Patricia era una adolescente que, como muchas, trabajaba de canguro
para ganarse un dinerito. Pues bien, una noche le dejaron a cargo de dos
niños, los padres habían sido invitados a una fiesta y tardarían
bastante en volver. Antes de irse le dijeron que podía coger lo que quisiera de la nevera. Todo transcurrió sin problemas, despues de darles la cena a los niños los acostó y se dispuso a ver una pelicula acompañada de un bol de palomitas y un refresco. Al cabo de un rato sonó el teléfono.
Pensó que era la madre que llamaba para ver que tal iba todo, pero no.
Nadie contestó al otro lado. Patricia no le dio importancia, seguro que
se habían equivocado. Por verguenza mucha gente cuelga al darse cuenta
de su error. Apenas unos minutos después volvió a sonar el aparato. Esta
vez se escuchó un leve susurro.
-¿Quién es?- preguntó ya un poco nerviosa.
Silencio por respuesta. Colgó algo mosqueada, y a los pocos segundos sonó de nuevo.
-¿Diga?
-¿Has ido a ver como están los niños?
-¡Vete a la mierda!- contestó enfadada.
El típico gracioso que se
divierte asustando a los demás. Pese a eso, aquello la puso muy
nerviosa, así que llamó a la policía. Rapidamente explicó la situación a
la persona que la atendió y esta le aconsejó que si volvía a llamar le
distrajera para poder localizar la llamada. Patricia le dio las gracias y colgó. Efectivamente, pocos minutos más tarde el tipo volvió a llamar, y repitió su pregunta.
-¿Quién eres y que quieres? ¿Porqué no me dejas en paz?
-Pronto estarás en paz- le aseguró.
-Dejalo ya, no tiene gracia.
-Esto no es ninguna broma, aunque si te apetece podemos jugar.
La joven ya no pudo resistirlo más y colgó apresuradamente. Esperaba que
eso hubiera bastado para localizar a ese majadero. Instantes después
sonó el teléfono una vez más. Vaciló un momento hasta que finalmente descolgó. Era un policía.
-¡Muchacha!¡Sal de ahí inmediatamente! Las llamadas las hacen
desde esa misma casa. Apenas si le dio tiempo al oficial a acabar la
frase, Patricia salió de allí como alma que lleva el diablo. Nada más
salir llegaron varios coches patrulla. Rápidamente informó que los
chiquillos estaban en el piso de arriba; los agentes entraron con sus
armas apunto. Cuando llegaron arriba el panorama que encontraron era
desolador… los pequeños tenían el cuerpo lleno de profundos cortes,
habían sido degollados. La chica fue consciente de la suerte que había
tenido, pero nunca se pudo perdonar que mataran a los niños que ella
debía cuidar.
memorias de jackie boy enero 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario