No existe una expresión más terrible de la brujería, y a la vez una
demostración mas irrefutable de su poder. La maldición zombi, una de las
prácticas más terribles de la religión vudú, es una terrible realidad. Nuestro
compañero Manuel Carballal ha viajado a Haití en varias ocasiones para
investigar esta siniestra maldición. El Bokor (brujo vudú) me lo había
advertido: "los zombis son el mayor secreto del vudú, y los loas (dioses) no os
permitirán desvelarlo", pero lo consideré un farol. Y eso pensaba cuando decidí
salir por una ventana del tam-tam (camión convertido en autobús a golpe de
soplete) que nos llevaba hacía Puerto Príncipe, bordeando la frontera con
Dominicana. Mis compañeros dormitaban en los incómodos asientos, pero según mis
mapas nos encontrábamos atravesando las plantaciones de caña de Hinche, donde
Juan Blázquez (funcionario de la Embajada española en Haití) nos había sugerido
la presencia de esclavos zombis, y pensé que quizás podría fotografiar dichas
plantaciones (con suerte algún zombi) desde el techo del enorme camión. Trepé
desde la ventana a la baca, zarandeado por los bamboleos del camión, y me
acomodé como pude en la parte posterior, entre fardos de alimentos y cajas de
ron.
Tras dos horas de botes constantes, lo ví. Un hombre extremadamente delgado
caminaba entre las mazorcas de maíz, con paso inseguro, la mirada perdida,
cubierto de mugre y harapos y una decrépita expresión en el rostro vacío de
conciencia. ¿Podía ser uno de los míticos zombis? Apunté el 300 mm. de la cámara
hacia aquél individuo, y en el mismo instante en que mi índice se apoyaba en el
disparador, la rama de un árbol me golpeó en la cabeza. El impacto fue tan
brutal que todo mi cuerpo giró en el aire. No soy capaz de explicar como pude
agarrarme con una mano al borde de la baca en el último segundo, quedando
colgado del camión que en ningún momento aminoró su marcha, mientras un hilo de
sangre me cruzaba la cara... Tardé unos segundos en reaccionar, y unos minutos
en conseguir subir de nuevo al tejado, para desplomarme entre los fardos hasta
recobrar completamente la conciencia y el aliento. Cuando me repuse al terrible
susto, y sin comprender como no me había matado con el golpe, o al caerme desde
el techo del autobús, (de lo que nadie se habría percatado hasta que llegasen a
Puerto Príncipe) recordé las palabras del Bokor. Por lo de pronto, el primer
intento de acercarme al secreto zombi me había costado una brecha en la cabeza,
un susto indescriptible, y un objetivo de 300 mm. ahora inservible. Y la
aventura no había hecho más que empezar...
Las sociedades secretas
Una vez en Puerto Príncipe, y tras una cura de urgencia a mi maltrecho cráneo,
comenzamos a contactar con los bokor, houngan (sacerdotes vudú) y mambos
(sacerdotisas) a los que habíamos conocido en un viaje anterior a Haití. La
ausencia de carreteras y los precarios medios de comunicación (apenas hay
teléfonos), unido al secretismo que rodea la religión vudú, ralentizan de forma
exasperante todas las gestiones. Para colmo, algunos desplazamientos a las
aldeas de los houngan y bokor deben hacerse en caballo, moto o mula, lo que
dificulta aún mas la investigación. Por esta razón todos los estudiosos,
etnólogos, psiquiatras o antropólogos que han intentado estudiar el enigma
zombi, han necesitado acudir a Haití en varias ocasiones ya que en un solo viaje
resulta imposible salvar todas las dificultades que ofrece el país.
En nuestro caso, cuando regresamos a Puerto Príncipe pudimos recoger los
contactos sembrados en otros viajes, y de esta forma pudimos acceder a algunos
de los bokor fabricantes de zombis, y a las sociedades secretas que custodian
estas siniestras prácticas. Sucesivas "iniciaciones", la participación en
ceremonias, el aprendizaje de sus saludos y gestos rituales, y en definitiva,
una constante dedicación a ganarnos la confianza de los houngan y bokor nos
permitieron acercarnos, poco a poco, a sus secretos. Especialmente la
zombificación. Sin embargo debo hacer constar que en algunos casos el
acercamiento a estas sociedades secretas, y la asistencia a algunos de sus
rituales -a veces meras estafas- entraña ciertos riegos. En nuestra última
incursión, que pudo habernos costado un disgusto muy serio, tuvimos que zafarnos
de una de esas sectas llegando a las manos, y viéndonos en la necesidad de
desenfundar nuestros machetes (ver MÁS ALLÁ nº 112 ). Sirva como advertencia
para los aventureros que deseen acercarse a los secretos del vudú...
Andriord Aolély es uno de los houngans miembro de la Sociedad Grand Drop de
Puerto Príncipe, cuyo hounfor (templo) visitamos. Estas sociedades secretas,
como Zobop, Bizango, Vlinbindingue, San Poel, Mandingue, etc, funcionan como una
especie de sectas herméticas, en las que todos los componentes cuentan con el
apoyo de sus hermanos de religión, tras aceptar un compromiso estricto de no
revelar los secretos. Un servidor ya había tenido la oportunidad de estudiar
estas sectas secretas afro-americanas, en otros países del Caribe, pero sólo en
Haití se incluye, entre la práctica de alguna de ellas, la zombificación.
Las sociedades secretas haitianas, como la Gran Drop de Andriord Aolély,
funcionan como pequeños feudos. Por encima del poder político o militar de la
provincia, está el poder del houngan o bokor. Este funciona como una especie de
soberano emérito, que al mismo tiempo que vela por el bienestar de su comunidad
(Andriord nos explicó que incluso repartía las ayudas humanitarias que llegaban
del exterior, o alfabetizaba a las hounsi (novicias vudú), etc), tiene la misión
de repartir la justicia tradicional. Y es que, independientemente del Código
Penal haitiano de origen francés, en cuyo artículo 246 se tipificaba el delito
de zombificación hasta hace pocos años, existe la "justicia vudú", en la que se
considera a la zombificación como la Pena Capital. En palabras del bokor Max
Bobuard: "Es mejor zombificar a alguien condenado por la sociedad, que una vez
esclavizado al menos trabajará, que meterlo en la cárcel o matarlo, ya que de
esta forma no aporta nada a la comunidad".
Esta es una forma de entender la zombificación en Haití, como la "Pena Capital"
con la que la justicia tradicional, personificada en el bokor, condena a quien
ha atentado contra la sociedad. Al menos así han intentado justificar algunos
bokor sus siniestras prácticas. Sin embargo en todos los pueblos y ciudades del
país es sabido que cualquier particular puede contratar los servicios de un
bokor, o acudir a una sociedad secreta, para que un pariente, amigo, enemigo o
vecino pueda ser convertido en zombi, haya atentado o no contra la comunidad. Y
esos casos son los más dramáticos y espeluznantes que podemos encontrar en
nuestros viajes por Haití...
¡Los zombis no existen!
A pesar de la ingente literatura existente sobre el tema, y los guiones
cinematográficos inspirados en los "no muertos", para las autoridades haitianas
la existencia de los zombis resulta extremadamente incómoda. En su opinión,
atemoriza a un sector del turismo, y trasmite una imagen primitiva, feroz y
supersticiosa del país. Al menos esto es lo que nos sugería Alix L. Laford, Jefe
del Gabinete de Turismo, con quien nos entrevistamos en el Ministerio de Turismo
de Haití, en Puerto Principe. Para Laford la existencia de los zombis resulta
contraproducente desde el punto de vista turístico y económico. Tanto la clase
política, como la alta sociedad haitiana, prefiere ironizar con la zombificación,
sin embargo, cuando consigues ganarte su confianza, terminan reconociendo la
existencia de los zombis como una siniestra realidad e incluso son fuente de
valiosas pistas.
Así nos lo explicó Francoise Dresse, Canciller de la Embajada de Bélgica en
Haití desde hace varios lustros. El Sr. Dresse, que ha tenido la posibilidad de
asistir a auténticos rituales de vudú, entablando amistad con houngans y bokors,
nos facilitó algunas pistas y consejos sumamente útiles en nuestra
investigación. Como nos explicó detalladamente el Canciller belga, en la sistema
de creencias vudú se considera que el cuerpo humano está habitado por dos
espíritus, el Gro Bonanj y el Ti Bonanj (Gran y Pequeño Buen Angel). A través de
la magia, un bokor puede expulsar esos espíritus del cuerpo de un hombre y
aprisionarlos en una botella blanca. De esta forma conseguiría controlar el
cuerpo físico del desafortunado, que pasaría a convertirse en su esclavo: así se
fabricaría un zombi. Nosotros hemos podido asistir a diferentes rituales de vudú
Rada, Congo y Pedro, en las cuales teóricamente se podría robar el espíritu de
un hombre convertirlo en zombi. Sin embargo Francoise Dresse, europeo de
extraordinaria formación cultural, nos sugirió otra línea de investigación. Una
cosa es lo que crean los haitianos, y otra como se fabrica realmente un zombi.
El Canciller nos sugirió, como otros muchos especialistas, que la creación de un
zombi es un proceso químico, mucho más cercano a la utilización de la farmacopea
natural y los venenos, que a místicos abracadabras y ambiguos encantamientos
mágicos. Pero los bokors prefieren fomentar esa superstición, ya que las
creencias son el mejor instrumento de control sobre una sociedad...
Ya en 1938 la extraordinaria aventurera y exploradora Zora Hurston publicó en su
libro Tell my horse, la fotografía de una zombi hospitalizada en un sanatorio
psiquiátrico de Haití. Desde entonces muchos enfermos mentales descubiertos
cuando vagaban por algún camino solitarios, cabizbajos, harapientos y en estado
de inanición, han sido sospechosos de ser víctimas de la zombificación. Nosotros
pudimos fotografiar alguno de esos "presuntos zombis". Lamentablemente la
patética infraestructura del país hace muy difícil la comprobación de sus
identidades. La ausencia de médicos en la mayoría de aldeas hace que escaseen
las partidas de nacimiento y defunción, y cuando se localiza a un enfermo mental
abandonado en los bosques, resulta francamente complicado identificarlo.
Muchos terminan en centros de acogida evangélicos o en sanatorios psiquiátricos,
abandonados a su destino. Sin embargo, a finales de los años setenta, un audaz
neuropsiquiatra haitiano (aunque formado en Canadá), decidió investigar
científicamente algunos de aquellos deficientes mentales, sospechosos de haber
sido convertidos en zombis. Ese neuropsiquiatra abrió las puertas a una nueva
dimensión del mito zombi. El Dr. Lamarque Douyon ha estudiado infinidad de
supuestos zombis, sin embargo, en al menos 5 casos las evidencias resultaban
especialmente inquietantes. Dos de esos casos supondrían la base documental para
la investigación de Wade Davis y otros científicos años después.
Yo soy un zombi
"Esta es mi tumba, aquí es donde me enterraron. Cuando fallecí me metieron en
esta tumba. Yo morí el 3-5-1962 y fui enterrado aquí al día siguiente. Me
metieron aquí debajo y estuve más de dos días sepultado. Después vinieron a
buscarme. Me llamaron. Oí que me decían "levántate" y yo me levanté y salí de la
tumba contestando a los que me llamaban. Estaba muy agitado. Me senté en la
tumba y me amarraron los brazos con cuerdas. Después me tuvieron trabajando en
una plantación durante dos años y nueve meses...". He trascrito literalmente la
grabación de las declaraciones de Clervius Narcise a uno de los equipos de TV
desplazados a Haití para realizar un documental sobre los zombis. Terrible
testimonio..
Narcise probablemente sea el zombi más famoso del mundo, y no es para menos. En
mi último viaje a Haití obtuve un informe judicial emitido el 26 de enero de
1980, en el que un juez, tras interrogar a los familiares y vecinos del
interesado, identifica como Clervius Narcise al individuo que fue encontrado el
18 de enero de ese año, vagando semidesnudo, y víctima de un shock, en las
afueras de Gonaives, su pueblo natal. Sin embargo en mi archivo poseo también
una partida de defunción emitida el 3 de mayo de 1962 en la que se certifica que
Clervius Narcise había muerto en el hospital haitiano Albert Schweitzer, en
Gonaives. ¿Cómo es posible que 18 años después de morir Narcise reaparezca en
las afueras de su aldea en tan patético estado psíquico y físico?
Gracias a la terapia del Dr. Douyon, Narcise se recuperó casi totalmente, lo que
no ha ocurrido en casi ningún otro caso de zombificación, y pudo de esta forma
aportar datos extraordinarios para la investigación. Narcise contó con todo
detalle como su alma había sido robada por un bokor (no olvidemos que esta es la
creencia tradicional vudú) y como su cuerpo paralizado había sido enterrado
vivo. El infortunado detalló el terror de escuchar a los médicos certificando su
muerte y su incapacidad de gritar ¡estoy vivo!. Relató la agonía de permanecer
encerrado bajo tierra horas interminables, y como fue desenterrado por el bokor
y sus ayudantes, golpeado, atado y vendido como esclavo en una plantación, donde
había otros zombis como él. Cuando el capataz de la plantación murió, los zombis
comenzaron a vagar durante años por los caminos de Haití, hasta que la fortuna
lo llevó nuevamente a su aldea, donde fue reconocido por su familia. Diferentes
cadenas de TV se desplazaron hasta Haití para entrevistar al primer "muerto
viviente reconocido por la ciencia". Hace pocos años Narcise, casado en segundas
nupcias y padre de un hijo, fallecía definitivamente y esta vez no se levantaría
de su tumba.
Otro de los casos más interesantes del Dr. Douyon es el protagonizado por la
joven de 16 años, Francina Illéus, conocida cariñosamente como Ti-Femine.
Aquejada de serios trastornos digestivos Francina fue ingresada en el Hospital
Saint Michel de l'Attalaye. Unos días después de recibir el alta, el 23 de
febrero de 1976, fallecía en su casa, siendo expedido el certificado de
defunción con esa fecha. El cadáver de Francina permaneció varios días en el
depósito de cadáveres ya que su familia no tenía dinero ni para el féretro. En
abril de 1979 una amiga se la encontró errando sin rumbo en el mercado de Enery.
Cuando se desenterró el ataúd se descubrió que ciertamente no albergaba ningún
cadáver. Se dictaminó oficialmente que la joven Francina había sido convertida
en zombi, lo que la convirtió en una apestada para su comunidad, siendo
internada primero en un Hospital Psiquiátrico y encontrándose actualmente a los
cuidados de Joyce Auserman, una pastora evangélica afincada en Haití, que ha
acogido a algunas víctimas de la zombificación, que tras despertar el terror en
sus respectivas comunidades, son exiliados al olvido en algún manicomio o
abandonados a su suerte.
En el documental alemán Zauberer und Zombies ("Brujos y Zombis"), de Ulrich
Stein, se relata otro caso de zombificación: el de Rose Marie Thelusme, otra
adolescente haitiana víctima de la maldición zombi. Rose Marie murió el 25 de
noviembre de 1984 en Cabo Haitiano, al norte del país, después de que un vecino
le entregase un plato de comida. Al parecer un joven enamorado de ella no
soportó la idea de que se casase con otro hombre y la envenenó. El parte de
defunción fue firmado por el médico a las tres de la tarde de ese día. Seis
semanas después Rose Marie fue descubierta por su familia en las afueras de su
aldea. Desde ese día ha sido incapaz de volver a pronunciar palabras coherentes,
y permanece internada en un Hospital Psiquiátrico de Puerto Príncipe.
El mayor secreto vudu
Algunos de los bokor y houngans que hemos conocido en Haití, como Manuel
Elié o Tony Guelín, han consentido en dejarnos fotografiar las botellas blancas
en las que conservan las almas de los zombis que han fabricado. Esos pequeños
recipientes de vidrió despiertan auténtico terror entre los haitianos ya que
creen que contienen el espíritu de los "no muertos", esclavizados por el bokor,
quien podría utilizarlos para perjudicar a sus enemigos... Sin embargo los bokor
no quieren hablar de las formulas ni los ritos secretos. Ignoro si es cierto,
pero en 1996, tras publicar en MÁS ALLÁ (nº: 90) se me hizo saber que dos brujos
haitianos se habían desplazado hasta España con la misión de "darme un
escarmiento" (físico y/o "espiritual") por haber publicado demasiados "secretos"
en aquel reportaje...
Afortunadamente los "matones" enviados por cierto bokor no dieron conmigo. De
ser cierto este soplo, sería un excelente ejemplo del rigor con que se pueden
castigar ciertas "indiscreciones" en el mundo del vudú. No debe sorprendernos
pues el secretismo que rodea la zombificación. Por si las moscas en nuestro
siguiente viaje a Haití, tanto mi compañero de aventuras, Miguel Blanco, como un
servidor, contratamos un seguro de vida especial, para que enviasen nuestros
cuerpos a España inmediatamente, en caso de fallecer de en Haití de forma
sospechosa... y prohibiendo que se nos hiciese la autopsia allí.
Por otro lado, es tal el terror que despierta la posibilidad de la zombificación
entre los haitianos, que en muchas aldeas de todo el país pudimos ver como
construían las tumbas de sus seres queridos frente a sus propias viviendas, para
de esta forma vigilar que ningún bokor pueda hacerse con sus cuerpos. Más aún,
en algunos lugares someten al cadáver de un pariente o amigo a la "segunda
muerte", acuchillando o decapitando el cuerpo de difunto, para que no pueda ser
transformado en zombi. En otros casos, menos drásticos, la costumbre es enterrar
al muerto con una bolsita de semillas, o una aguja rota e hilo para que, de
despertar el zombi en su tumba, se entretenga contando las semillas, o
intentando enhebrar la aguja y no salga de su ataúd. En otros pueblos nos
contaron que enterraban a sus muertos boca abajo, para que si es un zombi, al
intentar salir de la tumba en realidad se hunda más. Para todas esas personas la
zombificación es fruto de un rito mágico. Sin embargo, como nos sugería el
canciller belga, existe una explicación mucho más razonable: la química, y mas
específicamente la tetradodoxina.
Un servidor ha podido recopilar en diferentes países afro-americanos, el uso que
las sociedades secretas y los brujos, chamanes y hechiceros hacen de algunas
drogas de origen vegetal y/o animal, en sus ritos, como el caso de los abakua
(ver MÁS ALLÁ nº 81) aunque ninguna es tan poderosa como la tetradotoxina.
Cuando el etnobiólogo Wade Davis consiguió una beca de la Universidad de Harvard
para estudiar los zombis de Haití, contaba con los rumores que circulaban en la
isla en torno a un veneno, cuya formula solo conocían los más poderosos bokor,
que sería el responsable de la fabricación de los "muertos vivientes". La verdad
es que existen diferentes fórmulas del llamado "polvo zombi" o poudré en Haití.
Muchos bokor coinciden en el empleo de algunos elementos básicos como semillas y
plantas (sobretodo la tcha-tcha y la pwa grande), sustancias animales (extraídas
del esqueleto de sapo venenoso, ciertos reptiles machacados, insectos como
ciempiés y arañas, o el pez globo), e incluso ingredientes de origen humanos
(especialmente cráneo de cadáver de niño recién enterrado machacado).
Pero se han realizado estudios comparativos de los venenos utilizados en cuatro
regiones con documentados casos zombi: Gonaives, San Marcos, Leogane y Rio
Pequeño, y los ingredientes varían de una región a otra. La tcha-tcha es común
en todos, así como los restos humanos, pero los ciempiés y arañas solo se usan
en Gonaives y Leogane, y el pez globo en San Marcos y Gonaives. Pese a todo, los
estudios de Davis y de otros etnólogos y etnobiólogos sugieren como el más
utilizado es un compuesto de numerosos ingredientes, cuyo agente fundamental es
la tetradotoxina, como nos sugirió el Canciller belga.
La tetradotoxina es una droga 60.000 veces más potente que la cocaína, y 500 más
que el cianuro, muy conocida por los servicios secretos. Tanto en "James Bond
contra el Doctor No como en Desde Rusia con Amor, el famoso agente 007 de Ian
Fleming tiene que enfrentarse a esta terrible sustancia.
La tetradotoxina se encuentra abundantemente en el hígado, piel y ovarios del
diodon histrix, diodon holocanthus o spheroides testudineus, más conocido como
fugu o "pez globo", un pez que yo mismo he podido fotografiar bajo las aguas del
Caribe, y los bokor haitianos usan como el ingrediente fundamental del polvo
zombi. Davis, generosamente respaldado por una empresa farmacéutica y por la
Universidad de Harvard, consiguió sobornar a varios bokor para que le entregasen
muestras del veneno zombi, que serían analizadas en Harvard. En su opinión la
tetradotoxina es el elemento clave del poudré.
El poudré sería un fantástico anestésico, capaz de llevar a un hombre al borde
de la muerte, sin llegar a cruzarlo. El pánico que siente la víctima del poudré
al ser enterrado vivo, supone en si mismo un shock espantoso que puede dañar el
cerebro. Si a ello unimos la posible anexia, o una encefalopatía letárgica
hipertensiva debida a los efectos tóxicos de la tetradotoxina, podremos
comprender el patético estado físico-psicológico de total abandono y
sometimiento hacia el bokor, en que queda sumido la víctima de la zombificación.
Esto explicaría porque se considera tradicionalmente que los zombi no pueden
tomar sal, por que eso les haría recuperar su conciencia, ya que la sal es una
necesidad fisiológica para la célula nerviosa y la fibra muscular.
Una vez el bokor llega al cementerio y desentierra al zombi, se le haría ingerir
datura estramonium, una conocida planta alucinógena conocida en Haití como
"pepino zombi", que eliminaría la tetradotoxina provocando en el zombi su
reanimación física, pero convirtiéndole en un ser temeroso, y emocionalmente
destruido.
A pesar de estar específicamente perseguida por la policía haitiana, nos consta
que los ritos de zombificación continúan realizándose en los albores del siglo
XXI. En uno de nuestros viajes pudimos pasar tres noches en el hounfor
(casa-templo vudu) de un famoso houngan y bokor, que nos confesó poseer cuatro
zombis. Una de esas noches, la del 1 de noviembre, día de los muertos y fecha
oportuna para rituales de muerte, nos despertamos agitadamente en plena noche.
Nos habían advertido que esa madrugada el bokor y sus ayudantes acudirían el
cercano cementerio para realizar un "trabajo", pero se nos prohibió expresamente
salir del hounfor.
Entre las sombras de la noche pudimos escuchar el murmullo del bokor y sus
hombres al salir de la casa. Más tarde escuchamos un alboroto lejano y lo que
parecían disparos. Y con aquellos estampidos, nuestro primer impulso, el de
salir en plena noche e intentar espiar el ritual secreto en el cementerio, se
convirtió en temor. No nos atrevimos a burlar la prohibición, echarnos al bosque
y asaltar a hurtadillas el cementerio. De haberlo hecho tal vez habríamos
presenciado un espectáculo vetado al hombre blanco, ya que a la mañana
siguiente, cuando exploramos el cementerio, encontramos una tumba recién
profanada y a su lado un ataúd abandonado. Haciendo de tripas corazón levanté
lentamente la tapa del féretro. El cadáver había desaparecido. Tal vez la
policía había interrumpido a tiros la ceremonia, pero el muerto de aquella tumba
ya no estaba en su féretro. Solo pude hacer una fotografía de esa increíble
estampa, y suplicar a los loas que esa madrugada, en que nuestro miedo nos ató a
nuestra habitación en el hounfor, un nuevo desgraciado no hubiese engrosado las
listas de esclavos zombis de alguna plantación de caña...
Los polvos mágicos
En un 1993 la revista británica The Lancet publicaba el artículo de un médico
norteamericano que firmaba con el pseudónimo Michael Baran, en el que se
relacionaban los brotes de SIDA en Haití con el culto vodú. Tras analizar los
primeros focos de SIDA, a partir de 1978, localizados en Haití y Africa Negra,
Baran llegó a la conclusión de que el único punto en común era la religión vodú,
y más concretamente las prácticas de zombificación.
Según esta audaz hipótesis, el virus, que se encontraba en estado latente, era
de alguna forma estimulado a través de los pócimas y ungüentos utilizados por
los bokor vodú. Y es que son muchos los tipos de "polvos mágicos" que conocen y
utilizan los bokor haitianos: el Polvo Zawda, para enemistar a las parejas; el
Polvo Rapé, utilizado para castigar a un amigo traidor; el Polvo Yoyo, para
enviar "mal de ojo"; el Polvo Agotador, para producir angustia psicológica; el
Polvo Patchouli, para provocar infidelidades y ruptura en un matrimonio... y así
más de un centenar de diferentes "polvos mágicos" con todo tipo de utilidades y
funciones.
No es de extrañar por tanto que cuando en octubre de 1994 más de 20.000 soldados
norteamericanos desembarcaban en Haití para reponer el gobierno de Jean Bertrand
Aristide, se lanzasen amenazas de todo tipo contra los nuevos invasores blancos.
Curiosamente, poco tiempo después de la toma del país un grupo de psiquiátras
castrenses norteamericanos fueron enviados a Haití para investigar algunos
extraños suicidios y locuras inexplicables entre las tropas de ocupación. Pronto
los rumores se desataron por todo el país. La brujería vodú podía derrotar a los
fusiles yankis, y los mágicos polvos del bokor podían vencer a cualquier carro
de combate invasor.
La inquietud se notaba, y aún se nota, entre las tropas de Naciones Unidas que
en marzo de 1995 relevaron a los soldados norteamericanos en Haití. Nosotros
mismos pudimos asistir a rituales de vodú en Haití en los que nos topamos con
marines norteamericanos y altos mandos militares de otras naciones. El polvo
zombi es un arma poderosa, y los militares lo saben. Y el poder del vodú no deja
impasible a los soldados blancos...
Enfrentándonos al enigma zombi desde una perspectiva química podemos explicar el
mito de los muertos vivientes desde una óptica exclusivamente científica, pero
¿hay algo más?
Autores como Lucien G. Coachy, relatan casos de supuestos zombis que habían
sufrido lesiones físicas mortales que harían imposible toda recuperación.
Importantes personalidades en Haití nos describieron casos absolutamente
inexplicables con la hipótesis de la tetradotoxina. Como el caso de un joven
muerto en un accidente de tráfico con parte del cráneo destrozado que fue
"resucitado" por el bokor. Los campesinos aseguran que en muchos casos el zombi
sale de la tumba atravesando la tierra, sin que la sepultura haya sido
removida...
Otros zombis documentados en Haití
-María Malval. Esta joven haitiana de buena familia falleció en 1909, el día de
su compromiso matrimonial. Cinco años mas tarde, en su lecho de muerte, el
padrino de María confiesa a su confesor que el había contratado un bokor para
zombificar a la joven a causa de los celos. Reveló que la habían sacado de la
tumba y vendido como esclava en una plantación propiedad del bokor. El sacerdote
decidió visitar dicho lugar, y allí encontró a la joven María Malval en un
estado de demencia y mutismo completo. La iglesia católica ocultó a la joven en
el convento de Santa Rosa Lima, para espanto de las pensionadas, aterrorizadas
por el zombi.
-Natagéte Joseph. Mujer de unos cincuenta años fallecida en 1966. Trece años mas
tarde reapareció en su pueblo, San Rafael. Amnésica, muda y con avanzado
deterioro mental, fue internada en el Centro Psiquiátrico de Puerto Principe,
donde vivió en estado casi vegetativo, y sin identidad legal.
-Jean-Claude Pierre. Treintañero originario de Gonaives, enterrado en 1977. El
domingo 17 de julio de 1983 sus hermanos se lo encontraron vagando por el
barrio. Tras ser identificado por sus padres y cinco testigos, la policía lo
condujo al Hospital del Dr. Douyón en lamentable estado, "como recién salido de
un campo de concentración". El Dr. Douyón supone que el bokor que lo zombificó
le arrancó todos los dientes para que, de recuperar el habla, nadie pudiese
entenderle.
-Medula Charles. Joven de 24 años natural de Gros-Morne, reaparecida en agosto
de 1983 tras haber fallecido y recibido sepultura anteriormente. También tratada
por el Dr. Douyón, se recuperó lo suficiente como para dar a luz un hijo. Ya en
proceso de recuperación estuvo a punto de ser secuestrada por unos desconocidos
en pleno día, en las cercanías del Hospital Psiquiátrico, supuestamente por los
ayudantes del bokor que intentaban devolverla a su estado de esclavitud zombi.
Existen otros muchos casos, que los médicos de guardia de los centros de salud
haitianos, se han encontrado espontáneamente durante sus guardias. Pero la
mayoría de estos facultativos prefieren guardar silencio, por temor a que se les
tache de crédulos o supersticiosos vuduistas.
El extraordinario caso de Wilfrid Doricent
Los zombis del "más acá"
Es necesario conocer las características de la sociedad haitiana para comprender
la picaresca que rodea algunos casos de supuestos zombis, cuya investigación
científica ha descubierto insólitas tramas que denuncian la pésima actuación
policial y judicial en Haití. Uno de los casos más paradigmáticos es el
protagonizado por el supuesto zombi de Wilfrid Doricent. Tuvimos la primera
referencia del caso a través de Juan Blázquez, historiador y funcionario de la
Embajada de España en Haití cuya ayuda nos fue extremadamente útil en anteriores
viajes.
La historia se inicia el 19 de marzo de 1991 cuando el diario haitiano Le Matin
publica en primera página que se ha descubierto un nuevo zombi. El matrimonio
compuesto por Eliot y Miguel Doricent se habían presentado en el juzgado de la
capital para poner una denuncia contra el hermano de Miguel. El 11 de septiembre
de 1990 se habían encontrado con su hijo Wilfrid vagando sin rumbo en las
afueras de Roche-à-Beteau. Esto no sería extraño de no ser porque Wilfrid
Doricent había sido enterrado el 24 de febrero de 1988 en Los Cayos...
Según denunciaba Miguel Doricent, su hijo había sido asesinado y convertido en
zombi por su hermano Belaroix, tío de Wilfrid, a causa de una disputa por una
herencia. Miguel afirmaba que, como su hermano no había podido con él, había
decidido vengarse zombificando a su sobrino... El reaparecido Wilfrid, en un
lamentable estado psicológico, era incapaz de explicar que le había ocurrido, y
Belaroix Doricent fue detenido y conducido a los calabozos, donde se le sometió
a un "enérgico interrogatorio policial", tras el cual confesó con todo detalle
como había zombificado a su sobrino. No me resisto a transcribir literalmente la
grabación de las increíbles palabras del juez responsable del caso: "Cuando
Belaroix compareció ante el Tribunal, los policías le habían estado pegando...
porque les enfurecía lo que había hecho a su propio sobrino. Tuvo que confesar
porque le tenía miedo a la policía.. Ellos podían haberlo matado, así que tuvo
que confesar la verdad. Naturalmente cuando confesó yo le ordené a la policía
que dejase de pegarle...".
Tardaríamos unos años en conocer el desenlace de este extraordinario caso, y ese
desenlace nos llegaría de manos de la ciencia... Belaroix Doricent fue condenado
a cadena perpetua por el delito de zombificación, aunque unos años después
conseguiría sobornar a unos guardias y fugarse de la cárcel, viviendo como un
proscrito desde entonces. Pero la fortuna le sonreiría cuando, en 1997, una
expedición científica compuesta dirigida por el Dr. Roland Litelgood (psiquiátra
y antropólogo), junto con el Dr. Conrad Gorinski, etnobiólogo, y la experta en
vudú Chantal Reano, se desplazó a Haití para investigar científicamente varios
casos de supuestos zombis.
Los investigadores dedujeron que si Wilfrid Doricent había sido zombificado, y
enterrado aún con vida, su actual deficiencia mental podía deberse a una anoxia
causada por la falta de oxígeno en el ataúd. Para comprobarlo Wilfrid es
trasladado hasta Puerto Príncipe, para ser sometido al único scanner cerebral
existente en el país. Las pruebas no son concluyentes, ya que no aparecen
indicios evidentes de anoxia en el cerebro. Además, la cajas de tabla de pino
unidas groseramente filtran una cierta cantidad de oxígeno extra gracias al cual
una persona con el metabolismo ralentizado por el veneno zombi pueda sobrevivir
más horas. Así pues los científicos toman muestras de sangre de Wilfrid y de sus
presuntos padres, Miguel y Eliot Doricent.
Las muestras son enviadas a Inglaterra donde se hace un estudio comparativo del
ADN. Conclusión: Wilfrid no puede ser el hijo de Miguel y Eliot Doricent. No
hace falta ser demasiado lúcido para deducir que el supuesto Wilfrid es en
realidad algún deficiente mental abandonado a su suerte, cuyo parecido con el
auténtico Wilfrid hizo creer a los Doricent que podía tratarse del zombi de su
hijo... a menos, claro está, que todo fuese una maniobra orquestada por Miguel
Doricent para imputar a su hermano Belaroix un crimen que no había cometido, y
quedarse así con todo la herencia familiar. Evidentemente las torturas de la
policía haitiana hicieron confesar al infortunado Belaroix una zombificación que
jamás se había producido. Su condena a cadena perpetua era una terrible
injusticia...
El supuesto zombi de Wilfrid continua viviendo con los Doricent, que lo
mantienen atado con un cepo, "porque no es humano, no tiene espíritu". Nadie ha
reclamado a ese infortunado joven cuya auténtica identidad continua siendo un
misterio...
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