sábado, 28 de enero de 2012

Carta de Ara Aquila.


Connacht, Erin, 1973
Maeve Dhuit, Querido Troll:

En tu carta me habías pedido información para aumentar tus archivos sobre los Gangrel. Yo puedo darte sólo la misma instrucción que daría cualquiera de mi Meiriceánach pástì. Primero, tienes que entender que nuestras historias son muy importantes para nosotros, y cada Gangrel que te encuentres tendrá las suyas propias que contar. Olvida la verdad. La verdad, si alguna vez existió, es ambigua e ilusiva. En la vida, como en esta carta, tendrás que llegar a tus propias conclusiones.
 De primaria importancia para cada uno de nosotros es la historia de nuestro propio origen. Como siempre te dirá un Gangrel, mientras existas, cada vez que te encuentres con otro de tu especie: "No es sólo mero entretenimiento". Serás juzgado por ello; su contenido y entrega dirán más sobre ti que cualquier cosa que venga después. Después de eso está la historia de nuestra creación como un clan. El cuento que más a menudo oigo esta era es el de Lillith y Ennoia.
 Lillith fue la primera mujer Judeo-cristiana, desterrada del jardín legendario a causa de su franqueza. Ella dejó a su hija Ennoia para que fuese criada entre lobos que la ayudaron como si fuese una de los suyos. Ennoia dio a luz lobos y niños humanos que se convirtieron en lo que nosotros llamaríamos los lupinos. Ella era una nómada, como lo somos hoy nosotros, y encontró a Enoch y su legendaria ciudad. Enoch se enamoró de Ennoia. Él la abrazó, pero no pudo retenerla y ella se marchó una noche del mismo modo en que había llegado, fundando nuestra línea en el proceso.
Los Gangrel de otras culturas y, particularmente, otras eras, a menudo tienen otras historias para relatar el nacimiento de nuestra especie. El cuento que mi sire (que decía ser una de las primeras druidas de Erin), me contó la noche de mi conversión es el que sigue:
 En una época antes de que el sol iluminase el cielo, antes de que la vida y la muerte pesaran sobre nuestras almas, antes de que los hombres gobernaran la tierra, comenzó nuestra concepción. Nuestros antepasados fueron los hijos de Maeve, la luna. Ellos eran los lobos, imbuidos con toda la fiereza y la gracia feral de Maeve, y Maeve condujo a sus hijos en cazas a través de la noche eterna, aumentando su acción con los hijos de sus varones más fuertes. Ella amo a sus hijos, y tan querida era por la manada que un grupo de ellos vino hasta ella y pidió ser hechos a su imagen. Durante un tiempo, los primeros humanos corrieron como uno con la manada. Para algunos, sin embargo, el cambio trajo un venenoso orgullo con él. Bress se preguntaba qué la hacía digna de dirigir la manada, mientras que él tenía que seguirla. Su orgullo se extendió a otros de la manada humana, y juntos hicieron planes contra la Luna.
 Ellos la atrajeron lejos de los otros en una partida de caza y la atacaron, mordiéndola y arañándola hasta que su sangre fluyó de una gran herida en su costado. Maeve, debilitada y dolorida, se retiró a los cielos y abandonó a sus hijos. Sin ella, el mundo cambió para la manada, la total oscuridad cubrió la tierra y por primera vez, la muerte llegó a lobos y humanos. Sus vidas y mundo eran fríos y vacíos, y ellos lloraron a su madre que brillaba cada vez más débil en el cielo. El corazón de Maeve se conmovió, escuchando los incesantes lamentos de sus niños perdidos. Acercándose a su fin, ella pidió ayuda, y fue contestada por el luminoso dios Bel.
Bel vio a la bella Maeve, e inmediatamente la amo. Sabía que no podía sanar la herida de su costado que cada día se hacía más grande, pero podría ofrecerle el renacer al final de su sufrimiento y la fuerza para visitar a sus niños una última vez. "La alevosía de unos ha traído la muerte a este mundo, y yo no puedo hacer nada para desterrarla", dijo ella a sus fieles hijos. "Nuestros cuerpos morirán, pero Bel protegerá todas las almas y les permitirá renacer de nuevo".
Sus niños escogieron sus formas finales entonces; lobo o humano. Sus más fieros guerreros que habían capturado a los traidores se convirtieron en los lupinos, capaces de volverse lobo u hombre, para que nunca olvidaran la historia de la luna, y el tiempo en que los hombres y los lobos corrían juntos como una única manada.
Bress y sus camaradas fueron llevados entonces ante ella. Ella lloró al ver que los hijos a los que había amado, se habían vuelto contra ella. "Aunque nos hayais traicionado a todos, aún os amo. No os destruiré, pero tendréis el recuerdo permanente de vuestra alevosía en la necesidad de llenar vuestras bocas con la sangre que tomásteis de mí. Vuestros cuerpos serán un recordatorio de la muerte que habeis traído a este mundo, y nunca conoceréis la redención del renacer. Podéis pensar que es cruel, pero es gran bondad comparado con lo que Bel os hará si os atrapa, si os ve desde los cielos, os destruirá absolutamente y sin renacer".
Bress y su especie fueron conducidos lejos entonces, y Maeve les dijo adiós a sus hijos. Ella regresó a su lugar en los cielos, y cada noche desde entonces sus hijos la han visto morir lentamente, sólo para ser sanada de nuevo. Cada nueva luna trae un nuevo nacimiento para Maeve, la Reina Lobo, y algunos de sus hijos aún lloran por ella.

       Con amor, Ara.
            


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