jueves, 15 de marzo de 2012

El charro negro



LEYENDAS DE MEXICO
Nunca supe su nombre, pero “el charro negro” era un hombre robusto, alto, moreno claro y siempre vestía como un charro. Traía un sombrero de esos redondos de dos pedradas y en sus botas tintineaban sendas espuelas de plata que refulgían con la luz del sol. Acostumbraba a ir los domingos por la tarde a la plaza publica municipal, ahí cantaba a capela y hacia resonar su látigo sobre el pavimento, algunos murmuraban a sus espaldas que estaba loco y disimulaban sus risas no fuera que los descubrieran y entonces si, se las vieran con un loco furioso.
Decían que su locura le había venido de una vivencia traumática cuando aun era muy joven que una tarde que volvía de reparar la cerca del rancho en donde trabajaba como caporal, su caballo, un manso retinto comenzó a parar las orejas pues había advertido algo fuera de lo común metros mas adelante.

Un pequeño bulto fue tomando forma según se acercaba. Era un canasto que dejaba asomar unas cobijas. El palomo, que así se llamaba el noble animal, comenzó a temblar y a corcovear un poco, luego, se rehusó a seguir avanzando su jinete, descendió de su bruto, lo ato a un árbol cercano y avanzo los pocos metros que lo separaban de lo que resulto ser un hermoso bebe que tendría según su apariencia, solo algunos meses de haber nacido. Estaba envuelto en una fina cobija blanca con rayas gruesas de color azul marino. Tomo a la criatura en sus brazos mientras se preguntaba que madre desnaturalizada habría tenido la sangre tan fría como para abandonarla.

Tenia la piel muy blanca, los ojos muy azules, regordete, pesaba según sus cálculos quizá un poco mas de 5 kilos. Se encamino con el bebe a su caballo y cuando se iba acercando el animal comenzó a relinchar, a pararse en los dos cuartos traseros y a lanzar coces a diestra y siniestra. Trato de clamarlo pero fue inútil. Al ver que no conseguía nada decidió sentarse un momento sobre una gruesa rama de un árbol que descendía hasta casi llegar al suelo. Noto que, conforme se alejaba con su carga a cuestas el noble bruto se iba tranquilizando.
“- Vaya que esta raro el palomo-“, dijo en voz alta el caporal, luego prosiguió: “-Parece que no le caíste bien amiguito. Pero ¿Dónde diablos estará tu madre?-”.
El caporal empezó a hacerle cariños y carantoñas hasta que el bebe comenzó a reír. “- No entiendo, palabra, como es que te dejaron abandonado… tan precioso… tan gracioso…-”, decía el hombre cuando paso algo extraño, el rostro del niño se puso serio y de su pequeña boca salió de pronto una voz horrible, cavernosa: “- Y también tengo dientitos…”. Su pequeño rostro se había transfigurado para entonces. Los ojos se le tornaron rojos y de sus pequeños labios se asomaban dos grandes colmillos. Babeaba una sustancia verdosa.

“- Sagrado corazón de Jesús-“, grito el caporal, mientras arrojaba con fuerza y lejos de si a aquella horrible figura, que pesadilla que reía espantosamente. Con los nervios destrozados subió en un santiamén a su caballo y se alejo a todo galope de aquel sitio. Cuando llego al rancho y bajo de un salto de su cabalgadura ya decía esa clase de incoherencias que lo caracterizarían tiempo después. Tuvo un acceso de fiebre que lo postro por tres días. Se recupero de la fiebre, pero no de su locura. Con sus propias manos hizo una desviación del camino antes de que lo despidieran, cerco el acceso a aquel sitio donde había tenido lugar el suceso paranormal y colgó un letrero que decía “Prohibido el Paso, tome su ruta a la derecha, camino inservible”.
Aseguran que ha habido personas que ignorando el letrero se han internado por ese camino y que luego han salido de ahí listos para ingresar al manicomio diciendo no se sabe que clase de incoherencias algo así como una especie de rumor, leyenda o mito, algo así como un asunto escabroso de un bebe abandonado.

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