sábado, 28 de enero de 2012

Año 938.


Era el año 938 de nuestro señor, cuando me encontraba caminando por uno de los bosques mas tupidos de las Tierras del Norte, estaba buscando un bosque de árboles fornidos para construir mi cabaña, el paisaje era hermoso, hoy aun lo recuerdo, el sol asomaba con todo su resplandor por el horizonte comenzando a caldear la tierra, los cardos estaban floreciendo, se acercaba el invierno y yo debía talar algunos de esos árboles si no las heladas me arrebataría, la vida...
       De pronto unos árboles espectacularmente robustos, como nunca antes mis ojos habían observado, y mis tímpanos habían oído nada acerca de ellos en las historias que contaba mi padre, se asomaron para el deleite de mi vista, sus troncos tenían unas 30 pulgadas de diámetro eran impresionantes, sin tardar mucho más corrí hacia mi carruaje y tome el hacha que había heredado de mi padre cuando él abandono este mundo.
       Me dispuse a tomar nuevamente el camino que me llevaba a aquella parte del bosque y reiniciar la búsqueda de esos árboles que me permitieron soñar despierto ya que eran increíbles para mí y creo que para cualquiera de mi gremio. Cuando los vi en el mismo lugar, frote mis ojos de una forma rápida y casi con desesperación, esperando que al abrir los ojos los árboles no estuvieran ahí y todo fuera un sueño, pero cuando termine de frotar y parpadee; aun los árboles seguían tan imponentes como antes... Entonces me dispuse a acercarme y comenzar con mi labor, el silencio se adueño del bosque a medida que me aproximaba a los árboles y balanceaba el hacha para impactar sobre uno de ellos con toda mi fuerza.
       Empecé a dejar que el hacha cayera con todas mis fuerzas, rotando lentamente mis muñecas para que el filo de la misma golpeara al árbol con una pequeña inclinación, cuando estaba a punto de golpearlo, escuche pasos detrás de mí, pero mí agudo sentido en ese momento mortal no pudo saber que era lo que se encontraba detrás... Un eficaz gruñido salvaje hizo que mi hacha se detuviera y cayera de mis manos al golpear el árbol, en el mismo momento note como mi espalda se partía en cientos de pedazos algo había alcanzado la parte inferior de mi espalda rasgándola, mi mano se acerco hacia ese intenso dolor, mientras que mis piernas comenzaban a fallar, el dolor era el mas fuerte del que una persona podía aguantar, y me asuste cuando pude ver lo que tenia en mi mano, estaba totalmente manchada de sangre, mi sangre...
       Esa sombra se movía velozmente entre la vegetación del lugar y llegue a escuchar un susurro muy apagado que decía algo así, "La naturaleza me mantiene vivo y nadie la dañara" y yo Thorn Cuna de Stirling observando como mi vida se esfumaba llegue a contestar con un susurro "Es lo mas preciado que nos queda..."
       Cuando volví a despertar me encontraba en un lugar húmedo y muy oscuro, por un segundo me pareció estar en las mismas tinieblas a un paso del infierno, mi vida se había terminado, mi corazón no repicaba en ese lugar oscuro y silenciosamente aislado del mundo, tenía toda la apariencia de ser una cueva en lo más profundo de la tierra, cuando estire mi brazo tocando el suelo para que el tacto me guiara hacia algún lado sentí algo muy suave delante de mí, tenia toda la apariencia de ser un ciervo, pero qué hacía un ciervo en la cueva en la que yo me encontraba, quien me había llevado hasta ahí después de ser tan mal herido por esa criatura en el bosque, porque me encontraba aquí...

       Seguí intentando avanzar en dirección hacia donde se encontraba el ciervo pero cuando llegue a posarme sobre el mismo, un olor suave y perfumado me llamo la atención, sentí como mi garganta seca comenzaba a pedirme que matara el hambre que había en mis entrañas, ese perfume asombroso provenía del mismo ciervo, era su sangre lo que me llamaba la atención, apoye mi mano sobre el ciervo y pude sentir como aun latía su corazón pidiendo piedad, en ese momento sentí que lo que mi cuerpo realmente querría era ese líquido rojizo que manaba de su cuello, sin darme cuenta algo me obligó a arrojarme sobre el cuello del ciervo y casi sin poder detenerme clavé mis colmillos en el. Sentí como su sangre comenzaba a fluir por mí cuerpo, también pude sentir como su frágil corazón dejaba de latir a medida que yo me estaba saciando la sed con él.
       Cuando realmente me di cuenta de lo que estaba haciendo, me detuve, pero ya era tarde, me tire contra una pared del miedo que tenia y pude escuchar unos pasos que provenían de la periferia de donde yo me encontraba... Nuevamente escuche esa voz tan particular que me había hablado en el bosque. Y dijo algo que nunca mas olvidaré - "Chiquillo nosotros somos los condenados y de la sangre vivimos hace años... nos escondemos durante el día de los mortales que puede hacernos daños y por la noche los asechamos y nos alimentamos cuando lo necesitamos...".
       El silencio se adueñó de mí nuevamente mente y repitió "Tienes miedo, lo puedo sentir, miedo a la oscuridad, pero no sabes que puedes verme concéntrate, deséalo y lograras lentamente ver mas allá de lo que los mortales pueden, tenemos ciertos dones para protegernos, los cuales nos han sido entregados por nuestro padre...". Comencé a pensar en lo que esta criatura me había dicho y note como las sombras que me rodeaban comenzaban a tener formas, pude ver la entrada a la cueva protegida por un hombre de gran porte, una metro noventa y cinco, vestía una piel de oso pardo y su cabello le recorría todo el rostro era de un negro tan oscuro como el carbón, y supe en ese momento que aquel hombre era el que me había atacado en el bosque y ahora me querría enseñar algunas cosas, simplemente ridículo...

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