Libros que matan al leerlos
Libros que matan al leerlos.
El libro suele recibir un elogio unánime: es, después de todo, un instrumento de cultura, de sabiduría, de conocimientos compartidos. No obstante, no todos los libros fueron pensados para compartir un saber ortodoxo, de hecho, hay libros cuya lectura sugiere la muerte. En otras palabras, hay libros que matan, o al menos lo intentan.
Leamos atentamente el siguiente párrafo sagrado:
Si oyes que hombres malvados han seducido a sus conciudadanos diciendo: Vamos a dar culto a otros dioses, consultarás, indagarás, y si es verdad que se ha cometido tal abominación, pasarás por la espada a los habitantes de esa ciudad, amontonarás todos sus despojos en medio de la plaza pública e incendiarás la ciudad con todos sus despojos.
Esta recomendación no proviene de algún texto bárbaro, sino del Antiguo Testamento, más precisamente, del Deuteronomio.
El Malleus Maleficarum, el Martillo de las brujas, obra inquisitoria que denuncia las operaciones de las brujas, señala sin ninguna clase de remordimiento:
La brujería es una traición a la majestad de Dios. Cualquier persona, sea cual sea su rango o profesión, puede ser torturada ante una acusación de brujería, y quien sea hallado culpable, aunque confiese su delito, será puesto en el potro, y sufrirá todos los otros tormentos dispuestos por la ley, a fin de que sea castigado en forma proporcional a sus ofensas.
En este rubro podemos incluir numerosas obras de la inquisición, como: De Daemonialitate et Incubis et Succubis (De los demonios, íncubos y súcubos), De la démonomanie des sorciers (Sobre la adoración demoníaca de las brujas), De Praestigiis Daemonum et Incantationibus ac Venificiis (De la ilusión de los demonios, encantamientos y venenos), por mencionar algunos.
Menos extremista, pero mucho más polémica, es la novela de Goethe: Werther (Werther), señalada como culpable de una fiebre de suicidios que asoló a numerosos jóvenes enamorados, quienes, sostuvieron los detractores de Goethe, cayeron bajo el influyo maléfico de la obra. Según narra Goethe, Werther es un muchacho que, herido en su corazón, decide quitarse la vida de un modo acorde al sentimiento romántico. Esta decisión, claramente estética, de hecho se trasladó a numerosos hombres y mujeres desengañados, quienes se suicidaron siguiendo el ejemplo de aquel volátil y sensible personaje del poeta.
Hace poco una amiga me recordaba el carácter homicida del segundo libro de la Poética de Aristóteles, desde luego, apócrifo, mencionado por Umberto Eco en su novela El nombre de la rosa (Il nome della rosa), cuyas páginas están embebidas en un misterioso veneno que mata a sus lectores. Según afirma el propio Eco, la idea le llegó un tanto forzada, aunque sin dudas tiene algo que ver con un relato del Rey Yunán y el sabio Ruyán, de las Mil y una noches:
Lleno de impaciencia, el rey tomó el libro y lo abrió, pero encontró las hojas pegadas. Entonces metiendo su dedo en la boca, lo mojó con saliva y logró despegar la primera hoja. Lo mismo tuvo que hacer con la segunda y la tercera, y cada una se abría con mayor dificultad. De ese modo el rey abrió la sexta hoja, y trató de leerlas, pero no pudo hallar ninguna escritura. Apenas algunos instantes después el veneno circuló por su organismo, pues el libro estaba envenenado.
Este vínculo con el Una noche y mil noches, traducción literal de aquella obra, señala que quien lee entero el libro de las Mil y una noches morirá en el plazo de un año, asunto que ha puesto a los traductores en un verdadero dilema. Juan Vernet, por ejemplo, reconocido traductor del libro, zanjó el asunto excluyendo las historias de Simbad bajo pretextos poco claros.
Un viejo poema de Calímaco señala un aspecto asesino en una obra de Platón:
Diciendo "adiós, sol", Cleómbroto de Ambracia
se precipitó al Hades desde lo alto de un muro.
Ningún mal había visto merecedor de la muerte,
pero había leído un tratado, uno solo, de Platón: Sobre el alma.
Muchos se han preguntado por qué el pobre Cleómbroto se suicidó tras leer aquel "tratado sobre el alma" de Platón, es decir, el Fedón. Algunos sostienen que no toleró el suicidio de Sócrates, pero otros argumentan que su arrojo se debe a un razonamiento del propio Platón, que señala que es absurdo temerle a la muerte, ya que esta es impostergable.
Si bien hay libros que matan, libros cuya lectura provoca la muerte, o al menos la sugiere, la capacidad homicida de los libros no se compara con la de otros dispositivos, y mucho menos con la de quien es capaz de cederle a un conjunto de páginas impresas sus deseos más siniestros, acaso con la intención de una justificación erudita, desde luego, mucho más elegante que un banal arrebato criminal.
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