UNA AVENTURA DEL CORO DE NIÑOS MUERTOS...
El escritor se revolvió en su asiento, estaba inquieto y esa
inquietud no le dejaba concentrarse debidamente en lo que escribía, se
pasó las manos por el rostro e hizo una bola con el papel donde antes
había escrito unas líneas y lo lanzó a la papelera ya rebosante, alargó
la mano y bebió un nuevo trago del vaso largo que tenía sobre la mesa
supletorio. Luego desvió sus ojos hacia un punto neutro mas allá de la
estancia. La cuestión radicaba en que, “Creyéndose imbuido de toda la
razón, se estaba creando una especie de burbuja de realidad virtual que
lo alejaba cada vez mas del mundo real” ya no distinguía el sueño
onírico de la vigilia, empezaba a creerse predestinado
para ser el nuevo “Mesías” que con la palabra como arma… cambiaría al
“sino” del humano y lo catapultaría hacía un nuevo mundo celeste,
quisiera éste o no lo quisiera.
Si entre medio debía saltarse unas cuantas reglas e insultar a los
impíos retrógrados y desagradecidos mortales… pues lo haría. Si tenía
que armar una revolución para mostrar el camino, pues también, si tenía
que aguantarse la risa y matar el humor… lo haría sin vacilar. Sin
embargo la cosa tenía un inconveniente, el ritmo que llevaba acabaría
por enloquecerlo y lo sabía, tanta dispersión a la larga sólo engendra
bobadas y el erigirse en dios y parte a la vez, el hecho de querer
“estar” presente en muchos sitios al mismo tiempo, el tocar varias
teclas al unísono… en resumen,
este don de la ubicuidad del que era un orgulloso poseedor, lo llevaría a
hacerle perder la perspectiva general y acabaría andando por las ramas
como un “simio” dios no!!! ¡Él, un aspirante a inmortal jamás llegaría a
eso! En consecuencia y con el beneplácito de sus “apóstoles” se dedico a
escribir “LA OBRA” el libro que
probaría ante los ojos de todos los vulgares mortales sus auténticas
dotes de dios de las letras y único referente a partir de entonces, por
encima de Platón, Aristóteles, Kant y menudencias similares. Alcanzaría
la luz y reinaría sobre los mortales, aboliría los gobiernos e
instauraría la dictadura de la sabiduría celeste, su reino no tendría
parangón en los siglos y duraría mil años. Pero antes… debería resolver
una “pequeña” cuestión.
–Si pudiera serenarme, pensó… ¿A quién quiero engañar? Pase que trate
de justificarme delante de los demás, pero a mí mismo ya no puedo
engañarme más– Ni siquiera los halagos desmesurados y las alabanzas
coreadas por sus acólitos que lo ponían a la altura de un elegido,
podían ya esconder la auténtica verdad.
Llevaba mucho tiempo tratando de plasmar ideas en el papel, pero sólo
era capaz de dar rodeos y andar en círculos. –Parto de un “lugar”
pensando que llevo una buena línea y que esta vez será una línea larga y
fructífera y al final vuelvo al
mismo sitio donde estaba al partir unos días antes. Tengo que aceptarlo,
estoy bloqueado y tanto o más seco que un pergamino de la V Dinastía!–
–Y eso no es lo peor, lo peor es que mis “apóstoles” esperan resultados, me avanzaron una fuerte suma de dinero
que gasté, y mis lectores esperan otro éxito como el de “Kronificados” y
no sé como dárselo, cómo les digo que aquello fue una pura
concomitancia? Lo he probado todo, incluso copiar ideas ajenas pero ya
no es cuestión de ideas sino de ritmo narrativo, lo he perdido, me voy
por las ramas, no soy capaz de concretar y las frases cada vez se
acortan más, miro el papel en blanco como a un enemigo al que hay que
derrotar y así me va, cada vez salgo perdiendo. Así no lograré la cumbre
de las letras. Por consiguiente decidió buscar un pacto con el…
¡Diablo!–
Aquella noche repasó el libro Esotérico sobre pactos con el Maligno,
se titulaba: “El Recontramicom”, buscó el capítulo dedicado a pactar con
Belcebú, fue pasando páginas
donde ponía los diferentes tipos de pacto que se podían realizar… Cómo
hacer feliz a tu jefe, cómo satisfacer a tu mujer, cómo engañar a tu
mujer, cómo deshacerte de tu mujer, cómo tu mujer se puede deshacer de
ti, cómo ganar en bolsa, como escribir la Historia más grande jamás contada… cómo as… ¡alto! Aquí estaba lo que buscaba. En el epígrafe 6º párrafo 3º barra 4ª del capitulo
IV aquí lo tenía bien claro… todo saldría perfecto, lo leyó para
hacerse una somera idea y apuntó lo que necesitaría para llevarlo a la
práctica.
A la mañana siguiente se dedicó a comprar los utensilios necesarios
para tal efecto a saber: Caca de vaca, ojos de lagarto, cola de ratón y
bigotes de morsa, además de aliento de aligato… que le costó un montón
encontrar y verrugas de sapo. Esperó la llegada de la medianoche con
impaciencia mientras aprovechó para “dibujar” el círculo con el
pentagrama en el medio. Una vez concluida esta parte se dispuso a hervir
todos los mejunjes como una especie de “sopa” en un caldero de hierro
negro como mandaba la tradición, luego lo colocó en una vasija al lado del círculo.
Cuando el reloj de pared marcó la medianoche en la casa del escritor
un silencio sobrenatural se hizo cargo del lugar, parecía que el tiempo
se hubiera parado o andara tan despacio que se podía hasta tocar con la
mano, el aire se cargó de una fuerza invisible pero casi perceptible con
el ojo psíquico, la cuestión es que le entró un poco de aprensión pero
se acordó de la Obra mas grande… bla. bla. y se puso manos a la obra sin
dilaciones, encendió unas velas rodeando el círculo como mandan las
tradiciones y acto seguido se introdujo en el círculo y recitó las
letras de la invocación:
¡ORUM PACTORUM MEI, OBELICUS PANGENUIS HIPOTALAMUS… bla. bla. bla. bla…!
Al pronto se oyó una especie de “implosión” en la estancia como si
algo hubiese succionado el aire hacia dentro, cayeron libros,
estanterías y sillas aunque las velas no se movieron un milímetro, de
pronto se dio cuanta que al fondo, junto a las cortinas allí donde las
sombras eran más espesas… había una figura negra que lo contemplaba pues
podía ver unos ojos rojos como tizones, estaba de pie frente a él en
completo silencio. Después de un tiempo que al escritor le pareció
eterno la figura abandonó su posición estática
y adoptó una actitud como la del “pensador”. Le pasó por la cabeza que
estaría rumiando que hacer con él, eso le puso aún mas nervioso y
decidió hablar.
El Desenlace
–¡Canastos! es usted señor demonio? –preguntó con un hilo de voz el escritor.
El silencio fue la única respuesta a su pregunta,
notó que el sudor empezaba a correr por su frente y sintió húmedas sus
axilas y las manos, se las refregó en un acto reflejo y se aclaró la
garganta.
–Ejem… Señor diablo, no me oye usted? lo hice todo bien? espero que sí pues a veces soy muy olvidadizo.
Esta vez el silencio era absoluto, lentamente se fue elevando un
lejano ronroneo que fue aumentando paulatinamente hasta hacerse
insoportable, toda la estancia quedó dominada por aquel sonido
HUMMMMMMMM… El escritor pensó que algo no estaba al gusto de su
excelencia y no habría pacto, en su lugar le pediría el alma como pago
por haberlo molestado… joder ya se veía sin su gran Obra. En aquel
momento cesó el penetrante sonido y el silencio casi fue peor, pues era
ominoso y desagradable, de pronto una voz lo quebró:
–¡Hola pequeño!… Era una voz de mujer sensual y distendida pero fuerte y dominante a la vez.
–Ejemmm. Hola. quién es?
–Quién crees que soy?
–Esto pues, pues debe haber una confusión, yo pedí ver al mismísimo diablo pero veo que algo no anda bien.
–Todo esta en orden “capullo”, ¡YO soy el diablo! lo que pasa es que
vuestra cultura judeo-cristiana siempre me pintó como un tipo
desagradable con cola y cuernos pero en verdad que no soy así… soy, soy
digamos “diferente”, ya lo verás pobre mortal. Dicho esto dio unos
gráciles pasos hacía el escritor y salió de las sombras, y la pudo
contemplar por primera vez… no es que hubiera mucho que ver, pero lo
poco valía la pena. Un rostro blanquísimo de grandes ojos negros como la
noche sin luna, aunque en según que posición parecían rojos, unas cejas
pobladas pero elegantes, una nariz recta y aceptable, unos labios
carnosos y rojos como manzanas de esta variedad, a saber… unos pómulos
glotones y un cuello largo y sedoso, enmarcado en una lacia y negrísima
mata de pelo salvaje… eso era todo… todo? bueno el resto estaba tapado
por una especie de túnica negra que le llegaba a los tobillos dejando,
eso sí, a la vista unos pies riquísimos y muy aceptables.
–Ejem, verá, yo esperaba otra cosa sabe usted? –dijo el escritor muy modosito.
El diablo como respuesta abrió la túnica de manera “provocadora” y lo
que vio el escritor le hizo sudar aún mas… Aquel diablo se gastaba un
cuerpo bárbaro, ¡Por todos los avatares divinos!
–Bien escritorzuelo, vayamos al grano… dime qué deseas. –le dijo tapándose otra vez.
–Bien pues yo… ejem, verá lo llamé para hacer un trato con usted, ya
sabe mi alma por la Obra mas GrAnDe jamás escrita por mortal alguno.
–Humm, veo que te gusta la celebridad, pero dime, qué es eso de la raza traspasando la frontera de los sentidos y bla. bla. bla…
–Bah, sólo cortinas de humo para que el circo no decaiga, son juegos
malabares… Lo que ahora persigo es algo importante… Mi propia
inmortalidad a través del reconocimiento, quiero ser la luz que guíe a
los pobres mortales hacía el Vahalla y…
–Sí bueno, corta el rollo que ya nos conocemos. Venga pues, que sea
tu deseo pero no quiero nada de ti, mañana encontrarás la Obra sobre tu
mesa, no te garantizo la inmortalidad exactamente, eso sólo es posible
para los seres elegidos y los desencarnados, cuando llegue tu turno…
hablaremos.
–Pero yo… yo…
–Silencio, no te fías de mí?
–Sí, sí, pero…
–Entonces cállate, ahora adiós, mortal.
El diablo desapareció entre un remolino de humo negro, la estancia
volvió a quedar tal como antes de la aparición. Un silencio natural fue
perceptible en el tic tac del reloj de pared, el tráfico como ruido de
fondo…
Al día siguiente el escritor encontró la Obra tal como le había
prometido el maligno, en el acto la presentó a su editor después de
echarle un somero vistazo. Parecía que la cosa era consistente, ya se
veía en la cumbre, por encima de Cervantes o Shakespeare. No veía el
momento de que saliera de las imprentas para conquistar el mundo,
primero el Cervantes después el Nobel y por último la inmortalidad de
sus postulados, cualquiera que éstos fueran.
* * *
Habían pasado los años, el escritor se encontraba recostado en la silla
del jardín, su mente ya no se acordaba de lo que había comido el día
anterior… pero aún mantenía muy presente los recuerdos del pasado y
especialmente… de “El pAcTo”. Las cosas no habían salido exactamente
como él las tenía previstas… El libro tuvo una buena acogida y logró una
tirada magnífica, hasta se situó en el ranking del Corte Belga como uno
de los más vendidos, pero no paso de ahí, sus sueños de inmortalidad no
se vieron lo que se dice cumplidos y no fue por culpa suya ni siquiera
del diablo, la crítica (un puñado de envidiosos) crucificaron el libro
por pretencioso visionario e insustancial, la gente resultó ser más
analfabeta de lo que creyó en un principio, no lo habían entendido, eso
era todo. Dirigió sus ojos al limonero que tenía enfrente y por un
momento vio los frutos a punto de florecer, estaban en primavera, el
escritor suspiró y en medio del suspiro se quedó quieto. Frente a él,
como una onda de calor estaba materializándose una figura… Después de
tantos años. ¡Era el diablo!, otra vez lo tenía enfrente y esta vez sin
haberlo invocado.
–¡Hola viejo chivo! cómo sigues? –Le preguntó la silueta que ya estaba materializada del todo.
No le resultó difícil reconocer aquel rostro de marfil, aquel pelo
negrísimo y los ojos entre negros y rojos. Por aquel semblante no
parecían haber pasado los años, parecía que lo hubiera dejado ayer mismo
cuando en realidad pasaron cuarenta años nada menos. El escritor volvió
a sentir el mismo cosquilleo que antaño, pero se sobrepuso y comentó:
–Qué tal, siempre me quedó la duda de si eres un hombre o una mujer, que me puedes decir a esto?
–Ni una cosa ni la otra, pero me gusta presentarme de mi lado femenino, no te fue mal verdad?
–No me puedo quejar no, pero sabes… esperaba algo más… más… más…
digamos definitivo. El diablo se le acercó y pudo ver aquel rostro a la
luz del día, aun así una especie de neblina lo envolvía dándole un
aspecto ensombrecido… Se recostó en la silla que tenía al lado suyo y le
dijo con voz pausada:
–Mira tus días se te acaban y es justo que sepas la verdad de todo.
Cuando me llamaste estabas a punto de conseguir de verdad la “Obra” que
tanto perseguías pero tu falta de confianza en ti mismo y tu deseo
incontrolado de alcanzar a cualquier precio la fama te traicionaron, si
hubieras esperado un poco más, si hubieras tenido algo más de constancia
lo habrías logrado… pero eso no podía permitírtelo, el hecho que
pusieras patas arriba el gallinero, las cosas deben ir paso a paso, tu
obra hubiera sido demasiado “llamativa” para aquella época, y para
ciertas mentalidades autoritarias… tú ya me entiendes! quizá dentro de
doscientos años tal vez… en consecuencia te entregué una vulgar sombra
de la que hubieras escrito. El escritor permaneció mudo durante un largo
rato… asimilando aquello que acababa de oír de voz del diablo.
–Pero no lo comprendo, no querías un trato? no eres tú el que anhela poseer las almas de los mortales? –le comentó dolido.
–Estáis equivocados, el diablo no existe como tampoco dios… somos uno
solo, el bien y el mal son la misma cosa, yo soy el Avatar o todos los
Avatares a la vez o ninguno. Este es vuestro error, dejaros llevar por
los mitos antiguos. En aquella ocasión me apeteció hacer el bien y
salvar al mundo de un pequeño dictador pero peligroso porque no
manejabas armas sino ideas que son más dañinas que las balas, más cuando
tus postulados eran concomitantes con ideas hitlerianas (dónde estaría
yo cuando aquel tipo proclamo los mil años del III Reich??)
–No lo puedo creer, cómo no me di cuenta? –exclamó el escritor.
–Pues muy fácil, estabas tan convencido que no lo lograrías que al
ver un extracto de la Obra la diste por buena. Ahora adiós, nos veremos
pronto.
Y el escritor se quedó postrado en la silla sin poderse creer lo que
acababa de oír. La rabia empezó a aflorar a su cara y estuvo a punto de
proferir un grito de protesta pero en aquel momento se acercaba la
enfermera con el desayuno compuesto por una papilla de frutas (como los
niños) pensó entristecido.
–Lo que pudo haber sido –musitó temblando de rabia.
Por toda respuesta la solícita enfermera le acercó el plato de papilla y le dijo como dirigiéndose a un niño:
–Venga a engullir abuelo, ésta para pepito… ésta para lupita… así me gusta, así. No se olvide ésta para jorgito… así.
–Qué circo montamos a finales de los 90, dios qué circo. –dijo con
nostalgia el viejo. –Los tenía a todos hipnotizados con mis ideas
celestiales, pero ahora que lo pienso, quizá se me vio demasiado el
plumero… –y siguió “tragando”.
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