1.La Atlantida Nazi.
Un joven
alemán, Otto Rahn (1), publicó en la década de los treinta del siglo XX, dos
libros que no pasarían desapercibidos para los dirigentes del Tercer Reich
alemán. Es el primero de estos libros el que le abre al joven entusiasta del
catarismo (corriente herética que se desarrolló en el mediodía francés en los
siglos XII y XIII y que fue perseguida y aniquilada por la iglesia de Roma), el
reconocimiento del gobierno alemán nacional socialista y su ingreso en la SS-Ahnenerbe
con grado de coronel. En este libro, Rhan viene a señalar que los cátaros
fueron guardianes del Gral, cuando se desencadenó, en el S XIII, la que él
llama "Cruzada contra el Grial", y que precisamente da título a este
su primer libro. El Gral, según esto, es un tesoro que viene desde el mítico
reino de la Atlántida-Hiperbórea, un tesoro sagrado y en el cual está está
escrito en un lenguaje enrevesado el secreto y el conocimiento de los hombres
dioses de los que nos hablan los relatos antiguos. Los cátaros guardaban este
tesoro de la humanidad aria y de él extraían luz y conocimiento, pero la
Iglesia de Roma codiciaba este objeto y este fue, según Rhan, el secreto motivo
de la Cruzada católica contra los cátaros. En este su primer libro, "Cruzada
contra el Grial", Rhan establece una relación directa entre los relatos
medievales del Grial, especialmente el del libro "Parzival", de
Wolfram von Eschenbach, con la historia de los cátaros y de la Occitania o
mediodía francés de principios del siglo XIII, llegando a la conclusión de que
era de los cátaros de quienes en realidad estaba hablando Wolfram en su libro
cuando hablaba de los custodios del Grial y de Montsegur (fortaleza situada
sobre un "pog" o montaña, en el sur de Francia, próxima a la frontera
española), como el Montsavatche o castillo del Grial. Así, Rhan identifica a
diversos personajes históricos que vivieron ciertamente en el sur de Francia en
aquella época, así como lugares geográficos concretos, con los personajes y
lugares que en el relato de Wolfram aparecen imaginarios y con nombres
fantasiosos y todos ellos directamente relacionados con el misterio del Grial.
Siguiendo esta deducción es lógico pensar que ciertamente el Grial o el Gral,
estuviera custodiado en Montsegur, que este fuera el castillo del Grial cuando
se desencadenó la sangrienta cruzada contra los cátaros. Pero dice la leyenda
que los ejércitos del papa de Roma, no hallaron nunca el Grial al rendirse
finalmente la fortaleza de Montsegur tras meses de asedio, pues la noche anterior,
cuatro perfectos cátaros consiguieron eludir el cerco y poner a salvo el Grial
en una cueva de las montañas del Sabarthez, en el Pirineo. Rhan quien dedica
los mejores años de su vida a buscar este Grial por las cuevas y montañas
pirenaicas de la región, no conseguirá dar con él, aunque sí abrirá el camino
para que sus camaradas, pocos años más tarde puedan reencontrarlo y descifrar,
esta vez sí, el secreto y el conocimiento de aquellos hombres dioses de que nos
hablan los relatos antiguos.
Tal vez una
sola palabra resume lo que en estos capítulos explicamos: "Gral", que
viene a significar lo mismo que Grial, sólo que Gral es su acepción más antigua
y precristiana. Este objeto, "piedra caída del Paraíso", es el
recuerdo, la "memoria de la sangre", según dijera Rhan, que acompaña
a la humanidad aria a lo largo de su marcha por el mundo, siempre llamándonos
hacia esa superación heroica de nosotros mismos. Este camino, la vía del héroe,
es el modo de vencer las limitaciones y las debilidades que tantas veces nos
encadenan a la materia de este mundo y a los instintos meramente animales,
impidiéndonos reconocer la verdadera naturaleza de las cosas y de nosotros
mismos. Pero además de este espíritu que se transfiere entre los que le son
adeptos, el Gral, dicen que es un objeto físico y material que proviene de la
desaparecida civilización atlante-hiperbórea y que muchos han buscado.
2- La
Atlántida, el continente perdido
El mito
del continente perdido, de la tierra de los hombres dioses, se entronca con la
teoría de los ciclos de la Humanidad, de la que nos habla Platón y recogida
posteriormente por toda la tradición esotérica hasta nuestros días.
"Durante
la edad de oro –escribe Hesíodo—los dioses vestidos de aire marchaban entre los
hombres".
Los sacerdotes
del antiguo Egipto habían conservado, y sus libros sagrados dan fe de ello, el
recuerdo de un vasto continente que se habría extendido antaño en medio del
océano Atlántico, dentro de un espacio delimitado al oeste por las islas
Azores, y al este por la fractura geológica del estrecho de Gibraltar.
Platón
que pretende estar en posesión de esta tradición de Solón, relata en estos
términos la historia del continente desaparecido:
"El
Atlántico era entonces navegable y había frente al estrecho que vosotros
llamáis Columnas de Hércules (hoy día, el estrecho de Gibraltar), una isla
mayor que Libia y Asia. Desde esta isla se podía pasar fácilmente a otras
islas, y de éstas al continente que circunda el mar interior. Pues lo que está
de ese lado del estrecho se parece a un puerto que tiene una entrada angosta,
pero, en realidad, hay allí un verdadero mar, y la tierra que le rodea es un
verdadero continente… En esta isla, Atlántida, reinaban monarcas de un grande y
maravilloso poder; tenían bajo su dominio la isla entera, al igual que muchas
otras islas y algunas partes del continente. Además, de este lado del estrecho
reinaban también sobre Libia hasta Egipto, y sobre Europa hasta Tirrenia."
Este
estracto del Timeo o la naturaleza sería incompleto si no se mencionara
igualmente el Critias o de la Atlántida, que nos describe ampliamente una
ciudad del continente en gradas, con su red de canales, sus enormes templos y
su sistema de gobierno dirigido por los reyes-sacerdotes mediante leyes
dictadas por dioses, en primer término de los cuales está Poseidón o Neptuno,
rey de los mares, armado de su tridente. Según Platón, la isla de Poseidonia,
último fragmento de la Atlántida, fue engullida 9000 años antes de la época del
sabio Solón.
El
geógrafo Estrabón, así como Procio, confirman las afirmaciones de Platón. ¿Cómo
habría tenido Solón conocimiento de la tradición de la Atlántida?. Una sola
respuesta parece coherente: los sacerdotes egipcios, que afirmaban poseer la
información de los propios atlantes, la habían transmitido a los viajeros
griegos que visitaban con frecuencia su país.
Curiosamente,
recientes investigaciones científicas confirman la hipótesis, muy verosímil, de
la existencia de un continente sumergido en este lugar hace millares de años.
Ya un
naturalista del siglo XIX llamado Germain, estudiando cuidadosamente la fauna y
la flora de las islas de Cabo Verde y de las Canarias, y basándose en rigurosos
datos científicos, había notado la analogía existente entre la flora fósil de
estas islas y la de todos los otros archipiélagos diseminados entre las costas
de Florida y las de Mauritania (lo que representa una extensión sumamente
vasta). Informamos de los hechos tal cual, no poseyendo conocimiento de
trabajos ulteriores; cuando menos, parecen significativos. Más convincentes son
las tesis emitidas por los etnólogos modernos, entre los cuales conviene citar
la señora Weissen-Szumlanska, cuyos notables trabajos han sido reunidos en un libro
muy convincente, aunque su hipótesis básica sea muy atrevida: Orígenes
atlánticos de los antiguos egipcios. La obra apareció con un prefacio del
doctor Martiny, profesor de la Escuela de Antropología, lo que permite afirmar
que se trata de un trabajo serio.
El autor,
en contacto con adeptos de la escuela esotérica actual, no duda en afirmar,
parece no sin razón, los orígenes atlánticos no solamente de los antiguos
egipcios, sino también de toda la gran raza blanca de los Homo Sapiens,
nuestros antepasados, de los cuales se han encontrado numerosos esqueletos en
el archipiélago de las Azores. La señora Weissen-Szumlanska sostiene que se
podría investigar los orígenes del Egipto faraónico remontando todo el curso de
la civilización occidental hasta la prehistoria y los hombres fósiles de la
Dordoña, primera aparición de los Homo Sapìens que nos es conocida. El declive
del Egipto dinástico se explicaría por la invasión de elementos asiáticos y
semíticos.
Recogiendo
los textos de los antiguos griegos, el autor se pregunta: Solón, Heródoto,
Platón, Estrabón, Diodoro, todos los cuales evocan la Atlántida, ¿habrían
mentido cuando situaban el continente desaparecido "en el otro extremo de
Libia, allá donde el Sol se pone"?. Sin embargo, los egipcios, que contaron
a los griegos la historia de la Atlántida, sitúan claramente a Punt, la tierra
de los Grandes antepasados, en la extremidad de Libia. Esta tierra misteriosa
era para ellos objeto de particular veneración, mientras que, por otra parte,
no demostraban más que desprecio frente a otras naciones. Min y Athor, entre
los dioses egipcios, están considerados como oriundos de la Tierra Divina, es
decir, de la Atlántida o país de Punt.
3- El
hombre de Cro-magnon. Los Egipcios.
¿A qué
familia podemos vincular la raza de los "portadores" de la
civilización egipcia? Todas las observaciones tenderían a demostrar que se
trataba de hombres del tipo Cro-Magnon. Este tipo, predominante dentro de la
aristocracia, habría desaparecido de las esferas dirigentes de Egipto en los
alrededores de la XVIII dinastía, al acabar mezclándose con los inmigrantes
semitas y negroides.
Sir
Wallis Budge, en los años treinta, basándose en la observación de numerosos
cuerpos no momificados pero bien conservados por las arenas del desierto
afirmaba que "los egipcios predinásticos pertenecían a una raza blanca o
de piel clara con cabello claro; eran en muchos aspectos parecidos a los
antiguos libios".
Esta
misma raza puede apreciarse también en muchas recuperadas de las tumbas no
expoliadas y en representaciones de los faraones y miembros de su séquito
plasmadas en los templos y monumentos funerarios del Egipto Dinástico. En
siglos pasados, estos rasgos llamarían la atención de los egiptólogos,
sorprendidos por hallarlos en una región africana.
El padre
de la egiptología, Sir Flinders Petrie, fue uno de los primeros en señalarlo en
1901: "La fisiognomía manifiesta una conexión decisiva y pronunciada entre
el Egipto prehistórico y la antigua Libia, y por su parte la antropología apoya
los numerosos testimonios arqueológicos que denotan una conexión cercana entre
Egipto y Libia. Hoy día resulta raro que los libios antiguos fueran blancos y
rubios, pero los escritores latinos de la antigüedad ya lo habían reseñado, al
igual que Escílax, navegante y geógrafo griego del siglo VI. Por su parte, el
escritor griego Plutarco se había referido al pueblo de Seth, regente de Egipto
durante la Primera Dinastía (3.100 a.C.), como formado por hombres pelirrojos,
al igual que los libios. A principios del siglo XX, el historiador egipcio
Maspero indicó que "este rey del Alto Egipto estaba asociado con el
desierto de Libia y los libios. De hecho, se le identificaba con el dios libio
Ash". El idioma egipcio es muy parecido al libio.
Años
antes el antropólogo A. Pietrement se había referido en un ensayo publicado en
1883 a las enseñanzas que las antiguas pinturas egipcias aportaban a los
naturalistas, etnógrafos e historiadores. En dichas pinturas los libios eran
hombres y mujeres blancos con pelo rubio, ojos azules y rasgos faciales
nórdicos. El antropólogo Carleton Coon, de la Universidad de Harvard, avanzó en
1939 interesantes hipótesis basándose en los testimonios arqueológicos. En su
obra "Las razas de Europa", hacía referencia a un testimonio:
"La reina Hetep-Heres II de la IV Dinastía, hija de Keops, aparece en los
bajorrelieves de su tumba con el pelo de color rubio, mechas horizontales
pelirrojas y la piel blanca". La citada hija de Keops no era la única
pelirrojiza de la familia. También su esposa y su cuñada lo eran, al igual que
muchos otros miembros de la clase regente. La esposa de otro faraón, Kefren,
era pelirroja con ojos azules, según se observa en las representaciones, al
igual que en la tumba de la esposa de Faraón Zoser, (2800 a.C.) de la III
Dinastía, que también era rubia pelirroja.
Por las
observaciones de Coon sobre los libios es más que probable que todos ellos
tuvieran antecedentes en este antiguo pueblo: "Hace 3.000 años, durante el
Paleolítico Superior un grupo de Cromagnon –los llamados hombres de Afalou–
vivieron en el norte de África y los libios descienden de ellos. Muchos de
ellos fueron pelirrojos dado que este rasgo todavía persiste en la zona… En la
actualidad, los rasgos de este tipo humano se encuentran sobre todo en Noruega,
Irlanda y el Rif marroquí. Los modernos bereberes descienden de los antiguos
libios". No se trataba de una mera hipótesis. Coon se hallaba en lo
cierto. Las investigaciones de Cavalli Sforza y otros genetistas de la
Universidad Princetown confirmaron mediante pruebas de ADN efectuadas en los
años noventa que los bereberes están más próximos a los británicos que a
cualquier otro grupo racial africano o europeo. También existen otros datos
confirmatorios relativos al tamaño y forma de los cráneos de Cromagnon encontrados
en Afalou bou Rummel (Argelia), que son iguales a los encontrados en Dinamarca
y Suecia. Coon también habló de una "raza de constructores de
megalitos" que se situaba entre la nórdica y la de Cromagnon, que tras
haber construido templos astronómicos como el de Stonehenge o pirámides
subterráneas como Silbury Hill en Inglaterra, al igual que en numerosos
alineamientos en la Bretaña francesa como los de Carnac (nótese la semejanza
lingüística con Karnac egipcio) y muchas otras construcciones principalmente
por el Occidente de Europa, llevó consigo su saber al Mediterráneo, norte de
África, Libia y Egipto.
A
mediados del siglo XX, el antropólogo Raymond A. Dart realizó una serie de
trabajos sobre cráneos egipcios fósiles que, al parecer, poseían rasgos exclusívamente
nórdicos. Asimismo rastreó cuatro grandes invasiones nórdicas en Egipto (la
anterior fue previa a las conocidas dinastías) y afirmó que "el tipo
faraónico egipcio era de procedencia nórdica como lo prueba la cabeza del
faraón Ramsés II, cuyo cráneo era elipsoide pelágico, es decir, nórdico".
Faltaba un análisis del pelo de este faraón, pero en 1993, los antropólogos G.
Elliot, B. Smith y W.R. Dawson lo analizaron con microscopio y confirmaron que
era nórdico, igual que su cráneo. También efectuaron medidas antropológicas en
25 grupos de esqueletos distintos de todo el mundo y concluyeron que los
faraones constructores de pirámides descendían de esta "mítica raza
megalítica" de la que habla Coon: "En conjunto, muestran lazos con el
neolítico europeo, el norte de África, la Europa moderna y más remotamente, la
India… El grupo de esqueletos que más se aproxima a los antiguos egipcios es el
del neolítico francés". Precisamente, los constructores de los mencionados
megalitos prehistóricos.
No sólo
eran rubios o pelirrojos muchos faraones. Son numerosos los restos
arqueológicos y paleoantropológicos que reflejan la existencia de egipcios
rubios, pelirrojos, de ojos claros y de raza blanca en el antiguo Egipto.
Seguidamente destacamos algunos de ellos reseñados en diferentes fuentes
antropológicas (B. Smith y W. R. Dawson) o aqueológicas (Sir Wallis Budge y Sir
Flinders Petrie):
- Una
momia pelirroja, bigote y barba rojas cerca de las pirámides de Saqqara.
- Momias
pelirrojas en las cavernas de Aboufaida
- Una
momia rubia en Kawamil, junto con otras muchas de cabello castaño.
- Momias
de pelo castaño encontradas en Silsileh.
- La
momia de la reina Tiy tenía pelo ondulado y castaño.
- Cabezas
pelirrojas en una escena rural en la tumba del noble Meketre (alrededor del año
2000 a.C.).
- En la
tumba de Menna, al oeste de Tebas (XVIII Dinastía), se ven en una escena
pintada en una pared a jóvenes rubias y a un hombre rubio supervisando a unos
trabajadores de piel oscura cosechando grano.
- Estela
funeraria del sacerdote pelirrojo Remi.
-
Talismanes con un ojo azul llamado el ojo de Horus.
-
Egipcios pelirrojos con ojos azules en pinturas de la III Dinastía.
- Una
pintura en la tumba de Meresankh III en Gizeh (alrededor del 2.485 a.C.)
muestra personajes pelirrojos de piel blanca.
- Una
pintura de la tumba de Iteti en Saqqara muestra un hombre rubio de aspecto
nórdico.
-
Pinturas de gente pelirroja con ojos azules en la tumba de Bagt, en Beni
Hassan.
Pero es
que existen además, muchos otros restos arqueológicos que representan a
individuos de raza blanca en el antiguo Egipto. Así, el museo egipcio de El
Cairo alberga miles de tesoros y entre ellos, las estatuas de Rahotep y Nofret
tienen rasgos blancos y los ojos de color azul. En la misma sala en la que se
conservan estas dos esculturas podemos ver otras representaciones del mismo
período que lucen ojos azules o grises. Es el caso del famoso escriba Morgan, o
de la estatua de madera de Seikh el Beled. El Museo del Louvre en París
conserva entre sus tesoros la estatua del famoso escriba sentado (2500 a.C.),
descubierta también por el francés Mariette en el Serapeum de Sakkara en la
década de los 50 del siglo XIX. Todos ellos tienen las mismas características.
Como ya hemos dicho, la presencia de estos rasgos de raza blanca, se dan
básicamente en las primeras dinastías.
En su
libro "La Serpiente Celeste", John Anthony West, apunta que los
llamados "venerables del norte", que aparecen en algunos textos
religiosos egipcios, no fueron seres de leyenda sino que existieron en
realidad. Estos hombres, de raza blanca y ojos claros, debieron de ser una
suerte de emigrantes que provinientes de Europa, que como hemos visto
anteriormente fueron a parar a Egipto antes de las primeras dinastías.
4- Los
Guanches.
Hay que
indicar, paralelamente, la presencia en las islas Canarias, en la misma
época, de
un tipo humano idéntico. De este modo se puede pretender que los archipiélagos
de las Azores y de las Canarias, restos de la Atlántida hundida, serían el
hogar de la raza civilizadora de Egipto.
A
continuación, y siguiendo esta atractiva teoría, los nilopas originarios a lo
largo del tiempo, acabarían mezclándose, cruzándose con inmigrantes semitas y
negroides, hasta ser absorbidos en el tipo africano-árabe-semítico.
Los
guanches, que constituyen el sustrato de la población de las islas Canarias,
serían descendientes directos de los atlantes. Su elevada talla, observada en
todas las momias (dos metros de promedio), su considerable capacidad craneana
(1900 cm3), la más grande que se ha conocido, el índice cefálico (77,77 en los
hombres), indican una ascendencia muy pura. Al ser examinadas estas momias,
algunas de ellas tenían los cabellos dispuestos en mechones dorados, largos y
rizados.
En la
época neolítica, el tipo originario fue alterado por la aportación de sangre
semita, que no fue, sin embargo lo suficientemente importante como para hacer
desaparecer los caracteres esenciales de esta raza vigorosa.
La fecha
de la catástrofe que produjo la inmersión casi total del continente de la
Atlántida podría situarse hacia el fin del Paleolítico Superior,
aproximadamente 9500 años antes de Cristo. Este cataclismo arrastró a las
profundidades abismales a la mayor parte de la población, sus riquezas y su
ciudad solar, adorada y llorada por todas las tradiciones egipcias y cantada
por Platón, según los relatos atribuidos a uno de los Siete Sabios de
Grecia".
5- La
Atlántida en la Península Ibérica.
Otros
sabios, antes de la señora Weissen-Szumlanska, habían ya sometido hipótesis
parecidas, lo que no dejará de confortar la opinión de los partidarios de la
existencia del continente desaparecido. Así, el profesor Richard Henning y su
colega Adolf Schulten declararon que "el relato de Platón sobre la
Atlántida estaba basado en hechos positivos".
Durante
cincuenta años de su vida, el profesor Schulten efectuó investigaciones
históricas y arqueológicas en la Península Ibérica, ya que era en este lugar
donde entendía que debía situarse la extremidad de la gran isla engullida.
Schulten, quien creía que la Península Ibérica era un resto del continente
sumergido, identificaba al reino de Tartesos con la Atlántida. Los orígenes de
Tartesos son oscuros y se remontarían a la cultura megalítica. El reino de
Tartesos es mencionado de un modo vago en las fuentes clásicas y durante mucho
tiempo llegó a dudarse de la historicidad de este reino, pero hoy parece no
haber dudas de su existencia. Su extensión geográfica abarcaba el sur de España
y Portugal, desde Alicante, en el E., hasta hasta desembocadura del Tajo (la
actual Lisboa), en el Oeste. Schulten no encontró la Atlántida, pero sí una
ciudad ibérica desaparecida: Numancia, descrita en su tiempo por Cornelio
Escipión (133 a. de C.). Las excavaciones se prosiguieron desde 1905 hasta
1908. De la misma manera, el gran sabio alemán situaba la principal ciudad de
la Atlántida, Tartesos, en la actual Andalucía, en la zona de la desembocadura
del rio Guadalquivir. En la antigüedad, esta ciudad tenía la reputación de ser
fabulosamente rica. La campiña que la rodea fue descrita por Posidonio, que
hace de ella una pintura muy detallada: ricos cultivos, una población
increíblemente numerosa y activa serían la característica de este país, rico
también en metales de todas clases, oro, plata, cobre y estaño. Si se concede
crédito a Rufus Fistus Avenius, quien reeditó hacia el año 400 a. de C. un
tratado de Geografía Antigua, Tartesos habría poseído, hacia el año 500 antes
de C., cuando sería destruído por los cartagineses, la civilización más
evolucionada del antiguo Occidente. ¿Se trataría de un resto que habría
escapado a la destrucción de la Atlántida? ¿Una colonia atlante tal vez?. Sería
arriesgada una afirmación categórica. Quizás las excavaciones realizadas cerca
de Sevilla, en el famoso lecho de la desembocadura del Guadaquivir, resucitarán
la ciudad desaparecida que el alemán Schulten considera la ciudad legendaria de
los reyes atlantes…
En España
tenemos a personalidades como mosén Jacinto Verdaguer, quien narró la
catástrofe divina, ejecutada por Hércules, que se desató ante la degeneración
de los atlantes hispanos. Amante de los mitos griegos y los saberes paganos,
Verdaguer estaba al tanto de las teorías que hacia la fecha de publicación de
su poema (1877) surgieron sobre la existencia del continente perdido. Según su
texto, la existencia de la Atlántida originó –tras su hundimiento– las islas
griegas y las Canarias. Aunque difícilmente se pueda dar a su poema La
Atlántida una interpretación exclusivamente esotérica o científica, Verdaguer,
cuya vida de iluminado posee tintes ocultos, conocía lo que las excavaciones en
las costas mediterráneas estaban descubriendo respecto a Tartesos, cultura que
ha sido relacionada o, en su caso, identificada, tal y como decíamos más
arriba, con la Atlántida. A quien no le pasó por alto esta relación fue a Mario
Roso de Luna, quien dedicó al problema su Tomo VI de la Biblioteca de las
Maravillas (1924). Según este teósofo y astrónomo, La Atlántida de Verdaguer
fue inspirada por la mística teosófica de H. P. Blavatsky. Con el añadido
lógico de un matiz nacionalista que hace de España –y especialmente de Canarias
y del Sur– uno de los principales legados atlantes y foco de la grandeza del
continente desaparecido. También el poeta y teósofo Fernando Villalón explica
en su poema místico La Toriada, lo siguiente: "¡Toros de Atlante fatuos y
cerriles!". Y es que para el poeta del 27, Tartesos fue, como también para
Roso, "el último foco de la civilización atlante". Aunque son siempre
las Canarias el centro de atención de las teorías hispano-atlantes, el
investigador Louis Charpentier dice en "El misterio Vasco" que
guanches, vascos y caledonios tienen una misma raíz atlante: todos descienden
de los pobladores originales de una desaparecida placa continental sita al
oeste de Europa. Ya mucho antes, el escritor vasco-francés Joseph-Augustin
Chaho, aseguraba que los vascos procedían de un continente sumergido.
Según
algunos investigadores y arqueólogos como Georgeos Díaz, en España podemos
encontrar lo que serían restos muy significativos de ese pasado atlante. Estos
arqueólogos afirman que diversas edificaciones antiguas de España no tendrían
el origen que la historia oficial pretende, y señalan, como edificaciones
especialmente destacadas: el Acueducto de Segovia, el Arco de Medinaceli
(Soria), los Toros de Guisando (Ávila), las murallas de Carmona y restos de
edificaciones en diversas partes, como en las costas de Cádiz. Tanto en el
Acueducto de Segovia como en el Arco de Medinaceli, las junturas de las piedras
de estos monumentos, han llegado a ensamblarse de tal forma con el paso del
tiempo que permiten datar su antigüedad en varios miles de años antes de la
llegada de los romanos a España, pese a que la ciencia oficial insista en
atribuir a estos su autoría. En estos edificios, los diferentes bloques de roca
que los componen han llegado a ensamblarse totalmente, perdiéndose la línea
original o juntura, debido al efecto natural de la meteorización y la
diagénesis, esto es, el conjunto de cambios físicos y químicos y biológicos
mediante los cuales los sedimentos se transforman en rocas sedimentarias con el
paso del tiempo. Para que una roca eruptiva como el granito se compacte y
cristalice de forma natural tendría que transcurrir mucho más tiempo que los
2000 años que les atribuyen. Según estos expertos, el tiempo necesario para
provocar este fenómeno sería aproximadamente de 11.000 años, curiosamente
cuando la Atlántida desapareció. Según las tradiciones históricas medievales,
Híspalis, uno de los hijos de Hércules, fue el constructor del acueducto de
Segovia. Por otra parte, el único argumento a favor de su autoría romana es el
parecido estilístico con otros acueductos, lo que no sirve para invalidar la
posibilidad de que los romanos, en realidad, copiaran los modelos de
acueductos, que fueron levantados apenas 200 años después de la llegada del
Imperio a la Península. De hecho, los arqueólogos apenas han encontrado unos
pocos objetos de origen romano para poder demostrar que los romanos pasaron por
allí, esto es, Segovia no era tan importante como para que fuera levantado un
acueducto de obra tan perfecta y de tales dimensiones. Si realmente los romanos
hubieran levantado en un lugar apenas poblado tal acueducto, eso habría roto
con toda la lógica que marca la historia conocida de ellos. Y es que, además,
Platón nos habla en el Critias de "los acueductos sobre los puentes
canalizados", refiriéndose a las construcciones de los atlantes siglos
antes de que los romanos, supuestos inventores de aquel revolucionario medio de
canalización, erigieran los suyos. Tanto en el Acueducto de Segovia, como en
las murallas de Carmona y en el Arco de Medinaceli, se han hallado
inscripciones compuestas por letras tartésicas o atlantes.
La
ciencia oficial ha establecido su dogma histórico, según el cual la historia y
la civilización se inicia en un punto de la historia que ellos mismos señalan,
según su interés, y no podría admitir jamás que hubiera existido una
civilización anterior y ya olvidada en el tiempo, capaz de erigir edificaciones
tan monumentales como el Acueducto de Segovia u otros tantos. Sencillamente, le
han atribuído una autoría que se acomoda a su teoría de la historia.
6- Los
Dioses Blancos de América.
Toda
América está llena de leyendas referentes a "dioses blancos" y
civilizadores. El profesor Jacques de Mahieu ha dedicado su vida a estudiar la
presencia de hombres blancos en América, encontrando una enorme cantidad de material
rúnico vikingo o que él atribuía a los vikingos. Pero no fueron sólo vikingos
quienes llegaron hasta América. De Mahieu emprendió una aventura tan grande
cuando se encontró con las fotografías de momias blancas y rubias de los Incas
en el Instituto Etnológico de Lima. No pasaría mucho tiempo sin embargo, antes
de que las puertas se cerraran, no pudiendo continuar con esa línea de la
investigación. Nuevamente la Historia oficial ocultaba datos que puedan
contradecir su teoría de la historia. En "El Gran Viaje del Dios Sol"
De Mahieu reproduce una fotografía de la momia de un Inca rubio, de Paracas,
Perú, de tipo ario-nórdico. Como ya hemos dicho, las leyendas de "dioses
blancos", están presentes en todo el continente y tienen una base real,
esto es, se refieren a acontecimientos que sucedieron en realidad. Muchos de
esos blancos serían tragados por las selvas, al caer los imperios o perder el
contacto con los lugares de origen. Así, tenemos a los indios blancos guayakis,
mezclados hoy con los guaraníes, los caiguas, los guarayos de Santa Cruz en
Bolivia, los chachapoyas, los coumechingones de Argentina...
A
principios del siglo XVI, antes de que los españoles llegaran a Perú, en el
templo de Coricancha, se erguía una estatua de Viracocha. Según el texto contemporáneo,
la "Relacion anonyma de las costumbres antiquos de los naturales del
Piru", esta estatua asumió la forma de una representación de mármol del
dios, que descrita "con respecto al cabello, color de la tez, facciones,
vestimenta y sandalias, era tal como los pintores representan al apóstol san
Bartolomé" Otros relatos sobre Viracocha aseguraban que se parecía a santo
Tomás. Varios manuscritos eclesiásticos ilustrados representan a ambos santos
como individuos blancos, delgados y barbudos, de mediana edad, calzados con
sandalias y ataviados con largas y vaporosas túnicas. Como veremos, los
documentos históricos confirman que éste era el aspecto que representaba
Viracocha, según descripción de quienes le veneraban. Quienquiera que fuera,
por tanto, no podía ser un indio americano, pues éstos son gentes de piel
relativamente oscura y escaso vello facial. La poblada barba de Viracocha y su
pálida tez indicaban que se trataba de un individuo de raza blanca.
En el
siglo XVI, los incas coincidían con esa opinión. De hecho, sus leyendas y
creencias religiosas hicieron que estuvieran tan convencidos del tipo físico de
Viracocha que en un principio confundieron los españoles blancos y barbudos que
desembarcaron en sus costas con Viracocha y sus semidioses, pues su regreso
había sido profetizado hacía mucho tiempo y el propio Viracocha, según todas
las leyendas, prometió volver. Esta feliz casualidad proporcionó a los
conquistadores de Pizarro la ventaja estratégica y psicológica que necesitaban
para dominar a las fuerzas incas, numéricamente superiores, en las batallas
decisivas.
En todas
las antiguas leyendas de los pueblos de los Andes aparece un individuo barbudo,
de piel blanca, envuelto en halo de misterio. Aunque sea conocido por distintos
nombres en diversos lugares, se trata siempre de la misma figura: Viracocha,
Espuma del Mar, maestro de la ciencia y la magia, el cual esgrimía terribles
armas mortíferas y llegó en los tiempos del caos para restaurar la paz y la
civilización en el mundo. La misma historia es compartida con numerosas
variantes por todos los pueblos de la región andina. Comienza con una vívida
descripción de una pavorosa época en que la Tierra padeció una gran inundación
que la sumió en las tinieblas debido a la desaparición del sol. La sociedad fue
víctima del caos, y las gentes sufrían indecibles desgracias. Entonces
"apareció de forma inesperada un hombre blanco, que procedía del sur, de
gran estatura y talante autoritario. Este hombre poseía tal poder que
transformó las colinas en valles y con éstos formó grandes colinas, haciendo
que los ríos fluyeran de la piedra viva…". Existen muchas leyendas
referentes a Viracocha y entre ellas una afirma que era un "hombre blanco
de gran estatura, cuyo aire y personalidad suscitaban gran respeto y
veneración". En otra es descrito como un hombre blanco de augusta
apariencia, con ojos azules y barba, que llevaba la cabeza descubierta y vestía
una "cusma", un jubón o camisa sin mangas que le alcanzaba las
rodillas. Otra leyenda, la cual parece referirse a una etapa posterior de su
vida, afirma que Viracocha era "un sabio consejero en asuntos de
estado" y lo describe como "un anciano barbudo de cabello largo que
vestía una larga túnica".
Por
encima de todo, Viracocha es recordado en las leyendas como un maestro que
apareciera cuando los hombres vivían sumidos en el desorden y muchos andaban
desnudos como salvajes y sus únicas moradas eran las cuevas que abandonaban
únicamente para ir a los campos y buscar algo que comer. Viracocha llevó los
conocimientos de la medicina, la metalurgia, el cultivo de los campos, el
apareo de los animales, el arte de la escritura, así como sólidos conocimientos
y principios de ingeniería y arquitectura.
El
conocimiento era reservado a una aristocracia. La escritura, por ejemplo, fue
conocida y utilizada únicamente por los "viracochas", esto es, la
aristocracia de las antiguas civilizaciones andinas americanas, formada por
descendientes atlantes de raza blanca. Una vez que los viracochas
desaparecieron, los indios que quedaron, no conocían la escritura. Lo mismo
sucedería especialmente con la ingeniería y la arquitectura y la construcción
de monumentos megalíticos.
En los
tiempos de Viracocha fueron levantados los edificios megalíticos de la zona de
Cuzco-Machupichu, especialmente en esta zona los que tienen la mampostería
dispuesta en forma de rompecabezas y formados por piedras muchas de ellas de
varias toneladas, imposibles de mover por indios desprovistos de cualquier
maquinaria y que incluso desconocían el uso de la rueda o la polea. Algunos de
los gigantescos bloques de piedra de la fortaleza de Sacsayhuamán,
individualmente, suelen alcanzar un peso equivalente al de 500 automóviles de
tamaño familiar. Todas las pruebas indican que estas descomunales
fortificaciones, como Machu Picchu, no fueron construidas por los incas, sino
por manos desconocidas muchos miles de años antes.
Las
ruinas de Tiahuanaco, junto al lago Titicaca, en Bolivia, están situadas a
3.825 metros de altitud sobre el nivel del mar, en una tierra de páramos
andinos. ¿Por qué erigieron tan monumentales edificios y una ciudadela tan
importante en un lugar tan inhóspito?. El conjunto arqueológico cubre alrededor
de 420 hectáreas, en el corazón de un valle estrecho en forma de herradura que
se extiende suavemente hacia el lago. Bajo las ruinas de Tiahuanaco, se
encuentran enterradas cinco ciudades superpuestas. La ciencia moderna no es
capaz de lograr la comprensión de una civilización tan desconocida para la
mentalidad actual. Antiguamente, el conocimiento no estaba separado de las
artes, la religión o la filosofía; en el pasado se cultivaba el conocimiento
integral. La ciencia de Tiahuanaco fue grabada en símbolos sobre sus monolitos
y otros restos arqueológicos y fueron manejados y utilizados por los amautas,
sacerdotes científicos. ¿Cómo lograron trasladar las rocas de hasta 200
toneladas, que hoy, atónitos, podemos contemplar entre las ruinas mudas? Entre
todos los imponentes restos de esta ciudad mágica, destaca una estructura
gigantesca cuya antigüedad está demostrada en miles de años antes de los que la
ciencia oficial le pretende atribuir. La Puerta del Sol de Tiahuanaco, está
tallada de un solo bloque de andesita sólida y pesa más de diez toneladas. En
el friso de esta puerta, coronando la puerta, está representado Viracocha,
blandiendo dos cetros con cabezas de cóndor. Está adornado con una especie de
máscara en la que se aprecian dos pumas. También en Tiahuanaco, existe un ídolo
cuyo perfil es el de una figura barbuda. Se halla en el Templo Subterráneo de
Tiahuanaco y se cree que representa al mismo Viracocha, el héroe civilizador de
la mitología andina. También hallamos en este lugar una estela en la que están
grabadas unas cabezas barbudas. En resumen, los tipos físicos que aparecen
representados en la estela y en el pilar de Viracocha no son los actuales
indígenas de esta región sudamericana, quienes por otra parte desconocían los
mecanismos más simples, como la polea o la rueda.
Hallamos
en Tiahuanaco, características de la construcción de edificaciones que
coinciden con las utilizadas en el Egipto antiguo, como las muescas en la
piedra que indican que estos bloques de piedra fueron unidos por unas
abrazaderas metálicas en forma de T. Curiosamente esta técnica de mampostería
se cree que no fuera empleada en ninguna otra zona de Sudamérica. Y sin embargo,
fue empleada en el antiguo Egipto, lo que nos apunta a que tanto el primer
Egipto como Tiahuanaco compartían tecnología y, en fin, siendo lugares tan
distantes en el espacio, pertenecían a una misma civilización.
En la
‘Puerta del Sol’, según diversos estudiosos, hallaríamos las claves
psicológicas y alquímicas para la transformación del ser humano en un
superhombre, en un hombre-sol o en un ángel. Guillermo Lange Loma, afirma que
"en la iconografía de esta puerta y en muchos otros grabados de Tiahuanaco,
se muestran de forma clara y objetiva las representaciones sagradas más
arcaicas de la humanidad: el báculo del poder, la corona de los reyes y el
cáliz ceremonial. También son destacables la prominencia sobre la cabeza, los
ojos alados, el rostro solar antropomórfico, la serpiente felina, el caduceo de
Mercurio, los hombres-felino, los hombres-ave y también los hombres alados u
hombres-ángel. Todas estas formas estudiadas y analizadas a la luz de la
antigua sabiduría universal, han sido identificadas, como símbolos de
autorrealización del hombre. Éste sería la crisálida del ángel, ser resultante
del propio esfuerzo autoconsciente del ser humano". Y Guillermo Lange
continúa diciendo que, "el puma está íntimamente vinculado con el fuego y
la columna vertebral, esta última representada por la vara segmentada o bastón
que sostienen las representaciones antropomórficas de la Puerta del Sol. La
serpiente con cabeza de felino (puma) es un símbolo de la kundalini o fuego
sagrado que asciende desde la base de la columna vertebral hasta la coronilla
del iniciado. El ser humano sólo alcanza su plena realización con la
manifestación del fuego sagrado que desde el coxis debe ascender por la columna
hasta la cabeza, llegando más allá". Esta es la iniciación que se daba en
Tiahuanaco, para que finalmente y tras todo un proceso de esfuerzo y de
iniciación, "únicamente así el inicado tiahuanacota era digno de coronarse
como rey de sí mismo y de la naturaleza; sólo de esta forma podía cruzar la
Puerta del Sol".
Si
miramos hacia el oeste de Tiahuanaco, a 3.700 Km de las costas chilenas, ya en
pleno océano Pacífico, se encuentra la enigmática isla de Pascua. La isla es un
pequeño trozo de tierra en medio del océano a miles de kilómetros de la costa
más cercana. Su extensión, de apenas 162 Km2, es cuatro veces más pequeña que
la isla mediterránea de Ibiza. La isla de Pascua es un reducto arqueológico,
cuyas tradiciones se refieren a dioses provenientes de las estrellas. Se
desconoce cómo se pudieron construir los centenares de esculturas –denominadas
"moais"– esculpidas en basalto volcánico. Ninguna de ellas mide menos
de 10 metros ni pesa menos de 50 toneladas, sin embargo, esto no fue un
obstáculo para que sus autores las consiguieran transportar varios kilómetros
hasta la costa, erigiéndolas sobre espectaculares plataformas de piedra (abu).
La
historia de la isla se divide (según los datos que aparecen en unas tablillas
que contienen jeroglíficos anteriores a la existencia de los moais) en tres
periodos que acabarían con diversos enfrentamientos y guerras entre los Orejas
Largas (de rasgos indoeuropeos) y los Orejas Cortas (de piel oscura y cabello
negro). Cuando el almirante holandés Jacob Roggeveen descubre Pascua en 1772,
estaba superpoblada por estas dos razas que aún permanecían bien diferenciadas
a pesar de darse ya un proceso de decadencia y mestizaje. Las leyendas hablan
de los Orejas Largas, como de una raza proveniente del cielo y de los Orejas
Cortas, como provenientes de otras islas del Pacífico. El investigador británico
James Churchward, tras haber descifrado el contenido de diversas tablillas,
concluye que éstas informan de la existencia de una civilización desaparecida
en el Pacífico hace unos 12.000 años, (desaparecida coincidiendo en el tiempo
con la también desaparecida Atlántida) y que sería el continente de Mu. Los
instructores y fundadores de esta civilización provendrían del cielo y
construyeron gigantescos templos, monumentos y ciudades en piedra. Utilizaban
la fuerza antigravitacional para hacer levitar las pesadas piedras. En algunas
de las leyendas y tradiciones de las culturas posteriores al cataclismo que
sucediera hace 12.000 años, existen leyendas y tradiciones con referencias a
técnicas antigravitacionales que permitirían la levitación de grandes objetos,
o incluso seres humanos, empleando "secretos sonidos mágicos".
Más al
norte, y volviendo al continente, hallamos a Quetzalcóatl, la divinidad
principal del antiguo panteón mejicano, el cual era descrito en unos términos
que nos resultarán familiares. Por ejemplo, uno de los mitos precolombinos
recogidos en Méjico por el cronista español del siglo XVI Juan de Torquemada,
afirmaba que Quetzalcóatl era un "hombre rubio de complexión robusta y una
larga barba". Algunos se referían a él como "el hombre blanco";
un hombre corpulento, de frente ancha, con los ojos enormes, el pelo largo y
"la barga espesa y redonda". Otros lo describían como: "una
persona misteriosa… un hombre blanco de cuerpo robusto, la frente ancha, ojos
grandes y una larga barba. Vestía una larga túnica blanca que le llegaba a los
pies. Condenaba los sacrificios, excepto las ofrendas de frutas y flores, y era
conocido como el dios de la paz…" Según una tradición centroamericana,
"llegó allende los mares a bordo de un barco que se movía sin remos y era
un hombre blanco, alto y con barba…". Quetzalcóatl, en Centroamérica,
tiene unas características similares a las de Viracocha en Sudamérica. Entre
los mayas, era conocido como Kukulkán, que significa "serpiente
emplumada".
Existían
otras divinidades, en concreto entre los mayas, cuyas identidades eran muy
semejantes a las de Quetzalcóatl. Una de ellas era Votan, promotor de la
civilización, al que también se describía como un individuo de tez pálida,
barbudo y vestido con una larga túnica. Como vemos, su nombre coincide con el
germánico Odín o Wotan y su símbolo principal, al igual que el de Quetzalcóatl,
era una serpiente. En términos generales, existe un trasfondo de datos
históricos en los mitos mayas y mejicanos. Lo que las tradiciones indican es
que el barbado extranjero de raza blanca llamado Quetzalcóatl (o Kukulkán, o lo
que sea) no era un solo individuo, sino que probablemente se trataba de varias
personas que procedían del mismo lugar y pertenecían a un mismo tipo racial no
indio, sino blanco.
Ciertos
mitos que se incluyen en antiguos textos religiosos mayas conocidos como los
Libros de Chilam Balam, por ejemplo, afirman que "los primeros habitantes
de Yucatán fueron los del pueblo de la serpiente. Estas gentes llegaron del
este en unas embarcaciones acompañando a su líder Itzamana, la serpiente del
Este, un sanador capaz de curar mediante la imposición de manos y resucitar los
muertos". Son los "compañeros de Quetzalcóatl" y venían de una
isla en medio del Atlántico a la que llamaban Thule. Entre tanto, Juan de
Torquemada, relató esta específica tradición, anterior a la conquista,
referente a los extranjeros de imponente presencia que habíanllegado a Méjico
con Quetzalcoatl: "Eran unos individuos de gran empaque, bien vestidos,
con unas largas túnicas de lino negro que iban abiertas por delante, sin capas,
escotadas y con unas mangas que no alcanzaban los codos… Estos seguidores de
Quetzalcóatl eran hombres de gran sabiduría y excelentes artistas en toda clase
de oficios y trabajos".
Como su
"gemelo", Viracocha, pero en este caso en Méjico, Quetzalcoatl había
llevado las artes y ciencias necesarias para crear una vida civilizada,
inaugurando así una época dorada. Introdujo la escritura, el calendario, la
arquitectura, la agricultura, la medicina, la magia, las matemáticas, la
metalurgia, la astronomía y manifestaba "haber medido la Tierra".
Lo mismo
que en Sudamérica, en Centroamérica hallamos también estatuas y
representaciones de individuos barbudos y de raza blanca. En diversos estratos
arqueológicos de los olmecas, como en los restos arqueológicos de La Venta y
Monte Albán (Méjico), hallamos estos rasgos caucásicos o europeos, barbudos. En
la plataforma piramidal de Tula (Méjico) se hallan los conocidos como
"Atlantes de Tula". Son unos ídolos o estatuas con un aire solemne e
imponente. El escultor los ha dotado de unos rostros duros e implacables y unos
ojos hundidos que no transmiten emoción. En sus manos portan unos artilugios
que parecen haber sido en la realidad de metal. Este objeto que sostienen las
estatuas en la mano derecha, que parece asomar a través de una funda o un
protector de manos, presenta la forma de un rombo con el borde inferior
curvado; el instrumento de la mano izquierda podría ser un tipo de arma. Unas
leyendas afirman que los dioses del Méjico antiguo se habían armado con
xiuhcoatl, "serpientes de fuego". Al parecer, estos emitían unos
rayos abrasadores que eran capaces de traspasar y despedazar un cuerpo humano.
Dice la
leyenda que Quetzalcoatl marchó de Méjico cuando Tezcatilpoca, un dios malévolo
y cuyo culto exigía sacrificios humanos, acabó venciendo en una especie de
lucha cósmica entre las fuerzas de la luz y la oscuridad. A partir de entonces,
bajo la influencia del culto de Tezcatilpoca, los sacrificios humanos empezaron
a practicarse de nuevo en Centroamérica. Se dice que Quetzalcóatl partió en una
balsa que estaba confeccionada de serpientes. Según la leyenda, "quemó sus
casas, construidas con plata y conchas, enterró su tesoro y zarpó hacia el mar
oriental precedido por sus ayudantes, quienes se habían transformado en aves de
brillante colorido". Allí, antes de partir, prometió a sus seguidores que
regresaría un día para derrocar el culto de Tezcatilpoca e instaurar una nueva
era en la que se acabarían los sacrificios humanos.
Las
civilizaciones que se desarrollaron en América, nos hablan de unos dioses
civilizadores que un día, tras un cataclismo o un diluvio, llegaron por mar..
Estos dioses, eran racialmente de rasgos caucásicos o europeos y levantaron las
antiguas civilizaciones americanas, convirtiéndose en su aristocracia
civilizadora. No obstante, las leyendas nos hablan de que, en un momento dado,
los "dioses blancos" marchan de las civilizaciones que crearan, y el
mestizaje acabaría pervirtiendo y derrumbando esas civilizaciones en el caos y
el bestialismo. Las aristocracias de los imperios precolombinos y los indios
guardaban memoria de ellos en sus mitologías y en diversas representaciones que
hoy día existen documentadas y cuando los españoles llegaron a América, los
indios les confundieron con esos "dioses". Y no sólo en las
civilizaciones y los imperios de América existe la "leyenda de los dioses
blancos", sino que esta se puede hallar por todo el continente, hasta en el
interior de las selvas amazónicas o en las praderas y los hielos del norte y
del sur.
Otto Rahn
(1), en su libro "La Corte de Lucifer", nos habla del "Nuevo
Mundo que fue descubierto por segunda vez por Cristóbal Colón", y dice que
"el nombre de pila (de Cristóbal Colón) significa "portador de
Cristo". Por lo que Colón ha llevado la doctrina de Cristo que Jesús sacó
de la casa de David a través del océano. Sobre las huellas de Colón, Hernán
Cortés navegó sobre el mar océano y conquistó el imperio azteca de Méjico para
España. Escribió un informe al emperador. Allí se dice que Moctezuma, rey de
los aztecas, se sometió al emperador, porque él lo consideraba como el señor de
"aquel luminoso superior", del que sus propios ancestros provenían.
(Aquí está haciendo referencia a los antepasados raciales atlantes-blancos de
la aristocracia azteca). Moctezuma incluso aceptó que Hernán Cortés quitara
todos los "ídolos". Sólo cuando él, el rey, fue hecho prisionero y
gravemente herido por los invasores sedientos de oro, rechazó todo tipo de
tratamiento a sus heridas, desdeñó llegar a ser Cristo, quiso morir y murió.
Había pagado un terrible error. Cortés era un enviado del Papa y del emperador
católico, pero no del "sabio dios", al que él y los suyos por tanto
tiempo habían esperado. Del norte debía llegar el dios de la Patria Primitiva
Tulla o Tulán, que había sido una "Tierra del Sol", pero donde
"el hielo había empezado a dominar y ningún sol más había". Debía
provenir de Thule. En lugar de la llegada de la Corte de Lucifer –cito de
"Redentor blanco" de Gerhart Hauptmann–: el engendro, que al rostro
de nuestra Madre Tierra deshonra desvergonzadadamente con la inmundicia de su
horror…"
7- La
pérdida de la integridad racial de los atlantes y el hundimiento de la
Atlántida.
Una vez llegados
a este punto, surge una pregunta: ¿Cómo y por qué, si es que llegó a existir,
fue aniquilada la suntuosa civilización de los atlantes?. Platón ve la causa de
su caída en el desarrollo de un deseo de poder y de una perversidad moral que
habría arrastrado a los atlantes al vértigo de un orgullo demencial. Parece,
más bien, que guarda relación con una ley cíclica que rige toda civilización y
que impone a ésta una decadencia ineluctable después de haber alcanzado cierto
grado de perfección.
A
propósito de esta caída, he aquí una cita sacada de Critias (también de
Platón):
"Durante
muchas generaciones, mientras la naturaleza del dios era suficientemente
fuerte, obedecían las leyes y estaban bien dispuestas hacia lo divino
emparentado con ellos. Poseían pensamientos verdaderos y grandes en todo
sentido, ya que aplicaban la suavidad junto con la prudencia a los avatares que
siempre ocurren y unos a otros, por lo que, excepto la virtud, despreciaban
todo lo demás, tenían en poco las circunstancias presentes y soportaban con
facilidad, como una molestia, el peso del oro y de las otras posesiones. No se
equivocaban, embriagados por la vida licenciosa, ni perdían el dominio de sí a
causa de la riqueza, sino que, sobrios, reconocían con claridad que todas estas
cosas crecen de la amistad unida a la virtud común, pero que con la persecución
y la honra de los bienes exteriores, éstos decaen y se destruye la virtud con
ellos. Sobre la base de tal razonamiento y mientras permanecía la naturaleza
divina, prosperaron todos sus bienes que describimos antes. Mas cuando se agotó
en ellos la parte divina porque se había mezclado muchas veces con muchos
mortales y predominó el carácter humano, ya no pudieron soportar las
circunstancias que los rodeaban y se pervirtieron; y al que los podía observar
les parecían desvergonzados, ya que habían destruido lo más bello de entre lo
más valioso, y los que no pudieron observar la vida verdadera respecto de la
felicidad, creían entonces que eran los más perfectos y felices, porque estaban
llenos de injusta soberbia y poder. El dios de dioses Zeus, que reina por medio
de leyes, puesto que puede ver tales cosas, se dio cuenta de que una buena
estirpe estaba dispuesta de manera indigna y decidió aplicarles un castigo para
que se hicieran más ordenados y alcanzaran la prudencia. Reunió a todos los
dioses en su mansión más importante, la que, instalada en el centro del
universo, tiene vista a todo lo que participa de la generación, y tras
reunirlos dijo…"
Las
organizaciones nacionalistas alemanas, imbuidas de esoterismo, interpretaron
los escritos de Platón llegando a la conclusión de que el fin de la Atlántida
se debió a una mezcla racial, a la corrupción de la sangre ocurrida al
mezclarse la raza pura de los atlantes blancos con las "razas demoníacas".
A partir
de aquí se comprende el interés que los ocultistas (cuya organización extendía
sus ramificaciones por el mundo entero) manifestaron por el mito de la
Atlántida, porque establecía una continuidad histórica de la raza blanca desde
los orígenes.
No
obstante, es preciso añadir que los grupos racistas alemanes del siglo XIX y,
sobre todo, las sectas nacidas de la Primera Guerra Mundial no eran las únicas
en apelar a la tradición de la Atlántida; los teósofos, guiados por la célebre
medium señora Blavatsky, pretendían también conocer el lejano pasado de los
Grandes Antepasados. La señora Blavatsky no dudó en afirmar que ella había
conseguido leer, página por página, el manuscrito secreto que relataba la
historia del fabuloso continente, el cual se hallaría en la biblioteca del
Vaticano (conservándose otro ejemplar en un monasterio del Tíbet).
En tales
círculos de pensamiento, sobre todo, por parte del fundador de la Antroposofía,
Rudolf Steiner, se atribuye a los atlantes el dominio de las técnicas más
modernas y superiores a las de nuestra ciencia actual, armas de vanguardia,
vehículos motorizados, cohetes e incluso ingenios espaciales y máquinas que
permitían desplazarse en el tiempo, tanto hacia el pasado como hacia el futuro.
El absoluto control que poseían sobre las fuerzas de la naturaleza al
transformarse en "fuerza negra" les habría arrastrado a un cataclismo
inconcebible, resultado tal vez de su dominio "demoníaco" de la
energía nuclear.
8-
Recuerdos de la Atlántida polar.
Multitud
de estudiosos han llegado a concebir cada uno la Atlántida a su propio modo. El
sabio austriaco Hörbiger no dudó, por lo que a él se refiere, en sostener la
naturaleza gigantesca de los hombres de este continente: las ruinas ciclópeas
de Tiahuanacu, en el altiplano andino, las edificaciones más antiguas de Egipto
o las terrazas de Baalbek en el Líbano, entre otras muchos restos, serían la
obra de semejantes superhombres. Los edificios colosales hallados cerca del
lago Titicaca, a 4000 metros de altitud, plantean un enigma a los arqueólogos y
a los sabios. Hiperbórea, el continente mítico habría existido antaño en el
emplazamiento de Groenlandia e Islandia. Diversas teorías afirman, aunque no
esté demostrado, que un movimiento bascular de la Tierra sobre su eje podría
haber convertido estas tierras altamente civilizadas en el país glacial que es
en la actualidad. Poblado de "gigantes de una altura de varios
metros", Hiperbórea habría sido un país todavía más evolucionado que la
Atlántida, civilizado por seres extraterrestres.
Ya
griegos y latinos señalan la existencia de Hiperbórea y de su capital Thule,
como asimismo lo atestiguan las obras de Heródoto ("isla de hielo situada
en el Gran Norte, donde vivieron hombres transparentes"), de Plinio
"el Viejo", de Diodoro de Sicilia y de Virgilio. En Medea, Séneca
hace esta predicción:
"En
los siglos futuros una hora vendrá en la que se descubrirá un gran secreto
hundido en el océano: se encontrará la poderosa isla.
Tetis
revelará nuevamente la región y Thule, a partir de entonces, no será ya el país
de la extremidad de la tierra".
Los
celtas, los vikingos, los germanos han conservado el recuerdo de Thule como el
de un verdadero Edén, análogo al País del Otro Mundo, de la Gesta del Graal…
"Más allá de los mares y de las islas afortunadas, más allá de las espesas
nieblas que defienden su acceso", en esta isla "donde los hiperbóreos
están en posesión de todos los secretos del mundo". Más que todos los
otros, sin duda, los germanos se apoyan en la leyenda de Thule. Sobre ella
basaron, hasta bien entrado el siglo XX, su culto pagano y sus ocultas
aspiraciones políticas. Este mito no se ha debilitado jamás. Inspiró el Fausto
de Goethe y el Parsifal de Ricardo Wagner. La balada del rey de Thule, escrita
por Goethe, y que Gérard Nerval tradujo en verso francés, tiene un sentido
esotérico que no escapa a los tradicionalistas.
La
leyenda de Thule se relaciona, por tanto, con esta Hiperbórea, que habría
existido en el Gran Norte, en algún lugar entre el Labrador e Islandia, o tal
vez más al norte aún. Una enorme isla de Hielo rodeada de "altas montañas
transparentes como el diamante", Hiperbórea no habría sido, sin embargo,
glacial: "en el interior del país reinaba (2) un dulce calor en el que se
aclimataba perfectamente una vegetación verdeante. Las mujeres eran de una
belleza indescriptible. Las que habían nacido en quinto lugar en cada familia
poseían extraodinarios dones de clarividencia". El hombre de Hiperbórea,
descendiente de "Inteligencias del Espacio", es descrito en el
"Libro de Enoc" (cap. CVI-CVII): "Su carne era blanca como la
nieve y roja como la flor de la rosa; sus cabellos eran blancos como la lana; y
sus ojos eran hermosos". En la capital de Hiperbórea, Thule, vivían
"los sabios, los cardenales y los doce miembros de la Suprema
Iniciación…"
Entonces,
sin lugar a dudas, los dioses moraban entre los hombres y compartían con ellos
la copa de oro de la ambrosía, brebaje sagrado que proporciona la eterna
juventud. Encontramos aquí las viejas leyendas germanas y escandinavas (3) que
rememoran la epopeya de los hombres-dioses y la creación del mundo, cuyo mito
se vuelve a encontrar en el núcleo de todas las grandes religiones.
NOTAS
Coronel
SS, miembro de la Ahnenerbe, estudioso del catarismo que escribió dos libros:
"Cruzada contra el Grial" y "La corte de Lucifer",
referentes a la epopeya cátara.
Esta
descripción del clima y de la vegetación polar nada tiene de inverosímil. La
Geología parece confirmar la leyenda de este paraíso ártico. Roger Vercel ha
descrito con conmovedora precisión lo que habría podido ser esta región en
remotísimos tiempos: "Por aquel entonces, existían vastas frondosidades de
árboles gigantes en Groenlandia y el Spitzberg. Bajo un sol de fuego, la
profunda vegetación de los trópicos se llenaba de savia en los lugares en que
hoy en día vegetan líquenes cortos. Los helechos arborescentes se
entremezclaban a las colas de caballo gigantes, a las palmeras del período
terciario, a las lianas de la jungla ártica. Resplandecía el verano; las nubes,
cargadas de fecundidad, vertían cálidas lluvias, y en la inmensidad del bosque
polar vivían animales de gran volumen, el mamut velludo, el rinoceronte
bicorne, el gran ciervo, cuyas astas alcanzaban cuatro metros, el león de las
cavernas… " (Comunicación póstuma a la Sociedad francesa de Filosofía,
página 26). De esta lujuriante vegetación, la hulla de Spitzberg y de la isla
del Oso son su vestigio… "En aquella época el polo de frío estaba, sin
duda, cerca de París o de algún lugar de Europa Oriental… Y el Paraíso
Terrestre se extendía al extremo norte de las Islas Boreales, en esta zona tan
bien defendida por los bancos de hielo que hasta ahora no se ha podido
determinar con precisión los límites de la tierra y del agua (Al asalto de los
polos, Colección Marabout, páginas 7-8).
La
Islandia de los vikingos y de las sagas ha podido muy bien guardar el vago
recuerdo de una civilización floreciente que se habría desarrollado en una
época fabulosa. Lo cual explicaría también el extraordinario desarrollo de las
ciencias ocultas, y particularmente de la alquimia, entre los monjes islandeses
de la Edad Media.
No hay comentarios:
Publicar un comentario