LA SOCIEDAD DE LA NIEBLA
Escritores de renombre mundial como Alejandro Dumas, George Sand, Julio
Verne, así como otros influyentes personajes de la escena cultural y
social de la Francia del siglo XIX, estuvieron vinculados a una extraña
sociedad secreta conocida como 'La Niebla', y cuya existencia parece que
transformó silenciosamente la mentalidad y la ideología de millones de
personas en todo el mundo.
JULIO VERNE Y EL ESOTERISMO
El escritor Michel Lamy es el autor
del estudio Julio Verne y el esoterismo. Los viajes extraordinarios, los
rosacruces. En él, encuentra signos de un lenguaje escondido en las
novelas del autor francés, pertenecientes a un saber oculto que Verne
compartía con su descubridor y editor, Hetzel, masón de alto grado y
cercano a las sectas esotéricas. Con toda probabilidad, Hetzel –de quien
Verne dijo en una de sus cartas que era «un guía especial»– pidió al
escritor que desarrollase temas esotéricos, petición atendida también
cuando, en sus últimos años, una crisis espiritual alejó a Verne de
estas creencias.
Lamy analiza en su ensayo aspectos de las novelas de Julio Verne como
tramas, símbolos y los significados escondidos en los nombres propios,
revelando su carácter iniciático, la insistencia en el viaje como
momento de purificación e iniciación, los fenómenos mágicos y, más
específicamente, el uso de leyendas y creencias pertenecientes a sectas
esotéricas francesas del siglo XIX. En suma, son novelas que divulgan un
pensamiento anticristiano, en la línea de otros escritores como George
Sand, Balzac, Nerval, Anatole France y toda una élite literaria sensible
a las ideas de magos como Eliphas Levi, Papus o Péladan
Las sectas esotéricas, todas de carácter marcadamente elitista,
comparten la voluntad de difundir las propias convicciones entre la
gente común a través del arte, que se convierte así en sugestivo
vehículo para dar una visión del mundo nueva y anticristiana.
Considerando el éxito que alcanzan en nuestros días libros más o menos opuestos al cristianismo, como El Código da Vinci, o Harry Potter,
el estudio de Lamy merece atención. El volumen saca a la luz elementos
de las novelas de Verne que apuntan a un profundo conocimiento
iniciático, y que Lamy liga a grupos esotéricos evidentemente conocidos
por el escritor. Entre ellos, la masonería, presente en la historia del
priorato de Sión, de los templarios y del Grial –todo ello reiterado por
El Código da Vinci–; Lamy reconstruye con paciencia posibles cadenas de
transmisión, como las relaciones de Verne con Emma Calvé, célebre
cantante lírica que gravitaba en torno a los ambientes esotéricos de
Saint-Sulpice.
En otras obras, como De la tierra a la luna; La vuelta al mundo en
ochenta días; Matías Sandorf –que contiene ilustraciones con el rostro
de Hetzel–; y Robur, Lamy encuentra trazos de la tradición rosacruz,
resurgida en Francia en el siglo XIX gracias a Stanislas de Guaita, al
cual hacen referencia las aventuras de Arsenio Lupin. Pero Lamy
encuentra, en el recorrido literario de Verne, la influencia de una
secta rosacruz muy elitista, Golden dawn, en cuya deriva estaba también
Bram Stocker, el autor de Drácula. Lamy habla de cómo el autor francés
incluye castillos en los Cárpatos, semidemonios y vampiros, y cómo
encuentra solución a los enigmas en la electricidad, la energía
invisible que hacía soñar a los espiritistas.
De la tradición rosacruz –que habla de un mundo subterráneo en el que viven seres superiores–, Verne pudo haber
extraído la idea para Viaje al centro de la tierra. El lazo con los
rosacruz se extiende a la secta de los Iluminati, de Baviera, nacida
para contrarrestar la acción de los jesuitas, a quienes consideraban
enemigos del provenir y de la Humanidad. A esta asociación pertenecieron
grandes esotéricos, como Cagliostro y el Conde de Saint Germain, quien
afirmó que las religiones fueron fundadas sobre la impostura y la
quimera.
Sociedades secretas y complots de misteriosos personajes, para
encaminar el mundo en la dirección que deseaban, fueron fenómenos que
llegarían hasta el comunismo y el nazismo. Parece un argumento extraído
de una novela del mismo Verne, pero hace falta reflexionar sobre el
papel de una literatura –también la de nuestros días– muy difusa, y
orientada a reforzar la fraternidad entre los hombres que preparan un
evento futuro. Anticristiano.
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