Se dice que la inocencia de los niños percibe mas fácilmente a los seres mágicos. Pese a esto existen relatos de apariciones de duendes, digamos “famosos”, como el duende de Lima o el de Girona. Esos son los llamados duendes reales que, a pesar del término real, siguen estando presentes en su mundo paralelo, considerados como seres místicos y esotéricos.
Existen clasificaciones de duendes que los dividen, básicamente, en duendes de jardín y duendes domésticos.
Los relatos de personas que sostienen haber visto duendes se remiten a los duendes de tipo doméstico.
Los duendes domésticos prefieren habitar en los hogares o en sus alrededores, incluso sienten gran apego por los espacios que habitan. Se los describe como seres que adoran jugar y hacer travesuras, como hacer ruidos o cambiar objetos de lugar, desconcertando a los habitantes de la casa que comparten.
Si bien, en general, son considerados seres amistosos, también se dice que hay algunos duendes dañinos, incluso existe la creencia de que se llevan a los niños pequeños, sin bautizar, al bosque, se les atribuyen una serie de fines a estos raptos, hay quienes dicen que esclavizan a los niños, y hay quienes sostienen que los llevan a vivir para siempre un mundo de magia en el que nunca llegan a ser adultos.
Los duendes de dormitorio son considerados malignos, existen
testimonios de personas que sostienen haber visto estos duendes reales
en sus alcobas. Se dice que eligen vivir en las zonas oscuras de las
habitaciones, como debajo de la cama o en los roperos, adoran molestar a
las personas cuando duermen, provocando pesadillas y mucho miedo, sobre
todo a los niños más chiquitos.
Duendes reales famosos
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Chaneques, duendes de México
Estos seres mágicos viven en selvas y bosques, cumplen funciones de cuidados de los animales y plantas silvestres, así como de los manantiales. Su aspecto físico es de niñitos pero su rostro es de personas viejas. Como todos los duendes adoran las travesuras. Tienen sus hogares en cuevas, ruinas, zanjas, cerros, corrientes de agua, etc.
La creencia dice que poseen la capacidad de provocar enfermedades a los humanos, sólo con tocar muy suavemente la cara de uno, es más, hay quienes creen que el aire que dejan a su paso es capaz de provocar enfermedades. También dice la leyenda que asustan a los intrusos de tal forma que les sacan el alma y la entierran muy profundo bajo tierra. El dueño del alma debe recuperarla mediante un ritual determinado y de no hacerlo a tiempo puede morir. -
Saci – Pereré, duende de Brasil
Este duende es de tamaño muy pequeño, usa un gorro rojo que lo ayuda a aparecer y desaparecer transformándose en remolino de viento, fuma pipa, tiene una sola pierna y las palmas de las manos agujereadas, debido a las hibridaciones culturales brasileras con la cultura Africana es de piel negra. En su país de origen, Brasil, es considerado una criatura que realiza bromas un tanto pesadas, en el resto del mundo lo creen un ser peligroso y dañino. De todas formas este duende posee la facultad de otorgar deseos a quien sea capaz de capturarlo o de quitarle su gorro mágico. Se pasa de travieso, esconde los juguetes a los niños, hace que los animales domésticos se pierdan y pone nerviosas a las gallinas para que no puedan poner y criar sus huevos. Si se mete en la cocina, desparrama la sal, pone moscas en la sopa, quema los guisados y muchos daños más. Para huir de ellos hay que cruzar un río, lago, alguna corriente de agua ya que el agua le quita los poderes, así como una cuerda llena de nudos, los cuales se ve obligado a desatar uno a uno. -
El duende de Girona
Este duende fue visto en septiembre del año 1989 en Girona, Cataluña, en España. Lo describen como una criatura muy pequeña que apenas supera los 10 cm de altura, sus ojos son rojos, la piel suave y de un tono amarillento. Sus brazos son cortos y sus orejas bien largas, como las de un conejo, además tiene tres pelos claramente diferenciados en la parte posterior de su cuello. Fue capturado por dos parejas de acampantes y vivió en cautiverio unos 4 días, negándose a comer. Sus captores dicen que fue atraído por la música que escuchaban y lo describieron como una criatura amigable e inteligente que emitía sonidos muy similares a los de la risa humana. -
El duende de Chullachaqui
Este es un duende considerado maligno. Su cuerpo es deforme y captura a sus víctimas para llevarlas con él al inframundo. Esta leyenda crece sustentada en el hecho de que muchos jóvenes de localidades cercanas a la selva, donde vive el duende maligno y muy veloz, han desparecido. Se dice que fue un hombre al cual la naturaleza castigó por servir al diablo, de ahí la deformidad de su cuerpo.
Duendes
Esquivos... silenciosos y rápidos, rara vez son vistos. Guardianes de los bosques, en su mayoría habitan en ellos, ocupados en sus labores, despreocupados de un mundo demasiado preocupado en insignificancias como para caer en la cuenta de que existen.
Lo cierto es que no puede decirse que estos seres sean de naturaleza malvada, pero ni mucho menos se trata de criaturas cuyo fin sea hacer el bien. Son, simplemente, duendes; caprichosos, burlones, de pícara sonrisa.
Algunos, movidos por su curiosidad, descubrieron, más allá de los bosques y parajes llamados erróneamente inhabitados, a las gentes. Preocupadas, envidiosas, llenas de ira u odio, miedo, pena o dolor, las personas les parecieron extrañas, a la par que interesantes y, de estos, unos cuantos quedaron para habitar entre ellas, ocultos, casi invisibles, pero presentes.
Sucede que a veces nos embarga un sentimiento del que no logramos entender cómo, ni por qué, ha llegado a nosotros. En ocasiones nostalgia, otras alegría, por momentos tristeza, o una aparente felicidad. Incluso, más o menos a menudo, algo tan extraño como el amor.
Y ocurre que, algunos de ellos, permanecen en nosotros más tiempo del deseado, o menos del esperado.
Pues bien. Cuentan aquellos que dicen haber visto alguno de estos duendes, que casi siempre llevan en su cinto unos pequeños sacos, más o menos llenos, más o menos pesados, que guardan con recelo. Parecen sus más preciadas posesiones, ya que los duendes apenas cargan nunca objetos encima. Prefieren guardarlos en escondidos rincones, como un tesoro, a menudo más valioso de lo que pueda llegar a creerse.
Es conocida entre los habitantes de muchas aldeas la historia de un joven que, un día, regresando a su hogar al anochecer, vislumbró junto al tronco de un gran árbol una pequeña figura removiendo algo apresuradamente. Al intentar acercarse, el pequeño ser levantó inmediatamente la cabeza y sus miradas se cruzaron durante un ínfimo instante antes de que la pequeña criatura desapareciese como por arte de magia del lugar. En su apresurada huida, quedaron sobre la tierra tres pequeñas bolsas de colores: una verde, una marrón y otra grisácea. El joven, intrigado, las recogió y retomó el camino de vuelta.
Una vez en casa, hizo aquello que todos hubiésemos hecho: abrirlas.
Cogió la primera de ellas, verde, y desató el cordón que la mantenía cerrada. Al mirar en su interior nada encontró. Parecía vacía, pero una sensación de pena y pesar le embargó al instante. Extrañado, tanteó el segundo de los pequeños sacos, el marrón; claramente contenía algo en su interior, y este parecía un poco más pesado que el anterior. Lo abrió y... nada. Desánimo y decepción fue todo cuanto pudo sentir. La tercera bolsa, grisácea, la más abultada y a la par liviana de las tres, quedó unos momentos sobre la mesa, con la fija mirada del joven sobre ella.
"¿Para qué guardarla?¿De qué sirve tenerla si se ignora su contenido, su valor?" se dijo. Así que, a pesar de lo acaecido con las otras dos, tiró del hilo que la ataba. De inmediato, una nostalgia y tristeza muy sentidas se hicieron presentes.
Cerró los ojos un momento, y se preguntó el por qué de aquellos sentimientos. Al abrirlos, se sobresaltó al ver junto a las tres bolsas vacías un saco rojizo, todavía más pequeño que estas, con un hilo dorado alrededor. Un miedo creció en él, un temor a sentir más sensaciones nada gratas, y la anterior curiosidad o valentía se esfumó. Cogió la bolsa roja, salió de la cabaña, y la lanzó con rabia al cercano río. La corriente la llevó, y nada más supo de ella.
Dicen que aquella bolsa contenía sentimientos que nada tenían que ver con los que el joven acababa de experimentar. Quizá era esa la que debería haber sentido, la que el duende iba a dejarle antes del casual encuentro, pero nunca descubrió su contenido.
Y así es como algunos explican la existencia de muchas inexplicables sensaciones. Los duendes, desde antaño, las recogen y guardan, y luego las reparten a su parecer, esparciendo el contenido de los pequeños sacos allí donde les apetece. Pues lo que más les llamó la atención desde los primeros tiempos que compartieron con nosotros es algo que, de uno u otro modo, todos los hombres y mujeres poseen, y de lo que ellos carecen: sentimientos.
Y al igual que ellos nos envidian por tenerlos y experimentarlos, algunos de nosotros desearíamos ser, en muchas ocasiones, simplemente, duendes.
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