jueves, 16 de febrero de 2012

Esoterismo Nazi 30


* EN ESTE TEXTO OBSERVAMOS LA FILOSOFIA NAZI MISTICA,QUE SE ASEMEJA A LA DE
LOS SAMURAI.
 
VIVIR EN LA MUERTE... O ¿QUÉ ES LA VIDA?
 
 
Los Maestros Antiguos nos han enseñado siempre que la vida no es el mundo: el mundo no es la vida, sino la muerte.
Abandonar este mundo, no es morir. Dejar el cuerpo físico, no es morir.
Morir es vivir encadenado al caos y al ciclo degenerado del mundo.
La vida verdadera es el espíritu divino, más allá de este mundo material y su ciclo de manifestaciones.
En sí, el mundo material es energía caótica sometida a procesos de inercia y degeneración.
Nuestros cuerpos de materia nacen, se desarrollan, degeneran y mueren.
Este es el ciclo de nacimiento-muerte que rige la creación demiúrgica.
En ocasiones, el espíritu divino puede llegar a manifestarse proyectándose sobre este ciclo de caos y muerte.
Este espíritu es atemporal, es vida, fuerza vital que da un destino más allá de este mundo.
En su manifestación, la divinidad proyectará sobre el lienzo del espacio-tiempo aquello que quedó roto cuando el mundo cayó arrastrado por el caos.
La vida verdadera es el Reino del Espíritu divino, un mundo regido por la belleza, el bien: un mundo perfecto.
La muerte, el elemento muerte, no tiene acceso a este Reino del Espíritu, ya que este mundo, en su virtud, permanece libre de todo vicio, enfermedad o degeneración.
El Reino del Espíritu es un mundo de perfección, libre de todo tipo de degeneración físico-mental y en el que la energía, o manifestación, se halla divinizada y totalmente dominada por la voluntad pura, libre del caos y del elemento muerte.
En este Reino del Espíritu habitan los dioses.
El mundo divino tiene un tiempo y una realización diferente a este mundo material degenerado y enfermo, mas ellos, los dioses, por sincronía, mantienen el contacto con los suyos.
Una y otra vez acuden a buscar a sus “hijos”.
Tras la encarnación en el mundo material, la muerte es tan sólo un cambio, mas no una liberación. Tras la muerte del cuerpo físico el espíritu permanece vinculado a aquello que ha sido en el mundo y aquello que haya atado en su tiempo en la Tierra, también lo ha atado en el Cielo: el degenerado permanecerá vinculado y arrastrado por sus degeneraciones, así como quien ha conquistado la virtud es Señor de sí mismo y permanece libre de la muerte.
 
 

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