domingo, 4 de noviembre de 2012

Vampiros el resumen de una noche de secretos

Y te diremos toda la verdad?

o solo lo que queremos?

 
Acaso todas las historias de vampiros son sólo materia de pesadillas o de películas de terror? Existen pruebas de que el miedo a los vampiros es hoy tan real como lo ha sido siempre.
 


 
Una joven de la época victoriana es atacada por «el vampiro de Croglin Grange». Sus hermanos expulsaron al esquelético visitante, pero éste regreso un año después. Esta vez, los hermanos acabaron con él. 
A primera vista, la creencia en vampiros parece ser la más descabellada de todas las supersticiones. Los fantasmas, e incluso los hombres-lobo, parecen relativamente racionales comparados con la idea de unos cadáveres que abandonan sus ataúdes por la noche para chupar la sangre de los vivos; sin embargo, las leyendas en torno al vampirismo han persistido desde tiempos inmemoriales, y todavía hay quien la sustenta hoy.

El problema que rodea las leyendas y creencias relacionadas con los vampiros estriba en separar la fantasía -para algunos eso es todo lo que hay en ellas- de la verdad. A una persona racional se le puede disculpar el que contemple la búsqueda de «vampiros auténticos» con un escepticismo más que considerable, puesto que, ¿cómo pueden existir semejantes criaturas? ¿No serán tan sólo fruto de la imaginación?

No obstante, hay noticias de que en la Europa oriental, en el siglo XVIII, el vampirismo había alcanzado unas proporciones casi epidémicas. La documentación al respecto es tan detallada, y entre los testigos figuran personas tan dignas de crédito (como clérigos y médicos), que parece imposible que todas ellas estuvieran equivocadas. Sin embargo, el escéptico puede alegar aquí que cabe que los clérigos del siglo XVIII hubieran dicho la verdad, sí, tal como la veían ellos, pero que esta verdad se hubiera visto lamentablemente mezclada con el miedo, la superstición y la ignorancia. Y antes de relegar a los vampiros a la categoría de reliquia del oscurantismo, tal vez deberíamos considerar la moderna controversia sobre lo que constituye el estado de la muerte. Si, con los equipos técnicos más avanzados a nuestra disposición, todavía no podemos ponernos de acuerdo en cuanto al momento preciso de la muerte, tal vez no convenga pasar por alto estas noticias sobre los vampiros que nos llegan con una antigüedad de 200 años.
Según los informes de que se dispone, Austria, Hungría, Yugoslavia y Rumania (que estaba entonces dividida en los tres estados separados de Valaquia, Moldavia y Transilvania) se vieron particularmente infestadas por el vampirismo en los siglos XVI, XVII y XVIII. Éste constituyó un problema que implicó a centenares de testigos oculares, pertenecientes a todas las capas de la sociedad. Un cirujano, llamado para investigar una serie de casos, escribió: «El vampirismo... se propagó como una pestilencia a través de Eslavia y Valaquia, causando numerosas muertes y trastornando todo el país con el temor a los misteriosos visitantes contra los cuales nadie podía sentirse seguro.»
Antigua máscara tibetana con las facciones de un demonio. La boca es un receptáculo para sangre humana.
La mayoría de los casos descritos en estas regiones y en dicha época presentaban rasgos comunes; un relato clásico es el que cita a una delegación que salió de Belgrado en 1732 para investigar el caso del supuesto vampiro que, al parecer, atacaba sistemáticamente a los miembros de una familia en una aldea remota. Cuando los funcionarios investigadores llegaron allí -entre ellos figuraban hombres de tanta importancia como el fiscal público- se les dijo que un aldeano, que había fallecido tres años antes, había regresado como vampiro para aterrorizar a su propia familia. Había matado ya a tres sobrinas y un sobrino desangrándolos por completo, y hubiera dado muerte a su quinta víctima -otra sobrina, bellísima- de no haber sido interrumpido en su tarea y obligado a huir en las tinieblas de la noche.

Los delegados oficiales y los supervivientes de la aterrorizada familia se reunieron alrededor del «vampiro» al caer la oscuridad. Cuando abrieron el ataúd, encontraron lo que, según todas las apariencias exteriores, era un hombre dormido (o tal vez inconsciente). Debiera haberse descompuesto mucho tiempo antes, pero lo cierto es que parecía tan rebosante de salud como cualquiera de los que contemplaban su tumba. Tenía los cabellos y las uñas largas, los ojos entreabiertos, y su corazón todavía latía. De acuerdo con la norma tradicional, el corazón del «no muerto» fue atravesado con una barra de hierro aguzada en un extremo. Brotó una mezcla horrible de líquido blanco y de lo que parecía ser sangre fresca, pero era preciso terminar el trabajo y, por tanto, cortaron su cabeza con un hacha y sepultaron aquellos restos macabros en una fosa llena de cal viva.


Según otra historia de vampiros, ambientada en el mismo lugar y en la misma época, un joven soldado húngaro, que se alojó en una granja de la localidad, se sintió trastornado ante la reacción de la familia propietaria de la misma cuando una noche, durante la cena, llegó un anciano y se sentó a comer con ellos. Tocó el hombro del granjero, y toda la familia dio muestras del más vivo terror. Al día siguiente explicaron al soldado los motivos de su actitud. Dijeron que durante aquella noche el granjero había muerto a causa, según ellos, del anciano que le había rozado; el anciano en cuestión era el padre del granjero, y llevaba más de diez años muerto. La desconsolada familia insistió en que no se trataba de un mero fantasma, sino de un vampiro. Impresionado por lo que había visto y oído, el soldado explicó el caso al jefe de su regimiento, el cual ordenó que se abriera la tumba del anciano. El siniestro visitante de la noche anterior yacía allí como si acabara de morir, pero sus venas contenían sangre «como la de un hombre vivo». Le fue cortada la cabeza y se dejó que su cadáver descansara, esa vez para siempre.
 

Una Cura Mortal

Entierro de un suicida en 1836. Los suicidas eran sepultados en las encrucijadas, y sobre sus tumbas se clavaban cruces.
Aunque la lucha contra el vampirismo variaba en ciertos detalles según los lugares, siempre era drástica, y no podía ser realizada por personas medrosas. La técnica favorita consistía en clavar una estaca de madera o de hierro en el corazón del supuesto vampiro (método también utilizado en Gran Bretaña para impedir que los espectros de los suicidas vagaran por la noche). Con frecuencia, el vampiro así tratado despedía un hedor repugnante, cosa que nada tiene de sorprendente, y en un caso se describió un cadáver que «se hinchó como una gran sanguijuela a punto de reventar». Los procesos normales de descomposición, con los que muchos lectores modernos distan de estar familiarizados, justificarían a la vez el olor insoportable y esta hinchazón grotesca, pero los campesinos supersticiosos, aterrorizados como estaban, no se detenían a considerar este hecho cuando se trataba de eliminar por medios expeditivos al «vampiro». Otro informe manifiesta que «brotaba en cantidad una sangre fresca y de color escarlata, por la nariz, la boca y cierta parte del cuerpo que la decencia impide nombrar». Sin embargo, los que están familiarizados con los efectos físicos de la muerte -enfermeras, personal de las empresas funerarias y verdugos, entre otros- saben perfectamente que estas emisiones no son raras cuando se relajan los músculos después de la muerte, tanto antes de que se instaure el rigor mortis como al dejar éste de ejercer sus efectos. Con muy raras excepciones, los cadáveres se descomponen, pero no todos los cadáveres no descompuestos son vampiros.

Existen, sin embargo, detalles curiosos que parecen indicar que ciertos relatos referentes a los vampiros señalan hechos anormales y que merece la pena investigar. Se ha dicho que uno de los «no muertos» lloró y gritó con rabia cuando le fue clavada la estaca. Esto hubiera sido ciertamente notable de haber estado el hombre verdaderamente muerto, pero no resultaría tan extraño si hubiera sido enterrado vivo aunque todo pareciera indicar su muerte, es decir, en estado de catalepsia. Y parece ser que algunas de estas historias han exagerado el tiempo que llevaba el «vampiro» muerto y enterrado, como veremos seguidamente.
dom Calmet, experto vampirólogo del siglo XVIII
En 1746, el monje francés dom Calmet, una de las primeras autoridades en vampirismo, trató de mantener una actitud objetiva en su búsqueda de la verdad. Y esta verdad no siempre resultaba fácil de discernir bajo el peso de numerosas supersticiones y de unos relatos más que confusos por parte de los testigos. No obstante, se vio obligado a admitir:
Se nos dice que los muertos vuelven desde sus tumbas, que se les oye hablar, que caminan, que atacan a hombres y animales cuya sangre arrebatan, haciéndoles enfermar y causando finalmente su muerte. Y la gente no puede librarse de ellos hasta que exhuman los cadáveres y atraviesan sus cuerpos con una estaca bien aguzada, o les cortan la cabeza, les arrancan el corazón, o queman los cadáveres hasta reducirlos a ceniza. Parece imposible no suscribir la creencia predominante según la cual estas apariciones proceden en realidad de sus tumbas.
Con todo, no es ésta una afirmación que soporte un examen minucioso. El relato de dom Calmet no es el de un testigo ocular, y su susceptibilidad ante la «creencia predominante» de su época hubiera podido convertirle en un cazador de brujas, un nazi o cualquier otro tipo de fanático sin la menor exigencia intelectual.

Sin embargo, el gran filósofo francés
Jean Jacques Rousseau fue mucho más allá al afirmar audazmente: «Si hubo alguna vez en el mundo un hecho garantizado y probado, es el de los vampiros. No falta nada: informes oficiales, testimonios de personas de alta categoría, de cirujanos, de religiosos y de jueces; las pruebas judiciales son abrumadoras.»

Con todo el debido respeto a un gran hombre, Rousseau muestra mayor fe en las «personas de alta categoría» que en los vampiros. Y no es verdad -al menos en su declaración- que «no falte nada»; ciertamente abundan las pruebas a favor, pero Rousseau no podía tratar con tanta ligereza el tema del vampirismo.
 

La Superstición Predominante

Montague Summers. Muerto en 1948, creía firmemente en los malignos rasgos sobrenaturales que caracterizan al vampiro.
El clérigo británico Montague Summers, autor de textos sobre ocultismo, erró por el otro extremo, el del escepticismo, al asegurar que «en Rumania encontramos reunidas, alrededor del vampiro, casi todas las creencias y supersticiones que prevalecen en toda la Europa oriental».

Pero a finales del siglo XX se encuentran todavía personas que creen en los vampiros como seres reales y sobrenaturales. El reverendo
Neil Smith, conocido exorcista de Hampstead, en Londres, cree que incluso en la populosa capital existen vampiros. Según él, son mitad animal y mitad ser humano, y absolutamente malignos. Descarta la idea de que los ataques de los vampiros sean todos «fruto de la mente» de la supuesta víctima, y cita lo que para él constituye una prueba indiscutible de su existencia, pues asegura haber intervenido personalmente en varios casos de vampirismo. Una víctima le enseñó «las marcas en sus muñecas, que aparecían la noche en que le era extraída sangre, marcas casi iguales que las realizadas por los arañazos de un animal». Niega con vehemencia que estas marcas pudieran haber sido infligidas por la misma víctima, y cita otro ejemplo de un hombre en Sudamérica, que presentaba un fenómeno similar, «como si un animal le hubiera atacado y chupado la sangre».

Y desde luego, no sólo los vampiros atacan a los seres humanos. A juzgar por un número creciente de pruebas, también lo hacen los poltergeists, los humanoides y otros fenómenos semejantes. Tal vez los vampiros sean «reales» en el sentido de que proceden de otro tiempo o lugar, de otra dimensión; tal vez sean en parte carne y en parte materialización. Sabemos tan poco acerca de lo paranormal, que literalmente cualquier cosa puede resultar posible. No obstante, unos cuantos rasgos característicos, relacionados con la sed de sangre que anima al vampiro, pueden aclarar algunos puntos.


Desde tiempos inmemoriales, el consumo ritual de sangre ha sido, en todo sacrificio, el elemento vital para conseguir energías y propiciar a los dioses. Para que un ser viva debe tener sangre, y la mente primitiva establecía una ecuación según la cual a más sangre correspondía más vitalidad. Los aztecas vertían sangre humana en las bocas de sus ídolos para apaciguarlos, en tanto que los rajás indios bebían sangre de las cabezas recién decapitadas a fin de hacerse con fuerzas superiores. Los antiguos chinos se comían los cerebros de los muertos más reverenciados para obtener sabiduría, y en la misma época vigilaban el cadáver antes de darle sepultura, para evitar que un perro o un gato se aproximara a él y lo mordiera, cosa que, según ellos creían, convertía al difunto en vampiro.


Los romanos, pese a sus excesos en otros aspectos, se horrorizaban al oír las historias según las cuales los cristianos, como parte de su culto, comían carne y bebían sangre. De hecho, parece probable que una ínfima minoría de los primitivos cristianos, al confundir la naturaleza simbólica de la comunión con el pan y el vino, hubiesen recurrido al canibalismo. Pero beber sangre, por más que pueda antojársenos un acto repulsivo, es algo muy diferente del vampirismo sobrenatural, y todo ello parece hallarse a años luz de nuestro «ilustrado» mundo moderno. Con todo, en fecha tan reciente como 1973, y en un escenario absolutamente insólito para tales manifestaciones, el temor atávico al vampiro provocó la muerte de un hombre.


El hecho sucedió en Stoke-on-Trent (Staffordshire, Inglaterra) en el corazón del «distrito de las cerámicas», una localidad en otro tiempo pródiga en actividades comerciales y escándalos de nuevos ricos, pero que actualmente se distingue tan sólo por una grandeza decadente y una sensación de inútil despilfarro. Por consiguiente, la hilera de lóbregas casas de estilo gótico, conocidas como «The Villas», no parece fuera de lugar en este paisaje melancólico. Pero lo que sucedió en la casa número 3 no puede considerarse en absoluto como un hecho natural.


Demetrious Myicura
murió allí en circunstancias tan extrañas como espeluznantes. Poco se sabía acerca del difunto, excepto que era un inmigrante polaco que había llegado a aquella región 25 años antes, y que desde entonces había trabajado allí.

Un buen día no compareció en su puesto de trabajo, y nadie le vio durante varios días; preocupados, los vecinos avisaron a la policía.
John Pye, un policía joven e inteligente, realizó una investigación. Al parecer, Myicura sentía una extraña aversión a la electricidad, ya que en su habitación habían sido eliminadas todas las bombillas. Utilizando su linterna de bolsillo, John Pye examinó el lugar. En el suelo había periódicos esparcidos por doquier, así como una vieja sartén debajo de la cama en la que yacía el muerto, semicubierto por un montón de ropas viejas y mantas deshilachadas. Completamente vestido, con una mano debajo de la cabeza y la otra reposando sobre su cintura, daba toda la impresión de estar durmiendo, excepto por el hecho de que su boca estaba completamente abierta, lo que confería a su rostro una expresión de horror.
 

Circunstancias Sospechosas

Demetrious Myicura, muerto en 1973, al parecer obsesionado por ahuyentar a los «vampiros».
El informe del forense indicó que el hombre se había asfixiado al atragantarse con una cebolla en vinagreta. Por otra parte, no tiene nada de raro que la policía y los vecinos encuentren muertas a personas solitarias, algo excéntricas, que viven en un ambiente misérrimo. El incidente hubiera podido pasar prácticamente desapercibido de no haber intrigado a John Pye un par de detalles en aquella habitación caótica, detalles que ni siquiera valía la pena mencionar en los primeros momentos, porque no parecían guardar relación alguna con el fallecimiento del desdichado.

En primer lugar, la habitación había sido generosamente espolvoreada de sal. Entre las piernas de Myicura había una bolsa llena de este producto, y otra detrás de su nuca. Había también sal mezclada con orina en varios recipientes distribuidos por toda la habitación y un cuenco colocado boca abajo sobre la repisa de la ventana ocultaba una mezcla de excrementos... y ajo.


Estos curiosos y desagradables detalles recordaron a Pye algo que había oído o leído en alguna parte, y de pronto se le ocurrió lo que podían significar. Fue a la biblioteca y consultó
La historia natural del vampiro de Anthony Master (1972). Sus sospechas se vieron confirmadas: la sal, la orina y el ajo constituían los elementos de un ritual antiquísimo para protegerse contra los vampiros.

Persuadió al juez de instrucción para que se examinara de nuevo la «cebolla en vinagreta», y resultó que, como John Pye había sospechado, se trataba en realidad de un diente de ajo. Myicura debía de haber sufrido terribles agonías de horror en su habitación, tan aterrorizado por los vampiros que llegaba incluso a dormir con un diente de ajo en la boca, y fue este «dispositivo protector» lo que finalmente le causó la muerte por asfixia.


Las obsesiones, especialmente entre las personas solitarias, adoptan formas diversas, y es evidente que ese hombre padecía la obsesión de los vampiros. Procedía de la Europa oriental, donde el miedo a los «no muertos» todavía es corriente; vivía solo, y bien cabe la posibilidad de que su mente estuviera desequilibrada.


Pero, aunque nadie sabrá nunca si estas abominables criaturas fueron alucinaciones o proyecciones de su mente, o bien la fantasía de un enfermo, el terror que inspiraban era real. Por tanto, no es erróneo decir que finalmente fueron los vampiros quienes acabaron con él.

El primer vampiro de Europa habría sido un aldeano croata

Jure Grando murió en 1656 y, según cuenta la leyenda, se levantó de su tumba para atemorizar a los pobladores de Istria. Hoy esta localidad saca provechó de esta historia para atraer turistas
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Kringa (EFE) . Dos siglos antes de que Bram Stoker inundara la cultura popular con su “Drácula”, un vampiro croata llamado Jure Grando ya sembraba el terror entre los aldeanos de Istria, hasta el punto de que sus andanzas le han valido el título de primer muerto viviente de Europa.
El legado de este vampiro sigue hoy vivo como atracción turística en Kringa, la semidesierta localidad croata donde vivió, murió, se levantó de la tumba y fue de nuevo muerto por sus paisanos.
En el camposanto del pueblo, ninguna tumba lleva su nombre y nadie sabe dar pista de ella. “Esa tumba jamás existió”, aseguró con lúgubre fastidio a Efe una mujer en el cementerio local.
“Los vecinos probablemente derribaron y cubrieron la tumba por miedo a que Grando volviera como vampiro para maltratarlos”, explicó Igor Rajko, empleado del museo dedicado al vampiro. “Hay sepulcros sin nombre”, añadió enigmático.
Uno de ellos, un imponente sepulcro anónimo, resistió todos los intentos de ser fotografiado o filmado por la reportera: entre todos los archivos, sólo estos bloqueaban continuamente la computadora en un curioso fallo técnico. O algo más.
LA LEYENDA DEL PRIMER MUERTO VIVIENTE
La leyenda cuenta que Grando fue un campesino que murió en 1656 y se transformó en un maléfico ser que se levantaba de su tumba. El vampiro abusaba sexualmente de su propia viuda, quien describió con horror como el cadáver de su esposo se le aparecía con una sonrisa espantosa, la boca sangrienta y haciendo un ruido horripilante esforzándose por respirar.

Para poner fin al maleficio, el párroco asaltó al vampiro con un crucifijo demandando que dejara de aterrorizarlos. Aunque las lágrimas salieron a los ojos del espectro, Grando siguió aterrorizando a la aldea hasta el punto de que un grupo de lugareños lo atraparon y trataron de perforar su corazón con estacas de madera.
La historia cuenta que ni siquiera el más conocido remedio contra los vampiros surtió efecto y que en las noches siguientes Grando se vengó de sus agresores: tocaba a las puertas de los que le habían atacado y en cada casa alguna persona moría después de grandes sufrimientos como si alguien le hubiera chupado la sangre.
EL FIN DE GRANDO
No fue hasta 1672 cuando, en un nuevo intento de poner fin a la maldición, nueve audaces aldeanos y el párroco acordaron degollar a la criatura maléfica mientras descansaba en la tumba.

El más valiente entre ellos, un tal Stipan Milasic, logró tras una batalla feroz cortarle la cabeza mientras el vampiro saltaba y chillaba horriblemente. De la herida salió tanta sangre que cubrió a los presentes. Cuando rebosó de la tumba, el monstruo finalmente se rindió.
ATRACCIÓN TURÍSTICA
Desde entonces la paz volvió a Kringa. La misma paz inalterada que ahora perturban solo los turistas interesados en el vampiro.

En el café “Jure Grando” se sirven cócteles especiales como la “Sangre de vampiro”, el “Beso de vampiro” y el “Orgasmo vampírico”.
En el restaurante “Danijela” se sirven platos como “Pollo diabólico”, embutidos de sangre y “Venganza de vampiro”, un helado de ajo, un tradicional repelente de vampiros.
En el café se organizan festivales de literatura fantástica y el contiguo Museo de Jure Grando se ofrece objetos de la tradición popular como ataúdes y un antiguo recetario contra vampiros.
REGISTRO HISTÓRICO
El vampiro de Istria ya fue descrito en 1689 por el historiador esloveno Johann Weichard von Valvasor en “El Honor del Ducado de Craim”. También Herman Hesse se refirió a él en 1925 en una obra sobre leyendas de brujería y espectros.

“Jure Grando es el más antiguo vampiro documentado en Europa, con nombre y apellido, año de aparición, testigos, hasta la descripción de su carácter”, comentó a Efe el escritor croata Boris Peric.
Peric, que estudió a fondo este fenómeno, aseguró que la figura de Jure vive hoy en la de Drácula ya que el caso inspiró, a través de Valvassor, la literatura de horror del romántico siglo XIX.
“Tras conocer el cuento, Lord Byron empezó a escribir su “Vampiro”, terminado por John Polidori, sobre lo que luego se desarrolló toda esa literatura sobre vampiros que conocemos, a partir de Stoker hasta las películas que tenemos hoy”, afirmó. 

Entrevista a Miquel Aracil
   
Entrevista realizada en mayo de 2007 por Rafael Beltrán.
En primer lugar quisiera agradecerle la deferencia de contestar a nuestras preguntas.

RB- ¿Qué edad tiene usted ahora?


MA- Hoy, 6 de mayo, acabo de cumplir 52 años.


Se da la grata casualidad de que acaba de publicar un nuevo libro recientemente, “Vampirismo, sangre, muerte y pasión” que es su tercera incursión específica en el mundo de los vampiros, aunque cuenta con una dilatada experiencia con al pluma en asuntos de sobre ciencias ocultas y enigmas.


RB - ¿Qué ofrece de nuevo este libro?


MA- Pues sí, tengo 45 libros publicados, y esta es mi tercera y “última”, o eso al menos pienso ahora, incursión dentro del campo del vampirismo. Este nuevo libro, es el complemento del que anteriormente publiqué en editorial EDAF, y en el que se abarcan temas poco conocidos del mundo de los “no-muertos”. Intenté, y creo que lo he conseguido, salirme un poco de la “ortodoxia vampírica” y principalmente contar experiencias vividas personalmente en lugares tan distintos como el África subsahariana, Venecia, o la misma Barcelona y sus “góticos” ( entrevistando a alguno de sus líderes). También, dar a conocer alguna anécdota curiosa y desconocida, como la que me contó una tarde mi colega y vecino de muchos años (más de 20) el escritor Ramón Moix, más conocido como Terenci Moix, sobre la película “maldita” de Drácula, hecha en 1931 por españoles e hispanos.


RB - Por qué no ha publicado de nuevo con EDAF ya que su anterior volumen sobre el tema estuvo en la colección de Iker Jiménez?


MA – Hoy es un buen día para mi. Mi cumpleaños, el día de la Madre, en la que recuerdo a la mía, muerta hace muchos años, o a mi esposa. Dejemos que el día siga siendo bueno. Gracias


RB Retrocedamos en el tiempo. Quiero preguntarle por su interés por los vampiros. Pero primero debo hacerle otra pregunta

¿Qué es para usted un vampiro? No le pregunto si cree en cuerpos que vuelven de la tumba o que chupan sangre para no morir del todo, no, no. Le pregunto por lo qué usted entiende que es un vampiro, independientemente de que crea o no en su existencia.

MA- Dejando bien claro que soy agnóstico, y como tal, no creo en la resurrección de NADIE, el vampirismo es ante todo para mí, la obsesión del ser humano, desde que “inventó” a una divinidad y “ el otro mundo”, por el Más Allá, y el posible regreso de algún ser, querido, o más generalmente, odiado, para molestar a los vivos. Nací en el 1955, y en aquel tiempo las películas de vampiros, de bajo coste en general (Hammer...) llenaban las carteleras, y para mi, un niño, aquellos seres saliendo de sus ataúdes, me llenaban de temor, y por lo tanto, de pasión. En el prólogo de mi último libro comento el tema. Encuentro a faltar en España más asociaciones, además de la de ustedes, que se dediquen a promocionar e investigar SERIAMENTE el tema, al igual que sucede en otros países. Le voy a comentar una anécdota. Hace menos de un año una conocida librería especializada en esoterismo me pidió si le dejaba mi colección de objetos –y libros– relacionados con el vampirismo, y que me he traído de diferentes países, para realizar una exposición –detrás de ello, estaban sin duda las ansias de dicho establecimiento en atraer nuevos clientes– y cuando ya estaba todo más o menos coordinado, decidieron que no, pues “temían a cierto público”, –palabras textuales–.


RB- ¿Y cuando comenzó a interesarse específicamente por los vampiros?


MA- Ya lo he dicho anterioremente, de pequeño. Recuerdo con cariño los primeros libros de vampirismo que cayeron en mis manos. Más tarde, con casi 25 años, dejando un poco el periodismo deportivo y de naturaleza, entré de colaborador primero, y coordinador de redacción más tarde en la pionera, “difunta” y mediocre revista
Karma 7, y publiqué mi primer reportaje sobre vampiros, recién llegado de un largo viaje por Valaquia, Transilvania, Moldavia, y la Moldavina, donde por cierto, los únicos “vampiros” que vi, llevaban la hoz y el martillo en el carné del partido... y en lugar de sangre, buscaban como locos, los dólares y marcos alemanes, para ellos, “oficialmente” dinero asquerosamente capitalista e imperialista

RB. Desde la publicación de “Vampirismo, magia póstuma de los no-muertos” estuvo muchos años sin publicar nada más específico sobre los vampiros. ¿Por qué volvió a hacerlo? Aunque señala alguna cosa sobre el asunto en “Vampiros. Mito y realidad de los no-muertos” a mi no me ha quedado del todo claro.


MA- Si dejamos de lado mi libro “El chupacabras, un verdadero expediente X, donde, aunque fuera de refilón toqué el tema vampírico, y algunos capítulos en mi colección “La Cataluña maldita” – cuatro títulos, y no confundir con La Cataluña mágica, otra colección también mia, y con diez títulos– decidí escribir de nuevo sobre el tema a petición, mientras comíamos un mediodía, de Iker Jiménez Elizari, sobradamente conocido de todos. Iker iba a empezar una colección editorial titulada Los archivos de Ike” y me pidió un libro sobre el tema. Sin ningún tipo de dudas, aunque solo fuera por la publicidad que el periodista vitoriano hizo en sus programas, fue el libro de vampiros en castellano más vendido, con tres ediciones –la primera superó holgadamente los 6000 ejemplares y se agotó apenas tres semanas después de su aparición–.


RB. Uno de los casos que ha levantado más expectación en España sobre vampiros es el del llamado “ataúd maldito”. Siempre he tenido una duda relacionado con usted y el caso.

¿Por qué no publico nada sobre el asunto en su libro de 1986 si conocía del asunto en 1983?.
 
M.A. El editor de Arbor Liber, Josep María Merín, no quería que se tocaran ciertos temas, y un ejemplo sería que en mi libro de la misma editorial, actualmente IMPOSIBLE de encontrar, Montserrat, montaña mágica, no se llegó a abordar el tema de los nazis (Himmler), el Grial y Montserrat, uno de los que más me interesaba. No creo que fuera por culpa de él directamente, sino de su socio por aquel entonces, profesor de la Universidad de Barcelona, y también escritor.

RB- ¿Qué opina del desenlace final de este caso y el hecho de que finalmente se tratara de una obra de ficción de Alfonso Sastre mal interpretada por un abogado de aquí Madrid?


MA- Sigo creyendo, y lo he dicho últimamente en más de una ocasión que, aunque conozco el tema de dicho relato, sigo creyendo que se basó en “algo” que sucedió hace muchas décadas. Se me ha preguntado si el contenido de mi libro (novela)
La sonrisa de Chac era todo ficción, y ya he comentado que estaba basado (incluidos algunos personajes) en un tema real. Creo que con el tema del ataúd maldito, sucede o sucedió lo mismo, Otra cosa es que los “racionalistas”, los que se dedican a destruir misterios, posiblemente por que no pueden vender un libro de otra manera (no quiero pensar en factores crematísticos o de cilicio), se obsesionen en buscar “racionalismos” a todo lo que ven. Un ejemplo sería el bodrio de colección que alguien ha publicado para destruir temas paracientíficos (en la ACEF lo llamamos la colección “basura amarillla”), y en el que han colaborado muchos “racionalistas” y que tuvo, según tengo entendido, un éxito patético, al igual que otros libros “racionalistas” que han terminado en manos de salderos como Galaxia, Pabir, u otros.

RB- Finalmente, ¿Quiere añadir alguna cosa más?


MA- Pues sí, aunque no os conozco demasiado, y he escuchado algunas opiniones un tanto tendenciosas sobre vosotros, o al menos sobre alguno de vuestros miembros, por ser del grupito de los autodenominados “racionalistas”, creo que, sois la única, que yo sepa, asociación española dedicada a estudiar seriamente estos temas. Descarto los grupos del “morro duro” que intentan con el vampirismo, u otros temas misteriosos o pseudomisteriosos, hacer el agosto, y les es igual un supuesto caso de vampirismo, el Arca de la Alianza, el yeti en pijama, o el “regreso de los templarios”, si con ello consiguen hacen un euro

Me gustaría pensar que, algún día organicéis un Congreso Nacional de Vampirismo, sin miedo por parte de algunos, a poner su pedigrí académico en peligro. Mis felicitaciones más sinceras, y que seáis los que seáis ( ya he dicho que sois un arcano para mi) tengáis toda la suerte del mundo, y finalizo con un comentario MUY PERSONAL: Sería interesante que en lugar de intentar “petar” algunos casos, como quizá hagan algunos de vuestros miembros (si es una paranoia mía, perdón, pero no creo que sea el caso), os dedicarais a buscar por archivos, tradicionarius, y demás documentos, “supuestos” casos de vampirismo en España. Seguro que daría buenos resultados, y nuestro país, se lo merece. En uno de los capítulos de mi último libro, en el que trato de otro “supuesto” caso de vampirismo, o algo parecido, en la Cataluña del siglo XVII, estoy esperando que los “racionalistas” acudan a preguntar a la zona, con la intención de “bombardear” el tema, y posiblemente se dejen en el tintero tradicionarius, costumarios de leyendas, etc, donde se habla, de una forma más o menos rápida, de dicho caso.

Muchas gracias por responder a nuestras preguntas  

El Van Helsing del siglo XXI.

A lo largo de la historia ha habido diversos casos de vampirismo y de gente que supuestamente ha visto y perseguido a estos seres. Uno de los casos más espectaculares ocurrió en 1970 en Londres, y su protagonista, un particular “Van Helsing”, llamado Sean Manchester, que en la actualidad dice haber acabado con más de 30 vampiros, encabezó esa noche una peculiar cacería.


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En el norte de Londres, se encuentra el cementerio de Highgate, considerado bien cultural y que alberga las tumbas de personajes ilustres como Karl Marx o la familia de Dickens. Este camposanto es un lugar de peregrinación turística por su belleza,  ya que alterna una zona boscosa con fauna semi-salvaje y unas grandes avenidas con mausoleos góticos muy llamativos. Ya hablamos de este cementerio aqui.
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Pero no solo por su belleza acuden los turistas, también lo hacen atraídos por los macabros hechos que allí ocurrieron la noche del 13 de marzo de 1970, y es que en este cementerio se produjo el suceso vampírico más famoso del último siglo.
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Los hechos se remontan 3 años atrás, a 1967, cuando una pareja relató que había visto salir de sus tumbas a varios muertos. El fenómeno fue creciendo, así como los casos de supuestos testigos que habían visto algo similar. El 7 de marzo de 1970 tres niños descubrieron el cadáver decapitado de una mujer que había sido enterrada en 1926. Televisiones   como la Thames, o la BBCcontribuyeron a extender el fenómeno, y esta vorágine desencadenó que el 13 de marzo del 70, el cementerio de Highgate, se viera invadido por una multitud de personas frenéticas y armadas que pretendían dar caza a los vampiros del lugar sin que la policía pudiera frenarlos. Los que se acercaban a curiosear acababan invadidos por esa euforia y el grupo se hizo incontrolable.
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Los encabezaba un extraño personaje llamado Sean Manchester, autonombrado Obispo de Glastonbury Superior General dela Orden OrdoSancti Graal, además de ser fundador dela Sociedad Sacerdotaldela Preciosísima Sangre, y que se consideraba a sí mismo el Van Helsing del siglo XXI y descendiente de lord Byron.
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En el libro publicado por él, y titulado “El vampiro de Highgate”, Manchester narra en primera persona lo que ocurrió aquella extraña noche cuando atravesaron las puertas del cementerio para dar caza al vampiro que creían moraba en el interior:
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“Reinaba la oscuridad y una horrible pestilencia asaltaba nuestras fosas nasales. Las plataformas soportaban un gran número de ataúdes carcomidos. Me tome la molestia de contarlos y observe, después de comparar su numero con las inscripciones fúnebres de la fachada, que había uno de mas. Pero ¿cual era? Advertí un sarcófago situado a ras de suelo, al fondo de la gruta; estaba mejor conservado que el resto y no tenia marca alguna de la identidad de su ocupante.
Después de acercarnos con extrema prudencia, y el corazón encogido, levantamos la tapa. No estaba vacío, había un cuerpo que no parecía ni vivo ni muerto. Desconcertados, contemplamos durante unos instantes interminables aquel espectáculo que desafiaba toda explicación lógica. Uno de mis acólitos comento, rompiendo el silencio, que no llevaba mucho tiempo muerto. Pero la gruta tenia mas de un siglo y no había acogido recientemente a ningún difunto.
Apenas hubo pronunciado estas palabras, esgrimí una estaca de madera de álamo, cuya punta sitúe en el flanco izquierdo del cuerpo, entre la séptima y la octava costilla. El sol se estaba poniendo. Con un fervor aun mayor, me puse a exclamar las formulas de exorcismo que retumbaron contra las paredes de la gruta: ¡Avanza, ser pérfido, portador de todos los males y de todas las falsedades, enemigo de la virtud, perseguidor de los inocentes! ¡Cede tu lugar, viciosa criatura! ¡Cede tu lugar, espíritu maligno! ¡Cede tu lugar al Cristo!.
Poco después, se elevo de las tumbas un sordo fragor, acompañado de poderosas y profundas vibraciones. Atemorizada, Luisa soltóla Bibliaque sostenía. Uno de mis ayudantes la retuvo en el instante en que se disponía a salir del círculo. El crepúsculo se cernía sobre nosotros.
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estado en el que Manchester dejó el cadaver del supuesto vampiro.
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Blandiendo el gran crucifijo que empuñaba con la mano derecha, exclame: ¡Vete, horrible demonio! ¡Regresa con los tuyos y no vuelvas jamás a atormentar a los hijos de Dios Todopoderoso!. Dicho esto, lancé la cruz con todas mis fuerzas a las tinieblas de la gruta. Tan solo el silencio me respondió. Permanecimos durante largo tiempo envueltos por ese silencio de mármol, sin osar movernos. Finalmente anuncie que todo había concluido y pudimos partir.
Al recogerla Biblialanzada por Luisa, observe que había caído abierta por una pagina del Deuteronomio. Mis ojos se deslizaron sobre las palabras: “Asegúrate solamente de que no comerás sangre, pues la sangre es la vida…” (Capitulo 12, versículo 23).
Siguiendo nuestra recomendación, tapiaron con ladrillos y cemento la entrada de la gruta.” .
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Manchester hizo al cadáver, lo que él llama “Técnica antigua de extermino vampirico”, consistente en  clavar la estaca es el corazón, para después cortar la cabeza, rociar el cuerpo con agua bendita, introducir una hostia en la boca y después quemar los restos.
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A pesar de encontrar el cuerpo con estas prácticas, Manchester no fue procesado, y siguió con estas prácticas por varios cementerios de Inglaterra. En una entrevista realizada en 1985, se jactaba de haber acabado con 30 vampiros siguiendo su curioso ritual.
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Sean Manchester en la actualidad
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Actualmente, Manchester continúa su actividad, e incluso tiene imitadores como el caso de David Farrant, que se dedica a dirigir cacerías por el cementerio cada cierto tiempo.
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 David Farrant  

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