lunes, 30 de enero de 2012

EL CABALLO Y EL BUEY.

La cabeza baja y la nariz humeante,
Paseando sobre el suelo sus miradas largas bastidores,
Avanzando paso a paso, y el espinazo tenso,
Un buey tiraba un arado.
Llega un caballo que salta,
Muerde su freno, levanta su melena,
Esparce a lo lejos el polvo,
Mira el buey y decirle:
- Bastante trabajo y pena,
Bastante yugo, bastante cadena,
El clarín toca, despiértate;
¿ Tú no es tan fuerte como yo?
Sal de la tierra húmeda y negra,
Ven al combate, sueña con la gloria;
¡ Está orgulloso, sea libre, sea ligero! …
Pero el buey, sin moverse
Responde con una voz apacible:
- Creo, mi querido conciudadano,
Qué me hables para mi bien;
No tengo ni tu grupa flexible,
Ni tus corvas siempre dispuestas;
Los jinetes temerían los ángulos de mis huesos;
Espantado por la trompeta,
Daría golpes de mi cabeza;
Comprendo mi viejo yugo mejor que un arreos muy nuevos;
Iríamos juntos a la guerra,
Saldrías de un mal paso;
Sería siempre el buey.
Tribunos, artesanos de discordia,
Phraseurs, gente de saco y de cuerda,
Promete al trabajador
De devolver su destino mejor,
Sus mentiras y sus cóleras
No harán que el ignorante
Sin estudios sean padres.
Dios creó a animales diversos,
Hizo unos bueyes y caballos.
Comprendo el caballo que cocea
Contra el yugo y el arado,
Pero un buey que hace el caballo
Sería el bien tonto animal.

Tomado de FABULAS Y SIMBOLOS ELIPHAS LEVI


1 comentario:

  1. En el simbolismo jeroglífico, el caballo representa el entusiasmo poético, sobre todo
    cuando se le da alas.
    Representa también la guerra porque lleva al hombre al combate.
    El buey al contrario representa la tierra y el trabajo; es también el símbolo de ella
    resignación y el sacrificio.
    El caballo representa también las tormentas del mar, y es para esto que se lo hace
    salir de la tierra bajo un golpe de tridente de Neptuno.
    Porque las tempestades marinas son la guerra de los flujos y la gran poesía de Océano
    de la que exaltan las bellezas sombrías hasta el entusiasmo y hasta el delirio.
    La guerra es la enemiga del trabajo y sobre todo de la labranza representada por el
    buey. El caballo y el buey son ambas fuerzas equilibradas del progreso, uno rápido y
    revolucionario, el otro lento y laborioso.
    En el dominio de la idea, los genios intrépidos y aventurados que adivinan el futuro
    son opuestos a estos espíritus prácticos y prudentes que cavan paso a paso el surco de
    la ciencia
    Funcionaria.
    En la orden política, el caballo impetuoso es el revolucionario, y el buey tardío pero
    útil es el conservador.
    Entonces, el caballo fogoso no es más hecho para el arado que el buey la es hecho para
    guerra. Hay que subir sobre el caballo para conquistar campos nuevos y reservar el
    buey para ararlos.

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