* EN ESTE
TEXTO OBSERVAMOS LA FILOSOFIA NAZI MISTICA,QUE SE ASEMEJA A LA DE
LOS SAMURAI.
LOS SAMURAI.
VIVIR EN
LA MUERTE... O ¿QUÉ ES LA VIDA?
Los
Maestros Antiguos nos han enseñado siempre que la vida no es el mundo: el mundo
no es la vida, sino la muerte.
Abandonar
este mundo, no es morir. Dejar el cuerpo físico, no es morir.
Morir es
vivir encadenado al caos y al ciclo degenerado del mundo.
La vida
verdadera es el espíritu divino, más allá de este mundo material y su ciclo de
manifestaciones.
En sí, el
mundo material es energía caótica sometida a procesos de inercia y
degeneración.
Nuestros
cuerpos de materia nacen, se desarrollan, degeneran y mueren.
Este es
el ciclo de nacimiento-muerte que rige la creación demiúrgica.
En
ocasiones, el espíritu divino puede llegar a manifestarse proyectándose sobre
este ciclo de caos y muerte.
Este
espíritu es atemporal, es vida, fuerza vital que da un destino más allá de este
mundo.
En su
manifestación, la divinidad proyectará sobre el lienzo del espacio-tiempo
aquello que quedó roto cuando el mundo cayó arrastrado por el caos.
La vida
verdadera es el Reino del Espíritu divino, un mundo regido por la belleza, el
bien: un mundo perfecto.
La
muerte, el elemento muerte, no tiene acceso a este Reino del Espíritu, ya que
este mundo, en su virtud, permanece libre de todo vicio, enfermedad o
degeneración.
El Reino
del Espíritu es un mundo de perfección, libre de todo tipo de degeneración
físico-mental y en el que la energía, o manifestación, se halla divinizada y
totalmente dominada por la voluntad pura, libre del caos y del elemento muerte.
En este
Reino del Espíritu habitan los dioses.
El mundo
divino tiene un tiempo y una realización diferente a este mundo material
degenerado y enfermo, mas ellos, los dioses, por sincronía, mantienen el
contacto con los suyos.
Una y
otra vez acuden a buscar a sus “hijos”.
Tras la
encarnación en el mundo material, la muerte es tan sólo un cambio, mas no una
liberación. Tras la muerte del cuerpo físico el espíritu permanece vinculado a
aquello que ha sido en el mundo y aquello que haya atado en su tiempo en la
Tierra, también lo ha atado en el Cielo: el degenerado permanecerá vinculado y
arrastrado por sus degeneraciones, así como quien ha conquistado la virtud es
Señor de sí mismo y permanece libre de la muerte.
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