martes, 20 de noviembre de 2012

Una leyenda de vampiros

La historia que a continuación se relata sucedió en 1980, una recóndita aldea de nombre La Majada perteneciente al municipio de El Triunfo, Choluteca, dicha aldea colinda con la hermana republica de Nicaragua, al sur se encuentra una hacienda de nombre Hato Nuevo la cual había quedado abandonada por el conflicto interno ( guerra civil 1977 entre Sandinista y la Guardia de Somoza de Bayle) de aquel país, Nicaragua, quedando a vivir unas pocas familias en aquella soledad.

Don Basilio Ramírez, padre de nueve hijos a quienes sostenía con los productos que obtenía de la labranza del campo, doña Eulalia Quiñónez humilde señora que se encargaba de cuidar a los pequeños e ir ayudar a trabajar en la milpa de su marido, sus demás hijas Petrona de 18, Olivia de 16, Marcia de 14 y otra de 10 años que a su corta edad ya conocían las faenas diarias que se realiza la gente en esos sectores para poder sobrevivir. Tenían un niño menor de nombre Concepción, quien era el querer de aquella familia que en sus modismo le decían “Conchito”.


En ese año llegó desde Nicaragua un señor de nombre Amado Maradiaga de Contextura Gruesa, pelo crespo y de un carácter cejijunto quien venía en calidad de refugiados por la guerra que se desarrollaba y en solidaridad con ello, Don Marcelino Centeno le brindó posada en su casa mientras finalizaba el mencionado conflicto.


Amado ayudaba en cualquier trabajo que le dijeran mostrando una conducta intachable, conversaba solo cuando le hacían una pregunta o tenia que solicitar alguna cosa. Pero poco a poco se le
fue observando algo extraño, pues le decía a los hijos pequeños de don Marcelino que fueran a la montaña de Las Ramírez a cazar garrobos a las doce de la noche lo que es sabido que estos animales durante la noche pernoctan siendo difícil capturarlos como presa.

Pasaron los días y la tranquilidad fue siempre la misma, todo se desenvolvía en una forma normal; pero una noche llegó Amado ingerido de bebidas alcohólicas y con una voz detonante le dijo a Don Marcelino:


¡Oye viejo! ¡vamos a esa montaña a buscar venados!

No hombre en esa montaña no hay nada de eso.
Pues vamos a buscar a la Segua para pis... o al Diablo mi hermano para que me de pisto, vamos no tengas miedo, regresaremos rápido.

Amado insistía que fueran en la umbra de la noche a la cima de la montaña, pero don Marcelino no accedió a la rogante conquista de Amado, quedándose éste profundamente dormido. Al siguiente día don Marcelino le reclamó de las frases soeces e incoherentes que había dicho la noche anterior, contestando con sumisión “Perdóneme, creo que me pase de guaro, no volverá a pasar”.


Mientras que en la familia Ramírez Quiñónez, don Basilio le decía a su hija mayor que tenía que ir a comprar una provisión para el sustento diario a Nance Dulce que estaba como a unos cinco kilómetros de distancia; Petrona tenía que transitar aquel camino solitario existiendo solamente los vestigio de una hacienda, otra que había sido abandonada.


Doña Eulalia le decía:


Oye Petronita tenes que ir a la “aldella” del Nance a comprarte unas bolsitas de café, una libra de azúcar, los frijolitos para mañana y una bolsita de sal, “oiste mija.”


Si mama, pero yo sola me da miedo, ya es tarde.


No mija, llevate a Conchito pa’ que te acompañe hasta la “aldella”.


Mamá voy a traer la yegua.


No Conchito, no miras que una araña orinó a la pobre y no puede caminar; pero no esperes mas mija, apúrate.


Está bien mamá, Conchito alístate vamonos que se nos hace tarde.


Era la una de la tarde cuando salio Petrona y su hermanito portando una camiseta con dibujos, un sombrero de paja, iba descalzo por la pobreza que sufrían no le habían comprado zapatos, llegaron a la aldea e hicieron las compras teniendo en cuenta la ilusión de regresar temprano; compararon un posicle (charamusca), sastifecho por la compra decidieron retornar apresurando el paso ya que el sol se ocultaba en el ocaso de las serranías, ella venía adelante y el niño atrás jugando con piedrecillas que encontraba a su paso, al llegar al cruce de dos caminos, Petrona detuvo la marcha para decirle a su hermanito que apresurara el paso, pero de repente observó que aparecía Amado lo cual le dio un poco de valor y dijo para sus adentro “Allá viene Amado Maradiaga, que bien, acompañado es mejor”. Petrona notó que Amado venía caminando agigantadamente pasándole al niño y estando cerca de ella le gritó:

¡Ahora si! Amorcito te llegó el día en que fueras mía.

La muchacha asustada emprendió veloz carrera, siéndole difícil de alcanzarla, se regresó encontrándose con el niño, lo agarró, con una macabra y espeluznante carcajada gritaba:


¡Ahora si papito! ¡encontré lo que quería!


Y comenzó a lanzar la criatura por los aires cayendo ésta y rebotando en el suelo como si fuera una pelota de hule, llevándose al niño rumbo a un riachuelo ignorando su paradero. Mientras que la muchacha llegó a su casa aterrorizada queriendo descifrar palabras pero no le entendían, sus padres angustiados por tal situación le preguntaron:


¡Qué te pasó mija!, ¡que fue! ¿Conchito dónde está?


Sólo expresiones guturales descansó un poco y relató lo sucedido. Momento después dio inicio la búsqueda del niño pidiendo auxilio a los vecinos, acudiendo éstos de inmediato al socorro de la familia, se organizó un considerado grupo de personas para la búsqueda, haciéndolo por todos los potreros, cerros y rincones del sector sin encontrar nada como si la tierra se lo hubiera tragado. A las cuatro de la mañana apresaron a Amado Maradiaga en lugar de nombre “Marañón” estaba en estado de ebriedad, riéndose y mofándose de las personas que estaban frente a él quienes le preguntaban donde tenía la criatura proporcionando respuesta negativas, cuando en eso instante llegó don Basilio cansado y empapado por el sereno de la noche enfadado le preguntó:


¿Dónde tenés a mi hijo hijueputa? ¿Dónde lo dejaste?, si no me decís ahora mismo te voy a matar maldito.

Chilo calmate, tu hijo lo tengo bien cuidado en mi casa.
Dámelo pues ahora mismo.

Con lágrimas, don Basilio le suplicaba que le entregara a su hijo, pero aquellas frases hacían oído sordo en Amado. Fueron a la casa donde habitaba, ni rastro encontraron, don Marcelino le explicó que hacía varios día que no llegaba a dormir y según lo que decía la gente ya tenía semanas de andar embriagándose, don Basilio regresó donde estaba Amado le volvió a preguntar:


Por favor Amado ¿Dónde tenes a mi hijo?

Yo lo tengo en Nicaragua, anoche lo lleve y me lo quitaron los Sandinista, lo dejaron donde Doña Cruz.
Mira Amado si mi hijo no está allá te mato, por que creo que me has matado a mi hijo.
No Chilo, el está vivo, pero diles que no me golpeen y que me suelten.
No, hasta que me entregues.

Don Basilio salió corriendo como alma que se lo lleva el diablo, rumbo a Nicaragua poniendo peligro su vida, pues era comprometido acercarse a la orilla del río por el resguardo militar del Ejercito Sandinista, como a la hora y media regresó casi loco y le dijo a su señora.


Nada vieja, dicen que no han llegado, pero los “Piris” me dijeron que se lo cediéramos, pues debe varias fechorías.


No Chilo vamos a darle otra buscada.


La muchedumbre decidió remitirlo a la Subdelegación de la Policía en Nance Dulce, un sargento lo recibió y le pregunto:

¿Dónde tenes a ese niño?
Le juro por mi madre que está muerta que yo no lo tengo, lo dejé ir anoche para su casa de ahí no se nada, talvez algún animal se lo comió.

El sargento le propinó varios golpes (métodos utilizados en esa época) para que dijera la verdad, de cada golpe que recibía vomitaba grandes cantidades de sangre impactando pánico en los espectadores, la cara la tenía hinchada casi no se reconocía su rostro mas la sangre que vomitaba sin cesar, preguntas y mas preguntas sin obtener respuestas positiva. Una viejecita que llegó al lugar exclamó:


No le hagan daño, pobrecito, lo van a matar, si él lo tiene que lo entregue, si no que Dios lo castigue pero no ustedes.


Pero era inútil aquel hombre no decia la verdad, lo curioso era que estando amarrado solo movía los dedos de las manos y se soltaba. Se disponía planear otra búsqueda cuando unos niños gritaban:

¡Se va Amado! ¡Se va Amado!

De inmediato la multitud corrieron tras el prófugo quien ya se había metido en una cueva.


¡Aja! Papa te querías ir hijo de ...

¡Mátenlo! ¡Mátenlo!
Gritaba la gente, fue ahí donde se descubrió que aquel hombre no era nada normal, ponía las manos frente de las personas como queriendo sacar uñas, haciendo gestos diabólicos exclamó:
Vos te vas a arrepentir cuando te des cuenta quien soy yo maldito, rueguen a su dios que no vaya a salir por que serás el primero.

De repente se escuchó una sonora carcajada que hizo eco como de mil montañas ja, ja, ja, ja... trasladándolo de nuevo a la subdelegación para posteriormente remitirlo al puesto de policia de Choluteca, quedando aquella incógnita ¿Dónde estaba el niño?.


Habían pasado tres días, éste ultimo como a las doce del mediodía unos señores de un lugar llamado Cerro Colorado que se habían incorporado a la búsqueda, observaron en un árbol dos zopilotes sospecharon que algo había bajo esas aves de rapiña y se penetraron por un camino hasta llegar a una depresión de unos siete metros aproximadamente quedando absorto de lo que estaban viendo, ahí estaba el niño sin vida, se comunico de inmediato a los familiares y vecinos haciéndose presente al lugar. El cadáver estaba en el rincón de un riachuelo, tenía el ano de fuera lo había violado, estaba degollado, carecía de sangre ya que Amado se la había chupado toda, le sacó los testículos , le corto el pene y se los comió, en la parte del diafragma presentaba varios pedazo de piel cortados con los diente, pues quería comérselo y eso no fue suficiente, con una furia extraordinaria arrojó a la criatura contra las piedras en varias ocasiones hasta deformarle totalmente la cara quedando irreconocible, por las ropas y el sombrero se sabia que era el niño, no despedía mal olor, pues no tenia sangre se la bebido aquel vampiro humano, solo le quedo una lombriz en el cuello, el cuerpo alcanzo como dos metros de grosor; en el vástago se le había practicado un destazo parcial .


Después del reconocimiento legal se procedió a hacerle una caja de madera rustica sin acepillar, ya que el tiempo no alcanzaba para formarle un ataúd decoroso. Fue trasladado a Nance Dulce donde el Señor Adán Mondragón ofreció su casa para que se velara mientras de hacia la sepultura.


A las cuatro de la mañana dio inicio el sepelio acompañado por los vecinos, acongojado por el macabro suceso dejando en los corazones un remordimiento por tal suceso, ya que Dios da la vida y el único que la puede quitar , no como este personaje lo hizo.


Lo cierto es que después del sepelio algunas personas notaban que a las 12:00 de la noche llegaba una señora vestida de blanco y negro, se paraba frente a la casa donde fue velado en cuerpo del niño se arrodillaba y se retiraba llorando con destino al cementerio, al llegar a éste se escuchaba que lloraba mas fuerte parando los pelos de punta, como un acto de dolor por lo que le habían hecho a la inocente criatura, ocasionando espanto en los hogares; pero poco a poco fue desapareciendo el llanto de la señora, gracias a los ruegos al todo poderoso por los feligreses, que hoy en día de casualidad se comenta el horroroso crimen.


Los que lean esta historia creerán que es ficticia o cuentos de camino real, pero no es así, es completamente verídica. Pasado el acontecimiento la familia Ramírez Quiñónez se trasladaron a vivir a la ciudad de Choluteca donde actualmente residen en al Barrio Campo Luna. Nunca se les olvidará la suerte que corrió su hijo en aquel tenebroso lugar, solo los árboles y las rocas son los testigos oculares del maquiavélico crimen.


Amado Maradiaga se encuentra guardando prisión en la correccional de Choluteca y ojalas nunca vaya a salir. Un día un grupo de personas de esa ciudad se tomaran las calles adyacentes al centro de reclusión exigiendo que se lo entregaran para quemarlo vivo, pero miembros de la iglesia católica intervinieron y no paso nada. Ahí se encuentra Amado Maradiaga que un día cautivo un dolor inmenso no solo en la familia Ramírez Quiñónez, si no también en las personas que fueron testigo de lo sucedido; solo Dios sabe el castigo que este apóstata ha de recibir.


Si usted no cree sobre este hecho, visite Choluteca y pregunte por esta familia o vaya al presidio, ahí lo va a ver, convénzase.
 






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