sábado, 28 de enero de 2012

MI MALDITA INMORTALIDAD


Vive tu vida y olvida la mía, porque eso es lo que hago yo con la tuya (Galedra la Brujah).

       No sé por qué vine a caminar entre los vivos. No sé por qué no hay un lugar para los que no estamos ni vivos ni muertos. Aún en estas noches en las que debería haberlo aceptado, hay momentos en los que pienso que detesto mi amada existencia.
       Nunca apreciaré del todo lo que me otorgó Sianna, ni lo odiaré hasta el final. Final, menuda palabra. Para mí no es nada. No porque mi vida no tiene fin. La inmortalidad, aquello que el hombre busca durante toda su vida sin vislumbrarlo siquiera, me pertenece. Y para alcanzarla sólo he tenido que morir. Sé lo que es renacer, y no es dulce; mas tampoco es amargo. Simplemente es dolorosamente placentero, como lo es todo cuando eres un vampiro. ¿No lo sabíais? Quien os está contando esto es una maldita inmortal. Me mantendré joven por siempre, os veré nacer, crecer y morir a todos, excepto a quienes estéis destinados a ser mis chiquillos. Mis hijos habrán de morir para ser míos, pero no se pudrirán. Renacerán como no vivos y no muertos. Pero de momento no quiero descendencia. Vivid sin preocuparos por quien mora las sombras, que yo siempre os estaré vigilando en busca de mi perfecto chiquillo. No todos sois los elegidos para tener a Galedra por sire.
       No puedes conocer el mundo de las tinieblas sin que alguien te invite. Alguien ha de abrirte las puertas. Una vez que las cruzas, no puedes salir. La oscuridad es una prisión para quienes no aceptan su condición de vampiros; en cambio, es el paraíso de los condenados a beber sangre que aprenden a amar su tormento. Para mí, la oscuridad que me rodea es un castillo del que sé que no podré salir, pero que se me antoja tan infinito como los años que he vivido, vivo y me quedan por vivir.

       Te conviertes en vampiro tal y como dicen las leyendas: con la mordedura de uno de ellos. No siempre es dolorosa, de hecho, la mayoría de las veces es agradable. La mía me dolió, pero no porque unos colmillos afilados como ganzúas se me clavaran en el cuello, sino porque yo no quería que Sianna me mordiera. Sianna es mi sire, mi nueva madre. Ella me dio la no vida, y no se lo agradezco. Pero tampoco se lo reprocho. Ella sólo quería una hija que siguiera sus pasos. No puedo culparla por querer ser mi madre, pero jamás le perdonaré que me forzara. Nunca dejé que nadie me sometiera, y aquella vez no fue una excepción. Fui concebida con dolor, nunca podré olvidar la rabia que me invadió cuando me vi en el suelo, gritando y debatiéndome mientras la sangre resbalaba por mi cuello. También morí con rabia, porque veía que se me escapaba la vida. Y, por supuesto, renací con rabia. La rabia siempre está presente en mí, y a veces se desata sin que pueda evitarlo.
       Cuando eres vampiro, no conoces sino las luces de la noche. No puedes ver el sol ni sentirlo sobre tu piel. Tampoco puedes alimentarte de otra cosa que no sea sangre, ni pisar las iglesias. Pierdes muchas cosas, pero ganas otras. Yo nunca he sido tan fuerte como ahora, ni he sentido tanta necesidad de aferrarme a la vida. Ahora todo es de verdad una guerra, como siempre dije yo. Pero no lo pierdes todo; hay algo que, lo quieras o no, seguirá contigo vayas adonde vayas: los sentimientos. Sianna me dijo una vez, y tenía toda la razón del mundo:
       L’amore sopravvive alla morte
       También el odio prevalece. La muerte no existe para los sentimientos. Cuando eres vampiro, los sentimientos son muy intensos, más si cabe que cuando eres humano. Puedes amar eternamente aunque tu amado haya muerto, y los años pasarán para tu amargado y siempre amante corazón hasta que decidas ponerles fin. También puedes odiar y tenérsela jurada a alguien por toda la eternidad hasta que logres vengarte. Eso último es lo que me pasa a mí, pero no daré detalles. Es cosa mía y de nadie más.
       Ahora hablemos de clanes. Hay varios clanes de vampiros. Tú serás del que sea tu sire. En mi caso, Sianna es Brujah, así que yo también lo soy. Los Brujah somos rebeldes, separatistas, violentos y generalmente con poco autocontrol. Nos apodan chusma y no solemos ser respetuosos. No nos importan los demás, solamente nosotros. Pero lejos de lo que te imponga tu clan –si lo tienes, claro –tú puedes tener tus propios ideales. Seguramente esperáis a oír los míos. Lo siento, camaradas, buscáos los vuestros. Yo ya le impondré los míos a mi chiquillo. Otra cosa es que él los quiera seguir. Pero sí hay algo que quiero que tengais en cuenta: odio a los Ventrue y a los Toreador, así que si nos encontramos y alguno de vosotros pertenece a uno de estos clanes, quizá tengamos algo más que palabras. Llevo dos preciosas cadenas en el cinturón con hojas afiladas en los extremos, y otras dos atadas a las muñecas, por no hablar de mi kawasashi y mi pistola automática. Estaré encantada de dároslas a probar. Y, por cierto, dentro de mi clan soy un bicho raro por advertiros y mostrarme medianamente respetuosa con casi todos.
       Creo que no tengo nada más que añadir a esto. Digamos que es una tarjeta de presentación para los interesados en ser abrazados. Pero claro, a lo mejor a mí no me interesa abrazaros. Por eso, yo de vosotros me cuidaría de los vampiros; a veces tenemos mucha sed. De hecho, yo siempre tengo muchísima sed. Ya nos veremos en la noche.

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