas. Escogí
ataúdes exactamente iguales. Él había comprado un sepulcro varias
semanas antes de que todo esto sucediera. El terreno se ubicaba en la
parte restringida del cementerio. Es una tumba de mantenimiento
perpetuo.
Cuando compró el terreno funerario, fue hasta donde el sacristán a
preguntarle si existía un contrato confiable y si se mantendría en
orden. Le dijo al sacristán, “Quiero saber si el sepulcro estará bien.
Mi padre y yo nos iremos, y no regresaremos jamás.” El Sr. Bass, el
sacristán, tuvo la impresión de contemplar hacia dónde nos dirigíamos,
pero no pensó que él fuera a matarme, sino que tuvo la certeza de que
sería la impresión la que me mataría”. (Robert) Tuvo cuidado de mantener
a las enfermeras y a los médicos a mi alrededor, pero sin duda sabía
que yo moriría de la impresión, y creo que las últimas palabras que
escribió así lo indican. Estas líneas fueron encontradas en una tira de
papel, en una boleta en el bolsillo de su pantalón después de que se
disparó. Las líneas son las siguientes:
“Todos huyeron -- todo esta hecho, así es que elévenme en la pira.
La Fiesta ha terminado, y las lámparas se han apagado.”
No sé si estas palabras eran una cita u originales, pero fueron escritas, sin duda, poco antes de su muerte.
No sé lo que pasaba por su mente. He tratado de interpretar esto como
el fin de toda una familia, La Fiesta, los treinta años de amor en
nuestra casa. Robert me amó con un amor hermoso. Amaba mi compañía por
encima de la de cualquier otra persona, y cada vez que pudo, pasó su
tiempo conmigo, en lugar de pasarlo con otros; pero siendo yo un médico
rural, y ejerciendo la medicina en un condado relativamente poco
poblado, estaba fuera de casa gran parte del tiempo, pero cada vez que
mi profesión me lo permitía, pasábamos horas discutiendo gratamente
sobre hombres, mujeres, animales, la vida al aire libre, las aventuras,
historias eternas de hombres de fronteras, y cosas así. Él era un gran
lector. Me hacía feliz tan sólo sentarme a escucharlo leer. Adquirió un
conocimiento de la historia, gracias a la lectura, que jamás vi.
Me temo que para no causarle más preocupaciones, Sr. Lovecraft,
dejaré esto hasta aquí, pero tengo el deber de decirle que Robert era un
gran admirador suyo. A menudo lo oía decir que usted era el mejor
escritor de cuentos de misterio del mundo, y disfrutó intensamente
entablar correspondencia con usted. Solía expresar la esperanza de que
usted nos pudiera visitar en nuestra casa algún día, de modo que él, su
madre y yo podríamos verlo y conocerlo personalmente. Robert admiraba
mucho a todos los escritores de misterio, con frecuencia le escuchaba
hablar de cada uno por separado y manifestar admiración por todos. Dijo
que eran un puñado de grandes hombres y que los admiraba muchísimo a
todos.
La Universidad de Howard Payne, en Brownwood, solicitó cartas de los
corresponsales. Si usted está de acuerdo, voy a entregar algunas cartas
de su correspondencia con Robert, ya que él las guardaba todas, y hay
muchos que están interesados en estas cartas.
Sus libros fueron entregados a la Universidad de Howard Payne, y será
conocido como el “Robert E. Howard Memorial Collection” (Colección a la
Memoria de Robert E. Howard). Está dispuesta de tal modo, que es
posible añadir escritos de sus amigos. Si usted tiene un libro que le
gustaría agregar a ella con un autógrafo, será más que apreciado.
Cordialmente suyo,
Dr. I. M. Howard
P.S.: Le remito un fajo de papeles que contienen todo.
Excelente! Gracias por compartir
ResponderEliminarIncreíble que un escritor que nos llega con tanto prestigio solo haya vivido 30 años.
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