Los espíritus femeninos
acuáticos habitan las aguas saladas como las dulces. Estas doncellas suelen ser
muy dadas a los amoríos con varones mortales y son famosas por su belleza
sobrenatural y sus extrañas costumbres. Además, todos sus idilios no suelen
llegar a buen término, pues acaban siempre abandonando a sus maridos humanos o
bien dándoles muerte ahogados en el fondo de las aguas que habitan. Gustan
siempre de la música, la danza y son muy coquetas; pueden pasar horas peinando
sus largas y hermosas cabelleras y mirándose en el reflejo del agua. Pueden
distinguirse entre ellas como oceánides, o hijas de océano, el gran mar que
fluye alrededor de la tierra; nereidas, o hijas del dios del mar Nereo, eran
ninfas del mar Mediterráneo; potameides, ninfas de los ríos; náyades, ninfas
de las fuentes y de las corrientes de agua fresca; oréades, ninfas de las montañas
y las grutas y dríades, ninfas de los bosques.
Náyades y ondinas
Por último, terminamos el capítulo
referido a los espíritus femeninos de agua dulce, deteniéndonos en dos bellas
ninfas acuáticas; las náyades y las ondinas. En realidad, no responden a un
tipo de hada en concreto, sino al nombre genérico con el que se conoce a las
hadas de las fuentes.
Náyade es el nombre
que se daba en la mitología griega a las ninfas del elemento líquido y que
encarnaban la divinidad del manantial que habitaban. Eran seres femeninos de
gran longevidad, aunque mortales.
Una fuente podía estar habitada por una sola ninfa; la llamada ninfa de la
fuente o por varias ninfas, todas iguales entre sí y consideradas hermanas.
Se decía de ellas que poseían
virtudes curativas pero, si alguien cometía el sacrilegio de bañarse en sus
aguas, corría un gran peligro. Normalmente, quien se atrevía a esto, caía
atacado por una enfermedad desconocida o se volvía loco. Para las náyades, la
ofensa de bañarse en sus aguas, se pagaba
independientemente de quién se tratase. Cuentan por ahí, que el mismísimo
Nerón se atrevió una vez en Roma a bañarse en la fuente de Marcia. Después
de aquello, se vio afectado por una especie de parálisis y mucha fiebre durante
varios días.
Narra una leyenda:
Hace
ya muchos años, aunque todavía hay quien habla de ello, vivió en Grecia un
hombre atrevido al que le gustaba la aventura. Entre los muchos viajes que
realizó, dicen que cruzó todo el mar Egeo; atravesando numerosas islas
griegas. Partió de Atenas, pasó las Islas Cícladas, llegó a Creta, subió
por Roda, se detuvo en Samos y cuentan que, cuando llegó a Quíos, esto es lo
que le sucedió. Durante el esplendor de la civilización griega, Quíos fue un
estado muy importante y en ella vivían muchos poetas y escultores famosos.
Puede ser que uno de estos poetas nos contara la historia.
Pues
bien, cuando Hylas, que así se llamaba el aventurero, atracó en Quíos, se
alejó de sus compañeros; adentrándose en el bosque en busca de agua potable.
No hizo el viaje en vano, pues pronto se encontró un manantial de agua fresca
donde unas jóvenes jugueteaban y cantaban. Hylas no era precisamente feo y los
años de viaje lo habían convertido en un hombre fuerte, por lo que no es de
extrañar que una de ellas se quedara mirándolo con sus hermosísimos ojos
verdes. Su mirada era tan profunda, tan intensa, tan dulce, que Hylas era
incapaz de desviar sus ojos de ella. Poco a poco empezó a perder su voluntad,
no sabía qué le pasaba, sólo que esos ojos le atraían hacia la joven sin
poderse controlar. Ya sin voluntad, se acercó al manantial y se metió en el
agua. De pronto, unos brazos le aprisionaron alrededor de su cuerpo y sintió la
presión de unas manos suaves y frías que no le permitían moverse. No podía
hablar, no pudo pedir ayuda. Lo último que supieron sus compañeros es que había
sido arrastrado hasta las profundidades del manantial, de donde nunca pudieron
sacarlo.
Todas las ninfas del agua
son seres muy seductores. Dicen que podemos reconocer a las ondinas porque
surgen del lago con la cabellera flotante y húmeda. Si las ves en la
superficie las puedes reconocer porque el extremo del delantal blanco que llevan
siempre gotea agua. Si un mortal comete el error de enamorarse de una y la
sigue, una enorme ola lo arrastrará hasta ahogarlo.
Las sirenas
Generalmente
son consideradas hijas del dios-río, respecto a quien fue su madre, suele ser
unánime la idea de que descienden de una musa pero los autores no se ponen de
acuerdo sobre cuál pudo ser: Melpómene, Terpsícore o quizás Calíope.
Son
monstruos marinos con la mitad superior con forma de mujer y la mitad inferior
con forma de ave. Su número varía según las versiones. En un principio eran
dos y se llamaban Agláope y Telxíope, posteriormente fueron añadidas Teles,
Redne, Molpe, Pisínoe, Parténope, Leucosia y Ligia.
Poseían
una maravillosa voz con la que osaron retar a las musas. Las musas vencieron en
la competición y, como castigo a la osadía de sus rivales, arrancaron sus
plumas. Avergonzadas, las sirenas se retiraron a las costas sicilianas, cerca
del estrecho de Mesina.
Con
sus cantos atraían a los incautos marineros, que incapaces de resistirse,
chocaban irremediablemente contra las rocas. Tras el naufragio, los navegantes
eran devorados por las sirenas.
Cuando
Ulises pasó cerca de ellas, logró evadir el peligro gracias a los consejos de
Circe. El héroe taponó los oídos de su tripulación con cera, pero como él
deseaba oír tan hermosos cantos, ordenó que lo atasen al mástil del barco. De
esta manera consiguió sustraerse al influjo de las mágicas melodías.
También
los argonautas pasaron cerca de las sirenas, sobreviviendo al intento. Cuando
estaban junto a ellas, Orfeo entonó tan bellas canciones, que los argonautas no
se sintieron embrujados por el canto de las Sirenas. Sólo Butes se arrojó al
mar en su intento de alcanzarlas pero Afrodita le salvó.
Según
un oráculo, las sirenas perecerían cuando un mortal pudiese sustraerse al
hechizo de sus cantos. Por lo que existe una leyenda que relata cómo las
sirenas se sumergieron en el mar después de que lograse pasar Ulises y, tras la
derrota que les infligió Orfeo, se suicidaron.
Estos
monstruos femeninos estaban situados en los limites del mundo conocido y
simbolizan la advertencia de los peligros que pueden acechar a los que pretendan
traspasar esta frontera. La idea del cambio de un mundo a otro desconocido,
derivó en una asociación de la sirenas con el mundo de los muertos. De manera
que son finalmente consideradas divinidades de ultratumba. Cantaban para los
bienaventurados y representaban la armonía celestial; por lo que frecuentemente
podemos encontrarlas representadas en sarcófagos.
Ahora, toca el turno a las
habitantes de agua dulce; las hermosas ninfas de los ríos, lagos, estanques y
fuentes.
Las doncellas de los lagos
Las hadas acuáticas
suelen reflejar el medio en que se mueven. Así, si las mujeres del río varían
su humor dependiendo del estado del agua (como veremos más adelante) las
doncellas del lago reflejan una serenidad permanente. Las hadas del lago son
siempre muy hermosas, de piel suave y delicada, cabello dorado y ojos verdes.
Suelen ser bondadosas con el ser humano y son muchas las historias de amor
que se cuentan entre éstas; sobre todo de doncellas-cisnes y las gwraggedd
annwn con los mortales.
Entre los relatos celtas de
hadas, es frecuente encontrar como protagonista a una mujer-cisne. El cisne es
un animal admirado en todas las culturas, símbolo de elegancia; si la
Cenicienta se convertía en princesa, el patito feo se convertía en cisne. El
cisne blanco, el más conocido de los cisnes, se encuentra en lagos y ríos de
cauce lento de Europa, Asia y Norteamérica. Es precisamente en los ríos
europeos donde encontramos una larga tradición de mujeres que se convierten en
cisnes.
Estos
relatos siempre tienen unos puntos en común: un hombre; puede ser cazador o tal
vez príncipe, asiste al baño de una o varias mujeres; todas de gran belleza y
roba el manto de una de ellas. Ante esta pérdida, la joven, que no recupera su
piel, se ve obligada a permanecer con el hombre. Es una buena esposa y vivirá
feliz con su marido hasta que un día, por casualidad, encuentre su manto
escondido y lo recupere. Entonces, desaparecerá para siempre.
En
todos estos relatos la doncella asume su destino con resignación; siempre
silenciosa y obediente. En algunos de estos relatos, tienen un papel activo al
ayudar al hombre a superar las pruebas que le impone el padre de ésta para llevársela.
Además de las
doncellas-cisnes, otras doncellas que habitan los lagos son las gwragedd
annwn, unas hermosas hadas que habitan en ricos palacios bajo los lagos
galeses. Rubias, altas y distinguidas, dicen de ellas que las noches de luna
llena suelen salir a la superficie, donde danzan y bailan toda la noche. De
belleza irresistible, ojos apaciblemente azules y vestidas con deslumbrantes
vestidos blancos, las gwragged annwn despiertan una enorme pasión entre
los mortales.
Con muy buen gusto, estas
mujeres prefieren la compañía de hombres jóvenes y hermosos, con los que
suelen vivir grandes amores que, con más frecuencia de lo que quisieran, no
acaban bien y, como casi siempre, la culpa la tienen los hombres, que incumplen
la condición que ellas le ponen: no tocarlas con hierro y no golpearlas más de
tres veces.
Uno
de los relatos más conocidos sobre esta hada narra cómo un granjero vio junto
al lago Llyn y Fan Fach a una joven de belleza sobrenatural. Cada día iba a
visitarla, hasta que un día se atrevió y le ofreció el trozo de pan que
llevaba. El hada se negó a aceptarlo con la
cabeza, y le dijo: “tu pan es muy duro”, mientras se hundía en el lago.
Volvió a visitarla al día siguiente y esta vez le llevaba un pan sin cocer,
pero ella se negó de nuevo: “tu pan es demasiado blando”.Entonces, sin
perder la esperanza, el granjero intentaba día tras día, hasta que una vez le
llevó un pan ni demasiado hecho ni demasiado crudo pero no veía a la joven. En
su lugar, apareció un anciano con dos hermosas mujeres idénticas que le dijo:
“si adivinas cuál de mis hijas es la que amas, puedes llevártela
contigo”. El granjero las miraba asombrado; tal era la belleza y la igualdad
de las mujeres pero miró los pies y reconoció los zapatos de su amada. Sólo
le puso una condición, “trátala con amabilidad. Como la golpees tres veces
sin motivo me la llevaré conmigo y nunca la volverás a ver”. Durante años
fueron felices pero en ocasiones el hombre no se mostró comprensivo con sus
extrañas costumbres. El primer golpe se lo dio porque la joven lloraba
desconsolada en un bautizo y el hombre la regañó con un leve golpe. El segundo
fue en un funeral, mientras todos lloraban la joven reía y el marido,
sorprendido, la golpeó. El tercero fue en una boda, que lloraba ante la vergüenza
del marido. Al sentir el tercer golpe, todos leves, la joven rompió a llorar
porque debía abandonar a su marido, besó a sus tres hijos y desapareció para
siempre. Hay quien contaba que mientras sus hijos fueron pequeños, a escondidas
aparecía cada día a visitarlos.
Entre sus virtudes dicen que
conocen todos los secretos de las plantas; entre sus defectos que no saben
contar más de cinco pero ¿es que hay alguien perfecto?
Más tímidas y delicadas se
muestran las asrai, unas frágiles hadas que viven en los lagos ingleses.
Suelen tener la altura de un niño, el cabello verde y la piel blanca. Son tan
delicadas que no puede rozarles el sol, un sólo rayo de sol puede hacer que se
desvanezcan y diluyan en el agua, es por eso que no pueden vivir en la tierra,
sino en el fondo de los ríos. De noche salen a la superficie para
mirar la luna.
Cuentan
que un pescador, una noche de luna llena, sintió una fuerte sacudida en el
fondo de las redes. Tiró con todas sus fuerzas y descubrió una hermosísima
mujer enganchada entre sus redes. La subió a su barca con toda delicadeza y la
tapó con un trozo de manta, pues estaba muy fría. El día empezó a abrirse
mientras remaba hacia la orilla. La muchacha sollozaba pero el pescador no sabía
cómo consolarla. El primer rayo de la mañana rozó levemente a la joven, que sólo
pudo emitir un tímido gemido. Su cuerpo se derretía gota a gota a los pies del
pescador hasta que quedó convertida en un pequeño charco.
En los lagos y estanques de
las aguas catalanas, cuenta la tradición que podemos encontrar a las donas
d'aigua o alojas. Como el resto de las hadas, coinciden los
testimonios en describirlas como jóvenes y hermosas. Viven en los bosques próximos
a los lagos y estanques, donde acuden las noches de luna llena a lavar sus ropas
o a hilar. También les gusta la danza, los juegos y cantos; a veces muy
peligrosos. Cuentan que, con sus mágicos cantos, pueden atraer a los jóvenes
y, ya hipnotizados, arrastrarlos al fondo de las aguas hacia sus ricos palacios.
Cuenta una leyenda
catalana que hace muchos años, un noble vasallo de los primeros condes de
Barcelona, el señor de Casa Blanc, tenía como única pasión la caza; sobre
todo las piezas de caza mayor. Todas las mañanas, en cuanto sentía que
empezaba a amanecer, abandonaba su castillo montado en su caballo, cruzando los
bosques, dispuesto a dar caza a osos, ciervos y jabalís. Un día, cansado de
las horas que llevaba entregado a su afición, decidió tumbarse a descansar
sobre la hierba. Era mediodía, comió abundantemente y se dejó caer a la
sombra de una encina. Estaba ya casi dormido, cuando se despertó sobresaltado
por el silencio que se había producido en el bosque, sólo una débil y dulce
voz se oía a lo lejos. El noble se levantó y salió en busca de esa melodiosa
voz. Cruzaba el bosque siguiendo el sonido de aquella voz, cuando se acercó a
un arroyo. Sentada junto a él, una bellísima muchacha peinaba su cabello
mientras miraba su reflejo en el agua. El señor de Casa Blanc habló a la
muchacha:
-
¿Cómo te llamas, bella mujer?
Pero ella no contestaba, sólo
sonreía.
-
¿De dónde eres?
Y
tampoco contestaba.
-
Eres hermosa y sé que eres la mujer que he soñado toda mi vida. Ven conmigo,
acompáñame y serás la dueña de todas mis posesiones.
La
joven sólo sonreía y se dejó coger la mano cuando éste la llevó hacia donde
estaban sus súbditos.
- Aquí tenéis a la dona d'aigua, desde ahora vuestra señora.
La
muchacha estaba asustada pero callaba y se acercaba a su futuro marido buscando
protección.
Días
antes de la boda, la muchacha por fin habló con el noble.
-
Siento por ti el mismo profundo amor que tú sientes por mí; por lo que acepté
unirme a ti pero quiero advertirte algo: me tendrás siempre contigo y prometo
serte fiel y buena esposa pero nunca vuelvas a preguntarme por mi origen ni a
llamarme dona d'aigua, porque desapareceré igual que me encontraste.
El
noble aceptó la condición y fueron felices durante años pero, con el paso del
tiempo, empezó a aburrirse de esa hermosa mujer que apenas hablaba y volvió a
salir a cazar y cada día volvía más tarde, hasta que apenas compartían nada
los esposos. Una noche, la joven se atrevió a hacerle un leve reproche a su
esposo. Éste enfurecido le grito:
-
¡Cómo te atreves a reprocharme nada, tú; siempre silenciosa. Tú, que nada sé
de ti, sólo que eras una dona d'aigua!
La
joven enmudeció, miró con tristeza a su marido, se acercó a sus hijos y los
besó en la frente. Luego, desapareció. El noble nunca volvió a verla. Cumplió
su palabra. Sólo sabía que de noche volvía a visitar a sus hijos, los peinaba
cada mañana, los vestía y desaparecía. Por más que la esperaba y la buscaba,
nunca la vio. Tampoco la veía, aunque espiara agazapado a sus hijos, porque
ella era más lista. Continuó visitando a sus hijos cada día, hasta que
crecieron y ya no la necesitaban. Un buen día desapareció y nadie más
volvió a verla.
En los lagos de las Islas
Baleares encontramos a las donas d'aigo, muy similares a las anteriores;
aunque la descripción de éstas es mucho más delicada. También jóvenes y
hermosas, las donas d'aigo sienten gran debilidad por los mortales, a los
que observan desde su escondite y de los que se enamoran perdidamente.
Tremendamente dulces y adorables, salen cada noche a limpiar a escondidas el
hogar del hombre que aman. De día, se sorprenden al encontrar su casa limpia y
ordenada. En ocasiones, son descubiertas. Entonces, se quedan con los mortales.
Son frecuentes los relatos que cuentan los amores de una dona d'aigo y un
mortal pero, como ocurre en la mayoría de los casos entre hadas y mortales, no
siempre tienen un final feliz.
Mujeres de río
Se conoce así a unas jóvenes
hadas que destacan sobre las demás por su juventud y belleza. De piel blanca y
suave, pelo dorado y ojos verdes; es frecuente verlas a la orilla de los ríos
peinándose el cabello mientras esperan que aparezca algún hombre. Entonces,
explotan todo su encanto, los miran como sólo puede mirar un hada y sonríen
llenando de luz el paisaje. Sólo tienen un defecto, sus pechos son tan largos
que se los pueden echar sobre las espaldas, pero suelen esconderlos tapándolos
con sus largos cabellos.
Aún más inquietante que su
belleza son sus continuos cambios de humor. Dependiendo de cómo estén las
aguas, pueden pasar de una dulzura relajante a una violencia extrema. Cuando las
aguas están revueltas, pueden incluso atraer al agua a los hombres y luego
ahogarlos. La época más violenta es la primavera; cuando la naturaleza está
en todo su esplendor y probablemente estén aún más bellas. Visten de blanco y
pueden cambiar de apariencia, tomando apariencia humana, de peces o de
mujeres-peces. Pueden construir su hogar en las raíces de los árboles, en
palacios de coral y perlas bajo el agua o en casas en la orilla de los ríos.
En la superficie, se sientan a
la orilla de los ríos y disfrutan peinando sus cabellos, tocando el arpa,
bailando entre ellas o entonando dulces canciones. Si te encuentras a una bella
mujer de blanco a la orilla de un río, mírale el borde del vestido; si está
mojado, ya sabes que es un hada.
A las mujeres del río las
podemos encontrar por toda Europa, aunque las más conocidas son las eslavas rusalki
y las gwragedd annwn galesas.
Cuentan que las rusalki
son las almas de las muchachas que se suicidaron tirándose a un río; por eso,
ésta es su morada. Viven en la orilla de los ríos rusos y rumanos y su pelo
nunca debe secarse, porque se morirían. Como el resto de las mujeres de río,
son de piel pálida, voz suave y largos cabellos rubios, pero no les gusta
llevar vestidos, prefieren correr desnudas por la ribera o adornarse con hojas
de los árboles. Es tal su unión
con la naturaleza, que tienen el poder de controlar las lluvias y el viento y
dicen que si bailan sobre un terreno, sin duda la siguiente va a ser una próspera
cosecha.
Llevan una vida muy ordenada,
por lo que no es posible verlas en cualquier época del año. En cuanto llega el
invierno, vuelven al interior de las aguas y allí se quedan hibernando hasta
que llega el Jueves Santo, cuando abandonan las aguas. En la sexta semana después
de Pascua, se trasladan a los árboles y en la séptima, se dedican a recoger
plumas para preparar su morada invernal. En verano, corren por los campos, en
los que les gusta jugar y bailar. En esta época es cuando más dóciles están
y es más fácil acceder a ellas.
Pueden ser peligrosas cuando
están enfadadas o no consiguen su capricho. Pueden llegar a ser destructivas.
De belleza infinitamente deseable, cuando están sentadas en la orilla de
los ríos atraen a los hombres para luego arrastrarlos hasta el fondo de los
lagos. Aquí cabe un consejo: si te encuentras con una rusalki
mejor será que accedas a sus caprichos y si te hacen una adivinanza, más vale
que aciertes; porque, si fallas, te harán cosquillas hasta que caigas muerto.
Hadas de fuentes y arroyos
Al igual que las hadas vile
protegen los bosques; las korrigans y lamignaks protegen las
fuentes y los arroyos. Korrigans es el nombre que se da a las guardianas de
estos lugares en Inglaterra, lamiñas, lamignaks, lamiñaks
o lamias es como se las conoce en el País Vasco.
Aunque
pasan muchas horas cerca de las fuentes y manantiales, su hogar lo tienen en
cuevas bajo el suelo. Las lamignaks; por ejemplo, prefieren adornar las
grutas subterráneas. A las korrigans es muy difícil verlas de día; la
luz de la noche las embellece. Entonces, salen a la superficie próxima a las
fuentes y allí disfrutan peinando sus cabellos, bañándose en las aguas y
entonando bellas canciones. Las lamiñas prefieren la luz del día y no
aparecen en la superficie hasta que amanece. De día, se puede apreciar la
belleza de estas pequeñas jóvenes, de apenas sesenta centímetros. Peinan sus
largos cabellos rubios cerca de las fuentes y, aunque bellísimas, suelen poseer
alguna característica animal que las afea, como tener las patas de cabra o de
oca.
Entre sus facultades, está la
de poder cambiar de aspecto, transformándose en anguilas o serpientes y,
mediante unos rituales secretos, convierten las corrientes en aguas curativas.
No son agresivas pero, como
todas las hadas, son celosas de su intimidad. Si un hombre las sorprende bañándose,
tiene de plazo tres días para casarse con ellas. Si, al término de estos días,
el hombre no les promete matrimonio, caerá muerto como castigo. También
condenarán a muerte al humano que ose irrumpir en sus fiestas, sobre todo en la
fiesta de la primavera.
Aunque son frecuentes los
encuentros entre lamignaks y korrigans con humanos, el
entendimiento entre ellos es muy difícil. A las mujeres de las fuentes las
caracteriza su contradicción; siempre dicen lo contrario de lo que piensan. Si
te dicen que está lloviendo, quieren decir que luce el sol; si te dicen que
pegues una paliza a los niños, en realidad te están diciendo que los cuides;
cuando dicen que no, quieren decir que sí. Luego dirán los hombres que las
mujeres somos difíciles.
Xanas; las
hadas asturianas de las fuentes
Unas hadas menuditas y
bondadosas que habitan las fuentes asturianas son las xanas. En toda la
mitología asturiana son frecuentes los relatos que afirman la existencia de
estas ninfas de las fuentes.
El nombre de Xana
proviene del latín Diana, diosa de la caza, aunque en Asturias se pueden
encontrar otras formas lingüísticas para nombrarlas, como Xania, Xiana
o Injana. Aunque el mito las sitúa sobre todo en la zona oriental y
centro de Asturias, la presencia de las xanas se va extendiendo cada vez
más hacia la parte occidental de ese principado español.
Estas pequeñas y hermosas
hadas, de apenas 40 cm de altura, suelen ir vestidas de blanco y dicen que sus
ondulados cabellos son largos y rubios y sus ojos verdes y transparentes.
Habitan en cuevas cercanas a las fuentes, donde pasan la mayor parte del día y
prefieren las fuentes de agua cristalina, en las que disfrutan jugando con la
espuma.
Al igual que el resto de las
hadas, las xanas son muy trabajadoras. Se pasan horas y horas hilando,
siempre con su huso y la rueca. También se dedican a las labores del hogar y
cuidan a los niños. En las noches del luna llena, salen a las fuentes a lavar
las madejas que han hilado pero, en cuanto sale el primer rayo del sol, recogen
sus madejas y corren a esconderse en sus cuevas. Se piensa que son muy tacañas
porque una de sus ocupaciones preferidas es ocultar tesoros pero no es así;
porque, si alguien les cae bien o les ayuda, se muestran más generosas de lo
esperado.
Determinados días del año,
como la mañana de San Juan; día en que se celebra el solsticio del verano, se
las puede encontrar a la orilla de las fuentes, peinando sus cabellos. Son
coquetas y, entre sus objetos personales, suelen llevar con ellas un peine de
oro y un espejo. Aunque son unas hadas dulces y pacíficas, son tan coquetas
que, si te atreves a robarles su peine, estalla toda su rabia; te persiguen y te
amenazan, hasta que logran que se los devuelvas.
Debido a la atracción que
ejercen sobre los mortales, son frecuentes las relaciones entre los hombres y
las xanas. Algunas veces, son ellas las que tratan de seducir a un mortal
pero en la mayoría de los casos son los hombres los que, rendidos a su belleza
y a la fama de sus tesoros, tratan de casarse con ellas. Como en muchas
historias de hadas, las xanas suelen poner una condición al matrimonio,
que cumple el mortal durante varios años en los que viven felices pero siempre,
al final, termina el mortal incumpliendo la norma y la xana desaparece
para siempre. Se cuenta que las xanas están fuertemente ligadas a las
fuentes por un hilo de oro y, si lo encuentras y tiras fuertemente sin soltarlo,
puedes sacarlas con él.
Muchos topónimos del lugar
testimonian la presencia de estos seres, como la Cueva de la Xana, Desfiladero
de las Xanas, Río de las Xanas, Fuente de la Xana, Monte de la Xana; así como
muchos otros lugares que llevan su nombre por toda Asturias.
Cuenta
una leyenda que, por los años 790 a 800 de nuestra era, reinaba en la monarquía
asturiana Mauregato; quien gobernó entre el 783 y el 788 d.C. Los reyes
sucesores de Alfonso I, fundador del reino Astur, tuvieron que soportar la presión
de los musulmanes. Mauregato, ante la presión musulmana, se comprometió a
entregarles cien doncellas cada año; siempre las más bellas del lugar, a
cambio de vivir en paz. Una vez al año, los soldados del rey elegían a las jóvenes
más hermosas y se las llevaban a la fuerza. Cuando llegaron al pueblo de Illés,
encontraron a una bella niña, Galinda, quien huyó cuando vio que se acercaban
los soldados. Atemorizada, se acercó a una fuente, intentando esconderse de
ellos. De pronto, escuchó una voz; como un susurro que le decía: “Si quieres
ser mi xana, vivirás días dichosos”. “¿Y
qué debo hacer para ello?”, dijo la joven. “Bebe un sorbo de mis aguas y te
encontrarás libre de peligro.” La muchacha obedeció y observaba cómo los
soldados la buscaban por todos lados hasta que se cansaron y regresaron a casa.
A la mañana siguiente, los soldados, buscándola sin cesar, próximos a la
fuente, vieron cómo Galinda se había transformado en una hermosa xana;
aún más hermosa que antes y también miraban cómo peinaba sus cabellos en el
borde de la fuente. Los soldados se lanzaron sobre ella pero, al instante, sólo
con su mirada, los convirtió en corderos. El rey, preocupado, salió en busca
de sus soldados y se encontró con la xana. “¿Dónde están mis
soldados?”, le gritó. “¿Qué soldados? ¿Te refieres a esos corderos?”
El rey se volvió, y comprobó cómo los soldados que le seguían también se
habían convertido en corderos. Atemorizado por el poder de la xana, le
suplicaba que dejara libres a sus soldados; que cumpliría lo que ella le
mandara. “Yo libero a tus soldados y, a cambio, tú romperás tu trato con los
moros y nunca más entregarás a una joven asturiana. Si no lo haces así, cada
vez que un soldado toque a una asturiana se convertirá en cordero; aunque te
quedes sin hombres.” El rey accedió arrepentido, rompió su pacto con los
musulmanes y comprobó como el rebaño de corderos se convertía de nuevo en sus
obedientes soldados. Nunca más los asturianos volvieron a temer que los
soldados se llevaran a sus hijas, porque las protegía la xana de la
fuente.
Varias son las ninfas acuáticas
españolas y suelen guardar unos rasgos en común. Las xanas asturianas
coinciden en muchos puntos con las mouras o donas gallegas. Ambas
son doncellas bellísimas que se ocultan en las fuentes, de vestido sencillo,
apenas una túnica blanca, de cabello dorado que peinan todo el día y una
obsesión: los tesoros que guardan y que comparten
a su antojo con los mortales.
Las donas gallegas son
generosas si las tratas bien y, si las desencantas, te conceden uno de sus
grandes tesoros escondidos. Se las llama encantadas cuando adoptan forma de
serpiente; mouras cuando están relacionadas con un castro o monumento
megalítico. Muchos son los relatos que cuentan cómo estos seres construyeron
estos túmulos o habitan en ellos.
Se diferencian del resto de
las hadas en que prefieren salir de día a tomar el sol y también porque portan
objetos beneficiosos para el hombre, como un cántaro de agua, que tiene el
poder de curar al instante.
También intentan ayudar a los
seres débiles que las necesitan, como a los niños perdidos, los ancianos o las
jóvenes abandonadas. Frecuentemente salen a solicitar un favor de los mortales,
como que les peine su cabello. Si éstos satisfacen sus deseos, se muestran
generosas. Por el contrario; si alguien las ofende, arrojarán su rabia sobre su
ofensor, a quien le conceden todas las desgracias posibles.
Los que aseguran haberlas
visto, dicen que la mañana de San Juan salen a las fuentes a hilar o peinar su
cabello. Como hemos visto, comparten muchas de sus características con las lamias
vascas, que también habitan en las fuentes.
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